jueves, 2 de noviembre de 2023

Carlismo y Tradicionalismo

 

El carlismo

El carlismo fue un movimiento político e ideológico surgido en la España del siglo XIX tras la muerte de Fernando VII y que se mantuvo importante hasta los años setenta del siglo XX.

Tras la muerte de Fernando VII los carlistas apoyaron al candidato al trono Don Carlos, hermano del rey difunto, frente a Isabel II, la heredera oficial.

Más allá del conflicto dinástico los carlistas defendían el mantenimiento del Antiguo Régimen frente a las novedades introducidas por el sistema liberal.

Aunque hubo carlismo en toda la Península las regiones que acabaron identificadas con este movimiento fueron las Provincias Vascongadas, Navarra y Cataluña. Esto fue así porque en esas zonas la mayoría del campesinado apoyó a los pretendientes carlistas y tomó las armas por ellos.

Más allá de cuestiones ideológicas, como el rechazo a la libertad de pensamiento y religión que traían los liberales frente a la identificación entre el reino y la religión católica, los carlistas actuaron movidos por causas específicas.

Para la población del norte peninsular la igualdad de todos ante la ley que traían los liberales suponía un perjuicio. En algunas zonas, como las Provincias Vascongadas, existía la llamada hidalguía universal, es decir se consideraba noble a toda la población y, por ello, libre de pagar impuestos. Por otro lado, los navarros y vascos mantenían sus fueros, respetados durante la guerra de Sucesión, y los catalanes deseaban recobrarlos. La uniformidad legislativa, el sometimiento de toda la población a las mismas leyes, se veía como un ataque a los privilegios que disfrutaban.

Por otro lado, las reformas liberales despojaron a la Iglesia de su patrimonio territorial y la empobrecieron impidiéndole realizar su labor asistencia con pobres, viudas, huérfanos, ancianos… que cumplía en el Antiguo Régimen. El nuevo estado liberal no creó ningún sistema de asistencia pública para sustituir al que tenía la Iglesia.

Los campesinos vascos, navarros y catalanes se unieron en gran número a las filas carlistas al disponer de mayor riqueza y libertad personal que los del resto de la Península.

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