DEFINICIÓN:
Los judíos eran los habitantes de la provincia romana de Judea. Durante la represión por los romanos de la Gran revuelta judía (66-70) y de la rebelión de Bar Kojba (132-136) muchos de ellos fueron asesinados o vendidos como esclavos, y la provincia de Judea pasó a llamarse provincia de Siria Palestina. Tras la segunda revuelta el emperador romano Adriano prohibió la religión judía y prohibió a los judíos instalarse en Jerusalén, por ello la población de Judea se dispersó por todas las provincias del Imperio Romano y fuera de él (Mesopotamia). A ese proceso se le llama Diáspora.
IMPERIO ROMANO (del siglo I al siglo V d.C.).
Judaísmo e inicio del Cristianismo
Separados en pequeños grupos que vivían en diferentes lugares a orillas del Mediterráneo, lo esperable hubiera sido que los judíos se fundieran en la población que los acogía en Italia, Hispania, Grecia, Egipto o cualquier otro lugar. Pero los judíos siguieron existiendo como grupo con una identidad separada muchos siglos después de abandonar su tierra de origen a causa de su religión monoteísta, totalmente distinta a las religiones politeístas que predominaban entre los demás habitantes del Imperio. La religión judía no sólo constaba de una fe monoteísta sino que desarrolló un conjunto de normas que “encerraban” la vida de una persona en su comunidad religiosa diferenciándola de los demás. Un judío no podía casarse con una gentil; un judío debía no sólo rezar de una manera determinada en momentos escogidos, sino que debía vestir, comer y actuar de un modo que lo diferenciaba de un gentil.
Paulatinamente los judíos dejaron de ser una nación, para ser un pueblo con una religión propia formado por gente de distintas naciones. Los lazos con la tierra de origen se fueron aflojando mientras pasaba el tiempo y se producían conversiones al Judaísmo desde religiones paganas de modo que la identidad de los judíos se centró en su religión.
Aunque sufrieron alguna persecución durante el Imperio Romano por causas políticas, la situación general de los judíos no estuvo marcada por la discriminación ni por la hostilidad hacia ellos e, incluso, la prohibición de Adriano de la práctica del Judaísmo acabó desapareciendo.
Relacionado con el Judaísmo estaba el Cristianismo, que comenzó siendo una grupo minoritario dentro del la religión judía. Sin embargo, desde su aparición en el siglo I, la fe cristiana se mostró como una religión de vocación universal. Los cristianos permitían a los bautizados que antes eran paganos politeístas mantener muchas de sus costumbres, y su cultura no se veía destruida por la conversión (=cambio de religión), al contrario que en la fe judía. La mayor parte de los griegos y romanos aborrecían la idea de la circuncisión, necesaria para convertirse en judío, y no entendían la prohibición de consumir cerdo o pescado sin escamas del Judaísmo. El Cristianismo les ofrecía una fe monoteísta comprensiva con sus peculiaridades. Fue Pablo de Tarso (San Pablo) el que animó a los cristianos judíos para que permitieran a los gentiles convertirse en cristianos. En los siglos siguientes el Cristianismo fue adaptándose a la cultura grecolatina para llegar a más gente.
Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 15
5 Pero algunos de la secta [judía] de los fariseos, que habían abrazado la fe [de los cristianos], se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles [que se habían bautizado] y mandarles guardar la Ley de Moisés. 6 Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto.
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El éxito de cristianos y judíos, al conseguir que cada vez más paganos se pasaran a su religión, se debía a que las religiones grecolatinas de carácter politeísta eran religiones de grupo, donde el individuo se sometía a la comunidad. Para los romanos la religión y sociedad política iban unidas, por ello la tolerancia religiosa estaba relacionada con la fidelidad al Imperio Romano; se podía practicar cualquier religión mientras se pagasen los impuestos y se respetasen las leyes. En el Paganismo grecolatino no existía una vida de ultratumba para los muertos, no había conexión entre el comportamiento de las personas y su relación con los dioses; y los ritos religiosos eran importantes para tener contentos a los dioses. En cambio los cristianos y judíos planteaban una relación personal de cada persona con Dios, que los ritos religiosos permitían conectar a las personas con Dios, y, lo más importante que existía una vida tras la muerte que se ajustaría a lo que cada persona hubiera hecho.
Ambas religiones monoteístas crecieron en número de fieles durante trescientos años, compitiendo entre ellas y desarrollando una hostilidad mutua.
En el año 313 el emperador Constantino “legalizó” definitivamente la práctica del Cristianismo en el Edicto de Milán, y en el año 380 el emperador Teodosio convirtió al Cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano por el Edicto de Tesalónica.
LA ALTA EDAD MEDIA (476-1000)
La Cristianización de Europa; los judíos como minoría religiosa
Tras la aceptación del Cristianismo como religión oficial del Imperio Romano la situación cambió. Se produjo una identificación entre ser romano y ser cristiano; entre la administración del Imperio Romano y la Iglesia. En muchas ciudades los obispos pasaron a ocupar cargos oficiales.
