jueves, 31 de mayo de 2018

Tema 5. La guerra de la Independencia y la Constitución de 1812

https://es.wikipedia.org/wiki/Gobernador_civil

https://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/reformas-cortescadiz-historia-politica-lapepa/20181122142808157709.html

https://www.elnotario.es/hemeroteca/revista-45/322-la-constitucion-de-1812-y-la-desamortizacion-de-bienes-una-reflexion-actual-0-21570378934564421

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ACTUALIZACIÓN EL 25 DE NOVIEMBRE DE 2021 A LAS 10:25

TEMA 5. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812

 

Introducción

Este tema explica el reinado de Carlos IV (1788–1808), el fugaz primer reinado de Fernando VII (marzo–mayo de 1808) y la guerra de la Independencia (1808–1814).

Cronológicamente, el tema se sitúa  en el tránsito entre el Antiguo Régimen y la Edad Contemporánea.

En este período se vivieron en España el final del Antiguo Régimen y las consecuencias de la Revolución francesa que, finalmente, causaron la guerra de la Independencia. Se redactó también la primera constitución española, de espíritu liberal, que sería rechazada por Fernando VII.

En este período España todavía poseía un gran imperio ultramarino que se extendía por América, Asia y África. Estos territorios en estos años se fueron alejando del gobierno peninsular (sobre todo desde la pérdida de la armada española en Trafalgar), y, con el comienzo de la guerra de la Independencia, las conexiones con la metrópoli quedaron interrumpidas produciéndose un vacío de poder. Aunque las colonias americanas inicialmente siguieron fieles a Fernando VII rápidamente entraron en un proceso de independencia que acabó con la desaparición del imperio español durante el reinado de Fernando VII.

Al comienzo de esta etapa sigue existiendo el Antiguo Régimen en política, sociedad y economía. Pero la desorganización de la sociedad y el Estado español durante la guerra de la Independencia, con un gobierno afrancesado en Madrid y un gobierno patriota en Cádiz, facilitó la introducción de las ideas y de las instituciones liberales en España.

 

El tema se desarrollará de acuerdo con el siguiente esquema:

El reinado de Carlos IV

La guerra de la Independencia

Las Cortes de Cádiz

 

El reinado de Carlos IV

 

La relación con la Revolución Francesa

Tras el comienzo del reinado estalló una revolución en Francia. Los ministros del reinado anterior se mostraron incapaces de enfrentarse a la nueva situación y por ello en 1792 el nombró a Godoy, un hidalgo extremeño, Secretario de Estado. Por su humilde origen debía todo lo que era y lo que tenía a los reyes, y por eso les fue leal únicamente a ellos.

Durante su gobierno Godoy intentó proseguir con las reformas ilustradas e incluso practicó una pequeña desamortización en 1798, pero el miedo a la revolución hizo que los cambios fueran mínimos.

En 1793 la ejecución del rey Luis XVI por el gobierno revolucionario llevo a que las monarquías europeas declararan la guerra a la república francesa.

En España este conflicto se llamó guerra del Rosellón (1793-1795), pues Godoy intentó recuperar esa región catalana cedida a Francia en el siglo XVII. Tras algunos éxitos iniciales de las tropas españolas, los franceses atravesaron los Pirineos. Las derrotas llevaron a firmar la paz de Basilea (1795). Por sus gestiones diplomáticas Godoy fue nombrado Príncipe de la Paz.

 

 

 

La alianza con Francia y las guerras con Inglaterra

En 1796 se firmó el Tratado de San Ildefonso, por el cual España y Francia renovaban la alianza que habían mantenido casi todo el siglo para enfrentarse a su enemigo común: Gran Bretaña. La guerra contra Gran Bretaña también supuso un enfrentamiento con su aliado Portugal. Los principales acontecimientos del conflicto fueron la derrota ante Gran Bretaña en la batalla naval del Cabo San Vicente (1797), el desembarco inglés en Menorca (1798) y la conquista de la ciudad portuguesa de Olivenza por las tropas españolas en la llamada guerra de las Naranjas (1801).

En 1802 se firmó la Paz de Amiens, que para España supuso la recuperación definitiva de Menorca. Sin embargo, fue sólo un respiro temporal, porque las hostilidades se reanudaron al año siguiente. El acontecimiento más importante fue la batalla de Trafalgar (1805), donde la flota británica venció a la franco-española. La derrota en Trafalgar supuso el fin del poderío naval español y dificultó enormemente el contacto con las colonias.

En 1807 Napoleón decretó la prohibición de comerciar con Gran Bretaña, el llamado Bloqueo continental, buscando ahogar económicamente a los británicos. Portugal se negó a cumplir el bloque, así que el emperador francés y Godoy acordaron conquistar y repartirse Portugal en el Tratado de Fontainebleau (1807). El Príncipe de la Paz obtendría el tercio sur del país y el título de príncipe de los Algarves. Así, en octubre de 1807 las tropas francesas atravesaron la Península para invadir Portugal.

