De pago |
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POR CARLOS
MARZAL 4 de
noviembre de 2009, ELMUNDO |
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No hay nada
nuevo bajo el sol, pero siempre hay algo en este amplio patio de vecindad del
universo que nos llena de asombro. Al parecer, varios institutos conflictivos
del extrarradio parisino van a poner en marcha una medida para reducir el
fracaso escolar. Van a pagar a los alumnos que crean problemas, si dejan de
hacerlo. Si acuden a clase. Si no despanzurran el mobiliario. Si no amenazan
a los profesores. Si no acosan a sus compañeros de pupitre. Quieren instituir
unas recompensas en metálico para los grupos que alcancen determinados
objetivos. En algunos casos, el dinero se empleará para viajes más o menos
escolares. En otros irá a parar a los bolsillos de ciertos alumnos. Los
defensores de la idea argumentan lo siguiente: el mundo ha cambiado, y
debemos cambiar con el mundo. Dicen que nadie se escandaliza si ese mismo
dinero recibe el nombre de beca. Lo cierto es que uno no sabe muy bien qué
pensar. El mundo, es
cierto, ha cambiado. Para empezar, habría que poner en entredicho el refrán
de que no hay nada nuevo bajo el sol, y después casi todo lo demás. El mundo
ya no es lo que era. Lo que solía. Por lo que respecta a la enseñanza,
tenemos demasiados jóvenes, demasiados alumnos, y muy poco empleo. Hay
demasiadas tentaciones para los jóvenes sin empleo y muy poco futuro. De ahí
que a los pobres les dé por incendiar coches en las revueltas
pseudoestudiantiles. Que les dé por dejar de ir a clase. Qué les dé por
'repartir leña' entre los colegas y los adultos. Uno no termina de ver la
relación de causa-efecto en todas estas cosas. Pero en eso el mundo también
ha cambiado: la lógica de los fenómenos, si alguna vez existió, es un
artilugio inservible. Como el velocípedo. Como el telégrafo. Como la máquina
de escribir. ¿Quién los usa? Ya digo que
no sé qué pensar. Pagamos por tantas cosas que una más no va a importar
demasiado. Al fin y al cabo, pagamos por nuestra tranquilidad, que no tiene
precio. Pagamos para que nos dejen seguir adelante. Pagamos para que no nos
agredan, para que no agredan a quienes quieren seguir adelante. Quizá el
agresor se arrepienta, o quizá decida que le sale más rentable seguir siendo
un agresor en vías de arrepentimiento. No lo sé. Las cosas han cambiado.
Cuando no éramos tantos y había trabajo para quienes no querían estudiar;
cuando la enseñanza no era un limbo en el que mantener a los chicos para que
no delincan en las calles, las becas y las recompensas eran para premiar el
esfuerzo, para fomentar la excelencia. Pero todo eso ha cambiado, y tendremos
que acostumbrarnos. O, por lo menos, tendremos que hacer como que nos
acostumbramos y que también cambiamos. Al fin y al
cabo, pagamos por todo. La conquista de la enseñanza pública no es bastante,
tendremos que pagar por el simple hecho de que la disfruten sus
beneficiarios, hagan lo que hagan con la enseñanza pública. Me imagino que
los problemas que se pueden resolver con dinero no son tan alarmantes. No son
tales problemas. Al fin y al cabo, pagamos por todo. |
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