LAVOZDEGALICIA, 16 de mayo del 2015
Marina Chiavegatto
Todo empezó después de Samana Santa. “Estaba totalmente adicta
al azúcar pero en las vacaciones la cosa se me fue de las manos”, cuenta la
ilustradora Rita Sousa. ¿Los síntomas? Cansancio, barriga hinchada, dolor de
estómago y una necesidad descontrolada de comer dulces. “Mis padres y mi
hermano tienen diabetes –explica Rita- y un día cuando volvía a casa después de
cenar (y comer postre, por supuesto) mi madre decidió hacerme la prueba del
azúcar y el resultado fue que mi nivel era dos veces superior a lo que debe
tener una persona normal.” Rita se asustó y decidió que cuando se acabasen las
vacaciones, se acabaría también el azúcar refinado en casa y en su vida.
Empezó por dejarlo durante 21 días (es el tiempo que se
dice que hace falta para cambiar un hábito) y como es ilustradora hizo también
un calendario para motivarse en este reto. Lo publicó en su cuenta de Facebook
y de Instagram, pero lo que no esperaba era que su iniciativa personal se
volviera viral: “Hasta la fecha casi 1.000 personas han descargado mi
calendario”, cuenta, aunque lo que más le impresiona es la cantidad de gente
que inspirada en su decisión quiso también declarar guerra al azúcar: “Realmente
no es tan difícil –justifica-, a mí cuando más me cuesta es después de cenar”.
6 CUCHARADAS
El drama del azúcar va mucho más allá de lo que nosotros
añadimos voluntariamente a nuestra comida. Según la Organización Mundial de la
Salud el azúcar no es dañino si tomamos 6 cucharaditas diarias para las mujeres
y nueve para los hombres. Pero el problema es que durante el día consumimos
muchas veces (o casi siempre) azúcar sin saberlo: dulces, bollería, zumos,
aperitivos, salsas, cereales, panes, lácteos, helados, preparados cárnicos o
precocinados. Basta mirar los rótulos. Todos estos productos están llenos de
azúcar aunque muchas veces su nombre aparece camuflado en ingredientes
impronunciables, como dextrosa anhidra, que no son nada más que concentrados de
azúcar.
Un ejemplo: si tomamos cereales por la mañana con zumo de
naranja artificial, una Coca-Cola acompañada de una pasta hecha con una salsa
de bote para la comida y un Nestea con una rebanada de pan industrial con
nocilla para la merienda, hemos fácilmente disparado (y sin cometer grandes
excesos) nuestras “cucharaditas” de azúcar a las 40. Son casi 7 veces más de lo
recomendable.
De este y muchos otros ejemplos habla el documental Fed Up (Hartos) que se estrenó a finales
del año pasado y se ha convertido en la biblia de muchos de los que han
decidido cambiar de hábitos de alimentación. “Yo cuanto más me informó, menos
ganas tengo de volver a mi vida de antes”, confiesa Rita Sousa. Y si uno quiere
informarse, no faltan alternativas.
SOMOS LO QUE COMEMOS
La lucha contra el azúcar está dando la vuelta al mundo. Hace
un par de meses se estrenó el documental australiano That Sugar Film. Después de que hace una década comprobáramos lo
que pasaba con nuestros cuerpos si comiésemos a diario comida rápida, ahora el
actor y director Damon Gameau nos cuenta en primera persona lo que sucede con
su organismo cuando decide volver a tomar azúcar refinado, después de haberlo
eliminado por completo de su dieta durante tres años. Pero lo más llamativo es
que Gameau no se pasó directamente a los chocolates o a la bollería industrial,
sino que eligió intencionadamente productos “light” para demostrar que
escondían una realidad bien diferente. Y así fue. “Decidí descartar las bebidas
azucaradas, el chocolate, los helados y la bollería. Todo el azúcar que consumí
durante dos meses lo encontré en yogures bajos en calorías, barritas de muesli,
cereales y bebidas deportivas”, declaró a una cadena de televisión
estadounidense.
Después de 60 días con sus nuevos hábitos alimentarios
desarrolló hígado graso, ganó 10 cm de grasa en su cintura, su humor cambió y
según los médicos desarrolló muchas más posibilidades de tener problemas
cardiovasculares.
¿Y AHORA?
Rita Sousa acaba de superar sus 21 días con el azúcar
refinado como su mayor enemigo, pero no piensa volver. “Me ha gustado
especialmente esta sensación de tener yo el control de la situación”, confiesa.
Así que el azúcar seguirá sin entrar en su casa.
[…]
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