miércoles, 27 de noviembre de 2013

Introducción a la teoría política del liberalismo en España

Versión del 18 de noviembre 2021 a las 9:23

 

Introducción a la teoría política del absolutismo

Durante el Antiguo Régimen (siglos XVI-XVIII) la mayor parte de los estados europeos estaban gobernados por monarquías absolutas de derecho divino. El rey concentraba los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, es decir promulgaba[1] las leyes, gobernaba y nombraba a los jueces.

El rey poseía todo el poder político (la soberanía) porque Dios lo había elegido, por eso el rey estaba por encima de la ley.

Las asambleas de origen medieval (Cortes en España, Estados Generales en Francia, Parlamento en Gran Bretaña), formadas por representantes de los tres estamentos, y que se reunían para aprobar los nuevos impuestos, apenas fueron convocadas en el siglo XVIII.

El sistema político, social y económico del Antiguo Régimen era desigual, y se pensaba que esa desigualdad estaba dispuesta por Dios.

Las personas nacían y morían dentro del mismo estamento (si se entraba en el estamento religioso o clerical ya no se podía abandonarlo), y cada estamento tenía leyes distintas. Las leyes, menos duras, que se aplicaban a la nobleza y al clero se llamaban privilegios.

No sólo había leyes distintas según el estamento al que pertenecía cada individuo sino que había una variedad de normas legales según donde viviera uno. Una parte de la tierra del reino era tierra de realengo, donde sólo se aplicaba la ley del rey, pero gran parte del territorio español estaba dividido en señoríos. Los señores feudales formaban la aristocracia (la alta nobleza con poder y riqueza) que poseía muchas tierras, pero parte de sus ingresos procedía de los impuestos que cobraban en sus señoríos a cambio de ejercer la justician nombrando a los jueces y alguaciles[2]. De este modo había una gran variedad de normas legales que entorpecían las relaciones económicas entre personas que vivían en distintos territorios.

 

Introducción a la teoría política del liberalismo en España

 

En el Antiguo Régimen la teoría política más extendida en Europa era el absolutismo. Esta era la ideología que defendía la monarquía absoluta de derecho divino, donde el rey tenía todos los poderes por elección del mismo Dios.

A partir de las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII (Constitución de Estados Unidos, Revolución Francesa) surge una nueva teoría política: el liberalismo.

 

Bases teóricas del liberalismo

El liberalismo hereda parte de las teorías políticas surgidas durante la Ilustración (división de poderes[3], contrato social[4]). La base del liberalismo es el reconocimiento de que los ciudadanos poseen derechos o libertades individuales. Para defenderlos se constituyen en una comunidad política que es la nación. De ella procede todo el poder, la soberanía.

La soberanía es el poder político supremo dentro de un estado. En el Antiguo Régimen toda la soberanía estaba concentrada en el rey. En el régimen liberal la soberanía corresponde a la nación, la cual divide a la anterior en tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), este reparto se hace para evitar los abusos de poder que se podrían producir si todo el poder estuviese en una persona o institución (sistema de checks and balances), pues la base del régimen liberal es proteger los derechos o libertades individuales de los ciudadanos.

 Para evitar que los ciudadanos sufran abusos el rey, cuyo poder viene de la nación, éste debe compartir su poder con unas Cortes elegidas, que representan a la nación y tienen el poder legislativo, y con unos jueces que encarnan al poder judicial, independiente del rey.

Una de las ideas que dividía a los liberales era la de la soberanía. Para los liberales moderados la soberanía debía ser compartida entre el rey[5] y las Cortes. Según ellos ambos poderes tenían una legitimidad de origen, así el poder de las Cortes procedía de la nación y el del rey de la tradición. En el modelo liberal de soberanía compartida, la constitución establecía que el rey tiene el poder ejecutivo, pues es él quien nombra y cesa a los ministros que responden ante el monarca. Asimismo comparte con las Cortes el poder legislativo a través del derecho de veto. El rey podía vetar las leyes, o sea devolverlas a las Cortes para que se volviesen a discutir y aprobar.

Los liberales exaltados de Cádiz y los liberales progresistas del reinado de Isabel II rechazaban la teoría de la soberanía compartida. Para ellos sólo existía la soberanía nacional. El rey no podría vetar las leyes, y los ministros, nombrados por el soberano, respondían antes las Cortes, que podían rechazarlos.

