lunes, 19 de diciembre de 2016

Noviembre 2011: N.º 8: Los Diádocos: Guerra fratricida por el imperio de Alejandro














































Estela siracusana del siglo III a.C. De izquierda a derecha vemos un sirviente que acerca un casco de tipo beocio al jinete del centro que lleva botas tesalias y usa linothorax. A la derecha hay un peón que se defiende con un casco de tipo melos y un escudo thyreos














Estela siracusana del siglo III a.C. De izquierda a derecha vemos un sirviente que acerca un casco de tipo beocio al jinete del centro que lleva botas tesalias y usa linothorax. A la derecha hay un peón que se defiende con un casco de tipo melos y un escudo thyreos














Batalla de Gaza (312 a. C.)




Batalla de Rafia (217 a. C.)


Battle of Raphia 217 BC | Total War Rome 2 historical movie | Ptolemaic Egypt Vs Seleucid Empire

Total War Rome 2 Machinima - Battle of Raphia HD

Battle of Raphia 217 BC | Total War Rome 2 historical movie | Ptolemaic Egypt Vs Seleucid Empire

The Cambridge Ancient History:

https://books.google.es/books?id=lnIpo8KBbP4C&pg=PA189&lpg=PA189&dq=%22daphne+parade%22&source=bl&ots=FICqXw9UGL&sig=KH7iUPz-RsgBnGYW7PD15XCQv5s&hl=en&sa=X&ei=3ZIwVc6dHoXkaN-ygNgN&ved=0CDMQ6AEwAg#v=onepage&q=%22daphne%20parade%22&f=false

http://www.imperivm.org/cont/textos/txt/polibio_hublrr_tii_v.HTML

http://igor-dzisblogspotcom.blogspot.com.es/search?updated-max=2010-12-21T06:05:00-08:00&max-results=15&start=45&by-date=false

    Los dibujos inferiores son obra del dibujante Igor Dzis y muestran el choque de los elefantes en la batalla de Rafia (217 a.C.).





EL EJÉRCITO SELÉUCIDA EN LA BATALLA DE RAFIA
    10.000 falangitas (los argiráspides o escudos de plata) bajo el mando de Teodoto el Etolio, el hombre que había traicionado a Ptolomeo y entregado gran parte de Celesiria y Fenicia a Antíoco.
    20.000 falangitas macedonios bajo el mando de Nicarco y Teodoto Hemiolius.
    2.000 arqueros y honderos persas y agrianos con 2.000 tracios bajo el mando de  Menedemo de Alabanda.
    5,000 medos, cissios (elamitas), cadusios -Media Atropatene- y carmanios mandados por Aspasianus el medo,
    10.000 árabes mandados por Zabdibelus,
    5.000 mercenarios griegos bajo el mando de Hipóloco el Tesalio.

    1.500 cretenses bajo el mando de Euríloco y 1.000 neocretenses bajo el mando de Zelys el Gortynio, 500 lanzadores de jabalina lidios y 1.000 kardakes bajo el mando de Lisímaco el Galo
    4.000 jinetes mandados por Antípatro, el sobrino del rey y otros 2.000 jinetes mandados por Themison formaban la caballería y 102 elefantes de guerra de origen india marchaban mandados por Filipo y Myischos


    EL EJÉRCITO TOLEMAICO EN LA BATALLA DE RAFIA

    3.000 hipaspistas mandados por Euríloco de Magnesia (la agema)
    2.000 peltastas mandados por Sócrates de Beocia
    25.000 falangitas macedonios mandados por Andrómaco de Aspendo y Ptolomeo, el hijo de Thraseas
    8.000 mercenarios griegos mandados por Phoxidas de Acaya
    2.000 cretenses mandados por Cnopias de Allaria
    1.000 arqueros neocretenses mandados por Filón de Cnossos
    3.000 libios mandados por Ammonius el Bacian 
    20.000 egipcios mandados por Sosibius entrenados al modo macedonio
    4.000 tracios y galos de Egipto y 2.000 tracios y galos de Europa mandados por Dionisio el Tracio
    700 hombres de la caballería personal del monarca y 2.300 jinetes libios y locales mandados por Polícrates de Argos
    Jinetes griegos y mercenarios dirigidos por Echecrates el tesalio
    73 elefantes de origen africano

    CAPÍTULO XXI
     Las fuerzas de Antíoco y de Ptolomeo.- La intrepidez de Teodoto contra la vida de este príncipe.- Disposición de uno y otro ejército.

