Todo
sobre la inquietante cripto-revolución que planea Donald Trump - XL Semanal
El lobo de Wall Street -
Trailer final en español (HD)
¿QUE ES EL APARTHEID? en
minutos
EE.UU.: CUATRO AÑOS del
ASALTO al CAPITOLIO en el día que se debe CERTIFICAR la VICTORIA de TRUMP
Un hombre con cuernos posa
en el Capitolio
Las conchas 🐚 de cauri se
utilizaban como moneda de cambio en la antigüedad..!!
'Criptobros': los nuevos lobos de Wall Street
Todo sobre la inquietante cripto-revolución que planea
Donald Trump
¡Bitcoin por fin ha llegado a
la Luna! La criptomoneda que
nació en foros antisistema ha superado los 100.000 dólares. En las redes
sociales, los inversores 'degenerados' –como se autodenominan los que buscan
retornos de mesa de ruleta– lo celebran con emojis de cohetes, mientras que los
tradicionales desempolvan la profecía del exitoso inversor Warren Buffett, el
Oráculo de Omaha (y del sentido común), cuando advirtió: «Puedo decir con casi
absoluta certeza que las criptos acabarán mal».
De momento van como un tiro. Y
esta vez no parece otro rally especulativo. En un giro que hace temblar el
sistema financiero, Donald Trump ha puesto el poder regulatorio en manos de
amigos de confianza que aspiran a ponerle el turbo: Paul Atkins, el comisionado [regulador financiero] que
permitió algunas de las prácticas más temerarias que llevaron a la crisis de
2008 y se reinventó como abogado de la industria cripto, dirigirá la
todopoderosa Comisión de Valores y Bolsa (SEC); mientras David Sacks, miembro de la
'PayPal Mafia', como sus colegas Peter Thiel y Elon Musk, aquellos libertarios [anarcocapitalistas] que soñaban con crear dinero fuera del control estatal, dirigirá las políticas
de la Casa Blanca en materia de inteligencia artificial y criptomonedas. Como
señala The New Republic,
«los criptobros están salivando». Pero, oiga, ¿quiénes son los criptobros?
Son los nuevos 'lobos' de Wall
Street, aunque disfrazados con piel de cordero. Ya no se conforman con estar en
la periferia del sistema; reclaman el centro mismo. Lo que esto signifique (¿revolución
desde arriba o la madre de todos los Ponzis?) enfrenta a los analistas, que
solo se ponen de acuerdo en una cosa: sea lo que sea, funciona de arriba abajo.
Así que empezaremos por el tejado. Allá en las alturas, los más influyentes son
hombres blancos (y algún asiático), educados en Stanford y otras universidades
de la élite. Y no es casualidad que Musk, Thiel y Sacks sean
sudafricanos blancos que crecieron en el apartheid y compartan la añoranza
hacia una sociedad «ordenada verticalmente» (léase 'segregada') en castas. Su
obsesión por crear sistemas paralelos al Estado, y ahora por colonizarlo, puede
leerse como una forma de restaurar el poder que cierta versión del progresismo
(lo woke) les disputa. En 2021, el asalto al Capitolio de sus feligreses
'acojonó' al mundo; en 2024, los cuernos de búfalo se han quedado en el
trastero. Nadie los necesita porque los criptobros van camino de atrincherarse
en el mismísimo Despacho Oval. Además, han pagado para instalarse allí. Musk
donó 245 millones de dólares a la campaña de Trump, más que toda la industria
petrolera.
De momento han conseguido el estatus de 'empleado especial' del
Gobierno: sin necesidad de audiencias de confirmación ni requisitos de
divulgación financiera, estos tecnócratas pueden diseñar políticas que afectan
a sus intereses privados. El caso de Musk es flagrante. Como director del
Departamento de Eficiencia Gubernamental –denominado irónicamente DOGE, como su
propia criptomoneda– podrá desguazar lo público y recortar, por ejemplo, fondos a la NASA, la gran competidora de SpaceX,
o influir en la regulación de la IA mientras compite con OpenAI.
