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Tras la huella de los defensores extremeños de Alarcos
Recuperan los restos de 200
soldados que murieron en la batalla de 1195 frente a las tropas almohades,
contra las que lucharon órdenes militares vinculadas a la región
19 de julio de
1195. El rey de Castilla Alfonso VIII está decidido a emprender la
lucha. Sin esperar los refuerzos de las tropas leonesas de Alfonso IX y
la ayuda del rey
de Navarra, el monarca parte hacia el campo de batalla solo con sus
hombres, entre los que se encuentran soldados de Extremadura, miembros de las órdenes militares vinculadas
a la zona que ocupa actualmente la región. Pero se equivocó. Bajo el mando de
Alfonso VIII, que diez años antes había fundado Plasencia (1186), el ejército
comienza el ataque contra las tropas almohades de Abu Yasuf al-Mansur,
choque que dio paso un combate encarnizado que acabó con la
derrota de los castellanos y la victoria de los musulmanes.
La batalla de Alarcos supuso
un gran mazazo para las filas cristianas, que no solo registraron un número
importante de bajas humanas sino que también perdieron parte del territorio que
dominaban. Este hecho histórico fue decisivo para la zona que ocupa la
actual Extremadura.
Este
capítulo de la historia está siendo desenterrado gracias a las excavaciones que la Universidad de Castilla-La Mancha lleva a cabo en este área arqueológica ubicada en la provincia de Ciudad Real. Además, los hallazgos están permitiendo seguir las huellas de los posibles defensores extremeños de Alarcos que pudieron batallar y caer allí.
Las últimas campañas
desarrolladas en este yacimiento han permitido recuperar los restos de unos 200 combatientes de
Alfonso VIII que murieron tratando de frenar a los almohades. Tras
el enfrentamiento, los musulmanes aprovecharon las trincheras abiertas por los
cristianos encargados de levantar la fortificación para arrojar los despojos de
la batalla a modo de fosa común. La intervención arqueológica realizada junto a
la muralla del castillo de Alarcos ha incluido la
exhumación de los cuerpos de quienes resistieron para que Alfonso
VIII pudiese huir. «La información obtenida es de gran transcendencia. Aunque
llevamos mucho avanzado, aún estamos en fase de estudio», explica Antonio de Juan García,
profesor de Arqueología e Historia Medieval de la Universidad de Castilla-La
Mancha.
Bajo estudio
Los
huesos de aquellos que posibilitaron la salvación del rey están todavía bajo la
lupa de los laboratorios para poder continuar con la reconstrucción de este episodio medieval.
De estos individuos solo se tienen datos provisionales como que la edad media
se sitúa entre los 25 y 35 años.
Según las
estimaciones Antonio de Juan, basadas en sus estudios así como en diferentes
crónicas, las huestes de Alfonso VIII estarían compuestas por entre 800 y 1.000
jinetes, además de unos 5.000 infantes. «Muchos autores consideran que en la
batalla participaron todas las órdenes militares hispanas, incluidas las
vinculadas a la región extremeña así como gentes de aquel territorio. Aunque no
todas las fuentes se ponen de acuerdo, muchas de ellas citan a la Orden de Santiago,
bajo el mando de Don Sancho Fernández, y la naciente Orden de San Julián de
Pereiro (Orden de Trujillo) posteriormente llamada Orden de
Alcántara y filial de la Orden de Calatrava, bajo la dirección de su maestre
Don Nuño Pérez y el maestre de la Orden portuguesa de Évora don Gonçalo
Viegas con sus soldados. Es posible que alguno de esos 200 cuerpos hallados
pudiese pertenecer a algún combatiente de territorio extremeño, aunque ese
extremo no ha sido estudiado», añade.
Amontonados
y mezclados con los esqueletos humanos, en el foso de despojos aparecieron gran
cantidad de huesos
de animales -caballos, mulas, yeguas, asnos e incluso algún
camello-. También se han encontrado armas como puntas de flecha, de lanza,
cuchillos, hoces y espadas cortas, así como herraduras, clavos y espuelas de la caballería. «Esto da buena
idea de lo cruenta que fue la batalla que se libró», destaca el profesor.
