Jean-François
Millet
(1814 - 1875) fue un pintor francés del estilo realista. Se destaca por sus escenas de granjeros, donde
quiere expresar la inocencia del hombre campesino opuesta a la degradación que
acompaña al ciudadano que vive en la sociedad industrial.
“Las espigadoras” es un cuadro que pintó Millet en 1857, a los 43 años. El lienzo es una
representación realista de mujeres
espigadoras. Las dimensiones del cuadro son 83 centímetros de alto por 110
centímetros de ancho.
El espigueo era un derecho, que aparece
ya en el Antiguo Testamento (Libro de Rut), que consistía en que las
mujeres pobres y los niños podían llevarse el grano abandonado en los campos,
después de la cosecha.
Una cálida luz dorada sugiere algo
sagrado y eterno en esta escena cotidiana en la que se desarrolla la lucha por
la vida. Las líneas trazadas sobre la espalda de cada mujer llevan al suelo y
luego se repiten en movimiento idéntico a su labor interminable y agotadora.
Los vestidos sencillos y oscuros de las espigadoras cortan formas robustas
contra el campo dorado, lo que da a cada mujer una fuerza noble y monumental.
El cuadro no fue bien recibido por los
grupos sociales franceses dominantes porque el tema no era uno de los que la
tradición artística consideraba dignos: mitológico, bíblico, histórico, retrato
de alguien importante... El cuadro refleja la vida cotidiana de la parte más
humilde de la sociedad y su dignidad.
Los artistas realistas, siguiendo la
estela de los románticos, pretenden transformar la realidad con su arte. En el
caso del realismo, mostrando tal cual son las relaciones sociales para
despertar las conciencias dormidas. En lo anterior los artistas realistas se
diferenciaban de los románticos que consideraban que el artista como individuo
podía por sí solo transformar la realidad.
El cuadro que Millet pintó tras “Las
espigadoras”, de 1857 a 1859, fue “El
Ángelus”. En él muestra otra vez una escena campestre. Una pareja de campesinos que han
interrumpido su trabajo en el campo para rezar el Ángelus,
la oración que recuerda el saludo del ángel a
la Virgen María en
la Anunciación.
En medio de un llano desértico, los dos campesinos se recogen en su plegaria.
Sus caras quedan en sombra, mientras que la luz destaca los gestos y las
actitudes, consiguiendo expresar un profundo sentimiento de recogimiento. El
cuadro pretende, según la interpretación más aceptada, mostrar la pervivencia
de la espiritualidad entre el campesinado mientras la burguesía y el
proletariado habían aceptado un modelo de vida más materialista y vacía.
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