miércoles, 24 de octubre de 2018

PISA 2023




Versión adaptada

El Informe PISA nos examina a todos

 

Manuel Burón, 16 de diciembre de 2023

 

La misma semana que se conocían los muy malos resultados para España del Informe PISA, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez presentaba su nuevo libro junto a Jorge Javier Vázquez. La coincidencia de ambos hechos permite una primera conclusión, tan ligera como probablemente cierta: tenemos el nivel educativo que nos merecemos. 

La idea de que los jóvenes de hoy son peores que los de ayer (o sea, que nosotros) podrá ser en principio tranquilizadora, pero solo será cierta a cambio de admitir que nosotros también hemos fallado. Las nuevas generaciones no son remesas que vinieran así de fábrica, sino que nacen en una sociedad de la que todos somos responsables. El fracaso de los alumnos es también el de los profesores, que para algo somos quienes les enseñamos. Algo parecido a lo que sucede con la política, pues en democracia —admitámoslo— nuestros representantes rara vez son peores que nosotros, sus electores.

Lo cual recuerda a ese confortable lugar común de nuestra historia: el pueblo español no se ha merecido los líderes que ha tenido. Por cierto, que dicho razonamiento ya lo encontramos en Francia con Jules Michelet, el gran historiador de la Revolución y uno de los primeros populistas. Y si Francia no tuvo buenos políticos a fines del siglo XVIII y principios del XIX, ¿quién los tuvo? […]

El caso es que sí nos merecemos los políticos que tenemos, más que nada porque los hemos votado […]. Y lo mismo sucede con nuestros alumnos. Cada vez que se oye la queja de que los jóvenes ya no leen, uno se pregunta, ¿y cuánto leen los adultos? Si su nivel educativo ha disminuido, ¿no será un reflejo de la sociedad en general? Tienen adicción al teléfono móvil, ¿acaso no la tenemos todos? Dicho de otra manera, el informe PISA, por muy imperfecto que sea, no examina solamente a los jóvenes, sino a las instituciones españolas, a todos nosotros. 

Al fin y al cabo, el mal profesor es un poco como el mal político, dando a todo el mundo la razón por igual, capaz de sacrificar los medios (el aprendizaje) para el pronto logro de los fines (el aprobado), reduciendo los contenidos, atajando en los procedimientos, para conseguir el estéril botín de todo demagogo: la unánime y momentánea aprobación. 

Pero también el mal alumno es un poco como el mal ciudadano, pues este suele oponerse a todo cambio, por muy necesario que sea, que implique algún sacrificio propio, evita a aquel que nos exige y nos pone a prueba, aunque lo haga en nuestro propio beneficio, prefiriendo al que proporciona la falsa y fácil recompensa del aprobado general. 

La educación se degrada, sí, y ya no sólo por la falta de financiación (¡ojalá!), sino por algo más grave y acaso irrecuperable, por la crisis institucional y política. ¿Cómo no iba a erosionarse la educación, si todas las demás instituciones hace tiempo que siguen ese mismo camino? Al igual que la justicia, que la sanidad, que la política territorial, que la cultura parlamentaria, y que tantos otros aspectos de la vida pública, la educación se ha ido convirtiendo en una mercancía política más. Y acaso de una manera más grave y melancólica por el poco peso electoral que siempre le hemos otorgado los votantes

Repasen los temarios y los libros de texto de ahora y de hace unos años. O […] comparen los resultados del informe PISA con las calificaciones de Bachillerato y EBAU, cada día más altas a pesar (o precisamente por) tener menos contenidos. Este año toca un escalón más: la asignatura de Historia dejará de ser obligatoria en la prueba de acceso a la universidad (esto también son recortes). […] Por supuesto, esta deriva no es cosa de un día, ni exclusivamente española. Harold Bloom escribió su Canon occidental en buena parte contra ella, advirtiendo ya entonces que en la universidad «todos los criterios estéticos y casi todos los intelectuales han sido abandonados en nombre de la armonía social y el remedio a la injusticia histórica».

Aun con todo, nuestras autoridades, lejos de sentirse aludidas con los resultados del famoso informe, recurrieron a todo tipo de excusas, como la pandemia, el empeoramiento de los datos en otros países del entorno, o el más intolerable de todos: ha sido culpa de los inmigrantesQue el argumento de gobiernos como el catalán para justificar los malos resultados educativos sea la mayor presencia de inmigrantes entre el alumnado, lo que en realidad nos indica es el nivel educativo… del propio gobierno. Y ya me dirán qué diferencia este razonamiento de las tesis de Vox sobre la delincuencia o la violencia de género. 

La educación no debe intentar simplemente igualar a todos —lo cual sería imposible y seguramente indeseable— sino otorgar oportunidades por igual, sin atender precisamente a la procedencia, la extracción social o la filiación cultural o religiosa. Es más, la educación, elevándose por encima de todo ello, debería ayudar a diluir tales diferencias, dando la posibilidad a los alumnos de escapar de la fatalidad de su origen. No es que los inmigrantes rebajen el nivel de la educación, sino que la educación ha fallado en formarles. 

Merece repetirse otra vez: si la educación no es una herramienta de transformación, un mecanismo de equidad social basado en el mérito y el esfuerzo no es educación. En el muy probable caso de que tus padres, en vez de leer, sintonizaran en la televisión todas las tardes Sálvame (¿para cuándo un informe PISA para adultos?) el colegio o el instituto es tu penúltima oportunidad para poder abandonar el cómodo «calor del establo», por decirlo en palabras de Nietzsche. 

Por cierto, que la tesis de Michelet tenía trampa. Si el pueblo siempre tiene la razón, aquellos que no la tengan —o que la pierdan— dejarán de ser considerados parte del pueblo. Así de importante es la educación, la más fundamental y menos atendida de nuestras instituciones.

PISA desnuda el sistema educativo español: las peores regiones sacan mejor nota en la EBAU

 

Marcos Ondarra, 6 de diciembre de 2023

El último informe de PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) ha sacado los colores al sistema educativo español, ya que sus alumnos han obtenido los peores resultados de su historia. Sin embargo, se da una paradoja en la que pocos han incurrido: las regiones que peor paradas salen son las que lideran los sobresalientes en Bachillerato y EBAU. CanariasExtremaduraMurcia y Andalucía, cuatro autonomías que ocupan la mitad baja de la tabla en el estudio de la OCDE, fueron las que mejores calificaciones de Bachillerato obtuvieron en 2022, todas con una media de 8 o superior.

Castilla y LeónMadrid o La Rioja, comunidades que, sin embargo, se salvan de la quema en el último informe de PISA, obtuvieron una calificación media en la EBAU de 7,77,7 y 7,5, respectivamente. Una evidencia, a juicio del filósofo y pedagogo Gregorio Luri de que «la selectividad en España es una prueba engañosa, falsa y que discrimina a los mejores». En concreto, a quienes «apuestan por la exigencia».

El pasado año alcanzaron un sobresaliente en Bachillerato un 28,2% de estudiantes de Murcia, un 28,1% de canarios, un 25,4% de andaluces y un 25,4% de extremeños. Por otro lado, en Castilla y León uno de cada cinco alumnos consiguió la máxima calificación (19,6%), en Madrid fueron un 20,4% y un 18,7% en Navarra. Y eso que estas tres comunidades son las que tienen mejores resultados en PISA en comprensión lectora a los 15 años, solo tres antes del acceso a la Universidad.

 

¿Una EBAU única?

«En España hemos dejado de tener un sistema educativo», expone Luri, que abunda: «Entre la realidad de Castilla y León, Cantabria, La Rioja y Navarra, a pesar de que sufre una caída relativa, y el resto es enorme; hay años académicos de diferencia». El profesor llama la atención sobre la «heterogeneidad de nuestros resultados», y advierte: «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey».

En este sentido, el filósofo Miguel Ángel Quintana Pazque hace dos años renunció a dar clases en la Universidad por haberse llenado de «burócratas» y de alumnos que «cada vez llegan con menor nivel»sostiene que el modelo idóneo sería «una selectividad unificada, pues la actual es dañina para las regiones donde más se exige y mejor educación hay». Esto es, a su juicio, «un efecto perverso».

[…]

 

EBAU vs PISA

La Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad alcanzó récord de aprobados el pasado año 2022 con un 96,06% de estudiantes que superaron la prueba sobre un total de 304.516 presentados, pero el porcentaje de aprobados varió hasta en 7,7 puntos porcentuales entre las comunidades autónomas, de manera que se mantuvieron las diferencias existentes entre las regiones.

Se da la paradoja, en definitiva, de que España registra cada un mayor número de aprobados, así como una mejora significativa en la nota media, en Bachillerato y Selectividad, pero, sin embargo, lleva desde 2015 cayendo en picado en el informe PISA, que refleja, además, cómo los alumnos han tocado fondo en Matemáticas y Ciencias, obteniendo los peores resultados académicos de su historia.

 

¿A qué se debe la caída?

El desplome es general en casi toda Europa, y se atribuye en parte a los efectos del cierre de colegios durante la pandemia del coronavirus, pero la OCDE apunta a más factores, como el abuso de los teléfonos móviles y de las pantallas en las escuelas o el descenso en la implicación de los padres en el progreso académico de sus hijos. Los expertos también señalan a una pérdida de la excelencia y a una relajación de la exigencia en el sistema educativo.

Los países asiáticos, sin embargo, han registrado una mejora significativa de su sistema educativo. «He leído comentarios jocosos sobre los países orientales», lamenta Gregorio Luri, ya que le recuerdan «a los perezosos de clase que hacen bromas a los empollones». El filósofo y pedagogo considera «los resultados de esos países hay que tomárselos muy en serio, no vaya a ser que dentro de unos años estemos llamando a sus puertas para pedir trabajo».

 Versión original

El Informe PISA nos examina a todos

 

Manuel Burón, 16 de diciembre de 2023

 

La misma semana que se conocían los muy malos resultados para España del Informe PISA, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez presentaba su nuevo libro junto a Jorge Javier Vázquez. La coincidencia de ambos hechos permite una primera conclusión, tan ligera como probablemente cierta: tenemos el nivel educativo que nos merecemos. 

La idea de que los jóvenes de hoy son peores que los de ayer (o sea, que nosotros) podrá ser en principio tranquilizadora, pero solo será cierta a cambio de admitir que nosotros también hemos fallado. Las nuevas generaciones no son remesas que vinieran así de fábrica, sino que nacen en una sociedad de la que todos somos responsables. El fracaso de los alumnos es también el de los profesores, que para algo somos quienes les enseñamos. Algo parecido a lo que sucede con la política, pues en democracia —admitámoslo— nuestros representantes rara vez son peores que nosotros, sus electores.

Lo cual recuerda a ese confortable lugar común de nuestra historia: el pueblo español no se ha merecido los líderes que ha tenido. Por cierto, que dicho razonamiento ya lo encontramos en Francia con Jules Michelet, el gran historiador de la Revolución y uno de los primeros populistas. Y si Francia no tuvo buenos políticos a fines del siglo XVIII y principios del XIX, ¿quién los tuvo? ¿Se imaginan a Cuca Gamarra departiendo con Mirabeau? ¿A Bolaños con Danton?

El caso es que sí nos merecemos los políticos que tenemos, más que nada porque los hemos votado (menos a Sánchez, a ese no nos lo merecemos ni aun habiéndole votado). Y lo mismo sucede con nuestros alumnos. Cada vez que se oye la queja de que los jóvenes ya no leen, uno se pregunta, ¿y cuánto leen los adultos? Si su nivel educativo ha disminuido, ¿no será un reflejo de la sociedad en general? Tienen adicción al teléfono móvil, ¿acaso no la tenemos todos? Dicho de otra manera, el informe PISA, por muy imperfecto que sea, no examina solamente a los jóvenes, sino a las instituciones españolas, a todos nosotros. 

Al fin y al cabo, el mal profesor es un poco como el mal político, dando a todo el mundo la razón por igual, capaz de sacrificar los medios (el aprendizaje) para el pronto logro de los fines (el aprobado), reduciendo los contenidos, atajando en los procedimientos, para conseguir el estéril botín de todo demagogo: la unánime y momentánea aprobación. 

Pero también el mal alumno es un poco como el mal ciudadano, pues este suele oponerse a todo cambio, por muy necesario que sea, que implique algún sacrificio propio, evita a aquel que nos exige y nos pone a prueba, aunque lo haga en nuestro propio beneficio, prefiriendo al que proporciona la falsa y fácil recompensa del aprobado general. 

La educación se degrada, sí, y ya no sólo por la falta de financiación (¡ojalá!), sino por algo más grave y acaso irrecuperable, por la crisis institucional y política. ¿Cómo no iba a erosionarse la educación, si todas las demás instituciones hace tiempo que siguen ese mismo camino? Al igual que la justicia, que la sanidad, que la política territorial, que la cultura parlamentaria, y que tantos otros aspectos de la vida pública, la educación se ha ido convirtiendo en una mercancía política más. Y acaso de una manera más grave y melancólica por el poco peso electoral que siempre le hemos otorgado los votantes

Repasen los temarios y los libros de texto de ahora y de hace unos años. O, como hacía Marcos Ondarra en THE OBJECTIVE hace poco, comparen los resultados del informe PISA con las calificaciones de Bachillerato y EBAU, cada día más altas a pesar (o precisamente por) tener menos contenidos. Este año toca un escalón más: la asignatura de Historia dejará de ser obligatoria en la prueba de acceso a la universidad (esto también son recortes). Mientras, la asignatura de Memoria Democrática aguarda en el cajón desde la pasada legislatura, esperando a formar parte —ella sí— del currículo formativo. Por supuesto, esta deriva no es cosa de un día, ni exclusivamente española. Harold Bloom escribió su Canon occidental en buena parte contra ella, advirtiendo ya entonces que en la universidad «todos los criterios estéticos y casi todos los intelectuales han sido abandonados en nombre de la armonía social y el remedio a la injusticia histórica».

Aun con todo, nuestras autoridades, lejos de sentirse aludidas con los resultados del famoso informe, recurrieron a todo tipo de excusas, como la pandemia, el empeoramiento de los datos en otros países del entorno, o el más intolerable de todos: ha sido culpa de los inmigrantesQue el argumento de gobiernos como el catalán para justificar los malos resultados educativos sea la mayor presencia de inmigrantes entre el alumnado, lo que en realidad nos indica es el nivel educativo… del propio gobierno. Y ya me dirán qué diferencia este razonamiento de las tesis de Vox sobre la delincuencia o la violencia de género. 

La educación no debe intentar simplemente igualar a todos —lo cual sería imposible y seguramente indeseable— sino otorgar oportunidades por igual, sin atender precisamente a la procedencia, la extracción social o la filiación cultural o religiosa. Es más, la educación, elevándose por encima de todo ello, debería ayudar a diluir tales diferencias, dando la posibilidad a los alumnos de escapar de la fatalidad de su origen. No es que los inmigrantes rebajen el nivel de la educación, sino que la educación ha fallado en formarles. 

Merece repetirse otra vez: si la educación no es una herramienta de transformación, un mecanismo de equidad social basado en el mérito y el esfuerzo no es educación. En el muy probable caso de que tus padres, en vez de leer sintonizaran en la televisión todas las tardes Sálvame (¿para cuándo un informe PISA para adultos?) el colegio o el instituto es tu penúltima oportunidad para poder abandonar el cómodo «calor del establo», por decirlo en palabras de Nietzsche. 

Por cierto, que la tesis de Michelet tenía trampa. Si el pueblo siempre tiene la razón, aquellos que no la tengan —o que la pierdan— dejarán de ser considerados parte del pueblo. Así de importante es la educación, la más fundamental y menos atendida de nuestras instituciones.

PISA desnuda el sistema educativo español: las peores regiones sacan mejor nota en la EBAU

 

Marcos Ondarra, 6 de diciembre de 2023

El último informe de PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) ha sacado los colores al sistema educativo español, ya que sus alumnos han obtenido los peores resultados de su historia. Sin embargo, se da una paradoja en la que pocos han incurrido: las regiones que peor paradas salen son las que lideran los sobresalientes en Bachillerato y EBAU. CanariasExtremaduraMurcia y Andalucía, cuatro autonomías que ocupan la mitad baja de la tabla en el estudio de la OCDE, fueron las que mejores calificaciones de Bachillerato obtuvieron en 2022, todas con una media de 8 o superior.

Castilla y LeónMadrid o La Rioja, comunidades que, sin embargo, se salvan de la quema en el último informe de PISA, obtuvieron una calificación media en la EBAU de 7,77,7 y 7,5, respectivamente. Una evidencia, a juicio del filósofo y pedagogo Gregorio Luri de que «la selectividad en España es una prueba engañosa, falsa y que discrimina a los mejores». En concreto, a quienes «apuestan por la exigencia».

El pasado año alcanzaron un sobresaliente en Bachillerato un 28,2% de estudiantes de Murcia, un 28,1% de canarios, un 25,4% de andaluces y un 25,4% de extremeños. Por otro lado, en Castilla y León uno de cada cinco alumnos consiguió la máxima calificación (19,6%), en Madrid fueron un 20,4% y un 18,7% en Navarra. Y eso que estas tres comunidades son las que tienen mejores resultados en PISA en comprensión lectora a los 15 años, solo tres antes del acceso a la Universidad.

 

¿Una EBAU única?

«En España hemos dejado de tener un sistema educativo», expone Luri, que abunda: «Entre la realidad de Castilla y León, Cantabria, La Rioja y Navarra, a pesar de que sufre una caída relativa, y el resto es enorme; hay años académicos de diferencia». El profesor llama la atención sobre la «heterogeneidad de nuestros resultados», y advierte: «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey».

En este sentido, el filósofo Miguel Ángel Quintana Pazque hace dos años renunció a dar clases en la Universidad por haberse llenado de «burócratas» y de alumnos que «cada vez llegan con menor nivel»sostiene que el modelo idóneo sería «una selectividad unificada, pues la actual es dañina para las regiones donde más se exige y mejor educación hay». Esto es, a su juicio, «un efecto perverso».

Quintana Paz destaca, asimismo, el «efecto de dar las clases en una lengua que no es la de los estudiantes»: que los alumnos de las comunidades de Cataluña y País Vasco son los que más han bajado en sus competencias en lectura -38 y 31 puntos, respectivamente-, respecto a informes anteriores. Aunque estas dos regiones sí que evidencian estos datos en sus resultados en Bachillerato: sólo el 13,3% y el 18% de sus alumnos sacaron sobresaliente en esta etapa educativa en 2022.

 

EBAU vs PISA

La Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad alcanzó récord de aprobados el pasado año 2022 con un 96,06% de estudiantes que superaron la prueba sobre un total de 304.516 presentados, pero el porcentaje de aprobados varió hasta en 7,7 puntos porcentuales entre las comunidades autónomas, de manera que se mantuvieron las diferencias existentes entre las regiones.

Se da la paradoja, en definitiva, de que España registra cada un mayor número de aprobados, así como una mejora significativa en la nota media, en Bachillerato y Selectividad, pero, sin embargo, lleva desde 2015 cayendo en picado en el informe PISA, que refleja, además, cómo los alumnos han tocado fondo en Matemáticas y Ciencias, obteniendo los peores resultados académicos de su historia.

 

¿A qué se debe la caída?

El desplome es general en casi toda Europa, y se atribuye en parte a los efectos del cierre de colegios durante la pandemia del coronavirus, pero la OCDE apunta a más factores, como el abuso de los teléfonos móviles y de las pantallas en las escuelas o el descenso en la implicación de los padres en el progreso académico de sus hijos. Los expertos también señalan a una pérdida de la excelencia y a una relajación de la exigencia en el sistema educativo.

Los países asiáticos, sin embargo, han registrado una mejora significativa de su sistema educativo. «He leído comentarios jocosos sobre los países orientales», lamenta Gregorio Luri, ya que le recuerdan «a los perezosos de clase que hacen bromas a los empollones». El filósofo y pedagogo considera «los resultados de esos países hay que tomárselos muy en serio, no vaya a ser que dentro de unos años estemos llamando a sus puertas para pedir trabajo».












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