El tiempo, sin términos medios
Xavier
Fonseca
En
meteorología hay un concepto para referirse a la atmósfera, que no
tiene memoria. Nos castiga con una borrasca tras otra durante más de
dos meses y, de pronto, hace que el anticiclón suba en latitud,
abrace Galicia, deje un tiempo estable y actúe como si no hubiese
pasado nada. Así será a partir de ahora.
La
memoria meteorológica de los humanos también tiene sus
particularidades, es selectiva y suele retener más el mal tiempo que
el bueno. Porque seguro que nadie recuerda que en noviembre tuvimos
unas condiciones estupendas. Incluso durante la primera mitad de
diciembre, el mes húmedo por excelencia. El anticiclón de las
Azores estaba más reforzado de lo normal y fue ese aire cálido,
asociado a altas presiones, uno de los dos responsables de los
sucesivos temporales. El otro llegó desde el Ártico. Este invierno
se han cumplido previsiones que la ciencia hace desde que sabe que la
Tierra se calienta. La diferencia entre el Ecuador del planeta y el
Polo Norte ha disminuido y ha alterado una corriente que separa el
aire caliente del hemisferio sur del frío del norte. Esa potente
corriente, que trae de la mano las borrascas a Galicia, se ha
debilitado y en lugar de moverse de este a oeste lo hizo de norte a
sur en Norteamérica, permitiendo que el aire polar haya entrado en
el Atlántico de forma incesante. Y cuando chocan dos masas de aire
de temperaturas tan diferentes el resultado es una ciclogénesis
explosiva. Dos palabras que hasta hace muy poco eran nuevas pero que
ahora ya forman parte de nuestra cultura. Ciclogénesis significa
formación de un ciclón, las borrascas de toda la vida. Es el
calificativo explosiva lo que marca la diferencia. Para que sea así
es necesario que la presión, que nos indica la fuerza, descienda por
lo menos 20 milibares en solo 24 horas. Este invierno no solo hemos
tenido muchas, sino que algunas han sido históricas por su
intensidad: Dirk y Nadja, cuyas presiones mínimas centrales fueron
equiparables a las de un huracán de categoría cuatro. Esto explica
temporales tan duros, con vientos muy fuertes y abundantes
precipitaciones. Unas lluvias que sí han activado nuestra memoria
para remontarnos hasta el famoso invierno del 2001. Hemos visto olas
gigantes y se han activado alertas rojas como nunca. Los mas longevos
habrán tenido que recordar mucho para dar con una situación
similar; para el resto ha sido algo totalmente nuevo. Cuando en la
zona del Reino Unido hay una borrasca muy profunda sopla con fuerza
sobre el océano y genera ese mar de fondo que ha estado llegando sin
descanso a las costas gallegas obligando a activar avisos casi todos
los días. Además, dos veces al mes el Sol, la Tierra y la Luna se
alinean generando mareas vivas. Esos ingredientes juntos dejan un mar
muy revuelto y espumoso, capaz de comerse las playas, las aceras y
las carreteras. El cambio climático está eliminando los términos
medios
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