 

La organización territorial del Estado

Otro punto que separaba a los liberales era el carácter centralizado o descentralizado del Estado. Para los liberales moderados la nación era una, por tanto todo el poder debía concentrarse en el gobierno y parlamento nacionales. Estos harían leyes iguales para toda la nación sin tener en cuenta las particularidades regionales o locales y tomarían todas las decisiones (nombrar alcaldes de pueblos, contratar obreros en aldeas…). Para los liberales progresistas la soberanía también podía ejercerse en unidades territoriales más pequeñas, es decir los vecinos debían poder elegir a su alcalde y las regiones de España deberían poder gestionar lo más cercano. El modelo que triunfo en la España del siglo XIX fue el modelo liberal moderado, lo que se ve en el trazado de las vías de transporte (radiales y centralizadas en Madrid) y en el meticuloso control que se ejercía sobre los poderes locales (capitanes generales, gobernadores civiles –desde 1824-).

 

La constitución

El sistema liberal también se llama parlamentario o constitucional. Esto es por el papel central del parlamento (Cortes, asambleas) en su funcionamiento y por la existencia de una Constitución escrita.

Las constituciones son documentos que constituyen la ley fundamental de una nación. A partir de ella derivan todas las demás leyes. Una constitución o carta magna, es un documento que suele estar constituido por dos partes: una primera que es una declaración de derechos y libertades de los ciudadanos, una segunda que establece la organización de los tres poderes (gobierno, parlamento, judicatura) y la organización territorial del estado (municipios, regiones…).

Dentro del conjunto de las normas legales podemos distinguir leyes, decretos, reglamentos y otras.

Las leyes proceden del poder legislativo (parlamento, Cortes). Sólo son inferiores a la Constitución. Tiene validez indefinida hasta que son sustituidas por leyes nuevas o son derogadas.

Los decretos proceden del poder ejecutivo. Sólo se aplican el tiempo que dura el gobierno que los ha dictado. El siguiente gobierno puede anularlos sin problemas.

Los reglamentos y demás normas suelen aplicarse a casos más concretos y tienen una duración mucho más corta que leyes y decretos.

Recordemos que uno de los fundamentos del liberalismo es la idea de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

 

El sufragio

En un sistema liberal el poder ejecutivo puede ser una monarquía constitucional o parlamentaria, o bien una república.

Nuestro sistema actual es una democracia liberal o parlamentaria, pero hay una significativa diferencia con el liberalismo del siglo XIX.

La mayoría de los liberales originalmente no eran demócratas. Consideraban que sólo deberían tener derecho al voto, y a ocupar cargos públicos, aquellos ciudadanos más preparados para dirigir los asuntos públicos, por su riqueza o por su formación académica. Así sólo unos pocos apoyaron el sufragio[6] universal (que tampoco era plenamente democrático sino que estaba limitado a los hombres), la mayoría estaba a favor del sufragio restringido o censitario[7].

A mediados del siglo XIX aparecerían los demócratas como un grupo político propio escindido[8] de los liberales progresistas.

 

Grupos políticos absolutistas y liberales en la España del siglo XIX

Desde 1812 a 1833 (de la Constitución de Cádiz al final del reinado de Fernando VII) tenemos por un lado a los absolutistas, también llamados realistas o “serviles”[9], por otro lado están los liberales divididos entre moderados y exaltados.

En el reinado de Isabel II (1833-1868) siguen existiendo los absolutistas pero ahora se llamarán carlistas o tradicionalistas. Los liberales moderados siguen existiendo, y los liberales exaltados son sustituidos por los progresistas.

En 1849 apareció el Partido Democrático, favorable al sufragio universal masculino, siendo sus miembros antiguos liberales progresistas.

En 1854 el general Leopoldo O’Donnell fundó la Unión Liberal, un partido que pretendía unir a los liberales progresistas con los moderados.

Más tarde de los demócratas se escindirán los republicanos.

 

Introducción a la teoría económica del liberalismo económico (capitalismo) y su aplicación en la España del siglo XIX

El liberalismo económico es una teoría económica surgida en el siglo XVIII, que en el siglo XIX se extendió y triunfó por toda Europa. Su primer autor fue Adam Smith autor de Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776).

Para Smith la actividad económica debía regirse por el principio de libertad económica para crear empresas, contratar mano de obra y establecer las condiciones y los precios de los productos[10]. Esto incluía la libertad de mercado.

Lo contrario de lo anterior en el Antiguo Régimen eran los bienes de manos muertas y mayorazgos (que mantenían fuera del mercado muchas de las tierras), las compañías privilegiadas (que rompían la libertad de mercado, al ser monopolios), los gremios (que limitaban la libertad de producción y de contratación)….