    Al iniciarse la primavera (218 años antes de J. C.), Antíoco y Ptolomeo tenían ya hechas todas sus prevenciones para decidir la guerra al trance de una batalla. Ptolomeo partió de Alejandría con setenta mil infantes, cinco mil caballos y setenta y tres elefantes. Antíoco, con la nueva de que el enemigo se aproximaba, reunió su ejército, en el que había cinco mil hombres armados a la ligera, daaos, carmanios y cilices, cuya inspección y mando tenía Bittaco el macedonio; veinte mil escogidos de todo el reino, armados a la manera macedonia, los más con broqueles de plata, mandados por Teodoto el etolio, aquel que había desertado de Ptolomeo; veinte mil de que se componía la falange, que conducía Nicarco y Teodoto el hemiolio; dos mil flecheros y honderos agrianos y persas; mil traces que mandaba Menedemo el alabandense; cinco mil medos, cisios, caddusios y carmanios, que obedecían a Aspasiano el modo; diez mil hombres de Arabia y otros países cercanos, a las órdenes de Zabdifilo; cinco mil griegos mercenarios bajo las órdenes de Hippoloco de Tesalia; mil quinientos cretenses bajo Euriloco; mil neocretas y quinientos flecheros de Lidia, mandados todos por Zeles de Gortinia; y mil cardaces gobernados por Lisímaco el gálata. La caballería consistía en seis mil caballos, mandados por Antípatro sobrino del rey, y los restantes por Temesión; de suerte que todas las fuerzas de Antíoco ascendían a sesenta y dos mil infantes, seis mil caballos y ciento dos elefantes.
    Ptolomeo se dirigió primero a Pelusio y sentó su campo en esta ciudad. Allí aguardó a los que venían detrás, y distribuidos víveres al ejército por la escasez y falta de agua que había en aquellos países, continuó su marcha a lo largo del monte Casio y lo que llaman los Abismos. Así que llegó a Gaza esperó el resto del ejército, y prosiguió adelante a lento paso. Al quinto día llegó a donde se había propuesto, y acampó a cincuenta estadios de distancia de Rafia, la primera ciudad de la Cæle-Siria que se encuentra saliendo de Egipto, después de Rinocorura. Al mismo tiempo Antíoco, habiendo pasado de parte allá de esta ciudad, fue de noche con su ejército a acamparse a diez estadios del enemigo: esta fue la primera distancia que hubo entre los dos campamentos. Pocos días después, con el fin de mudar a otro terreno más ventajoso, y al mismo tiempo infundir aliento a sus soldados, se atrincheró a la vista de Ptolomeo, a la distancia sólo de cinco estadios. Entonces ya fueron frecuentes las refriegas de los forrajeadores y de los que salían al agua, como también comunes las escaramuzas, ya de caballería, ya de infantería, que se produjeron entre los dos campos. Por este tiempo Teodoto emprendió una hazaña propia de un etolio, y por lo mismo de mucho valor. Bien enterado de la manera y método de vida de Ptolomeo, ya que había vivido mucho tiempo en su palacio, penetró al amanecer acompañado de otros dos en el real de los enemigos. Como era de noche, no se le conoció por el rostro; y como había diversidad de trajes en el campo, tampoco se hizo reparo en el vestido y demás compostura. Se dirigió resuelto a la tienda del rey, cuyo sitio tenía observado, con motivo de haber sido allí cerca las escaramuzas de los días anteriores. Efectivamente, después de haber pasado por todas las primeras guardias sin ser conocido, entra en la tienda donde acostumbraba el rey a cenar y dar audiencia, registra todos los rincones, no le halla por haber dado la casualidad de estar descansando en otra diferente, cose a puñaladas a dos que se hallaban durmiendo, mata a Andreas, su médico, y se retira a su campo sin más estorbo que el de haberse conmovido un poco la gente cuando ya iba a salir del real enemigo. Por el valor hubiera conseguido sin duda su propósito, pero le faltó la prudencia, por no haber examinado bien dónde acostumbraba a descansar Ptolomeo.
    Después de haber estado al frente los dos reyes cinco días, decidieron uno y otro que las armas resolviesen el asunto. Lo mismo fue empezar Ptolomeo a mover sus tropas del campamento, que al punto sacar Antíoco las suyas. Ambos formaron sus respectivas falanges y la flor de las tropas armadas a la macedónica, al frente unas de otras. En cuanto a las alas, Ptolomeo las ordenó de este modo: Polícrates con la caballería de su mando ocupaba la izquierda; entremedias de éste y la falange se hallaban los cretenses al lado de la misma caballería; seguíanse las guardias del rey; después los rodeleros al mando de Sócrates, y junto a éstos los africanos armados a la macedónica. En la derecha estaba Equecrates de Tesalia con la caballería de su mando, a la izquierda de ésta se hallaban formados los gálatas y los traces, después los mercenarios de Grecia conducidos por Foxidas, que tocaban con la falange egipcíaca. De los elefantes cuarenta estaban situados sobre el ala izquierda, donde Ptolomeo en persona había de pelear; y treinta y tres cubrían la derecha, delante de la caballería extranjera.
    Antíoco puso sesenta elefantes, que mandaba Filipo, su hermano de leche, al frente del ala derecha, en donde él había de pelear con Ptolomeo. Detrás de éstos situó dos mil caballos mandados por Antípatro, y otros dos mil que formó a manera de media luna. Contiguos a la caballería colocó de frente a los cretenses, después ordenó los extranjeros de Grecia, y entre éstos y los armados a la macedónica entremetió los cinco mil que mandaba Bittaco el macedonio. El ala izquierda la cubrió con dos mil caballos al mando de Temisón; a su lado estaban los flecheros cardaces y lidios; después tres mil infantes a la ligera conducidos por Menedemo; sucesivamente los cisios, medos y carmanios; e inmediato a éstos los árabes y sus vecinos que tocaban con la falange. Los restantes elefantes los situó sobre el ala izquierda, a las órdenes de, un joven llamado Myisco, paje del rey.


