martes, 28 de junio de 2022

De pago

 

De pago

POR CARLOS MARZAL

4 de noviembre de 2009, ELMUNDO

No hay nada nuevo bajo el sol, pero siempre hay algo en este amplio patio de vecindad del universo que nos llena de asombro. Al parecer, varios institutos conflictivos del extrarradio parisino van a poner en marcha una medida para reducir el fracaso escolar. Van a pagar a los alumnos que crean problemas, si dejan de hacerlo. Si acuden a clase. Si no despanzurran el mobiliario. Si no amenazan a los profesores. Si no acosan a sus compañeros de pupitre. Quieren instituir unas recompensas en metálico para los grupos que alcancen determinados objetivos. En algunos casos, el dinero se empleará para viajes más o menos escolares. En otros irá a parar a los bolsillos de ciertos alumnos. Los defensores de la idea argumentan lo siguiente: el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con el mundo. Dicen que nadie se escandaliza si ese mismo dinero recibe el nombre de beca. Lo cierto es que uno no sabe muy bien qué pensar.

El mundo, es cierto, ha cambiado. Para empezar, habría que poner en entredicho el refrán de que no hay nada nuevo bajo el sol, y después casi todo lo demás. El mundo ya no es lo que era. Lo que solía. Por lo que respecta a la enseñanza, tenemos demasiados jóvenes, demasiados alumnos, y muy poco empleo. Hay demasiadas tentaciones para los jóvenes sin empleo y muy poco futuro. De ahí que a los pobres les dé por incendiar coches en las revueltas pseudoestudiantiles. Que les dé por dejar de ir a clase. Qué les dé por 'repartir leña' entre los colegas y los adultos. Uno no termina de ver la relación de causa-efecto en todas estas cosas. Pero en eso el mundo también ha cambiado: la lógica de los fenómenos, si alguna vez existió, es un artilugio inservible. Como el velocípedo. Como el telégrafo. Como la máquina de escribir. ¿Quién los usa?

Ya digo que no sé qué pensar. Pagamos por tantas cosas que una más no va a importar demasiado. Al fin y al cabo, pagamos por nuestra tranquilidad, que no tiene precio. Pagamos para que nos dejen seguir adelante. Pagamos para que no nos agredan, para que no agredan a quienes quieren seguir adelante. Quizá el agresor se arrepienta, o quizá decida que le sale más rentable seguir siendo un agresor en vías de arrepentimiento. No lo sé. Las cosas han cambiado. Cuando no éramos tantos y había trabajo para quienes no querían estudiar; cuando la enseñanza no era un limbo en el que mantener a los chicos para que no delincan en las calles, las becas y las recompensas eran para premiar el esfuerzo, para fomentar la excelencia. Pero todo eso ha cambiado, y tendremos que acostumbrarnos. O, por lo menos, tendremos que hacer como que nos acostumbramos y que también cambiamos.

Al fin y al cabo, pagamos por todo. La conquista de la enseñanza pública no es bastante, tendremos que pagar por el simple hecho de que la disfruten sus beneficiarios, hagan lo que hagan con la enseñanza pública. Me imagino que los problemas que se pueden resolver con dinero no son tan alarmantes. No son tales problemas. Al fin y al cabo, pagamos por todo.

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