jueves, 23 de junio de 2016

Pruebas velocidad lectora

https://www.bing.com/search?q=%22jos%C3%A9%20carlos%20bermejo%22%20%22el%20sonido%20del%20silencio%22&pc=cosp&ptag=C1AE89FD93123&form=CONBDF&conlogo=CT3210127

http://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/ecg/jose-carlos-bermejo-infierno-son-alumnos/idEdicion-2016-06-12/idNoticia-1002042/



ESTO ES AMÉRICA
Otra semana más nos encontramos consternados por la tragedia del racismo y la violencia en EEUU. En los dos últimos días la muerte de dos ciudadanos afroamericanos a manos de la policía en circunstancias que han despertado todo tipo de inquietudes por la forma en las que tuvieron lugar (“¿hubiese pasado si fuesen blancos?” como preguntaba el gobernador de Minnesota), así como el asesinato de cinco policías en Dallas, que se encontraban vigilando manifestaciones en contra de la violencia policial, por al menos un francotirador, nos muestran una realidad de un país todavía fracturado por la tensión racial y la violencia.
Durante las últimas horas escuchando las reacciones de los políticos y observadores no se cansaban de repetir que “esto no es América”. La realidad, sin embargo, demuestra lo contrario. La violencia y el racismo son todavía desgraciadamente problemas sistémicos y estructurales en este país, y ha sido precisamente el error de minimizarlos y de no afrontarlos de forma valiente y decidida lo que no ha llevado a este circulo vicioso del cual es difícil salir.

El problema tiene dimensiones múltiples. Por una lado económicas: la marginación de un gran porcentaje de la minoría afroamericana que se ve condenada a vivir en guetos y barrios deprimidos, con muy limitadas oportunidades económicas, y con acceso a escuelas marcadas por el fracaso escolar y la violencia. Es fácil (e injusto) culparles a ellos, pero no nos puede sorprender que esta situación les lleve a la desesperación, y a veces a la violencia y al crimen.
Por otro lado legales: hay que reconocer que hay un problema estructural de racismo en el sistema judicial del país. Las cifras son escalofriantes. EE UU tiene el nivel de encarcelamiento más alto del mundo: 500 de cada 100.000 residentes están en la cárcel. Pero la tasa entre los afroamericanos es casi seis veces mayor que la media: 3.074 por cada 100.000 residentes. Los varones afroamericanos entre los 20 y 30 años de edad son particularmente vulnerables con una tasa de encarcelamiento cercana al 40%: es más probable que acaben en la cárcel que trabajando. Sólo en este año han muerto 123 afroamericanos a manos de la policía en EEUU. Estas muertes nos muestran una vez más que hacen falta reformas urgentes para hacer a las fuerzas del orden más profesionales y mejor preparadas para proteger a los ciudadanos, con independencia de su color, como es su deber.
Y hay abundantes datos que muestran racismo en el sistema judicial y policial: desde las tasas de detención de latinos y negros que son mucho más altas que la media (en Nueva York son el 80%); las detenciones por drogas (representan un 37% de los arrestados por este motivo pero un 56% de los que acaban en la cárcel por estos crímenes.); la pobre calidad de defensa que tienen en juicios por la falta de medios; la exclusión mucho mayor de juicios por jurado; la excepción de juicios criminales (sólo entre el 3-5% van a juicio); o la duración de las sentencias (un 10% mas largas).
También es un problema la cultura de violencia y el fácil acceso a las armas. Los defensores del acceso a las armas se acogen a una interpretación literal (y cuestionable) de la segunda enmienda de la Constitución. Con un 5% de la población mundial, EEUU es el país en el que los civiles tienen entre el 35-50% de las armas propiedad de civiles (¡tienen 270 millones de armas!). Es el país número uno en armas de fuego per cápita; y no hay prácticamente limitaciones a la posesión de armas semiautomáticas, militares y de asalto. No puede sorprender que también sea el país donde más personas mueran por armas de fuego: entre 2001 y 2013 406.496 personas han muerto por armas de fuego, y el país ha sufrido 51 masacres desde 1997. Si no se controla el acceso a las armas es muy dudoso que esto pueda cambiar.
Por último, es un gravísimo problema de racismo que tiene raíces históricas en el pecado original de la esclavitud que sigue marcando la historia de EEUU. Uno de los libros más influentes que se ha publicado últimamente sobre el problema del racismo ha sido Between the World and Me de Tai-Neishi Coates. Coates escribe el libro como una carta a su hijo en reacción a la muerte de Trayvon Martin. En este libro, de imprescindible lectura para entender el problema del racismo en EEUU, Coates resume la terrible y dolorosa historia de la subyugación de la población afroamericana en EEUU, y presenta la violencia contra el colectivo como el resultado de un modelo sistematizado y organizado para asaltarles y atacarles, una estructura que incluye entre sus pilares la esclavitud, la encarcelación masiva, y la brutalidad policial.
Sin embargo la gran complejidad de estos problemas no es óbice para la urgencia en tratar de resolverlos. Tenemos que dejar de pensar que estos eventos son excepcionales y admitir que tenemos un gravísimo problema en nuestras manos y que hay que resolver cuanto antes. Todas las vidas son igualmente valiosas, con independencia del color de la piel. Nadie merece vivir en el miedo, ni los policías que hacen frecuentemente una labor heroica para protegernos, ni los ciudadanos con independencia de su raza.
Ya no es la hora de los sermones, ni de la indignación pasiva que no resuelve nada. Este es un problema colectivo que nos afecta a todos en EE UU, y todos tenemos una responsabilidad en solucionarlo. Si de verdad queremos que “esto no sea América” tenemos que asumir al responsabilidad decidida de atacar de raíz estos problemas. Sólo así puede ser EE UU la “luz en la colina” que tanto ansiaban los fundadores del país.
Sebastián Royo es vicerrector de la Universidad de Suffolk en Boston (EE UU).