    CAPÍTULO XXII
    Acción de Rafia.- Victoria lograda por Ptolomeo.- Suspensión temporal de hostilidades entre éste y Antíoco.

    Puestos en orden de batalla de este modo los ejércitos (218 años antes de J. C.), ambos reyes acompañados de sus generales y amigos se presentaron al frente de sus líneas para exhortar a los soldados. El mayor empeño de uno y otro era alentar sus respectivas falanges, ya que en estas tropas fundaba cada uno sus mayores esperanzas. Andrómaco, Sosibio y Arsinoe, hermana del rey, como jefes, animaban también la falange de Ptolomeo; y Teodoto y Nicarco por su parte procedían del mismo modo con la de Antíoco. Las arengas de una y otra parte se redujeron a lo mismo. Pues como ninguno de estos príncipes tenía ejemplo peculiar ilustre o memorable que proponer a sus soldados porque ambos acababan de subir al trono, sólo se valieron de recordarles la gloria y hechos de sus mayores, para excitar en ellos el espíritu y ardimiento. Y así rogaron y exhortaron para que se portasen con valor y esfuerzo en la ocasión presente, y para esto ofrecieron principalmente premios en particular a todos los oficiales, y en general a todos los soldados que habían de pelear. A esto o cosa parecida se redujo lo que dijeron los reyes, ya por sí, ya por sus intérpretes.
    Después que Ptolomeo con su hermana estuvo de vuelta en el ala izquierda de toda su formación, y Antíoco acompañado de sus guardias en su derecha, se dio la señal de acometer, y los elefantes dieron principio a la acción. Algunos de los de Ptolomeo hicieron resistencia a los de Antíoco; sobre cuyas torres era de ver el vivo choque de los combatientes, disparando lanzas, e hiriéndose mutuamente tan de cerca. Pero aun admiraba más ver batirse y herirse de frente los mismos elefantes; porque el reñir de estos animales es de este modo: se enredan, se tiran dentelladas haciendo hincapié con todas fuerzas para no perder el terreno, hasta que el más poderoso aparta a un lado la trompa de su antagonista. Una vez está torcida, le coge por el flanco y le hiere a mordiscos, al modo que hacen los toros con las astas. La mayor parte de los elefantes de Ptolomeo temieron el combate. Esto es muy ordinario en los elefantes de África. A mi entender, consiste en que no pueden sufrir el olfato y bramido de los de la India, y asustados de su magnitud y fuerza, emprenden la huida antes que aquellos se acerquen, como efectivamente sucedió entonces. Porque alborotadas las bestias, desordenaron las líneas que tenían al frente, y oprimiendo a la guardia real de Ptolomeo la hicieron volver la espalda. Antíoco entonces pasó de parte allá de las bestias, y atacó la caballería que mandaba Polícrates. Al mismo tiempo los extranjeros griegos que se hallaban cerca de la falange, invadieron por entremedias de los elefantes los rodeleros de Ptolomeo, cuyas líneas habían ya confundido sus bestias. De este modo fue forzada y puesta en huida toda el ala izquierda de Ptolomeo.
    Equecrates, que mandaba la derecha, al principio estuvo esperando el éxito de esta contienda. Mas así que vio que el polvo iba a parar a los suyos, y que sus elefantes no se atrevían a acercarse a los contrarios, ordena a Foxidas, comandante de los griegos mercenarios que ataque a los que tenía al frente; él, mientras, hace desfilar por la punta del ala su caballería y la que estaba detrás de los elefantes, con cuya maniobra evita la impresión de las fieras; y cargando por la espalda y en flanco sobre la caballería enemiga, la derrota en un instante. Lo mismo hizo Foxidas y los que se hallaban a su lado. Dieron sobre los árabes y medos y los forzaron a tomar una fuga precipitada; de suerte que Antíoco venció en el ala derecha y quedó vencido en la izquierda.