Igualmente se han documentado objetos personales de los soldados como monedas, algunos
adornos de sus vestimentas, dados con los que jugaban en las horas de
espera antes de la batalla o pequeños instrumentos musicales, como flautas, con los
que se entretenían en su tiempo libre.
Además se han
localizado diversidad de material cerámico en el interior del castillo,
utilizado por los almohades después de que el territorio pasara a sus manos.
Tras la batalla se establecieron en Alarcos y allí permanecieron durante 17
años.
Precisamente
los musulmanes se hicieron con una ciudad en ciernes, ya que en 1195 Alarcos y
su castillo estaban en pleno proceso de construcción. Tras fundar Plasencia,
Alfonso VIII comenzó a edificar la villa de Alarcos. Este proyecto se vio
interrumpido tras declarar la guerra los almohades. Igualmente, la muralla
defensiva de la capital del Jerte, que el rey castellano comenzó a construir en
1186, no se completaría hasta mucho después.
La batalla
Los
cristianos salieron al campo de batalla el 18 de julio, pero los musulmanes no
respondieron. El enfrentamiento se produjo un día después, cuando las tropas de
Al-Mansur se desplegaron en filas ordenadas. Los castellanos mandaron al ataque
a la caballería pesada que fue aplastada por el adversario. La táctica
almohade, apoyada por arqueros y ballesteros, se basó en apostar por una
caballería más ligera y rápida que la cristiana para realizar movimientos más
veloces y ágiles.
«El
combate fue una carnicería, lo mejor de la nobleza castellana murió en la
batalla y quedó diezmada. Las órdenes militares de Calatrava y Santiago
perdieron a la mayor parte de sus miembros».
El
resultado hizo inclinar la balanza del lado de los almohades, que salieron
fortalecidos. Desestabilizó el reino de Castilla,
dificultó la reconquista
cristiana y retrasó 17 años el avance de sus filas hacia el sur. Tras este
enfrentamiento, los cristianos retrocedieron a Toledo.
Este desenlace
marcó el transcurso de la historia de la zona que ocupa la actual Extremadura
ya que, un año después de la batalla de Alarcos y aprovechando las débiles condiciones de
defensa del reino castellano, los almohades iniciaron un ataque por
el flanco oeste.
Empezaron una gran ofensiva contra los cristianos dentro de Extremadura y
avanzaron por todo el valle del Tajo recorriendo la región y
reconquistando para los musulmanes importantes plazas, entre ellas la ciudad de
Plasencia.
La
derrota de Alarcos y la irrupción almohade en 1196 también significó el fin del
dominio cristiano en otras urbes extremeñas como Trujillo y Montánchez.
Incluso después de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) el avance cristiano
en la región extremeña fue lento y se tardaron décadas en volver a controlar
todo el territorio.
35 años de excavación arqueológica para recomponer el
puzzle de Alarcos
Las investigaciones en este recinto de más de 22 hectáreas arrancaron en
1984 y continúan en la actualidad. Este espacio, que es visitable, incluye las
huellas de un primer asentamiento íbero, el castillo y la ciudad inacabada de
Alfonso VIII así como el barrio almohade (con viviendas y calles en el interior
de la fortaleza). El hallazgo más reciente ha sido un cementerio musulmán en
una de las laderas del castillo, necrópolis usada por los almohades que
vivieron en la zona cuando expulsaron a los cristianos. «Se ha constatado que
se trata de enterramientos de tradición islámica por la posición de los
cuerpos. Esto nos permite concluir que tras la batalla el contingente musulmán
que quedó en Alarcos se concentró en el castillo, adaptando el interior a sus
necesidades. La población estaría compuesta por diferentes grupos de familiares
como lo demuestran los enterramientos infantiles documentados».
Antonio de Juan García capitanea los equipos de
excavación que trabajan sobre el terreno. Verano tras verano estos grupos,
integrados por estudiantes universitarios, van recuperando piezas que permiten
recomponer -como si de un puzzle se tratase- lo que ocurrió en este enclave
castellano-manchego. Y esto es posible gracias a los 35 años de trabajos que se
contabilizan en lo que hoy es uno de los conjuntos arqueológicos más
espectaculares de Castilla-La Mancha. «Gracias a las tareas desarrolladas, el
parque arqueológico de Alarcos se ha convertido en un yacimiento de primer
orden», advierte.
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