domingo, 15 de octubre de 2017

Cinco años del monstruo de Wuhan

https://www.vozpopuli.com/opinion/cinco-anos-del-monstruo-de-wuhan.html

 

Cinco años del monstruo de Wuhan

Pedro Pablo Valero, 24 de enero de 2025

 

Mientras en España el Gobierno se ocupa del cincuentenario de la muerte de Franco y el mundo no para de hablar de Trump, está pasando desapercibido que hace cinco años en Hubei, una de las 22 provincias de China, se decretó un inédito confinamiento que comenzó el 23 de enero de 2020 (y acabó el 8 de abril). Algunos recordamos la reacción de algunos opinólogos criticando el exceso de aquella medida […] que criticaban cómo el régimen dictatorial chino se atrevía a prohibir la movilidad a su propia población. Ni dos meses después aplaudían a rabiar el primero (y lo hicieron igual con los sucesivos) confinamientos decretados por Sánchez. Qué extraños fueron aquellos meses, qué atípicos y qué complicado saber las consecuencias reales de todo aquello a nivel psicológico y social. Sin embargo, en economía y en mercados financieros, ya con algo de perspectiva temporal, podemos extraer varias conclusiones.

Desde un punto de vista español, el desastre económico que supuso 2020 en términos de PIB -la mayor caída dentro del mundo desarrollado- muestra cuánta dependencia tenemos del turismo, ese sector al que hemos recurrido para poder recuperarnos, y al que nadie le busca otra alternativa. Yo apoyo el turismo pero ojalá no dependiéramos tanto de él y nos centráramos en actividades de mayor valor añadido que permitan empresas más grandes que pueden pagar mejores sueldos, que no el reguero de pymes que es la inmensa mayoría del sistema corporativo español. También pudimos apreciar lo privilegiados que somos de disfrutar de un estado del bienestar como el que tenemos que permitió que pudiéramos aguantar aquellos meses tan dramáticos. Nos costó un aumento muy fuerte de la deuda pública que aún continúa, pero es precisamente para momentos como aquellos para los que necesitamos esos recursos. La reflexión evidente es que, como ya en la Biblia se decía, hay que guardar en la época de las vacas gordas para cuando llega la de las flacas. Si con crecimiento económico como el actual seguimos acumulando déficits presupuestarios gastando más de lo que ingresamos, en la próxima crisis, cuando más lo necesitemos, quizás no podamos recurrir a las mismas soluciones.

En 2020 la crisis fue global, las ayudas, que aún persisten, vinieron de Europa, los tipos de interés bajaron tanto que hasta se emitía deuda en negativo, cobrándole intereses al que se la quedaba… pero es posible que la próxima recesión o el próximo evento desafortunado sea nacional, o venga en un contexto -como pasó con la crisis de la deuda soberana no hace ni quince años- en los que cada país tiene sus propios problemas de financiación. Si no hemos aprendido que las deudas deben dispararse sólo en emergencias y no convertirlas en el sistema habitual de financiar gasto corriente (el caso más claro es el de las pensiones), porque es un suicidio financiero, mal vamos. Un aspecto para el que sirvió ese endeudamiento fue el evitar que se disparara en exceso la tasa de desempleo, gracias a los ERTE. Una caída tan fuerte del PIB debería haber disparado al 25% el paro, sin embargo esa figura permitió que muchos trabajadores sobrellevaran con más calma el confinamiento. […]

En Europa ocurrió lo mismo, no fue algo exclusivo de aquí, y la suma de un mayor ahorro (poco se podía consumir en confinamiento), más la tranquilidad de no perder el empleo, sentó las bases de una fuerte recuperación posterior. Aunque, curiosamente, en Estados Unidos despidieron a mansalva (que yo recuerde es la única vez que la tasa de paro de la primera potencia planetaria superó a la española), y, en un ejercicio de dinamismo muy típico de ellos, en pocos meses volvieron a una tasa de paro en mínimos históricos y a un mayor crecimiento económico posterior, lo que arroja dudas sobre la idoneidad del sistema europeo (que personalmente prefiero).

Frenar gran parte de la economía fue dramático (podía haber sido peor sin lo bien que funcionaron nuestras cadenas de distribución, tan criticadas por algunos) y también nos enseñó las dificultades que supone volverla a abrir, ya que hubo problemas de suministros y se sentaron las bases para un auge inflacionista muy grande (posteriormente alimentado por la invasión rusa de Ucrania). No se puede acostumbrar a las redes de suministro a un determinado flujo de bienes, reducirlo casi al mínimo por meses, y luego esperar que se vuelva a poner en marcha como si nada. Eso tuvo consecuencias económicas importantes que relativizan al PIB como indicador, ya que de poco sirve que éste aumente, ante la pérdida de poder adquisitivo de las familias por culpa de la subida de los precios. Nos enseñó muchas más cosas que no caben en un artículo, como lo dañino que resulta el teletrabajo (a pesar de que estoy a favor) para una economía que necesita que la gente consuma fuera de casa, y cómo en cuanto las autoridades se dieron cuenta, lo boicotearon tras haberlo promovido.

Aprovechar las gangas del miedo

Por último, en los mercados financieros, 2020 resultó ser el gran año de las oportunidades, al que todo inversor le gustaría volver con liquidez y adquirir a precios ridículos acciones, materias primas, bitcoins… los que confiaron en una recuperación acertaron de lleno. Y creo que demuestra hasta qué punto los mercados sin irracionales. A pesar del confinamiento en China ya citado, y de que contagios y muertes aumentaban, hasta mediados de febrero las bolsas occidentales siguieron subiendo con alegría, ignorando los riesgos como tantas otras veces, y luego de repente se abrió el grifo y los excesos fueron en la dirección contraria llegándose a operar futuros del petróleo por debajo de cero dólares (nadie quería más stock). Se demostró que, como inversores, siempre hay que tener una parte de liquidez para aprovechar las “gangas” que el miedo de otros puede poner a nuestra disposición.


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