La
vulgaridad como norma de conducta
Rosa
Elvira Caamaño Fernández
25
de julio de 2019
Hace
años que no dejan de sorprenderme, en países que visito habitualmente: Italia,
Francia o Inglaterra, frases cuando se dirigen a mí como “Usted es imposible que
sea española porque tiene clase”, “usted es una señora a pesar de ser española”,
y cuando defiendo nuestro país y nuestra cultura “Usted sabe bien lo que tienen
allí” o “entre los árabes aún hay de todo, entre los españoles no”, en el
sentido de que no tenemos nada bueno. Los cual atribuía a cierto resentimiento
por nuestro pasado imperial. Sin embargo, últimamente, he adquirido la
costumbre de ver un rato la televisión después de la siesta; a esta hora, sobre
las cinco de la tarde, la programación suele consistir en producciones
nacionales, series policíacas norteamericanas, algún documental ya emitido y
telenovelas turcas.
De entre
todo, al cambiar de canal, salen a la vista
unos guapos muchachotes turcos, que además son buenos actores de amplios
registros, elegantes, con clase, buenos modales, al igual que las actrices,
todos bien vestidos, peinados y maquillados a la moda. Las acciones se
desarrollan en ambientes bonitos, agradables, tranquilos, con buena música de
fondo, la ciudad de Estambul preciosa, rodeada de bosques, amplias zonas
verdes, entre el Bósforo y el armonioso vuelo de las gaviotas.
De las series americanas, aunque los actores
desempeñan bien su papel, son guapos, con buenas maneras, se desenvuelven en
sofisticados decorados y amplias panorámicas, con muy buena fotografía, destaca
la exagerada exaltación de la violencia, en donde las víctimas preferidas, de
los más sanguinarios sádicos asesinos, somos las mujeres, a las que se nos
elimina de las formas más horribles y, constituyen, además, unas lecciones muy
didácticas, bien descritas y gratuitas para todo tipo de maníacos, cuya
imaginación no iba más allá de la brutalidad elemental.
Pero es en las producciones nacionales en las
que, efectivamente, los españoles salimos muy mal parados. Aparte de la calidad
ínfima de los guiones, da la impresión de que eligen a los actores más feos,
mal hablados, con malos modales, ello sin mencionar sus cualidades interpretativas
que se reducen a gestos exagerados, gritos, expresiones soeces y tacos. Tampoco
las españolas quedamos bien vistas, porque a lo anteriormente escrito, se une
el abalanzarse a cualquier cosa que se asemeje a un hombre, aunque sea del
Neanderthal. Incluso llegan a pelearse por atribuirse romances e hijos con
individuos, cuyo único mérito es una dudosa fama, y pondrían los pelos de punta
a cualquier mujer, digamos, normal. Lo mismo ocurre con la homosexualidad
masculina reducida a caricatura. Todo ello salpimentado con chascarrillos de
taberna, en ambientes barriobajeros y marginales.
Podría decirse, que los programas nacionales,
exageran como nota dominante la vulgaridad, convirtiendo a los personajes en
fantoches. El fin de la existencia es vivir la vida, reducida a la satisfacción
inmediata de sensaciones corporales y materiales. Porque otro de los mensajes
es el de la obtención de riquezas, no por medio del trabajo sino de la
picaresca.
Esto podría considerarse el resultado de una
democracia mal entendida, que rasa por abajo, imponiendo desde todos los
ámbitos la grosería y el mal gusto, o sea la decadencia de las costumbres. El
impulso de las élites cultivadas, que es lo que mueve un país, desapareció. Ya
no se lee a los grandes autores, la lectura, que forma el pensamiento, ha sido
sustituida por la televisión como medio educativo de masas.
Ello unido al catastrofismo y la violencia del
resto de la programación, no sólo pone ante el espectador español muy malos
ejemplos, sino que al poder verse en cualquier país degrada la imagen de España
y el concepto que de nosotros se tiene.
La influencia de los medios en la calle, también
es fácil de ver en la forma de expresarse que tiene la gente, incluso los niños
pequeños repiten frases mal sonantes.
Ante estas breves consideraciones ¿No sería
conveniente apostar por una televisión más educativa y acorde con la realidad,
que es la de una sociedad seria y trabajadora que lucha por salir adelante, y
mostrar a los españoles con nuestra famosa gallardía y nobleza velazqueñas?
Y para concluir un elegante mensaje que acabo de
recibir, digno del más puro Amor Cortés, del que bien podrían tomar nota los
guionistas de TVE : “Saró io come un antico crociato presto a partire
per il Sepolcro Santo, soltanto per baciarti la mano”.
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