sábado, 19 de junio de 2021

Artículo escrito a partir de las declaraciones de Rosalía en La Revuelta

https://www.publico.es/opinion/columnas/orgasmos-misticos-orgasmos-miticos.html






Orgasmos místicos y orgasmos míticos

Diana López Varela, 14 de noviembre de 2025, publico.es

Las mujeres podemos corrernos dormidas. Despiertas. Solas. Acompañadas. Sentadas. Acostadas. De lado. De frente. De espaldas. Y haciendo el pino puente. Yo pensaba que nada de esto podría ser noticia en 2025 pero resulta que si Rosalía dice en televisión que ella "se viene" en sueños se arma un revuelo a escala mundial y a Broncano se le queda una cara de tonto que ni Rubiales recibiendo huevazos. Porque de huevos va la cosa. ¿Cómo es posible que un tío adulto, heterosexual, exitoso y sin ninguna pinta de incel pueda desconocer algo que yo creía tan básico? Pues parece ser que no es el único. Después de la visita de la cantante a La Revuelta, han corrido ríos de tinta virtual con reportajes, entrevistas y reels que nos ilustran sobre el fenómeno de los orgasmos de las mujeres durante el sueño. No es poético, como dice Rosalía, ni tampoco paranormal o místico. Es neurofisiología: una respuesta del sistema nervioso durante la fase REM del sueño que acaba felizmente para la afectada. Lo explica en su cuenta de Instagram la ginecóloga Miriam Al Adib que reconoce que no todas las mujeres llegan a sentirlo. Está bien, admitamos entonces que las mujeres que no lo han experimentado desconozcan la existencia del orgasmo durante el sueño, lo que me lleva a la siguiente reflexión: qué poco hablamos de sexo femenino cuando no es en relación a un hombre. Porque ¿acaso hay alguien que no sepa que todos los varones pueden correrse desde antes de la adolescencia mientras duermen? De las poluciones nocturnas de los niños y sus erecciones nos advierten hasta los pediatras, pero del placer de las niñas nada se sabe. Y así acabamos pensando que ellas son ángeles y lo suyo, cosa divina.  

Reconozco que soy una de las galardonadas con los orgasmos en sueños y varias veces en la vida me he despertado viniéndome, el único lujo que comparto yo con la Rosalía. El primer orgasmo que recuerdo haber tenido durmiendo fue precisamente en la adolescencia, y ahí se debió de quedar la cosa hasta muchos años después, cuando estaba en la etapa final de mi embarazo. En el posparto me volvió a ocurrir unas cuantas veces y de manera muy intensa. Francamente, yo achacaba estos regalos divinos a la falta de sexo terrenal producto de una lactancia feroz, pero estos días he podido enterarme de que en las mujeres adultas este fenómeno suele ocurrir en situaciones de mucho estrés y de falta de descanso, cuando apenas logramos alcanzar el sueño profundo. Igual que Rosalía creando, cualquier madre reciente sabe que el sueño profundo es la auténtica fantasía sexual que anhelamos. Así que cuando dejé la lactancia y empecé a dormir mejor, pensé que esas experiencias me abandonarían, pero no fue así. Resulta que a partir de los 35-40 las posibilidades de tener orgasmos dormida aumenta. Y desde que sé esto siempre me voy a la cama ilusionada, como cualquier niño la noche de Reyes.

Y es que un orgasmo dormida no se olvida jamás. Lo hablaba el otro día con una amiga a la que también le había ocurrido en varias ocasiones: el placer de correrse mientras una duerme plácidamente, calentita, sin esfuerzos, ni cansancio añadido es un goce mítico. La realidad, es que a muchas mujeres (ya no digamos las que somos madres) nos cuesta alcanzar el clímax más de lo que quisiéramos, no por disfunción ni falta de deseo, sino por cansancio y por carga mental. Muchas veces, admitámoslo, el sexo implica renunciar a un rato más de sueño o al simple descanso físico necesario después de jornadas de trabajo y de crianza interminables. Y las que están sin pareja o van de cucaracho en cucaracho teniendo que fingir seguridad u orgasmos empiezan a cansarse también, y así estamos ante un fenómeno social que encabeza las mujeres jóvenes empoderadas por las divas del pop: el celibato voluntario.

Yo las entiendo y me parece una opción de lo más razonable y hasta saludable. Ahora bien, admitamos que esto de no follar es siempre una elección personal de la que, en ningún caso, todas las mujeres pueden disfrutar. Tampoco veo una victoria real en que las mujeres heterosexuales tengamos que renunciar en masa a los afectos en pareja porque la otra opción es peor. Y es que no deja de ser paradójico que cuánto más se ha pornificado la sociedad, cuánto más violentas se han vuelto las prácticas sexuales (con mucha prensa, eso sí) y cuánto más les han metido a las chavalas y chavales las coreografías absurdas y humillantes de la prostitución online, más se hayan cansado de follar y menos lo estén haciendo. La soltería elegida y el desinterés por el sexo está aumentado drásticamente entre las chicas de la generación Z, y tenemos un problema serio si pensamos que abandonar el contacto íntimo solucionará la insatisfacción femenina en cuanto al sexo en pareja, la violencia machista, o la soledad no deseada. Por eso, la única revolución sexual que merecemos es la de la otra parte de la población, la de los hombres que se interesan por el placer femenino aunque no tenga nada que ver con su ego. El capitalismo se está encargando de reventar las conexiones reales y humanas en virtud de un individualismo rampante llamado IA o Dios, pero ninguna de esas cosas sustituirá nunca el calor de los cuerpos que se quieren y se cuidan. Y es que sexo es muchísimo más que follar, y follar mucho más que tener orgasmos.


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