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La jornada laboral de ocho horas
160 años del
primer pozo de petróleo: la locura que creó el mayor negocio del mundo
El 27 de
agosto de 1859 cambió la historia de la humanidad. Ese día brotó crudo por
primera vez, el oro negro fue el gran salto energético que necesitaba el mundo
para avanzar
Por Javier G. Jorrín 27 de agosto
de 2019
A Edwin
Drake le gustaba que le llamaran ‘coronel’ aunque no lo
era. Durante su vida, había sido casi todo menos eso: maquinista de
ferrocarril, oficinista, agente de correos… Procedía de una familia humilde de
rancheros del estado de Nueva York y era el ejemplo perfecto de un hombre
americano 'hecho a sí mismo’. A los 19 años se fue de casa para buscarse la
vida y terminó fundando una de las industrias más lucrativas que ha
visto la humanidad: la
petrolera. Eso sí, como marcan los cánones
de las buenas historias estadounidenses, Drake murió arruinado e hizo
millonarios a varios capitalistas que exprimieron su descubrimiento.
A
mediados del siglo XIX, uno de los grandes retos para la industria era
conseguir un sistema de iluminación barato y abundante para los hogares. En
esos años, Thomas Edison inventó la bombilla, pero tardaría décadas en
generalizarse su uso. El material más utilizado era el aceite de ballena, una
materia prima que, si no se hubiese sustituido, habría provocado la extinción
de los grandes cetáceos.
Fue
en esa época cuando en EEUU comenzó a estudiarse el ‘aceite de roca’ (petróleo), que brotaba de forma natural en algunos ríos de
Pensilvania. Uno de los mejores ejemplos era el de Oil Creek (‘arroyo
petróleo’), situado en el pueblo de Titusville. Este río tenía varias
filtraciones de petróleo, por lo que su corriente solía contaminarse afectando
especialmente a las explotaciones de sal que existían en la zona. Una de las
familias afectadas era la de Samuel Kier, un químico estadounidense que decidió empezar a estudiar
aquel extraño compuesto oleoso que era altamente inflamable.
Después
de varios experimentos, Kier consiguió refinar el crudo para obtener queroseno, producto que se puede quemar sin que genere el humo y el
olor que produce el petróleo crudo. Dos emprendedores estadounidenses
comprendieron el potencial del petróleo y fundaron la Pennsylvania Rock Oil Company
(renombrada posteriormente Seneca Oil): George Bissell y Jonathan Eveleth.
Bissell
necesitaba hombres de acción para investigar los brotes de crudo de Pensilvania
y por casualidad conoció a Drake. Aunque este no sabía nada de minería ni de
geología, tenía dos virtudes: dominio de todo tipo de herramientas y arrojo. El
candidato perfecto. A principios de 1858 comenzó su expedición en Titusville. Empezó con pequeñas
excavaciones en forma de zanja con las que el 'coronel' esperaba encontrar
algún brote de crudo, pero después de varios meses de fracasos, comprendió que
era necesario un proyecto mayor.
A mediados de
1858, Drake planeó una estrategia más ambiciosa: perforar un pozo de varios metros de profundidad similar a
los de sal que ya existían. Para ello, construyó una choza de madera que
protegía la perforación y adquirió una máquina de vapor y un taladro
perforador. En ese momento, todavía no existía el taladro rotor y era necesario
percutir la piedra.
Desde el primer
momento, las complicaciones fueron innumerables. Uno de los principales
problemas fue el hundimiento del
pozo, por lo que Drake tuvo que idear un sistema para perforar a través
de un tubo que evitaba que el agujero colapsase, sistema que funcionó durante
décadas.
Drake y sus
hombres trabajaron durante casi un año con el único descanso dominical, pero
sus esfuerzos fueron inútiles. Cuando alcanzaron los 10 metros de profundidad,
todo un logro para esos años, Bissell y Eveleth tiraron la toalla y decidieron cortar la financiación. Era
abril de 1859 y Drake estaba convencido de que su empresa sería un éxito, por
lo que se decidió a prolongar la exploración. Logró recolectar 2.000 dólares de
amigos y familiares para continuar la perforación, pero a lo largo de ese verano
agotó todos los fondos.