 

La guerra de la Independencia

 

El final del reinado de Carlos IV

Mientras tanto, en la corte se estaban enfrentando Godoy, que contaba con el apoyo de los reyes, y Fernando, el príncipe de Asturias. La conspiración que el heredero del trono preparaba contra su padre y el Príncipe de la Paz fue descubierta en el llamado proceso de El Escorial (octubre de 1807).Otra conspiración se organizó en marzo de 1808 provocando el motín de Aranjuez, que logró la caída de Godoy. Carlos IV abdicó en su hijo que fue proclamado rey como Fernando VII. Pocos días después entraba en Madrid Joaquín Murat, el general a cuyo mando estaban las tropas francesas en España.

Napoleón no reconoció la abdicación de Carlos IV y convocó a Fernando VII y a sus padres en Bayona (Francia)[1]. Allí, en las llamadas abdicaciones de Bayona, logró primero que Fernando VII renunciara a la corona española a favor de su padre, y, seguidamente, que Carlos IV cediese sus derechos al trono en favor de Napoleón, que nombró rey a su hermano José Bonaparte, con el nombre de José I.

 

El estallido del conflicto

En ese mismo momento, sin saber lo que pasaba en Bayona, el pueblo de Madrid se echó a la calle el dos de mayo y se enfrentó a los franceses para evitar que se marchase el último miembro de la familia real que quedaba en Madrid, el infante Francisco de Paula. Los franceses lograron controlar la situación mediante una severa represión, pero la noticia de lo ocurrido en Madrid, y el rechazo a los franceses, hizo que se extendiese la rebelión. Muchos ayuntamientos declararon la guerra a los franceses y se formaron Juntas[2] locales que acabaron coordinándose en la Junta Suprema Central. Portugal, invadida por los Francia, se unió igualmente al levantamiento y Gran Bretaña pasó de ser una enemiga a una aliada[3]. Filipinas y la América española se mostraron, en principio, fieles a Fernando VII.

 

Patriotas y afrancesados

 

Desde el comienzo de la guerra hubo un grupo que aceptó al nuevo monarca, por lo que fueron denominados afrancesados. Por otro lado, había quienes se oponían al rey francés, estos recibieron el nombre de patriotas. Ni los unos ni otros constituían grupos homogéneos.

Entre los afrancesados se incluían los funcionarios y militares que siguieron al servicio del Estado, pero teniendo ahora como rey a José I. Otro grupo apoyó al nuevo rey por convencimiento ideológico[4]. Los partidarios de Bonaparte aceptaron el llamado Estatuto de Bayona, carta otorgada[5] con la que Napoleón trató de establecer en España el modelo de Estado liberal. Tras la guerra más de 4.000 afrancesados abandonaron España exiliándose en Francia.

Entre los patriotas que se enfrentaron al invasor los había que defendían el absolutismo y luego había antiguos ilustrados, personas que aceptaban los planteamientos ideológicos de la Revolución francesa. Las diferencias ideológicas o doctrinales se hicieron más evidentes según avanzaba la guerra, formándose así dos corrientes políticas: por un lado, los liberales, que redactarán la Constitución de Cádiz; y por otro, quienes defendían el Antiguo Régimen, conocidos como absolutistas, realistas o, despectivamente, serviles.

Las campañas militares

 Tras el levantamiento del dos de mayo, los franceses avanzaron desde Madrid hacia el sur con el objetivo de tomar Sevilla y Cádiz, pero esta campaña militar no logró sus objetivos al ser vencido el general Dupont por los españoles Castaños y Reding en la batalla de Bailén (Jaén). La importancia de esta batalla se debió a que fue la primera derrota de las tropas napoleónicas en campo abierto desde hacía muchos años.  Su principal consecuencia fue que José I abandonó Madrid con las tropas francesas en dirección a Francia, lo que obligó a Napoleón a venir a España en el otoño de 1808. El emperador francés venció a las tropas españolas en el paso de Somosierra al norte de Madrid, entró en la capital y devolvió el trono a su hermano José, tras lo que volvió a Francia para no volver a la Península.

La guerra se centró entonces en los asedios franceses a diversas ciudades, como Zaragoza (1808-1809) y Gerona (1809).

Desde 1808 hubo un ejército británico estacionado en Portugal dirigido por el duque de Wellington que, con la ayuda del ejército portugués, atacó varias veces a las tropas francesas estacionadas en España. Sin embargo ni los aliados pudieron derrotar de forma definitiva a los ejércitos napoleónicos ni estos pudieron aplastar a los ejércitos español, británico y portugués. Esta situación se mantuvo hasta 1812.