Luego están los ideólogos. Gente como Brian Armstrong, CEO de
Coinbase (una de las mayores plataformas de intercambio de criptomonedas), que
predica el Network State, un futuro donde las naciones serán reemplazadas por
comunidades digitales autogobernadas. O Vitálik Buterin, el visionario creador
de Ethereum. Aunque bitcoin es la primera y más conocida criptomoneda, ether es
incluso más ambiciosa. Está en el centro de un ecosistema descentralizado: la
Web3, la evolución de Internet basada en blockchain, que aspira a convertirse en
una economía mundial paralela.
¿Y abajo? Pues más hombres blancos, aunque más jóvenes y muy
desencantados con un sistema que, la verdad sea dicha, se está mostrando muy
cicatero con sus expectativas. «No nos queda otra que especular para
sobrevivir», resume el sociólogo Aris Komporozos-Athanasiou, del University
College London. «Vivimos en un mundo donde especular es la nueva forma de
conectar socialmente. Ya no apostamos solo con dinero: apostamos en redes
sociales, en apps de
citas, en política. Las criptomonedas son solo el síntoma más visible de una
sociedad que ha convertido la especulación financiera en su modelo de
funcionamiento. Es la lógica del casino elevada a forma de vida».
Este pensamiento captura el nihilismo financiero de una generación
que ha perdido la fe en las vías tradicionales de ascenso económico. Según un
estudio de la Universidad de Chicago, el inversor cripto típico está dispuesto
a asumir riesgos extremos. Y su auge coincide con la explosión de las apuestas
deportivas on-line.
«Este año, los estadounidenses están en camino de apostar casi 150.000 millones
de dólares en deportes», calcula The
Economist. En el fondo, la bro-economy no hace distinciones, es un
casino donde el 40 por ciento de los hombres jóvenes están metidos en apuestas
y cripto. ¿A qué aspiran estos chavales? ¿A cambiar el mundo? Nah… A comprarse
un Lamborghini. No en vano, «Lambo!» es uno de sus gritos de guerra.
Pero el bitcoin ha
sufrido al menos tres mutaciones entre sus fieles en su corta historia. Nació
en las catacumbas de Internet tras la crisis: una moneda peer-to-peer, que
permite transacciones directas entre usuarios sin intermediarios como los
bancos. Algunos cafés y comercios alternativos la aceptaban. En Kreuzberg, en
el distrito más punk de Berlín, los anarquistas brindaban en 2013 por el fin
del sistema bancario cuando el bitcoin alcanzó la estratosférica cotización de…
¡600 dólares! La mayoría de aquellos bares ya no existe. Y de la utopía de una
moneda para el pueblo no queda ni rastro.
La segunda transformación llegó con los criptobros: bitcoin dejó
de ser una moneda para convertirse en un vehículo especulativo. Ya nadie
compraba con bitcoins: era demasiado valioso para gastarlo. Se convirtió en
'oro digital'. Y es que bitcoin nació con una promesa de escasez programada:
solo se podrán minar 21 millones de monedas, una limitación diseñada para
evitar la inflación que afecta al dinero tradicional. La fecha estimada para
alcanzar este límite era 2140. Pero habrá que revisarla. Primero porque la
carrera de la IA puede cambiar el panorama: las empresas de inteligencia
artificial están comprando centrales nucleares no solo para alimentar sus
modelos de lenguaje, sino también para minar criptomonedas y ayudar a pagar los
costes exorbitantes en energía y computación. Y segundo porque estamos ante una
explosión de nuevas monedas: sitios como Pump.fun permiten crear tokens
instantáneos con solo elegir un nombre y una imagen. Todo vale, desde memecoins basadas
en hamsters hasta tokens promocionados
por traders que
se prenden fuego en directo en Discord o TikTok.
Y ahora presenciamos la tercera metamorfosis: su
institucionalización. Y el mejor ejemplo es la propia familia Trump: el
patriarca, que hace tres años llamaba «estafa» al bitcoin, ahora promete
convertir a América en «la capital cripto del planeta»; sus hijos mayores
dirigen empresas en el sector; y el joven Barron, aquel 'mini-Donald', como lo
llamaba su madre cuando lo untaba con crema de caviar al bañarlo, no sale de su
cuarto, pendiente de las cotizaciones de sus activos y presume de su título de
embajador de World Liberty Financial, una plataforma de finanzas
descentralizadas fundada por un vendedor de consejos para ligar y otro de
limpiezas de colon.