Para Adam Smith el Estado no debía intervenir en la economía, porque ésta se ajustaba a sí misma de forma natural mediante la actuación de la llamada mano invisible del mercado. Es decir que la ley de la oferta y la demanda se encargaría de regular los precios de los productos y los salarios. Así, si había mucha oferta de productos o de mano de obra y poca demanda, el precio y los salarios disminuirían; si, por el contrario, la oferta era escasa y la demanda elevada, los precios y los salarios aumentarían.

El Estado debía limitarse a proporcionar ley y orden dentro del país, es decir protección contra el crimen y la delincuencia, y seguridad contra las amenazas de invasión exterior, mediante el ejército. Todo lo demás quedaba en manos de la sociedad y los individuos.

Adam Smith también era partidario de la división del trabajo, es decir; de que cada obrero se especializara en una fase del proceso productivo, pues así aumentarían la producción y la productividad. Más adelante otros economistas liberales plantearon que la especialización laboral debería tener un carácter regional, al centrarse cada región de un país en la elaboración de los productos que mejor sabía producir.

Por último, una idea fundamental del liberalismo económico o capitalismo es la plena propiedad.

En el Antiguo Régimen era muy común la distinción entre la propiedad de un bien y su posesión. Era habitual que diferentes personas tuvieran derechos sobre el mismo bien económico. Así, las tierras de la Iglesia y de la nobleza eran trabajadas por familias de campesinos que con derechos de arrendamiento que podían durar casi un siglo, llamados enfiteusis, y que eran fácilmente renovables a causa del peso de la tradición. Además, era muy común la presencia de la propiedad colectiva. Casi todas las aldeas poseían bosques y terrenos que pertenecían a toda la comunidad y de donde se extraía madera para combustible y muebles y se pastoreaba animales. Los dos rasgos anteriores iban en contra de principios liberales básicos como que la propiedad debía ser privada al asociarse a un individuo particular.

 

La sociedad liberal o burguesa en la España del siglo XIX

La sustitución del Antiguo Régimen por el régimen liberal durante el siglo XIX supuso un gran cambio social en España. La sociedad estamental, donde los grupos sociales venían determinados por el nacimiento y eran rígidos, fue sustituida por la sociedad de clases, donde los grupos sociales venían determinados por la riqueza individual y eran flexibles, es decir que a lo largo de su vida una persona podía pertenecer a distintas clases sociales en función de su riqueza en cada momento.

A pesar de la igualdad de todos ante la ley, uno de los elementos fundamentales del liberalismo, la sociedad liberal continuará siendo una sociedad desigual, pero esta vez debido a las diferencias en el reparto de la riqueza. Por ello a la sociedad de clases del siglo XIX también se la llama sociedad liberal y sociedad burguesa porque será la burguesía el grupo social dominante, con más poder y riqueza. Y por ello será la ciudad, donde viven la mayoría de los burgueses (incluidos los terratenientes absentistas), donde se concentre el poder político y donde tengan lugar los acontecimientos que influyan en todo el país.

A pesar de lo anterior la sociedad española durante el siglo XIX siguió siendo una sociedad básicamente rural, en la que la mayor parte de las personas vivían en localidades pequeñas y se ganaban la vida con las actividades agropecuarias[11]. Las ciudades crecieron lentamente en tamaño y todavía a finales del siglo XIX más de la mitad de los españoles vivían en localidades medianas y pequeñas.

Los tres grupos sociales principales eran las clases baja, media y alta.

La clase baja era la más numerosa y estaba formada básicamente por agricultores sin tierras (peones, jornaleros, braceros…), que realizaban trabajos de temporada o estación, y pequeños arrendatarios[12], a estos grupos sociales se le llamaba proletariado rural. La clase baja en las ciudades estaba formada por los sirvientes o criados, por el proletariado urbano, es decir los obreros de las fábricas, y por otros trabajadores.

La clase media o pequeña burguesía estaba formada en el campo por los pequeños y medianos campesinos, propietarios de sus tierras. En la ciudad estaba formada por los pequeños y medianos negociantes, que tenían tiendas o pequeños talleres, y por las profesiones liberales (médico, abogado, periodista…). En España la clase media urbana era mucho menos numerosa que en otros países de Europa occidental debido al retraso con que se desarrolló en nuestro país la Revolución industrial.

La clase alta o alta burguesía o gran burguesía estaba formada por los terratenientes o latifundistas, dueños de grandes extensiones de tierra (latifundios), muchos de ellos descendientes de la antigua aristocracia del Antiguo Régimen, por ello a veces se usa la palabra nobleza para designarlos, pero no es del todo correcto, pues esa categoría pertenecía al Antiguo Régimen. Los latifundistas, junto con los medianos propietarios formarían la burguesía rural. En las ciudades la alta burguesía estaría formada por los dueños de las fábricas, los bancos y de las grandes empresas.