Desde el comienzo de la guerra surgieron grupos de guerrilleros, tropas irregulares formadas en su mayoría por civiles, que atacaban por sorpresa a los franceses mediante emboscadas. Los jefes guerrilleros más importantes fueron El Empecinado en Castilla y Espoz y Mina en Navarra[6]. La guerra de guerrillas fue en buena parte una respuesta a las acciones de las tropas invasoras (saqueo de Córdoba).

En 1812 Napoleón sacó las mejores tropas estacionadas en la Península para formar un ejército con el que invadir Rusia, el cual fue aniquilado ese mismo año. Al mismo tiempo Wellington venció a los ejércitos franceses en la batalla de los Arapiles (Salamanca). En 1813 los aliados hispano-británico-portugueses volvieron a vencer en los combates de Vitoria y San Marcial al ejército francés que se retiraba hacia los Pirineos. Ese mismo año se firma la paz, el Tratado de Valençay, que permite el regreso de Fernando VII a España.

 

Las consecuencias de la guerra fueron muy graves para España. En el ámbito demográfico el conflicto supuso la pérdida de más de 300.000 vidas[7], a las que habría que añadir los miles de afrancesados que se exiliaron. El daño que sufrieron la agricultura y la ganadería fue enorme. Las fábricas, puentes, castillos y fortalezas sufrieron abundantes destrozos. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San Sebastián quedaron prácticamente reducidas a escombros.

 

Las Cortes de Cádiz

 

La Convocatoria de Cortes

 

En 1810 el Consejo de Regencia[8] convocó una reunión de Cortes. Fueron convocados un centenar de diputados, de los que veintinueve representaban a los territorios americanos y a las Filipinas. Gran parte de los diputados no pudieron llegar a su destino ante las dificultades que suponía viajar durante la guerra. Para completar el número, fueron elegidos como suplentes miembros de la burguesía gaditana, por lo general cercanos al pensamiento liberal. Esa circunstancia marcó el rumbo de aquellas Cortes que, al convocarse, no tenían previsto redactar una constitución[9].

Los diputados reunidos en Cádiz no compartían la misma ideología, sino que se distinguían tres grupos claramente diferenciados. Una facción, formada principalmente por nobles y clérigos, no quería realizar cambios. Otro grupo, formado por ilustrados de la etapa de Carlos III, dirigidos al comienzo por Jovellanos, era partidario de reformas moderadas y rechazaba los cambios radicales. Un tercer grupo, los liberales, defendía cambios profundos como los realizados en Francia durante la revolución. Fueron estos últimos los principales creadores de la Constitución de Cádiz

Las sesiones se iniciaron en el teatro de la Isla de León, hoy San Fernando, hasta que el avance de los franceses provocó el traslado de las Cortes a Cádiz, donde continuaron en el oratorio de San Felipe Neri.  En el discurso inaugural de las Cortes, Muñoz-Torrero[10] defendió las tesis del liberalismo: la soberanía nacional, la igualdad ante la ley, la separación de los poderes del Estado y el fin del poder absoluto de los monarcas. Muy pronto se planteó la necesidad de elaborar una constitución.

Al mismo tiempo que elaboraban la Constitución, las Cortes fueron aprobando decretos que eliminaban instituciones del Antiguo Régimen para establecer un régimen liberal:

Así se abolió el régimen señorial[11], se suprimió el tribunal de la Inquisición[12], se disolvieron los gremios y se redacto un proyecto de desamortización que incluía bienes eclesiásticos.

 

 La constitución de 1812

 

Fue redactada en Cádiz mientras la ciudad era asediada por los franceses[13]. En la urbe existía una poderosa burguesía mercantil que, en su mayor parte, apoyaba las tesis del liberalismo. El conjunto de la sociedad en la que se movieron los diputados era favorable a las propuestas liberales.

Los pactos alcanzados por los diferentes grupos ideológicos dieron como resultado un texto que se publicó el 19 de marzo de 1812, festividad de San José, por lo que a esta constitución se la bautizó como «la Pepa»[14]. El texto estaba formado por 384 artículos y constituyó durante el siglo XIX la base teórica del liberalismo español, sirviendo de modelo para la redacción de algunas constituciones en otros países europeos.

Los principios fundamentales de la carta magna fueron los siguientes:

La Constitución establecía una monarquía constitucional. La figura del rey era inviolable y éste conservaba muchos poderes, como vetar las leyes.

Se fijaba la separación de poderes, de modo que el rey solo conserve el poder ejecutivo. El poder legislativo lo compartían las Cortes, en las que residía la soberanía nacional, y el monarca.

Era una constitución confesional, puesto que proclamaba que la religión católica era la del Estado, por ser la «única verdadera».

