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El voto a los 16 años, una
decisión responsable
JOSÉ ANTONIO MARINA
Filósofo, pedagogo y
presidente de la Fundación Universidad de Padres
08/02/2018
José Antonio Marina
Filósofo, pedagogo y
presidente de la Fundación Universidad de Padres
Se vuelve a hablar del voto
a los 16 años. El tema, como el Guadiana, aparece y desaparece. La última vez
fue en el 2014, porque se admitió en el referéndum escocés sobre la
independencia. En 2005, el alcalde de Sevilla me pidió un dictamen sobre la
conveniencia de admitir el derecho a voto en las municipales a los 16 años. Es
un asunto que despierta inquietud, y se suele resolver por vía emocional.
Oscila entre el ¡qué disparate! y el ¿y
por qué no? Lo que resulta más raro es encontrar un estudio minucioso y
reflexivo sobre el tema. Se piensa que detrás de las diferentes posturas hay
inconfesables intereses electorales. Y es posible que sea así.
Los principales argumentos
en contra son los siguientes:
1.- A los 16 años se es
demasiado joven para ser emocionalmente objetivo, y por lo tanto se es
psicológicamente vulnerable.
2.- Los jóvenes son
incapaces de tomar decisiones políticas responsables, porque carecen del
conocimiento político necesario.?
3.- Los jóvenes son muy
vulnerables a las influencias.
4.- El voto de un joven
puede comprarse fácilmente.
5.- Los adolescentes tienden
a tener una perspectiva temporal corta, interesándose más por las consecuencias
a corto término que por las consecuencias a largo plazo, lo que políticamente
es peligroso.
6.- Los adolescentes tienen
menos conciencia del riesgo que los adultos, y parecen calcular los beneficios
y los riesgos de forma distinta.
7.- La investigación
existente sugiere que los adolescentes son más impulsivos que los adultos, y
están sometidos a cambios bruscos de humor.
8.- Los jóvenes no están
interesados en tomar decisiones políticas. Si pocos jóvenes de 18 años votan,
con más razón dejarán de votar los de menor edad.
9.- El voto joven podría
proponer iniciativas peligrosas.
10.- Mantener el voto a los
18 años no supone ningún perjuicio a los menores de esa edad ni a la sociedad,
por lo que no es sensato cambiarlo.
11.- Algunos autores temen
que reducir la edad de los votantes colabore a la tendencia a reducir la edad
penal y a disminuir la autoridad de los padres.
Argumentos a favor
1.- A partir de los 16 años,
los jóvenes tienen algunas responsabilidades y algunos derechos de adultos. El
derecho a votar debería ser uno de ellos.
2.- Los jóvenes pueden
trabajar, pagan impuestos, mantener relaciones sexuales consentidas, casarse
con la autorización debida, luego deberían también poder votar. Serviría, pues,
para armonizar la legislación sobre la adolescencia.
3.- Al hacerlos sentir que
pueden decidir sobre cosas que afectan a su vida, los jóvenes sentirían más
interés por la política.
4.- Al tener que contar con
su voto, los políticos cuidarían más los intereses de los jóvenes.
5.- Los 16 años son mejor
edad para introducir el voto que los 18, porque a esa edad los jóvenes están
todavía enraizados en su comunidad y más concernidos por el voto que dos años
después.
6.- Los jóvenes tienen una
perspectiva propia y única sobre aspectos sociales, que conviene tener en
cuenta.
7.- Reducir la edad del voto
a los 16 es una gran oportunidad para que los nuevos votantes puedan recibir
una formación política, ya que todavía están dentro del sistema educativo.
No he cambiado mi opinión
desde el dictamen de 2005. Sigo pensando que preguntarse si a los 16 años se
está en condiciones de votar es un planteamiento equivocado. La pregunta
verdaderamente importante es ¿puesto que los adolescentes pueden legalmente
tomar decisiones muy importantes, cómo debemos orientar la educación para que
puedan tomarlas responsablemente? En El talento de los adolescentes, defendí
que estábamos infantilizando la adolescencia,
y en la Fundación Universidad de Padres acabamos de abrir la
convocatoria para un curso sobre este tema.
El objetivo principal de la educación no es que los alumnos aprendan
matemáticas o inglés, sino que sean capaces de tomar buenas decisiones, que
sean responsables de su aprendizaje, de sus comportamientos, de sus proyectos.
Es irritante que la ciudadanía se alarme ante la posibilidad deque los
adolescentes puedan votar, pero no de que tomen otras decisiones sin duda más
decisivas para su vida. Además, ¿podemos estar seguros de que todas las
personas adultas son más responsables que los adolescentes? El profesor Robert
Epstein ha elaborado un Test de madurez para personas adultas, que puede
también aplicarse a adolescentes.Muchos de ellos lo superan brillantemente.
En educación nos interesan
mucho las profecías que se cumplen por el hecho de enunciarlas. Si decimos que
los adolescentes son irresponsables, sin
duda acabarán siéndolo. Creo que el voto a los dieciséis años no debe admitirse
precipitadamente, debe ser el final de un proyecto educativo: hacerles capaces
de votar responsablemente. Introducir el voto de repente, sin que vaya
acompañado de una previa formación, me parece una insensatez. En cambio, bien
orientado podría ser un gran recurso pedagógico. Vuelvo a decir que los adultos
no saben cómo educar a los adolescentes, y que, en general, lo estamos haciendo
mal. La adolescencia es una edad inventada para ampliar el período educativo
antes de que los jóvenes entrasen en el mundo laboral. Y, sin embargo, una vez
abierto ese espacio de aprendizaje, no sabemos cómo llenarlo.
En el dictamen de Sevilla
añadí una condición cautelar: los adolescentes, de 16 a 18 años, deberían
inscribirse en un registro de votantes un mes antes de la celebración de
elecciones. Con eso demostrarían la seriedad de su compromiso. ¿Cuántos adultos
lo harían?
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