 

El papel de la Iglesia española en el siglo XIX

A comienzos del siglo XIX la Iglesia era una institución de gran poder político, social y económico.

La base teórica de la monarquía divina pasaba por el reconocimiento de la existencia de un dios único todopoderoso, del que era representante la Iglesia. Por tanto los Borbones habían intentado controlarla mediante la política regalista en el siglo XVIII. Gracias a la influencia de la Iglesia la mayoría de la población aceptaba sin discusiones el estado de cosas existente en la economía, la sociedad y la política.

La mayoría de la población española identificaba a la Iglesia con el Estado. Toda la vida de una persona (nacimiento, edad adulta, muerte) estaba marcada por su relación con la Iglesia (bautizo, matrimonio, funeral).

Económicamente la Iglesia era la institución más rica del país. Gracias a las donaciones de los fieles en dinero y en tierras (que nunca se perdían por la institución de los bienes de manos muertas) disfrutaba de unos ingresos enormes que no sólo se gastaban en el mantenimiento de los religiosos, de los edificios (templos, monasterios…) o en los encargos de obras de arte (imágenes, objetos litúrgicos de metales preciosos…), sino que la poca asistencia social que existía se pagaba con el dinero que la Iglesia obtenía gracias a las rentas que producían sus tierras. La Iglesia se encargaba de los enfermos, viudas, huérfanos y ancianos a través de hospitales, hospicios[13] e inclusas y alimentaba diariamente a gran parte de los pobres del país a través de instituciones como la sopa boba[14]. Además, la tierra de cultivo que poseía la Iglesia solía entregarse a los campesinos para que la trabajasen a cambio de rentas menores de las que solían pagarse a la nobleza, y se solía ser más flexible (en este contexto, menos exigente) a la hora de cobrarlas.

El liberalismo consideraba a la Iglesia una enemiga de la libertad de pensamiento, de la libertad de expresión, de la libertad religiosa o de culto y de la libertad de comercio.

La gran cantidad de tierras que permanecían en el sistema de manos muertas estaban fuera de la circulación comercial, no podían comprarse ni venderse, y la explotación que hacía la Iglesia no tenía objetivos económicos con lo que no mejoraba su productividad.

La creación del Estado liberal o burgués en el siglo XIX en España supondría un gran debilitamiento de la Iglesia en todos los ámbitos. El establecimiento de la soberanía nacional y de la libertad de pensamiento harían que durante el siglo XIX la mentalidad laica[15] hiciese retroceder a la religiosa. La población urbana se hizo cada vez más laica durante ese siglo, y también retrocedió la influencia religiosa en los espacios rurales.

Los procesos de desamortización arrebataron su riqueza a la Iglesia, que dejó de proporcionar servicios sociales a la mayoría de la población, y, como consecuencia, ésta pasó, en gran parte a depender de los ingresos que provenían del Estado.

Inicialmente la Iglesia se opondrá a las ideas liberales y al establecimiento del Estado liberal apoyando a Fernando VII y poniéndose del lado de los carlistas en la guerra civil[16]. Tras la victoria definitiva de los liberales en el segundo tercio del siglo XIX (1833-1866) cambiará su relación con la Iglesia. Para los liberales progresistas (y los grupos que surgieron de ellos como los demócratas y los republicanos) debía haber una clara separación entre la Iglesia y el Estado, y un reconocimiento de la libertad de culto y de religión, asociada a la libertad de pensamiento, en la constitución. Por su parte, los liberales moderados, que gobernaron la mayor parte del siglo XIX, consideraban que, una vez que la Iglesia aceptaba la existencia y el poder del Estado liberal, se podía colaborar con ella a través de la firma de concordatos[17]. Se consideraba que la Iglesia como institución colaboraba al orden social, evitaba las rebeliones y revoluciones al enseñar a las personas que debían aceptar el orden social existente. Además, todavía buena parte del sistema de enseñanza estaba en manos de la Iglesia. Por ello, en la segunda mitad del siglo XIX la Iglesia española volvió a ser vista como institución de carácter público, que se identificaba con el Estado dominado por la burguesía liberal moderada.

 

El sistema de partidos políticos: partidos de notables y partidos de masas

Los partidos políticos surgen con la aparición del parlamentarismo. Los miembros del parlamento se agrupaban según las ideas que compartían.

Podemos distinguir dos modelos de partido político: los partidos de notables y los partidos de masas.

