miércoles, 2 de octubre de 2019

Bloque 1 El Antiguo Régimen 2 de octubre de 2019


El sistema político, social y económico que existía en Europa durante el siglo XVIII es llamado Antiguo Régimen. Sus características eran la monarquía absoluta, la sociedad estamental y una economía de subsistencia.

Durante el siglo XVIII se produjeron cambios en Europa que alteraron el funcionamiento del Antiguo Régimen:

·      Creció la importancia del comercio en la economía y el grupo social que lo realizaba, la burguesía, aumentó asimismo su riqueza, lo que hizo crecer su importancia en la sociedad.

·      De la burguesía, y parte de la nobleza y el clero, surgió un movimiento cultural llamado Ilustración, que criticaba el funcionamiento del Antiguo Régimen.

En el siglo XVIII se instaló en España la dinastía de los Borbones, emparentada con los reyes de Francia. Los Borbones instalaron en España el mismo modelo de monarquía absoluta que funcionaba en Francia.

Durante el reinado de Carlos III [1759-1788] España vivió un intento de reformas económicas y sociales inspiradas en las ideas de la Ilustración.


II.      LA DEMOGRAFÍA EN EL SIGLO XVIII

Siendo la Historia las acciones de las personas es importante saber cuánta gente vivía en cada momento; eso es lo que estudia la demografía. La cantidad de personas se explica por la economía y sociedad en que viven.

Para el siglo XVIII no disponemos de datos exactos de la población europea, pues la estadística como ciencia aún no existía y quedan pocos registros de población debido a la pobreza de los estados. Sin embargo con los datos que tenemos se calcula que durante el siglo XVIII la población europea creció de 95 a 146 millones de habitantes[1]. Este aumento de la población, mayor que en siglos anteriores, se explica sobre todo por la escasa presencia de epidemias en esa centuria. Otros factores que hicieron descender la mortalidad fue el cambio del modelo de guerra (ejércitos más profesionalizados[2], conflictos más localizados…) que se hizo menos destructiva y a la introducción de las plantas americanas (maíz y patata) que mejoraron la dieta de los europeos.

De todas formas los europeos solo representaban el 15% de la población mundial, frente al Imperio chino y la India del Gran Mogol, que juntos representaban la mitad de la población mundial. Por el contrario África fue un continente que perdió numerosa población durante el siglo XVIII debido a la trata de esclavos hacia las colonias europeas de América.



III.   LA ECONOMÍA DEL SIGLO XVIII


A.      UNA AGRICULTURA SEÑORIAL

La actividad económica más importante del siglo XVIII en Europa fue la agricultura. A ella se dedicaba más del 80% de la población y era la principal fuente de riqueza.

La agricultura europea del siglo XVIII era una agricultura de subsistencia, centrada en la producción de cereales para el consumo de los propios campesinos en forma de pan. La alta tasa de actividad agraria se debía a la baja productividad, es decir, las familias campesinas apenas producían lo justo para mantenerse, y es la escasez de excedentes lo que explica el escaso número de personas dedicadas a la industria y el comercio.

La producción agraria seguía dos modelos:

·      Los openfields: eran campos abiertos que se dedicaban al cultivo de cereales; solían ser de gran extensión y el trabajo en muchas ocasiones era colectivo (comunidad rural).

·      Los bocages: eran propios de la Europa noroccidental (Inglaterra, Países Bajos...); eran extensiones de tierra más reducidas, dedicadas al cultivo de frutas y verduras, y solían ser
de propiedad individual.


Aunque en Europa predominaba la rotación trienal todavía se practicaba el barbecho bianual en algunos lugares y solo en Inglaterra empezaba a experimentarse con un nuevo modelo más productivo.

La falta de maquinaria y los sistemas de cultivo tradicionales explican la baja productividad pero no son su única explicación. La forma de posesión de la tierra dificultaba enormemente la introducción de posibles mejoras.

La mayor parte del territorio europeo estaba dividido en señoríos, cada uno con su señor feudal laico (condes, duques, marqueses...) o religioso (obispos, abades...). Los señores cedían la tierra
a las familias campesinas para que la trabajaran mediante contratos de arrendamiento. De modo que existían diferentes personas con distintos derechos sobre la tierra. Los campesinos carecían de capital para invertir y los señores se adaptaban a las rentas recibidas debido a su ideal de vida
(consumo ostentoso y desprecio del trabajo). Los burgueses, el único grupo social con riqueza para
invertir, se encontraban con el problema de la vinculación. Una parte muy importante de las tierras
estaban vinculadas a familias nobles o instituciones religiosas; las tierras vinculadas no podían hipotecarse ni ser objeto de compraventa. Las tierras vinculadas de la nobleza se llamabanmayorazgos y las de la Iglesia tierras de manos muertas.