El opio del pueblo




Compartir
0
Ya lo he escrito aquí en alguna ocasión: en principio, no tengo nada en contra del fútbol entendido como juego. Me interesa poco, la verdad, pero cuando hay algún partido importante, me apunto encantada a verlo con los amigos, aunque lo hago más por la fiesta en sí que por el propio partido. En cualquier caso, me parece bien que a la gente le guste y lo siga con pasión, por más que yo no la comparta. Pero los excesos del fútbol me irritan enormemente.
EL COLMO HA SIDO LA COPA DE EUROPA Y LA EXPLOSIÓN DE VIOLENCIA MÁS O MENOS TOLERADA
Por excesos me refiero a todos esos fenómenos que no hacen más que multiplicarse y crecer, como hongos bien nutridos por una sociedad –la europea en su conjunto– que parece haber decidido que el fútbol es una especie de sustituto de las guerras que ya no vivimos, un territorio en el que las leyes comunes quedan suspendidas porque se rige por sus propios códigos al margen de la ética.
Lo vemos constantemente: clubs de fútbol –al menos, en España– que no cumplen con sus obligaciones tributarias y a los que ni Hacienda ni la Seguridad Social reclaman lo que deben. Directivos mafiosos –nacionales e internacionales– que compran voluntades políticas sin que nadie se queje. Jugadores sentenciados por maltrato o enredados en sucias tramas de prostitución forzada a los que sus compañeros y aficiones siguen apoyando.
Pero el colmo ha sido el reciente espectáculo de la Copa de Europa (que aún no ha terminado cuando escribo este artículo), la explosión de violencia más o menos tolerada que ha dejado por toda Francia víctimas inocentes y locales y calles arrasados. Resulta incomprensible que las autoridades francesas y la propia UEFA no previesen lo que iba a ocurrir. Y más incomprensible aún que la durísima policía de ese país –que no se ha andado precisamente con tonterías en las recientes manifestaciones contra la reforma laboral– haya actuado con una delicadeza inaudita frente a los vándalos.
Tan incomprensible, que no me lo creo. Detrás de esa permisividad, además de muchísimo dinero, hay sin duda un buen puñado de cínicas razones, las mismas que movían a los emperadores romanos a autorizar toda clase de atrocidades en los circos. Si Marx viviese ahora, probablemente diría que el opio del pueblo no es la religión, sino el fútbol. Entre tanto, mientras haya goles, todos tan contentos.