Pero bitcoin nunca ha funcionado como moneda real y sus
principales usos siguen siendo turbios: la avaricia y el crimen. Como señala
Dennis Kelleher, CEO de Better Markets: «Si tuvieras que revelar los riesgos
asociados, nadie participaría». Porque, bajo esta fachada de nueva
respetabilidad, el mundo cripto sigue siendo el Salvaje Oeste. Te puedes
encontrar con docenas de estafadores, desde el caído Sam Bankman-Fried hasta los operadores de
esquemas pig
butchering ('matanza del cerdo') que te enamoran primero y te
despluman después; y es el método de pago preferido para el ransomware, el tráfico
de drogas y el lavado de dinero.
Por eso, lo primero que se le pide a la SEC es «claridad
regulatoria»... Pero la regulación que anhela la industria cripto tiene un
objetivo sospechoso: que las criptomonedas sean clasificadas como commodities
(materias primas), no como valores. Es la diferencia entre ser regulados como
el trigo o como acciones de Apple. Esto significaría que dejarían de ser
oficialmente 'dinero' para convertirse en simples mercancías. Como revela The Atlantic, esto
permitiría a las plataformas operar con mucha menos supervisión, como los
futuros de cereales o petróleo, pudiendo escapar del control directo de la SEC.
Esta jugada tiene un punto débil. Puede amedrentar a los grandes
fondos de pensiones. Si de verdad los criptoactivos aspiran a la normalización,
necesitan que los fondos de los maestros de Ohio o los bomberos de Texas se
metan sin miedo. La razón es simple: no son simples inversores, sino los
custodios del futuro financiero de generaciones enteras. Su entrada no solo
aportaría billones en capital fresco, sino algo más valioso: legitimidad.
La historia del dinero siempre ha sido una historia de confianza.
Las reservas de oro en las bóvedas de Fort Knox y otros bancos centrales daban
respaldo físico a cada billete en circulación. Cuando Nixon abandonó el patrón
oro en 1971, consagró el reinado del dinero fíat: billetes que no valen nada
por sí mismos, sostenidos por la fe en el sistema. El dólar se convirtió en la
moneda refugio global porque el mundo confiaba en la Reserva Federal
estadounidense. Ahora, bitcoin propone algo radicalmente diferente: un sistema
monetario que no requiere confianza y que tampoco está garantizado por nada
tangible. Y este experimento está siendo adoptado no por El Salvador de Bukele,
pionero en estas lides, sino por el Estado más poderoso y epicentro de las
finanzas mundiales.
Como señala el periodista de Washington Christopher Beam, «la
'total falta de propósito' de las criptomonedas puede haber sido su mayor
ventaja: sin una misión clara más allá de que 'el precio suba', el movimiento
ha podido transformarse en lo que pedía este momento histórico». Pero Warren Buffett mantiene su advertencia: «Ya me
meto en suficientes problemas con cosas que creo que entiendo... ¿Por qué
demonios debería apostar a favor o en contra de algo sobre lo que no sé nada?».
Para el CEO de Berkshire Hathaway, las criptomonedas son como conchas marinas:
no tienen valor intrínseco, solo son valiosas si alguien paga más por ellas que
lo que pagaste tú. El tiempo dirá si el mayor inversor de la historia tenía
razón o se está perdiendo tocar la Luna.
Los nuevos lobos de Wall Street
David Sacks: la mafia de Paypal
Nombrado
‘criptozar’ de la Casa Blanca | Junto a Musk y Thiel, formó parte de Paypal
y, como ellos, es un expatriado sudafricano con nostalgias infantiles de una
sociedad segregada que ilustra la revancha del hombre blanco. Ahora, Trump ha
decidido que supervise las dos tecnologías más disruptivas, las criptomonedas y
la Inteligenica Artificial. El minado de critomonedas se va a disparar, entre
otras cosas porque se usará para financiar la carrera de la IA.
Brian Armstrong: Coinbase
El profeta del
nuevo mundo, el Network State | El CEO de Coinbase —una de las principales
compañías del sector— es el gurú cripto más escuchado en Washington. Mientras
vende en el Congreso el bitcoin como herramienta de libertad financiera,
promueve el ‘Network State’: su visión de un mundo donde los estados-nación y
los gobiernos han sido sustituidos por comunidades de Internet —unidas por un
interés común (por ejemplo, la sostenibilidad)— y que votan en blockchain.
Giancarlo Devasini: Director financiero
de Tether
El banquero
central en la sombra | Es el director financiero de Tether, una criptomoneda
estable diseñada para mantener un valor fijo vinculado al dólar en una
proporción de 1:1. Es decir, en teoría, un Tether siempre debería valer un
dólar. Esta criptomoneda estable o stablecoin aspira a ser el nuevo patrón oro
del mundo cripto. Devasini era cirujano plástico, pero dejó la medicina cuando
vio que las criptos eran más lucrativas.
Changpeng 'CZ' Zhao: ex-CEO de Binance
El estafador
confeso más rico del mundo | Construyó la mayor plataforma de compra-venta de
criptomonedas del mundo: Binance. Multado con 50 millones de dólares y forzado
a dimitir por lavado de dinero (se declaró culpable), sigue siendo el más rico
del sector. La paradoja perfecta: fue castigado por el sistema, pero conserva
su fortuna. Es de origen chino y tiene nacionalidad canadiense.
Vitálik Buterin creador de Ethereum
El idealista que
desafía a Wall Street | El niño prodigio que a los 19 años creó Ethereum y su
criptomoneda Ether representa la cara más técnica y visionaria. Su moneda hace
posible las finanzas descentralizadas (DeFi), un experimento radical que aspira
a recrear todo el sistema bancario sin bancos: préstamos, trading y
derivados financieros controlados por código en lugar de humanos. Buterin es un
idealista… Si alguien puede construir la arquitectura digital para destronar al
dólar, es él.
DICCIONARIO
ESENCIAL DEL CRIPTOINVERSOR
Imagina
a un inversor de 25 años, bebida energética en mano, murmurando a las tres de
la madrugada frente a seis pantallas: “¡HODL con diamond hands, bros!”.
Para el no iniciado podría parecer que sufre un ataque epiléptico. Para otro criptobro,
acaba de articular una estrategia de inversión. Su jerga está salpicada de
emojis, y muchos vocablos vienen del póker. Este es el diccionario esencial.
HODL
El mantra
de la cultura cripto. Nació de un error tipográfico en 2013, cuando un trader
borracho escribió “I AM HODLING” en lugar de “HOLDING” (“aguantando”).
Es el que mantiene sus criptos contra viento y marea.
“TO
THE MOON”
El grito
de guerra. Siempre acompañado del emoji del cohete, predice una subida
estratosférica del precio.
REKT
Del
inglés wrecked (“destruido”), es la pesadilla del apalancado (ese que
pide dinero prestado para sus apuestas). Quedarse REKT es perderlo todo.
“DIAMOND
HANDS”
Tener “manos
de diamantes” es mantener tus inversiones sin importar cuánto caiga el mercado.
Se popularizó cuando una horda de inversores compró acciones de la moribunda GameStop,
causando pérdidas millonarias a los fondos que apostaban por su caída.
FOMO
El motor
psicológico del mercado cripto. El fear of missing out (“miedo a
perderse algo”) es lo que empuja a la gente a comprar en máximos históricos,
convencida de que el tren se va sin ellos. Es la fuerza que lleva a personas racionales
a meter sus ahorros en tokens con nombres de perros porque “esta vez es
diferente”.
DEGEN
Abreviatura
de “degenerado”, pero usado con orgullo. Es un trader que abraza el riesgo
extremo operando con apalancamientos absurdos y apostando en los proyectos más
dudosos.
WAGMI/NGMI
WAGMI (“We’re
all gonna make it”) es el grito de esperanza colectivo: “Todos lo conseguiremos”.
NGMI (“Not gonna make it”) es su opuesto: “¿Vendiste bitcoin antes de
que Trump ganase? No lo conseguirás, bro”.
“PIG
BUTCHERING”
La
estafa de moda. Las víctimas son engordadas (como cerdos) antes de ser
sacrificadas. El timador se hace amigo de la víctima antes de convencerla para
invertir en una plataforma fraudulenta. Luego desaparece.
“WHALE”
Una “ballena”
es cualquier inversor con suficientes criptos para mover el mercado, por
ejemplo, Elon Musk.
“NOCOINERS”
El término
despectivo para los que no tienen criptos, por escepticismo o conservadurismo
financiero.
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