La Constitución gaditana establecía también la igualdad ante la ley. Eso significaba el fin de la sociedad estamental y su sustitución por la sociedad de clases[15].

También se recogían los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, como la libertad de expresión.

Además aseguraba la inviolabilidad del domicilio y la supresión del tormento[16] en el sistema judicial.

Se afirmaba el derecho al sufragio activo para todos los varones mayores de veinticinco años. Sin embargo, la posibilidad de presentarse a las elecciones estaba mucho más restringida.  Para ser diputado había que llevar siete años de residencia en la circunscripción electoral por la que se presentara, además de disponer de una renta mínima[17].

Los diputados eran inviolables en el ejercicio de sus funciones, por ser representantes de la nación.

 

 

 

 



[1] La convocatoria de los reyes de España a territorio francés se relaciona con el temor de Napoleón de que la familia real española, como había hecho la portuguesa, huyera a sus colonias americanas, desde donde podría desafiar su autoridad.

[2] En el momento de la invasión napoleónica de España, al estar los reyes de España retenidos en Bayona, la estructura del Estado no funcionaba. Existía un vacío de poder, es decir no estaba claro quién tenía la autoridad para dar órdenes al ejército y a la burocracia españoles para enfrentarse a la invasión. De forma espontánea algunas autoridades locales tomaron para sí ese poder, sobre todo unas asambleas llamadas Juntas que se crearon en las principales ciudades de la Península. Estaban formadas por nobles, clérigos y burgueses de reconocido prestigio, y que en ocasiones ya habían tenido responsabilidades políticas o administrativas. Aunque estas Juntas defendían los derechos de Fernando VII como rey de España el origen de su poder era revolucionario pues partía del reconocimiento de que existía una nación española, y estaban actuando sin el reconocimiento oficial del rey prisionero.

[3] Desde 1808 los británicos tuvieron un ejército en la Península luchando contra las tropas de Napoleón.

[4] Los afrancesados pensaban que el gobierno napoleónico permitiría introducir en España todas las reformas herederas de la Ilustración que se habían introducido en Francia durante la revolución y que habían quedado inacabadas en nuestro país tras la muerte de Carlos III.

[5] Una carta otorgada era un documento público semejante a una constitución. La diferencia fundamental es que en una carta otorgada no se reconocía la soberanía popular, y los derechos y libertades que aparecían en ella provenían directamente de la autoridad del rey que decidía concederlos.

[6] Tras la guerra de Independencia muchos jefes guerrilleros se incorporaron al ejército regular, pero al no pertenecer a la nobleza con un rango inferior al que tuvieron durante la guerra. Esto hizo que muchos de ellos participaran en conspiraciones y pronunciamientos liberales, pues era favorables al principio liberal de igualdad de oportunidades. Esta es una de las causas de la participación del ejército español en política durante todo el siglo XIX.

[7] Para una población de más de diez millones de habitantes eso supone un fallecido por cada treinta y cinco habitantes aproximadamente.

[8] En 1810 una parte de los patriotas, los absolutistas, se resistían a la convocatoria de Cortes. Por ello la Junta Suprema Central fue sustituida por el Consejo de Regencia. Este cambio se debe a que, frente al carácter claramente revolucionario de la Junta Suprema Central, el nombre de Consejo de Regencia parecía más tradicional y aceptable. Y, convocadas por él, las Cortes parecerían la institución originada en la Edad Media.

[9] Cortes hay de dos tipos: Cortes Constituyentes, que son elegidas para redactar una constitución, y una vez que ésta es aprobada se disuelven y se convocan nuevas elecciones. Tras la aprobación de la constitución las Cortes que se forman son las Cortes Legislativas, cuya función es redactar las leyes. Así, sólo hay unas Cortes Constituyentes por constitución.

[10] Un sacerdote que fue el principal impulsor de la eliminación de la Inquisición.

[11] Que era contrario al principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

[12] Propio de una sociedad donde no existía la libertad de pensamiento, ni de religión (o de culto).

[13] Estos no pudieron conquistarla por ser Cádiz una isla y estar defendida por la flota británica.

[14] Se eligió esta fecha para promulgar la Constitución porque era el aniversario de la primera subida al trono de Fernando VII.

[15] En la sociedad de clases propia del liberalismo el lugar que cada uno ocupaba en la sociedad (clase baja, clase media, clase alta) dependía de su riqueza, y por ello no era una posición definitiva sino que podía cambiar a lo largo de la vida.

[16] El tormento es la tortura judicial, la tortura que se usaba en los tribunales para conseguir confesiones.

[17] Por tanto, aunque el sufragio activo (la capacidad de votar) era un sufragio universal masculino, el sufragio pasivo (la capacidad de ser elegido) era un sufragio restringido o censitario.

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