 

Veo, veo

A lo tonto, a lo tonto, quién iba a pensarlo, se acaba la campaña. La electoral, digo, porque la de rebajas generalizadas no empieza hasta que Amancio Ortega levanta el pulgar y decreta la liquidación de sus pingos. Total, a lo que iba: o suelto algo ahora sobre la actual coyuntura política, o paso a la irrelevancia como líder de opinión de masas. A ver, lejos de mí toda tentación de dármelas de observadora ni de analista ni de augur de nada, para eso doctores tiene el periódico, las Facultades de Políticas y las casas de apuestas, perdón, encuestas demoscópicas. Dicho esto, una tiene ojos en la cara y, en ocasiones, ve cosas, aunque sea borrosas. He aquí algunas de las que he visto esta semana.
Vi a chicos y chicas llorar a lágrima viva por faltarles una décima y no poder estudiar lo que les piden las tripas. Vi a hijos de su padre y de su madre cambiarse de universidad privada después de tres años a 20.000 euros el curso porque no les gusta la carrera. Vi restaurantes de a 100 pavos la cena, vino aparte, con lista de espera hasta para coger sitio en la barra. Vi a señores y señoras como mis vecinos haciendo cola a la puerta de una iglesia por una fiambrera de patatas con patatas. Vi a filólogos clásicos sirviendo bodas a seis euros la hora y vi a un ¿influencer? de nombre Pelayo sacar unos vasos con su firma y a fotógrafos aguardando turno para inmortalizar el prodigio. Vi mucha gloria y mucha miseria y mucho talento y mucha tontería. Vi, sobre todo, una sociedad diversa, dividida, profundamente desigual, y no precisamente por vestirse de la marca esa de los colorinchis y la vida chula. Y entre unas cosas y otras, vi, hasta en la sopa, a cuatro presuntos hombres de Estado haciendo el pino puente si es preciso para pedirnos el voto, quizá aburriditos ellos mismos de escuchar sus soliloquios. Pues bien, esto es lo que hay ahí fuera, líderes carismáticos. Y digo yo que tendréis que poneros a ello.

  Luz Sánchez-Mellado

------
DAVID GISTAU

Memoria del Sangrador

llave






Los peleadores eligen apodos intimidatorios, que sugieren cierta capacidad de hacer daño al prójimo. El Asesino. El Sacamantecas. El Quebrantahuesos. He aquí apodos que declaran la guerra psicológica al rival y anuncian una furia destructiva que va a subir al ring. Otros apodos aluden a virtudes menos brutales y más sutiles, como la supuesta listeza del Lince, rico en ardides, igual que el Odiseo de Homero. En cualquier caso, ningún boxeador se impone un apodo que potencie un defecto en lugar de una virtud o que lo convierta en objeto de mofa ante los demás. Imagínense subir al ring siendo, qué sé yo, el Asfixiado, o el Media hostia. Tan humillante como ser rey y pasar a la historia como el Pasmado.
Por la honestidad de su apodo, siempre tuve especial predilección por un boxeador llamado Chuck Wepner, alias el Sangrador de Bayonne. Ustedes pensarán que el de Sangrador es un buen apodo porque seguramente creerán que se refiere a una habilidad de este púgil en concreto para hacer sangrar a sus rivales. Como Dexter con una cuchilla en la mano. Pero no: Chuck Wepner fue el Sangrador por lo mucho que sangraba él cuando le abrían las cejas durante los numerosos K. O. que sufrió, hasta el punto de que sólo en esa parte del rostro llegó a sumar 329 puntos de sutura. Dan para ganar varios años en Eurovisión. Casi octogenario,Chuck Wepner aún despacha hoy en el mostrador de una licorería, y no siempre saben sus clientes que detrás de ese rostro remendado, granítico, se esconde una de las historias más hermosas del boxeo. Tanto que Silvester Stallone se la robó a Chuck para crear su personaje de Rocky: anduvieron en pleitos durante años por ese motivo después de los Oscar obtenidos por la historia del «hijo predilecto de Filadelfia», quien, por cierto, Stallone quiso que sangrara espectacularmente por las cejas, hasta el punto de pelear cegado.
Lo traigo hoy a colación porque el Sangrador fue uno de los rivales de Mohamed Alí de los que nadie se ha acordado a la hora de la muerte del Más Grande. Todos hemos rememorado los combates gloriosos contra Frazier en Nueva York y Manila y contra Foreman en Zaire. Pero tal vez no convenía acordarse del Sangrador, un tosco bloque de cemento humano con un bigotito como de policía que languidecía como peleador de club barrial, igual que Rocky, hasta que por causa de los trapicheos de promotores como Don King le cayó en suerte la insólita oportunidad de pelear contra Mohamed Alí justo cuando éste volvía de proclamarse campeón del mundo en Zaire. Si Alí despreciaba a sus iguales, ya pueden imaginar el desdén con el que subió a medirse con el pobre Sangrador para despacharlo sin romper a sudar siquiera. Ésa era su intención. Un día en la oficina, cuatro guantás y a esperar rivales dignos. Pero Alí, ni nadie en realidad, podía imaginar que Chuck Wepner atraería toda la épica sobre sí al ofrecer una de las mayores demostraciones históricas de tesón y capacidad de sufrimiento. Todo, mientras el rostro se le empapaba de sangre, a lo Rocky. En las imágenes de la pelea es posible ver el estupor de Alí ante la resistencia del Sangrador, ante su negativa a irse al suelo pese al castigo recibido. El estupor se convierte en terror cuando, mediado el combate, el Sangrador se saca del alma un golpe inesperado que tira a la lona al más hermoso y mitológico de los campeones. Durante su tiempo de plenitud, a Alí, si no recuerdo mal, lo derribaron sólo tres veces. Henry Cooper en Wembley. Joe Frazier en el Madison Square Garden. Y el puñetero Sangrador, que ahí lo tienen, despachando licores con unas cejas más cosidas que las de Frankenstein.
Pagó cara la osadía. Alí se vengó empleándose a fondo con un rival corajudo, pero muy por debajo de su nivel. Chuck Wepner recibió una paliza que ni quisiera Chuck Wepner podía resistir en pie. Pero, por primera vez, Alí salió del ring habiendo perdido lo que siempre ganaba: el relato, la fotogenia moral. Por supuesto, al Sangrador no lo invitaron a su funeral.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

