jueves, 14 de julio de 2016

El tiempo

El tiempo, sin términos medios

Xavier Fonseca
En meteorología hay un concepto para referirse a la atmósfera, que no tiene memoria. Nos castiga con una borrasca tras otra durante más de dos meses y, de pronto, hace que el anticiclón suba en latitud, abrace Galicia, deje un tiempo estable y actúe como si no hubiese pasado nada. Así será a partir de ahora.

La memoria meteorológica de los humanos también tiene sus particularidades, es selectiva y suele retener más el mal tiempo que el bueno. Porque seguro que nadie recuerda que en noviembre tuvimos unas condiciones estupendas. Incluso durante la primera mitad de diciembre, el mes húmedo por excelencia. El anticiclón de las Azores estaba más reforzado de lo normal y fue ese aire cálido, asociado a altas presiones, uno de los dos responsables de los sucesivos temporales. El otro llegó desde el Ártico. Este invierno se han cumplido previsiones que la ciencia hace desde que sabe que la Tierra se calienta. La diferencia entre el Ecuador del planeta y el Polo Norte ha disminuido y ha alterado una corriente que separa el aire caliente del hemisferio sur del frío del norte. Esa potente corriente, que trae de la mano las borrascas a Galicia, se ha debilitado y en lugar de moverse de este a oeste lo hizo de norte a sur en Norteamérica, permitiendo que el aire polar haya entrado en el Atlántico de forma incesante. Y cuando chocan dos masas de aire de temperaturas tan diferentes el resultado es una ciclogénesis explosiva. Dos palabras que hasta hace muy poco eran nuevas pero que ahora ya forman parte de nuestra cultura. Ciclogénesis significa formación de un ciclón, las borrascas de toda la vida. Es el calificativo explosiva lo que marca la diferencia. Para que sea así es necesario que la presión, que nos indica la fuerza, descienda por lo menos 20 milibares en solo 24 horas. Este invierno no solo hemos tenido muchas, sino que algunas han sido históricas por su intensidad: Dirk y Nadja, cuyas presiones mínimas centrales fueron equiparables a las de un huracán de categoría cuatro. Esto explica temporales tan duros, con vientos muy fuertes y abundantes precipitaciones. Unas lluvias que sí han activado nuestra memoria para remontarnos hasta el famoso invierno del 2001. Hemos visto olas gigantes y se han activado alertas rojas como nunca. Los mas longevos habrán tenido que recordar mucho para dar con una situación similar; para el resto ha sido algo totalmente nuevo. Cuando en la zona del Reino Unido hay una borrasca muy profunda sopla con fuerza sobre el océano y genera ese mar de fondo que ha estado llegando sin descanso a las costas gallegas obligando a activar avisos casi todos los días. Además, dos veces al mes el Sol, la Tierra y la Luna se alinean generando mareas vivas. Esos ingredientes juntos dejan un mar muy revuelto y espumoso, capaz de comerse las playas, las aceras y las carreteras. El cambio climático está eliminando los términos medios

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