Los escasos rendimientos de la agricultura, teniendo en cuenta que casi toda la tierra y la gente se dedicaban a ella, explican que en los años de malas cosechas se produjeran crisis de subsistencia. Las crisis de subsistencia consistían en cosechas tan escasas que no permitían a los campesinos pagar sus impuestos ni mantenerse a sí mismos. Las crisis de subsistencia agrícolas suponían hambre para los agricultores pero también para los trabajadores urbanos que dependían de la producción agraria, y un descenso generalizado de la actividad económica, pues el consumo y el comercio se reducían.

La mayor parte de las tierras de cultivo europeas en el siglo XVIII estaban en manos de la nobleza y del clero. Los campesinos que habitaban y trabajaban esas tierras debían pagar a los señores feudales (nobles o clérigos) a cambio de poder cultivarlas.

Los labradores europeos del siglo XVIII eran la base del sistema fiscal[3]. La nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos[4], así que en la mayoría de los Estados los ingresos directos dependían de los agricultores que debían pagar tres tipos de impuestos:

·      Los impuestos reales (o del rey).

·      El diezmo. Este impuesto lo recaudaba la Iglesia y suponía una décima parte de las cosechas de los campesinos de cada parroquia. Con el diezmo se mantenían a los sacerdotes, los edificios religiosos y a la parte más pobre de la sociedad (huérfanos, viudas, ancianos y pobres).

·      Los impuestos señoriales, que eran cobrados por los señores feudales (nobles y clérigos) a los campesinos que vivían en sus tierras.


Durante el siglo XVIII los impuestos que debían pagar los campesinos europeos crecieron de forma constante aumentando la presión fiscal. Así que cuando se producía una crisis de subsistencialos labriegos desesperados solían rebelarse contra el gobierno. Esas revueltas populares habitualmente eran aplastadas de forma violenta por el ejército del rey.





B.       LA EXPANSIÓN ECONÓMICA EN EL SIGLO XVIII

El aumento de la población europea durante el siglo XVIII provocó un crecimiento económico pues supuso un aumento de la mano de obra disponible y un aumento del consumo. Un consumo no solo de alimentos sino también de productos manufacturados.

El crecimiento del consumo impulsó tanto el comercio interior dentro de los países europeos como el comercio internacional, sobre todo el comercio transatlántico entre Europa y América.

El comercio interior se abastecía de la producción de los gremios de las ciudades y también de las manufacturas, grandes empresas que no estaban sometidas a las reglas de los gremios. En las manufacturas un empresario agrupaba a numerosos trabajadores en un edificio para realizar un mismo trabajo, con las técnicas de trabajo tradicionales.

MANUFACTURAS Y DOMESCTIS SYUSTMEN

C.      LOS INGRESOS DEL ESTADO

Los estados europeos en el siglo XVIII recaudaban impuestos de su población con dos fines principales:

·      Pagar los costes del ejército.

·      Mantener al monarca y a la corte que lo rodeaba (familiares, funcionarios, criados…), que podía estar formada por miles de personas.


Los gobiernos de los reyes no se preocupaban del bienestar de sus súbditos y eran las iglesias (católica, ortodoxa, anglicana…) las que se ocupaban de los pobres, las viudas, los huérfanos, los ancianos…

Los impuestos reales o estatales eran de dos tipos (directos e indirectos):


1.    Impuestos directos

Se recaudaban principalmente entre los campesinos según el valor de sus tierras.

La nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos.


2.    Impuestos indirectos:

Los más importantes eran los que pagaban los mercaderes al transportar sus mercancías por un puerto o ciudad (aranceles). Los comerciantes que tenían negocios en ultramar (África, América, Asia), al ser los que obtenían mayores beneficios también eran los que pagaban aranceles más altos.

Los gobiernos del siglo XVIII habían establecido estancos sobre varios productos como el tabaco o la sal. Un estanco era un producto que solo era vendido por el estado; el estado tenía el monopolio de la venta y establecía el precio que quería. Los castigos contra los contrabandistas (los que rompían los monopolios del rey) eran terribles (ahorcamiento, destripamiento…).


Casi todos los monarcas del siglo XVIII pasaron dificultades económicas porque los ingresos solían ser inferiores a los gastos, que se disparaban cada vez que estallaba una guerra. Para hacer frente a esta situación casi todos los reyes europeos recurrían a préstamos de los burgueses banqueros.


D.  LAS TEORÍAS ECONÓMICAS DURANTE EL SIGLO XVIII

Durante el siglo XVIII hubo tres teorías económicas en Europa: el mercantilismo, la fisiocracia y el liberalismo.


El mercantilismo: Según esta teoría la riqueza de un país dependía de la cantidad de oro y plata que tuviera. Para conseguir acumular más oro y plata los monarcas intentaban que sus reinos vendieran productos a los otros reinos. Para conseguirlo se daban privilegios a compañías de comercio (Compañía Inglesa de las Indias Orientales) y se crearon Manufacturas Reales que fabricaban productos de lujo.


La fisiocracia: Según esta teoría, defendida por ilustrados franceses (Quesnay), la riqueza de un país dependía de la producción agrícola, que era algo más seguro que el comercio. Para mejorar la agricultura y la ganadería los fisiócratas proponían usar nuevas técnicas agrícolas y, sobre todo, la libertad de comprar y vender la tierra.


El liberalismo económico: Según esta teoría, defendida sobre todo por los ilustrados británicos (Adam Smith), la riqueza de un país crecería si existiera plena libertad de mercado o libertad de comercio, es decir eliminando los monopolios de los estancos reales y de las compañías privilegiadas, los precios fijados por los gremios y cualquier intervención del gobierno en la economía.


IV.   LA SOCIEDAD ESTAMENTAL

La sociedad del Antiguo Régimen era estamental porque estaba dividida en tres grupos sociales llamados estamentos. Estos grupos sociales estaban cerrados al paso de uno a otro; quien nacía en un estamento era difícil que se incorporara a otro estamento. El nacimiento en tal o cual familia definía el estamento al que se pertenecería de por vida.


A.      LOS PRIVILEGIADOS (menos del 5% de la población)

La nobleza y el clero eran los estamentos privilegiados:

-            La nobleza era el grupo social más importante. Los nobles tenían reservados los mejores puestos en el ejército (oficiales) y en la administración de cada reino. Dentro de cada reino la nobleza poseía la mayor parte de las tierras. Además no pagaban impuestos y las leyes que se les aplicaban eran especiales para ellos (privilegios)[5].


La nobleza de los distintos países europeos no formaba grupos compactos. Se podía distinguir:

·      La alta nobleza o aristocracia, formada por los nobles más ricos, poseían la mayor parte de las tierras, vivían en la corte junto al rey y tenían buenos puestos en la administración del reino (ministros).

·      La baja nobleza vivía en general en el campo. Eran dueños de pocas tierras y, a veces, para vivir, trabajaban para el ejército como oficiales o para la administración real como funcionarios (escribanos).


-            El clero estaba formado por todos los miembros religiosos de la Iglesia.

Dentro de la doctrina de la monarquía absoluta el poder del rey provenía de Dios por ello todos los monarcas absolutos europeos apoyaban plenamente a la iglesia mayoritaria de cada reino. De manera que no existía separación entre Iglesia y Estado, y no había tolerancia religiosa; las minorías religiosas eran obligadas a convertirse a la fe mayoritaria, a emigrar o debían pagar impuestos especiales y estar sometidos a toda clase de restricciones.

La Iglesia y sus miembros estaban exentos de pagar impuestos igual que la nobleza. Asimismo disfrutaban de leyes especiales (privilegios) que solo se les aplicaban a ellos.

Dentro del clero se distinguía el clero regular, que vivía en monasterios y conventos aislado del resto del mundo (abades, abadesas, monjes, monjas, frailes…), y el clero secular que vivía en contacto con el resto de la población (sacerdotes, obispos…)

Los ingresos de la Iglesia procedían generalmente de sus propiedades agrícolas, en las cuales los clérigos actuaban como señores feudales.

Otra fuente de importante de ingresos de la Iglesia era el diezmo: un impuesto obligatorio para todos los campesinos equivalente a un décimo de cada cosecha.


Aunque el clero formaba un único estamento había dos grupos de clérigos:

·      El alto clero, procedente en general de la nobleza que ocupaba puestos de obispos, abades, cardenales…

·      El bajo clero eran hijos de campesinos o burgueses y estaba formado por los sacerdotes parroquiales, frailes, monjas, etc.



B.       LOS NO PRIVILEGIADOS (más del 95% de la población)

Los no privilegiados formaban el Estado Llano o Tercer Estado. Eran la mayoría de la población (entre un 90 y un 95% del total). El Tercer Estado estaba formado por tres grupos:

·      Los campesinos. Eran el grupo más numeroso de la población en todos los países europeos (más del 75% de la población). Los campesinos europeos tenían en común que la mayoría de ellos cultivaban tierras de la nobleza o del clero y debían pagar por ello impuestos al señor feudal por el derecho a trabajar la tierra. Sin embargo los agricultores podían clasificarse en cuatro grupos distintos:

-  Los siervos: eran campesinos que no tenían derecho a abandonar las tierras que trabajaban para un señor feudal. La mayoría estaban en Europa Oriental (Rusia, Polonia…). Cuando la tierra se cambiaba de manos los campesinos debían trabajar para el nuevo propietario.

-  Los campesinos propietarios: dueños de los campos que cultivaban, eran una minoría en todas partes.

-  Los arrendatarios: labriegos que trabajaban las tierras de otros pagando por ello una renta en metálico o en especie.

-  Los jornaleros: eran los campesinos sin tierra que solo encontraban trabajo para las faenas de temporada (siembra, cosecha…). Muchas veces emigraban estacionalmente para encontrar trabajo y eran la parte más pobre de la población rural. Eran especialmente numerosos en la Europa meridional.


·      Los trabajadores urbanos: artesanos de los gremios, tenderos, criados (que eran muy numerosos), empleados de las manufacturas…


·      La burguesía urbana estaba formada por banqueros, grandes comerciantes, dueños de talleres o manufacturas… Estos miembros del Tercer Estado deseaban que su poder económico fuera reconocido por la sociedad estamental. Aunque eran ricos en dinero tenían menos derechos que cualquier noble empobrecido y no podían acceder a los puestos más importantes de la sociedad.



Las relaciones internacionales en el siglo XVIII. El equilibrio de poder



El siglo XVIII comenzó con la Guerra de Sucesión Española, conflicto que finalizó con los tratados de Utrecht y de Rastatt (1713-1714), que tuvieron varias consecuencias en el plano internacional.

Francia perdió su supremacía en Europa y la Monarquía Hispánica tuvo que ceder los Países Bajos españoles, también llamados Flandes, además de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, a la dinastía de los Austrias y a la Casa de Saboya. Los tratados de paz establecieron el sistema de equilibrio continental, cuyo objetivo principal fue evitar que ningún país alcanzara en Europa la hegemonía sobre los demás. El temor a que los estados más fuertes atacaran a los más débiles llevo a la formación de coaliciones defensivas.

A pesar de este equilibrio de poder en el continente, el siglo XVIII fue un siglo de preponderancia británica, basada en la supremacía marítima, que le fue disputada por otras tres potencias europeas: Francia, que luchaba por recuperar su hegemonía; Austria, con intereses en el este y en el oeste de Europa, y España, que trataba de recuperar lo perdido en Utrecht. A estas potencias se sumaron otras que adquirieron protagonismo en este siglo: Rusia, que defendía su influencia en el este, y Prusia, potencia militar emergente. Otros estados perdieron peso en Europa: Provincias Unidas, Imperio de los turcos otomanos, Portugal y Polonia-Lituania.



La diplomacia y los ejércitos

La diplomacia adquirió un papel destacado en el siglo XVIII, con embajadores de origen noble, diplomáticos bien formados, correspondencia secreta y legaciones permanentes en otros estados. Fue común la doble diplomacia, la oficial y la secreta (espías que informaban a los reyes y a sus secretarios). En las monarquías absolutas, todos los asuntos relativos a la guerra y a la paz o a la alta política del estado, estaban reservados al monarca y a su círculo más cercano. Solo en Reino Unido el parlamento participaba en las decisiones relacionadas con estos temas.

El siglo XVIII fue una época de guerras y conflictos internacionales casi continuos. La guerra era vista como el oficio de los reyes, y todos los gobernantes creían en el concepto de “guerra justa”. Los efectivos de los ejércitos aumentaron hasta los cientos de miles de soldados desde las decenas de miles que tenían en el siglo XVII. También se realizaron algunas mejoras: formación de los altos mandos en academias militares, introducción en todos los ejércitos europeos de los uniformes lo que sirvió para remarcar la autoridad del rey sobre su ejército[1]. Los soldados dejaron de ser una amenaza para los súbditos del rey tanto como lo eran para sus enemigos. Así, el alojamiento de soldados en viviendas de civiles era causa de robos, violaciones y asesinatos, fue sustituido por la construcción de cuarteles específicos en los que se albergaban las tropas. Asimismo, la disciplina se intensificó (carrera de baquetas) para poder conseguir la mayor potencia de fuego de los soldados (patios de instrucción en los cuarteles).

y evolución de la táctica militar (mayor movilidad de las tropas con armas ligeras, aumento del calibre de la artillería y flotas navales más efectivas).

La guerra y la paz en el siglo XVIII
La península italiana fue motivo de enfrentamiento durante todo el siglo XVIII entre España, Francia, Austria y Reino Unido. Francia, Reino Unido y España se disputaron también las islas del mar Caribe en América y la América del norte. A las disputas territoriales y comerciales se sumaban las de carácter dinástico. Los Habsburgo, reyes de Austria, y los Borbones, reyes de Francia y España, se enfrentaron por recuperar la hegemonía en Europa; los tronos de España, Polonia y Austria fueron adjudicados tras largas guerras de sucesión.
Felipe V de España, descontento con los resultados del tratado de Utrecht, intentó recuperar las posesiones italianas perdidas (revisionismo) mediante su matrimonio con Isabel de Farnesio y con la ayuda del ministro Alberoni, que logró ocupar Sicilia y Cerdeña. Pero el resultado final fue negativo, pues tanto Austria como Francia, aliada con Reino Unido, obligaron a irse a Alberoni buscando preservar el equilibrio europeo, y España tuvo que renunciar a ambos territorios en 1720.
El revisionismo español se puede considerar el antecedente de una serie de guerras que amenazaron el equilibrio europeo. Entre ellas destacan la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1738) y la Guerra de Sucesión de Austria (1740-1748). Tras la Guerra de Sucesión de Polonia Felipe V recuperó Nápoles y Sicilia colocando como rey a uno de sus hijos, el futuro Carlos III de España.
Sin embargo, el conflicto más importante del siglo XVIII fue la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Enfrentó a Francia -aliada con España por los Pactos de familia-, Austria y Rusia contra Prusia, aliada con Reino Unido. Fue la guerra más violenta del siglo, con un millón de muertos para una población europea de 125 millones, e involucró a Europa y a sus colonias en América, India y África. El final de la guerra no modificó el statu quo ante en Europa y la única potencia beneficiada en Europa fue la Rusia de Catalina la Grande, que pasó a ser reconocida como potencia[2] por los otros grandes estados europeos. En la paz de París que terminó la guerra los británicos se apoderaron de las colonias de los franceses, con la ocupación de Quebec y Montreal, sus territorios en India, y arrebataron Florida a España.
Uno de los efectos de la Guerra de los Siete Años fue la alteración del equilibrio europeo en el este. La paz estableció buenas relaciones entre Prusia, Austria y Rusia que decidieron repartirse Polonia en 1772 (primer reparto) y de forma definitiva entre 1793 y 1795 (segundo y tercer reparto).
Otro resultado de ese conflicto a medio plazo fue que la pugna entre Francia y Reino Unido por el dominio de América del norte, que aparentemente terminó con la victoria británica, inició una crisis en las colonias que acabó llevando al proceso de independencia de Estados Unidos (1776-1783). La guerra de las Trece Colonias contra Jorge III propició la intervención franco-española a favor de los insurgentes y contra la Corona británica. La independencia de Estados Unidos no supuso un gran daño para el comercio británico pues la mayor riqueza provenía de las colonias en India y el Caribe.
El balance de este siglo de guerras, paces y alianzas fue que se mantuvo el sistema de equilibrio y ninguna potencia se impuso a las demás.




[1] En el siglo XVII los ejércitos europeos eran contratados por contratistas privados nombrados por el rey. Cada soldado vestía como le daba la gana y su alistamiento tenía una duración irregular. Al carecer los soldados de alojamientos específicos y de un aprovisionamiento seguro de alimentos y otras necesidades no era raro que los ejércitos acabasen saqueando los territorios que supuestamente debían proteger. Igualmente, la tradición de alojar a los soldados en invierno en las casas de los civiles solía provocar enfrentamientos debido al comportamiento indisciplinado de los soldados.
[2] Una potencia era un estado soberano al que se le reconocía la capacidad para ejercer su influencia en todo un continente y no solo en una región de este. Las potencias poseen fuerza económica y militar, así como influencia diplomática.

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