O reloxo do Xuízo Final

10.07.2016 
A- A+

SON tempos difíciles tanto para os habitantes como para todo o planeta Terra, pois semella como se nesta lendaria circunstancia o científico Reloxo do Xuízo Final (Doomsday Clock) estivese xa moi cerca de marcar a derradeira media noite. Dende que a xunta directiva do Bulletin of the Atomics Scientists, unha revista de un grupo de investigadores da Universidade de Chicago, creara a mediados do século XX unha representación gráfica do cerca que estaba a humanidade do seu auto exterminio, e deuno en chamar Reloxo do Xuízo Final, pasaron cerca de 70 anos. Marcaba daquela as 23:43, e dende entón este heraldo da Apocalipse, que alerta do perigo nuclear, climático, científico e tecnolóxico, ten estado en diversos momentos, sempre cerca das doce da noite, a fin de manter a tensión e avisar aos gobernos globais das brutais doenzas crónicas que os teñen ao bordo da morte.
As guerras infinitas, os incompetentes ao cargo dos gobernos e a falla de líderes mundiais, as bombas termo nucleares que se amorean nos silos e que poden ser detonadas sen control, a desaparición de plutonio da antiga URRSS, as novas armas de destrución masiva, a reactivación de enfermidades xa erradicadas, os brotes indiscriminados de évola, a expansión do zyka ou o dengue, as múltiples pragas agrogandeiras, o cambio climático imparable, o aumento das temperaturas e do nivel do mar, o desxeo dos casquetes polares, as tempadas de chuvias infinitas e os nosos trens de borrascas, a inversión da pirámide demográfica e o crecemento desordenado da poboación, o abuso e o descontrol no uso da tecnoloxía ou o terrorismo salvaxe, todos son síntomas dunha decadencia que nos está a abocar ao fin ou polo menos ao fin do mundo tal e como o coñecemos. Cara ao ano 2016 o reloxo marcou as 23:57. Quedaban apenas uns minutos para o Harmaguedón.
Xa no ano 2012 Stephen Hawkings dicía que non sobreviviriamos mil anos sen deixar o planeta terra, e que a supervivencia da humanidade sempre fora unha cuestión de sorte. Segundo o brillante físico " a frecuencia de tales ocasións aumentará no futuro e necesitaremos ter moito coidado e mellor criterio para superalas con éxito". De feito, o controvertido xenio ínstanos a mirar ao noso futuro nas estrelas.
Así que, xa que logo, só temos mil anos para converter a Terra nun páramo inhabitábel quizais sexa hora de formular as preguntas básicas que todos deberiamos facérmonos: ¿por que se están a gastar milleiros de millóns en supostas colonias na Lúa e en viaxes ao planeta Marte ou Xúpiter, se cos mesmos cartos poderiamos parar o cambio climático, desterrar as fames do mundo, facer desaparecer as guerras e contribuír ao benestar da humanidade? E, se cadra, aínda quedarían cartos para facerlle fronte á posibilidade de que unha supernova ou un asteroide nos borraran a todos da face do Universo. Entrementres, o reloxo do Xuízo Final, ou da Fin do Mundo, está cada vez máis cerca da media noite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario