sábado, 7 de marzo de 2020

El levantamiento de los tejedores de Silesia

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Wilhelm Wolff, Das Elend und der Aufruhr in Schlesien, 1844. Citado de S. Pollard y C. Holmes, Documents of European Econocmic History, vol. 1, 1958.

La situación en Silesia en 1844. El levantamiento de los tejedores en Silesia analizado por el profesor Wilhelm Wolff

Aquí en los grandes pueblos de Langenbielan (13.000 habitantes) y en Peterswaldau (5.000 habitantes), y en otros pueblos como Armsdorf, Peilau, etc., el algodón se teje principalmente en los hogares. Las penurias de los trabajadores han sido y son no menos importantes aquí…

La miseria y la necesidad por conseguir trabajo fueron utilizados al máximo por los fabricantes, con el fin de obtener grandes beneficios a bajo coste. Entre estos fabricantes se destacaron los hermanos Zwanziger de Peterswaldau. Por una tela de algodón de 140 ells, que un tejedor tardaba en fabricar 9 días, y por la que otros patrones pagaban 32 groschen de plata, ellos sólo pagaban 15. Por 160 ells de fustán, que requería 8 días completos de arduo trabajo, ellos pagaban un salario de 12’5 o 12 groschen de plata. Por supuesto, decían estar dispuestos a dar trabajo a otros 300 tejedores, siempre que éstos realizaran el mismo trabajo por 10 groschen de plata. La amarga miseria obligaba a los pobres a trabajar incluso en estas condiciones. De estos 10 o 12 groschen de plata, el tejedor tenía que emplear de 2’5 a 3 groschen para la bobina, pagar todos los derechos estatales, comunales y señoriales, y vivir…

Un gran número de tejedores salieron a la calle de Nieder-Peterswaldau y arrastraron en su marcha a todos los tejedores de la zona. Posteriormente, se dirigieron a Kapellenberg, no muy lejos de allí, y, formados en fila de a dos, se trasladaron a la nueva residencia de los Zwanzingers.  Les exigieron mejores salaros y -¡un obsequio!-. Con burlas y amenazas les negaron todo lo que pedían. No pasó mucho antes de que la multitud furiosa asaltase la casa, forzando habitaciones, cámaras acorazadas, desvanes y bodegas, destruyéndolo todo, desde las espléndidas vidrieras, cornucopias, candelabros, estufas de cerámica, porcelana y muebles, hasta escaleras; destrozaron libros, letras de cambio y documentos, penetraron en la segunda residencia, en las cocheras, en los secaderos, hasta en las máquinas de escurrir los tejidos, en los almacenes, y arrojaron las mercancías y las existencias por las ventanas, destrozándolas posteriormente, haciéndolas pedazos y pisoteándolas, o –como en el desastre comercial ocurrido en Leipzig- repartiéndolas entre los presentes. Por miedo a morir en sus manos, Zwanziger huyó con su familia a Reichenbach… Sólo el ejército, la infantería y la artillería, e incluso, por último, la caballería, impidieron a los tejedores seguir resistiendo.

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