Cuando el Imperio Romano de Occidente fue destruido por las Invasiones bárbaras surgieron los reinos romano-germánicos. En estos reinos los reyes de origen germano se apoyaron en el clero para mantener la antigua administración romana, pues los obispos y sacerdotes solían ser los únicos capaces de leer y escribir en latín, que era la lengua de la cultura. Debido a la necesaria colaboración de la Iglesia el poder político se vio influido por la religión y eso se reflejó en las leyes. En los reinos romano-germánicos de Europa occidental se aprobaron leyes que segregaban (=separaban) a los judíos del resto de la comunidad política y social. No obstante durante la Alta Edad Media, la principal preocupación de la Iglesia como institución no fueron los poco numerosos judíos sino los numerosísimos paganos. El Cristianismo había prosperado en las ciudades romanas y era una religión urbana, en cambio la población rural, que formaba la mayor parte de los habitantes de Europa, seguía siendo pagana y estaba aferrada a sus viejas creencias.
Durante cientos de años los clérigos se preocuparon de bautizar a los campesinos y a los pueblos paganos de Europa como los normandos, los húngaros, los polacos…
Todo ese proceso estaba presidido por la idea de la conversión voluntaria, pues el bautizo a la fuerza no tendría validez. Aunque hubo algunas excepciones, como cuando el emperador Carlomagno obligó a que se bautizaran a la fuerza los sajones, un pueblo pagano que habitaba entre los ríos Rin y Elba, o cuando los reyes visigodos del siglo VII quisieron convertir a la fuerza a los judíos peninsulares.
Sin embargo, sí se aprobaron leyes que limitaban la capacidad de actuación de los judíos en las sociedades cristianas occidentales. Se les prohibía tener tierras y eso les obligaba a ir a buscarse la vida en las ciudades, allí se los obligaba a vivir en barrios concretos (las juderías, guetos o aljamas) que a veces estaban amurallados para separarlos así del resto de la ciudad. Durante la noche se cerraban las puertas de la judería y nadie podía salir pero tampoco entrar. Al ser una minoría religiosa también debían pagar un impuesto especial al poder político para que éste les protegiese y les permitiera seguir existiendo, pues lo cierto es que entre los cristianos la opinión sobre los judíos se hacía cada vez más negativa basándose en prejuicios como que eran un pueblo deicida pues “habían matado a Dios hecho hombre (Jesús)”, o que todos los judíos eran unos falsos y unos traidores como Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús. A pesar de todo, la vida de los judíos en la Europa occidental durante la Edad Media fue menos dura que en el Imperio Bizantino.
Durante los siglos de la Alta Edad Media (del V al X) la población judía en Europa occidental era escasísima comparada con los que habitaban en el imperio bizantino y en tierras del Islam.
Donde creció el Judaísmo durante la Alta Edad Media fue en el Khanato de los Jázaros, donde su minoría dirigente de origen nómada se volvió judía entre los siglos VIII y IX.
La pequeña población judía de Europa occidental vivía en las ciudades y su posibilidad de influir en las comunidades donde vivían era mínima. Se dedicaban a la artesanía y al comercio sobre todo. Una ventaja que los judíos tenían en el comercio es que podían tener contacto con otros judíos que vivían en ciudades musulmanas o bizantinas. Esto permitió que algunos destacasen en el comercio a larga distancia, pero lo cierto es que la población judía en la Europa occidental era poco visible al concentrarse en ciudades poco pobladas, y que en su mayoría sólo eran centros de comercio local. Durante al Alta Edad Media la población de Europa occidental abandonó las ciudades para ir al campo, y detrás de ella se fue la Iglesia, que ya estaba convirtiendo a los campesinos. Lo anterior hizo que el comercio se redujera a lo mínimo: algo de mercado local una vez a la semana o al mes.
En la Península Ibérica se dio una situación especial, pues el reino de los visigodos fue invadido por los musulmanes a principios del siglo VIII (711). Los reyes y la Iglesia visigodos estaban intentando convertir a la fuerza a los judíos y, cuando no lo lograron, los expulsaron al norte de África o al reino de los francos. Eso explica que cuando se produjo la invasión musulmana los judíos peninsulares no lamentaran el fin del reino visigodo.
Tras la conquista musulmana los cristianos y judíos obtuvieron por igual la categoría de dhimmíes. Esa situación supuso una mejora para los judíos pues al pagar no sufrían persecuciones. Asimismo al ser más numerosos los no musulmanes (cristianos mozárabes y judíos) que los musulmanes, durante los primeros siglos de al-Ándalus, había tolerancia religiosa. Esta situación estable permitió que se formaran unas fuertes comunidades judías en las ciudades de al-Ándalus, que participaban del comercio internacional con todo el mundo musulmán. A partir de la aparición del Califato de Córdoba (929) las condiciones mejoraron aún más al usar los califas a los judíos como funcionarios públicos; estos administradores le eran fieles ya que se lo debían todo al califa, pues pertenecían al grupo religioso menos numeroso y necesitaban que el gobierno les protegiese frente a la mayoría de la población. La protección de los califas permitió que surgieran ciudades como Lucena donde toda la población era de origen judío y se dedicaba a la artesanía o el comercio.
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