jueves, 10 de mayo de 2018

Textos de Geografía




http://www.diariosur.es/internacional/capitalismo-abre-paso-20180506003413-ntvo.html

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3.8. LOS EFECTOS DE LAS MIGRACIONES INTERNACIONALES
  
Multiculturalismo: Coexistencia de diferentes culturas en una sociedad o país.

 
3.9. LAS MIGRACIONES EN ESPAÑA Y EN ANDALUCÍA
VOCABULARIO
Eufemismo: Palabra o expresión que se usa para sustituir otra que se considera de mal gusto, inoportuna o malsonante.
África subsahariana/África “negra”
América Latina/Iberoamérica/Hispanoamérica


Sombras en el Valle: mis memorias de la segunda fiebre del oro


 

Hasta hace apenas tres años, prácticamente todos los artículos o reportajes audiovisuales en que aparecieran estas dos palabras, «Silicon Valley», contenían referencias positivas, si no entusiastas, a ese lugar de San Francisco, en la soleada y relajada California, donde jóvenes genios de la ingeniería informática se estaban haciendo millonarios y revolucionando la vida del planeta con sus inventos que hacían realidad las predicciones más audaces de un genio del siglo XX, Isaac Asimov. En 2018, cuando Mark Zuckerberg, 33 años entonces, tuvo que declarar bajo juramento ante el Congreso de los Estados Unidos por la venta o el robo de datos de millones de usuarios de Facebook, el conocido como escándalo de Cambridge Analytica, ya solo los usuarios muy despistados ignoraban que las nuevas tecnologías tienen una cara oscura que se manifiesta en el tráfico de información privada a gran escala y la capacidad de herir gravemente las instituciones democráticas.

La narrativa hollywoodiense no ha tardado en incorporar el aspecto siniestro de la manipulación de información masiva recopilada mediante software puntero a los argumentos de series y películas, como pudo verse en House of Cards, donde el análisis de datos recogidos en tiempo real permite prever y también manipular las tendencias de voto de la población. Anna Wiener (Nueva York, 1987) explica en Valle inquietante precisamente cómo Silicon Valley ha pasado de identificarse con el panorama eufórico de la nueva fiebre del oro californiana a considerarse el núcleo de un libertarismo que favoreció el auge de nuevos fascismos, incluido el gobierno de Donald Trump.

Las reseñas estadounidenses de la crónica de Wiener mencionan a Joan Didion como referente literario, una comparación buscada por la propia autora en el estilo literario de su crónica y en las acertadas reflexiones sobre las intersecciones entre el poder económico y la nueva influencia política desde el punto de vista de una joven inteligente, rodeada de personas excepcionalmente inteligentes, que se encuentra en un lugar imprevisto. Didion no es la única referencia que se le ocurrirá al lector de este libro muy recomendable, especialmente para la generación de Wiener y para toda persona interesada en el periodismo.

En la primera mitad, la primera comparación que surge es El diablo viste de Prada, donde el diablo es el sistema empresarial de las start-up financiadas con capital riesgo, un escenario exigente donde acecha el fantasma del fracaso en medio de empleados jovencísimos, blancos, machistas, genios de la programación, que manejan cantidades de dinero irreales. Como narradora, Wiener juega hábilmente la baza de ser empleada de base —atención al cliente, un empresariado que se enreda con los códigos y no puede por ello explotar los datos que el software de la empresa le proporciona a precios elevados— y de su formación en letras. La referencia a Didion es también de clase y raza blanca y judía: Wiener insiste en su situación privilegiada como licenciada universitaria sin deudas, gracias al ahorro de sus padres, miembro de una clase media-alta que lleva en los genes la búsqueda de la estabilidad económica y un nivel de prosperidad que no excluya el autoanálisis y la decencia, pero sin llegar a suicidarse profesionalmente por defender causas políticas.

Mediante la oposición entre el mundo analógico, representado por sus amigos y colegas de Nueva York, precarios empleados en un mundillo editorial y artístico cada vez más proletarizado, y el de la revolución empresarial, tecnológica y de estilo de vida impulsada por el fenómeno de Silicon Valley, Valle inquietante describe con mucha inteligencia, ráfagas de humor y capacidad de síntesis, las aristas y puntos negros de lo que en Estados Unidos se llama «meritocracia», el sexismo flagrante obviado en aras de la productividad, el sistema de trabajo agotador, el infantilismo que no excluye el acoso sexual y moral, las disparidades de sueldo y de beneficios entre trabajadores, dentro de empresas que se jactan de ofrecer no solo condiciones humanas sino las ventajas de un utopismo tecnológico.

En la segunda parte, Escala, desde el momento en que cambia de empresa, la crónica gana en interés al describir el crecimiento de grupos de haters que suponen una amenaza a la democracia en paralelo a las reflexiones que los nuevos multimillonarios publicaban en webs especializadas, textos que no se distinguían demasiado de posiciones antidemocráticas y que auguraban la obsolescencia del sistema de partidos. Desde el principio, habla del problema de la vivienda y del transporte en San Francisco en primera persona, de la acelerada gentrificación del área y de la desaparición de la identidad de San Francisco y el aumento de las personas sin hogar, pero es en la segunda parte donde se describen y comentan las «imaginativas» soluciones que planean estos genios que se ven también como urbanistas y planificadores sociales. Cuando Ada Colau presentó los contenedores industriales como alternativa «habitacional» para amortiguar las dificultades de acceso a una vivienda digna de los estratos de bajos recursos, no sabíamos que la idea nació en Silicon Valley. Pero cuando los gurús multimillonarios empiezan a hablar de la renta básica universal como panacea, quizá eran ellos quienes ignoraban que Lula da Silva introdujo esta medida una década atrás en las zonas míseras y así consiguió rebajar el índice de pobreza brasileño al activar el comercio de escala local.

Valle inquietante parece escrito teniendo a tiro de ratón a abogados y asesores para evitar una demanda de alguno de sus millonarios jefes y colegas, o enojar a los amigos, consultores y colegas de menor rango; eso explicaría el uso de rodeos para referirse a marcas, corporaciones y empresas tan conocidas como Facebook, Airbnb, Linux, Google o Firefox y las descripciones amables de las decenas de personas que asoman por sus páginas o las críticas en líneas vagas al sexismo y al estilo agresivo-libertario que suple la ausencia de convenios laborales. Por supuesto, el mea culpa de Weiner por su integración en el sistema y su salida por agotamiento es un mea culpa generacional, de clase y de raza, pues no conviene olvidar el contexto estadounidense entre 2013 y 2018. La repuesta a sus repetidos ¿es que no lo vimos venir? (el auge neofascista en el mundo y a Trump y las fake-news de las redes) o ¿de verdad no pudimos pararlo? (la obsolescencia de la política tradicional así como el control y la compraventa de datos) no es ni obvia ni cómoda y será el lector quien dé la suya.


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