Los vecinos le
apodaron ‘loco Drake’ y
no les faltaba razón. Cuando estaba en la ruina, el ‘coronel’ logró un crédito
de 500 dólares para extender los trabajos. Durante todo el verano trabajaron
con el único descanso dominical y en agosto de 1859 consiguieron alcanzar la
profundidad de 21 metros. Ese día toparon con una extraña grieta y decidieron
parar la perforación.
A la mañana
siguiente, 27 de agosto, al llegar a la excavación se encontraron con el inconfundible aroma del crudo que
brotaba de la tubería en cantidades muy superiores a las que habían imaginado.
Habían tardado un año y medio, pero lo habían conseguido. El primer pozo de
petróleo de la historia estaba listo: ya podía empezar la legendaria fiebre del
petróleo.
Oro negro
El pozo de Drake llegó a producir algo más
de 30 barriles al día, que, a un precio de 20 dólares, suponían unos ingresos de 600 dólares diarios. Una
auténtica fortuna que no tardó en tener imitadores. La ladera en la que se
situaba el pozo solo tenía árboles y pequeños matorrales a su alrededor; unos
años después ya no quedaba nada. En su lugar ‘brotaron’ miles de pozos que
buscaban el ansiado ‘oro negro’.
Aunque
todavía no existía el motor de combustión, la aplicación del petróleo para la
iluminación tenía suficiente potencial como para garantizar millones de dólares de
beneficios. En EEUU, el subsuelo pertenece al dueño del
suelo, de modo que la primera parte de la inversión consistió en la compra de
terrenos. Los precios se dispararon rápidamente y se generó así una primera
burbuja muy lucrativa consistente en vender pequeñas parcelas.
Muchos
hicieron fortunas, y otros tantos dilapidaron las suyas. No fue el caso de
Drake. El ‘coronel’ no fue capaz de anticipar el éxito de su perforación y no
patentó sus investigaciones. Tampoco adquirió tierras suficientes para
especular y, finalmente, el dinero que ganó lo empleó en malas inversiones que
terminaron por arruinarle. Murió en noviembre de 1880 sumido en la pobreza.
La perforación
de pozos petrolíferos no tardó en expandirse por todo el mundo. Los geólogos
buscaron indicios de petróleo en cualquier parte del globo. Un ejemplo fue el
Fuego Eterno que brotaba en la ciudad de Kirkuk y que albergaba debajo el
yacimiento de Baba Gurgur,
descubierto en 1914 y que fue el mayor hasta que se localizó el pozo del Campo Ghawar en Arabia Saudí, más
de 30 años después.
El
descubrimiento de Drake cambió la historia de tal forma que 160 años después
todavía sigue siendo la principal
fuente de energía. En este periodo se ha perfeccionado la técnica de
extracción, de modo que el ser humano ha sido capaz de ‘exprimir’ al máximo las
reservas que la naturaleza tardó millones de años en construir. Nada hubiese
sido igual sin el petróleo. La producción industrial, la reducción del hambre,
las guerras, la globalización… Todo ha surgido a partir del pozo del ‘coronel’.
El mundo vivió otra fiebre del petróleo un
siglo y medio después de la primera con la invención del ‘fracking’ o extracción por fractura de la
tierra. Este método, que ha sido tan eficiente como controvertido, por
contaminar gravemente el subsuelo en algunas regiones, permitió a EEUU disparar
la producción de crudo y gas y revivir sus años de locura perforadora. Aunque
el mundo está convencido de la importancia de avanzar hacia la
descarbonización, la locura de los combustibles fósiles sigue dirigiendo la
Tierra hacia un destino fatal. Después de todo, es posible que el apodo de
‘loco’ no estuviese tan mal
encaminado.
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