miércoles, 16 de julio de 2025

Textos 2025-2026


https://www.youtube.com/watch?v=jwjgwD_FDhE

https://www.youtube.com/watch?v=DApeLwaMCHM

https://ctxt.es/es/20250701/Firmas/49689/gerardo-tece-vox-torre-pacheco-ley-de-partidos.htm

https://www.publico.es/opinion/columnas/torre-pacheco-trailer-espera.html

https://www.publico.es/opinion/columnas/lecciones-torre-pacheco.html

https://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_Caen_(1346)

https://en.wikipedia.org/wiki/Froissart%27s_Chronicles

https://sourcebooks.fordham.edu/basis/froissart-full.asp

https://archive.org/stream/chroniclesoffroi00froiuoft/chroniclesoffroi00froiuoft_djvu.txt

https://brilliantmaps.com/roman-empire-gdp/

https://es.images.search.yahoo.com/search/images;_ylt=Awr.n0vyR4Vo_QEAOnVU04lQ;_ylu=Y29sbwNpcjIEcG9zAzEEdnRpZAMEc2VjA3BpdnM-?p=pgb+per+capita+in+ancient+rome&fr2=piv-web&type=E210ES91082G0&fr=mcafee

The message where the Senate demands your leader commit suicide is triggered by a Huge City being completed on the Italian Peninsula, by any of the three Roman familes. I got it the very turn after Tarentum (I think it was that one) became Huge.

Actually, a Huge City on the Italian Peninsula (except Rome) is the trigger for the Marian Reforms. The Leader Suicide order is not related to it.

https://imperiumromanum.pl/en/roman-economy/roman-goods-prices/

https://www.youtube.com/watch?v=zV0PbR06b90

https://es.images.search.yahoo.com/search/images;_ylt=AwrLAKeYBIJoGAIAmuJU04lQ;_ylu=Y29sbwNpcjIEcG9zAzEEdnRpZAMEc2VjA3BpdnM-?p=battle+of+dorostolon&fr2=piv-web&type=E210ES91082G0&fr=mcafee

https://www.youtube.com/watch?v=nnLZBGR62wA&list=PL1U_8A7q8La08nrVULxJOeiHMzZ7UJ06r&index=7


https://www.farodevigo.es/opinion/2025/07/19/ilegal-119851595.html


El ilegal

Pidió prestado el dinero para el viaje a su maestro, Miguel Torres, el hombre que le enseñó a trabajar el metal. La mayor parte del dinero se la dejó a su mujer para que pudiese ir tirando hasta que cambiase la suerte. Después de pagar el billete de tren le quedaron tan solo unas pocas monedas que nada más alcanzaron para una semana de pensión y un paquete de tabaco. Sin papeles, sin saber el idioma, solo en una ciudad extraña a más de mil setecientos kilómetros de su casa, Manuel iba a buscarse la vida con los bolsillos vacíos.
Pasó días sin comer, buscando por todas partes hasta que le dijeron que en tal sitio necesitaban a alguien que supiese trabajar con un torno. Nunca entendió muy bien qué providencia le ayudó a llegar hasta el sitio en cuestión desconociéndolo todo, pero lo hizo y por señas pidió el trabajo. Le dieron unos planos, unas herramientas, el material necesario. Con la cabeza dándole vueltas por el hambre hizo la pieza requerida y consiguió el puesto.

El ilegal trabajó, aprendió el idioma (los idiomas, en realidad), hizo vida monacal, ahorró todo lo que podía para enviarlo a casa, a su casa, a la orilla del sur desde la que había salido, allí donde había quien le esperaba. Pasó frío, tuvo miedo, estuvo enfermo sin que nadie pudiera cuidarle, darle consuelo, preguntarle «¿estás mejorcito?», con la dulzura de los diminutivos.

Cuando tuvo lo suficiente para poder salir adelante, dar la entrada de un pisito (una fastuosa mansión de sesenta y ocho metros cuadrados en un barrio humilde donde criar a sus cuatro hijos), decidió volver. No se hacía a otro horizonte que el del rebalaje, a otra luz, a otros vientos, a otros acentos. Regresó tan ilegal como se fue, sin haber hecho más que quitarse el hambre y la miseria.

Años más tarde, cuando el alzhéimer le arrasó la memoria, lo único que le quedó fue el recuerdo de aquella ciudad donde había sido ilegal, a la que seguía viendo cuando miraba por la ventana del hospital, y se pasaba las horas explicando: «Mira, mira. Allí, en aquella esquina, es donde compro el chocolate y el tabaco, y allí, en la otra acera, un poco más adelante, donde me tomo el café». Y luego me rebuscaba en los bolsillos unas monedas para dárselas a su mujer, preocupado siempre de que tuviera lo necesario para vivir.