Los partidos de notables fueron los más comunes en Europa durante el siglo XIX. Eran producto del sistema electoral liberal, donde predominaba el sufragio censitario o restringido. El partido estaba formado por grupos de notables, las élites de cada localidad (terratenientes, grandes empresarios), que influían directamente en los pocos individuos con derecho a voto. La pertenencia al partido tenía que ver tanto con las ideas como con los intereses particulares o las relaciones personales.

Los miembros de los partidos de notables, al ser personas con poder económico y político por sí mismas, actuaban muchas veces de forma autónoma respecto a los jefes del partido y se cambiaban con facilidad a otro partido si no se  sentían bien tratados en el suyo.

En este sistema, al estar reservada la representación política a los miembros de la sociedad más ricos, los políticos elegidos para cargos públicos no cobraban sueldo. Aun así buscaban esos puestos porque el poder que les daba les permitía defender sus intereses.

A partir de 1870 aparecen en Europa los partidos de masas, relacionados al principio con las reivindicaciones democráticas[18] y el socialismo. Estos partidos se caracterizan porque tienen una ideología muy clara, plantean un modelo de sociedad y ven la búsqueda del poder político como un medio para alcanzar esa sociedad ideal que plantean. Los partidos de masas eran partidos jerárquicos, es decir había un control de los miembros del partido por la dirección del mismo (carnet del partido, cuota de afiliación[19]), esto era porque, al carecer de poder económico e influencia social, el poder del partido se basaba en la capacidad de actuar todos sus miembros en la misma dirección.

Los partidos de masas, propios de las sociedades democráticas, también están a favor de establecer salarios para los cargos políticos elegidos, de manera que cualquiera pudiera ocupar estos puestos independientemente de su capacidad económica.



[1] Publicar una cosa de forma oficial, especialmente una ley, para que sea conocido por todos.

[2] Un alguacil es un empleado que ejecuta las órdenes de una autoridad.

[3] Montesquieu en su libro El espíritu de las leyes (1748) defiende la división de poderes como método para evitar los abusos de poder por parte de quien tiene la soberanía.

[4] Rousseau en su libro El contrato social (1762) defiende que los hombres se someten a las reglas de una sociedad, a un gobierno, por los beneficios que esto les supone (seguridad contra la delincuencia y el crimen, defensa frente a invasiones exteriores…). Por ello, tanto los gobernantes como los gobernados tienen que cumplir con sus obligaciones, y un mal gobierno debe ser cambiado por otro que haga mejor su labor.

[5] Rey, soberano y monarca son sinónimos.

[6] El sufragio es el derecho al voto.

[7] El censo (electoral) es la lista de los que tienen el derecho a voto. Actualmente todos los ciudadanos y ciudadanas adultos. En el siglo XIX sólo estaban en el censo los hombres que pagaban un mínimo de impuestos o tenían formación académica.

[8] Escindir es sinónimo de separar, cortar.

[9] Término despectivo usado por los liberales para referirse a los absolutistas.

[10] Para Adam Smith la economía consiste en la relación entre individuos particulares que son los propietarios plenos de los medios de producción (tierras, fábricas…) o de su propio trabajo.

[11] La agricultura, la ganadería, la silvicultura…

[12] Llamados así porque arrendaban poca tierra.

[13] Las inclusas eran establecimientos de beneficencia en que se acogía, albergaba y criaba a los niños expósitos, que antes se abandonaban a las puertas de las iglesias y conventos, para salvar la vida de estos niños y disminuir el impacto del infanticidio  debido a la pobreza u otras causas. También se daban casos en los que los progenitores no podían cuidar a sus hijos y los dejaban al cuidado del asilo durante un tiempo.

[14] Sopa boba es el conjunto de guisos que se repartía a los pobres que acudían a las puertas de los conventos.

[15] La mentalidad laica es la forma de ver el mundo en la que no tienen un lugar principal las ideas religiosas. Lo laico es lo opuesto a lo religioso.

[16] En 1834 se produjo el primer ejemplo de anticlericalismo (odio hacia la Iglesia) de origen popular en España. En el contexto de la Primera Guerra Carlista, fueron asaltados varios conventos de Madrid en julio de 1834 y asesinados 73 religiosos.

[17] Un concordato es un tratado internacional entre un Estado cualquiera y el gobierno de la Iglesia, al que llamamos Vaticano o Santa Sede, que trata asuntos eclesiásticos.

[18] En el último cuarto del siglo XIX en la mayoría de los estados de Europa occidental hubo un movimiento a favor del voto democrático. En muchos países se aprobó el sufragio universal masculino, y el femenino a comienzos del siglo siguiente.

[19] La cuota de afiliación era el dinero que se pagaba para mantener al partido y que servía para los gastos de este.

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