Billy el Niño, mientras
torturaba a Lidia Falcón: "Ya no parirás más, puta"
Alejandro Torrús, 27 de junio de 2017
Lidia Falcón
fue torturada hasta la saciedad en el otoño de 1974. Fue golpeada, insultada y humillada. Pero no sólo
en prisión. También en los medios de comunicación del régimen. El diario ABC no dudó en publicar su foto en portada y
relacionarla con el atentado
que ETA había cometido en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy cerca de la Puerta del Sol, el
13 de septiembre de 1974. Falcón no tenía nada que ver con aquella masacre.
Pero para la Policía, para el régimen y para sus adeptos todo daba igual. Fue
detenida en Barcelona y trasladada a Madrid tres días después del atentado.
Llegó a pensar que no saldría de la cárcel. Que la matarían antes. Franco
estaba a punto de morir y el odio de su Brigada Político y Social andaba suelto
por todos los rincones del Estado. Tortura hoy que mañana ya no se
podrá, debieron pensar.
La abogada,
escritora, y fundadora del Partido Feminista ha tardado 40 años en recuperar
aquel dramático episodio de su vida. Aquellos nueve meses que pasó en prisión y
los nueve días que sufrió los interrogatorios de Billy el Niño y Roberto Conesa. Lo ha mantenido oculto,
en la medida de lo posible, no sabe muy bien por qué, dice. Cada víctima maneja
como puede el trauma de la tortura. Cada persona tiene un mecanismo de defensa.
El silencio y el disimulo fue el método elegido por Falcón.
Ahora,
cuarenta años después, se ha decidido a poner estas torturas por escrito y
presentar una denuncia ante la embajada de Argentina en Madrid para adherirse a
la llamada Querella
Argentina, la única
causa judicial que investiga en estos momentos los crímenes de la dictadura
franquista y de la Guerra Civil.
"Me
detuvieron hasta siete veces entre 1960 y 1974, pero lo que viví durante
aquella detención no se lo he contado a nadie. ¿Por qué? No lo sé", relata
a Público Lidia Falcón, que señala que finalmente se
ha decidido a dar el paso y presentar la denuncia para "ayudar a los
compañeros que tanto esfuerzo están realizando para terminar con la impunidad
del franquismo".
Nueve días en la DGS
El 16 de
septiembre de 1974, tres días después del atentado de ETA, la Brigada Político
Social (BPS) acudió al despacho de Lidia Falcón para detenerla y trasladarla a
Madrid acusada de participar en el atentado realizado con una carga explosiva en la Cafetería Rolando de la
calle del Correo de Madrid, lugar frecuentado por policías de la BPS de Madrid.
No tenían pruebas. Probablemente, incluso conocían que Falcón no estaba
implicada. Pero daba igual. La subieron a un coche y la trasladaron a Madrid.
También a su hija y a su compañero, Eliseo Bayo. No la dejaron ni ir al baño en
las 12 horas del viaje.
Lo peor,
obviamente, estaba por llegar. Falcón pasó nueve días en aquellas dependencias
del terror franquista. "Allí
tiraron a Grimau por la ventana. Han
torturado hasta inutilizar. Una piensa que es posible que no lo cuente, que no
salga", relata Falcón frente a la Embajada de Argentina en Madrid."Estaban rabiosos y deseosos de venganza. No hay que
olvidar que acababan de morir 13 personas y había 84 heridos", prosigue
Falcón.
Un médico la
auscultó nada más llegar. "¿Padece usted alguna afección?", le
preguntó. "Acabo de sufrir una hepatitis", respondió la mujer. Billy
del Niño y Conesa ya tenían el blanco perfecto para destrozar a su víctima: "Me
golpeaban en el estómago y en el hígado y me tiraban de los brazos que parecía
que se salían". Así durante tres días. Sin dormir, ni comer, ni beber.
Entre golpe y golpe, además, le hablaban sobre su hija: "Está en los
calabozos. Quizá se eche novio".
Pasadas las
72 horas del plazo de detención, se personó en la celda donde estaba presa el
juez instructor, el comandante del Juzgado Militar nº 1 de Jueces y Oficiales
de Madrid, y tras un largo interrogatorio, Falcón firmó una declaración en la
que no reconocía su participación en el atentado ni relación alguna con los
terroristas. "Me llegó a preguntar sobre la implicación de la CIA en el
atentado", rememora Falcón, que describe cómo el juez se daba golpes en el
pecho mientras exclamaba: "No acepto traiciones a
este uniforme".
Después el
oficial se fue y la dejaron nuevamente en su celda. Y al día siguiente Billy el
Niño y Conesa volvieron a por ella. La colgaron con dos pares de esposas a dos
ganchos que estaban en el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado
pequeñas. Sus 50 kilos de peso no daban para llenar aquellas esposas. Falcón caía una y otra vez. Finalmente, la ataron
con cuerdas y comenzaron a propinarle puñetazos en abdomen, estómago e hígado.
Los ojos de Billy el Niño
"¿Recuerda
alguna frase que le dijera Billy el Niño durante el interrogatorio?", le
pregunta el periodista. "Sí. Claro. Hay una que no se me olvidará. Nunca.
Mientras me golpeaba en el estómago me dijo: 'Ahora ya no parirás más, puta'",
responde Falcón, que recuerda que tras aquellos interrogatorios ha tenido que
operarse hasta cinco veces para tratar de paliar las consecuencias de aquellas
torturas en hombros, estómago y matriz.
Como otras
víctimas de Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, Falcón recuerda bien aquella
cara. Esos ojos que chispean ante el dolor ajeno, que disfrutan
infundiendo terror y ejerciendo la superioridad que otorga tener a la víctima
atada y vía libre para torturar. "Era un sádico. Le
gustaba. Se veía que disfrutaba de esos momentos", prosigue Falcón, que
reconoce que en la mayor parte de las sesiones terminaba perdiendo el
conocimiento.
Cuando se
desmayaba la desataban y la tendían en el suelo. La despertaban con un cubo de
agua. Después el médico la reconocía, miraba el blanco de los ojos y le tomaba
la tensión. "Dejénla descansar", solía
recomendar. Ella quedaba en el suelo, mojada, durante horas, hasta que la
bajaban a la celda. Al día siguiente, las torturas continuaban. Al sexto día
los torturadores no pudieron seguir con las mismas sesiones. Ya no podían
colgarla de la pared porque perdía el conocimiento rápidamente a causa.
Entonces, cuando despertaba, seguía recibiendo puñetazos y patadas tirada en el
suelo.
Pacto de silencio
Al noveno
día la trasladaron a la Prisión de Mujeres de Yeserías en Madrid. Tenía rotos
los tendones supraespinosos de los dos brazos y rasgados la matriz y los
músculos del abdomen. Estuvo nueve meses en aquella prisión. Hasta el 11 de
junio de 1975 cuando le concedieron la libertad provisional bajo la fianza de
30.000 pesetas. A pesar de estar acusada, nunca fue juzgada. De hecho, nadie fue juzgado por aquel atentado de ETA. Ni ella,
ni los otros 21 procesados.
Falcón
acudió años más tarde al Archivo Histórico a buscar aquellos expedientes. El de
esta estancia en prisión, la anterior y las siete detenciones. No existían. Su
nombre sólo aparece en documento que recoge una conversación mantenida por dos
policías. "Todo ha sido eliminado. Es parte
del pacto de silencio la Transición. Todo aquello queda atrás. No hay
culpables. No hay condenados. No hay investigaciones. España es un país único y el bipartidismo tiene gran parte de la
culpa", sentencia Falcón.
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