No sé qué diría ahora, viendo todo este horror de salir a cazar al inmigrante en una tierra que si algo dio fueron emigrantes. Daría más de lo que tengo por sentarme a tomar un café con Manuel y que me contara otra vez el dolor que sentía cuando le llamaban cochon (‘cerdo’) solo por ser de otra parte. Manuel, el ilegal. Mi padre


Leo en El Periódico que la aragonesa Ana Arnal, 44 años, acaba de completar el reto de viajar a todos los países del mundo reconocidos por la ONU, que son un total de 197. Es un plan ambicioso, mucho más que tomarse de una sentada los 25 chupitos que aparecían en la pizarra del bar O Candil, mi gran hito como devorador de retos. El suyo, que recuerda a las aventuras de Marco Polo, o a La vuelta al mundo en 80 días, pero con más tiempo libre y más controles de seguridad en los aeropuertos, tiene algo de coleccionista de cromos del jet lag y nos recuerda que viven entre nosotros personas cuya razón en la vida es no quedarse quieto y, claro, vivir para contarlo. "El mundo se te queda muy pequeño", declara en esa misma entrevista. Y debe ser verdad, pues Ana Arnal ni siquiera es la primera aragonesa en lograrlo, tan solo la segunda.

Lo malo de estas gestas es que uno suele sentir la necesidad de iluminar al resto y declarar, sin ningún tipo de rubor, que viajar te enseña que la gente es buena por naturaleza y razonamientos por el estilo, como si no existieran las guerras, la trata de personas, las estafas telefónicas o las peleas por el último pack ahorro de Cola Cao en el supermercado.

Hay personas que confunden el haber estado en todos los países del mundo con saber algo de la vida. O con saberlo todo, que es todavía peor. Es gente que aterriza en Barajas, o en el Prat, o en Lavacolla, con la lengua inflamada y el pasaporte lleno de sellos como prueba irrefutable de que ya no necesitas leer, de que ya nadie te puede enseñar nada, de que llevas grabado en la propia piel el mapa que explica el amor, el dolor... Conoces hasta el método definitivo para elegir sandías, que ya es mucho conocer.

No se trata de un fenómeno nuevo, ahí está la literatura antigua para demostrarlo, pero sí enfermizo, casi epidémico. La única diferencia estriba en que, no hace tanto, para repartir consejos vitales convenía apuntarse algún tanto serio: escribir un tratado, perder una guerra, criar a varios hijos, sacarse una oposición. Hoy basta con hacerse dos o tres safaris por África. O bañarse en las playas del Caribe. O comer tofu en lugar de carne. Hay quien se pierde un par de semanas por el sudeste asiático y vuelve reencarnado en una mezcla de Buda, Marie Kondo y Paulo Coelho. "No necesitamos tantas cosas para ser felices", te dicen en un reel grabado con un iPhone que cuesta 1.500 euros y del que cuelga un muñequito Labubu por ser el último grito en Japón. No las necesitará usted, señorita; déjeme a mí con mis defectos de pequeño consumista, que algún capricho me concederá el hecho de no haber visitado ni media docena de países, Andorra y sus ofertas en pequeños electrodomésticos incluida.

Siendo un poco reduccionista y algo cabrón, toda esta cultura de nuevo cuño se resume en un principio básico: el de aspirar a convertirte en referente sin que nadie te lo haya pedido. El coach soy yo. El tratar de convertir en enseñanzas lo que siempre fueron experiencias. Ya no hay viajes, ahora son revelaciones. Y no se callan, ni se callarán. Hablan, hablan y hablan. Filosofan, filosofan y filosofan. Aconsejan, aconsejan y aconsejan. Y, claro, te miran como si tú, pobre mortal, pobre ignorante de la vida vacía y sedentaria, no supieses ni respirar.

No se trata de envidia mi protesta, aunque pueda parecerlo: tan solo es agotamiento. De alguna manera se tiene que revelar uno cuando el turismo intensivo se confunde con sabiduría, porque el mundo parece estar lleno de gente que ha viajado mucho, pero ha aprendido muy poco. También de gente que, sin moverse de su aldea ni colgar stories en Instagram, saben cuándo callar, qué decir y hasta cómo vivir. Aunque su pasaporte no le acredite eso que algunos confunden con la experiencia. Solo un consejo para terminar: si de verdad tanto han aprendido de recorrer el mundo entero, de punta a punta, por favor, cállense un rato. Porque el verdadero viaje vital empieza o debería empezar cuando dejas de creerte interesante por haber hecho uno.


Ama, reza, calla

No hay comentarios:

Publicar un comentario