    Ya no quedaban intactas más que las dos falanges, que desnudas de sus respectivas alas permanecían en medio del llano, fluctuando entre el temor y la esperanza. Mientras que Antíoco proseguía la victoria en el ala derecha, Ptolomeo, que se había refugiado en su falange, se presenta en medio, se deja ver de los dos ejércitos, con lo que aterra a los contrarios e infunde ardor y espíritu a los suyos. A su ejemplo Andrómaco y Sosibio ponen en ristre sus lanzas y se dirigen al enemigo. La flor de las tropas de Siria sostuvo el choque por algún tiempo, pero las que mandaba Nicarco cedieron y se retiraron. Entretanto Antíoco, como joven y poco experimentado, juzgando del resto de su ejército por la ventaja que él había conseguido en el ala derecha, seguía el alcance de los que huían; hasta que un anciano le advirtió, aunque tarde, que reparase en que el polvo de la falange enemiga iba a parar a su propio campo. Entonces conociendo el yerro, acudió rápidamente con sus guardias al campo de batalla; pero hallando a los suyos que habían emprendido la huida, se retiró él también a Rafia, con el consuelo de haber vencido por su parte, y en la inteligencia de que si le había desmentido lo demás de la acción había sido por la flojedad y timidez de los otros oficiales.
    Después que la falange decidió la batalla, y la caballería del ala derecha unida a los extranjeros mató gran número de enemigos en el alcance, Ptolomeo se retiró a pasar la noche al campamento que antes tenía. Al día siguiente, después de recogidos y enterrados sus muertos, y despojados los de los enemigos, levantó el real y avanzó hacia Rafia. El primer pensamiento de Antíoco después de la derrota fue reunir todos los cuerpos de tropas que venían huyendo y acampar fuera de la ciudad; pero como la mayor parte de las gentes se había metido dentro, se vio forzado también a retirarse. Salió después al amanecer con las reliquias de su ejército y se encaminó a Gaza, donde acampó; y obtenida licencia de Ptolomeo para el recobro de sus muertos, les hizo los últimos honores. Ascendían éstos por parte de Antíoco a poco menos de diez mil infantes, más de trescientos caballos, más de cuatro mil prisioneros, tres elefantes que quedaron sobre el campo, y dos que murieron después de sus heridas. De parte de Ptolomeo se redujo la pérdida a mil quinientos infantes, setecientos caballos, dieciséis elefantes muertos, y casi todos los demás tomados. Este fue el éxito de la batalla de Rafia, que se dio entre los dos reyes con objeto de la Cæle-Siria.
    Antíoco, después de sepultados los muertos, se retiró a su reino con el ejército. Ptolomeo tomó sin oposición a Rafia y otras ciudades, esmerándose a porfiar sus ayuntamientos sobre cuál volvería primero a su poder y pasaría más pronto a su dominio. Cosa muy ordinaria entre los hombres acomodarse al tiempo en semejantes revoluciones; pero sobre todo los pueblos de la Cæle-Siria son muy inclinados y dados a este género de obsequios. En esta ocasión no hay que extrañar usasen de esta política, pues les guiaba el afecto que profesaban de antemano a los reyes de Egipto; porque en todo tiempo estos pueblos han tenido cada vez más veneración por esta casa. Así fue que no omitieron especie de agasajo para captar la voluntad de Ptolomeo: coronas, sacrificios, altares y todo género de cultos se tributaron en su obsequio. Antíoco, así que llegó a la ciudad que lleva su nombre, envió sin dilación a Antípatro, su sobrino, y Teodoto Hemiolio por embajadores a Ptolomeo para tratar de paz y alianza. Temía la invasión del enemigo; desconfiaba de sus pueblos después de la derrota que acababa de sufrir, y recelaba que Aqueo no se aprovechase de la ocasión. Con nada de esto echaba cuentas Ptolomeo. Alegre con la extraordinaria victoria que había logrado, y sobre todo con la inesperada conquista de la Cæle-Siria no tan sólo no aborrecía el reposo, sino que lo amaba más de lo que convenía, arrastrado de la vida afeminada y voluptuosa que siempre había llevado. Y así no bien hubo llegado Antípatro, cuando hechas algunas amenazas y dadas unas leves quejas de los procederes de Antíoco, le concedió treguas por un año, y despachó a Sosibio para ratificar el tratado. Él permaneció tres meses en la Siria y Fenicia para restablecer la quietud de las ciudades; pasados los cuales, dejó a Andrómaco el aspendio por gobernador de estos países, y levantó el campo con su hermana y confidentes para Alejandría, causando admiración a sus vasallos que, atento su modo de vivir, hubiese puesto a la guerra fin tan dichoso. Concluido el tratado con Sosibio, Antíoco volvió a su primer propósito, y se previno para la guerra contra Aqueo. Tal era el estado de los negocios de Asia.´

    Monedas (tetradracmas) de Patraos [335-315], rey de Peonia












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