miércoles, 1 de junio de 2022

Fuentes históricas sobre la batalla de Covadonga

Crónica de Alfonso III (versión rotense), escrita originalmente en latín

 

Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él [en el año 722] y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva.

El predicho obispo subió a un montículo situado ante la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: "Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?".

 

El interpelado se asomó a una ventana y respondió: "Aquí estoy".

 

El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda Hispania unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: cambia de decisión, y gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos".

 

Pelayo respondió entonces: “¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?”.

El obispo contestó: “Verdaderamente, así está escrito”.

Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea Hispania salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor, porque David ha dicho: “¡Castigaré con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!". Así pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud [de enemigos] y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos”.

 

El obispo, vuelto entonces al ejército [musulmán], dijo: "Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada".

 

Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificiencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.

 

Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividieron en dos sus destacamentos, y allí mismo fue al punto muerto Alcaman y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron ciento veinticinco mil caldeos.

 

Los sesenta y tres mil restantes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban la cima del monte que está a orillas del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río de los sesenta y tres mil caldeos y los aplastó a todos.

 

 

 

Batalla de Covadonga según al-Razi. Comentario de Texto Nath al-tib, (Historia de Al-Ándalus) por  al-Maqqari.

 

Nafh al-tib de Al-Maqqari

 

"Cuentan algunos historiadores que el primero que reunió a los fugitivos cristianos de España, después de haberse apoderado de ella los árabes, fue un infiel llamado Pelayo, natural de Asturias, en Galicia, al cual tuvieron los árabes como rehén para seguridad de la gente de aquel país, y huyó de Córdoba en tiempo de Al-Hurr ibn/ben Abd al-Rahman al-Thaqafi/al-Taqafi, segundo de los emires árabes de España, en el año sexto después de la conquista, que fue el 98 de la Hégira [716-717]. Sublevó a los cristianos contra el lugarteniente de Al-Hurr, le ahuyentaron "y se hicieron dueños del país, en el que permanecieron reinando, ascendiendo a veintidós el número de los reyes suyos que hubo hasta la muerte de Abd al-Rahman III”.

 

Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa Ibn/ben Suhaim/Suhayn Al-Qalbi/al-Kalbí, se levantó en tierra de Galicia [la antigua provincia romana de Gallaecia] un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.

 

Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: "Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?". En el año 133 [del calendario musulmán, que comienza con la Hégira] murió Pelayo y reinó su hijo Fávila/Fáfila. El reinado de Pelayo duró diecinueve años, y el de su hijo dos. Después de ambos reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso, que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado."


1.   La Crónica de Alfonso III es un texto escrito en latín durante el reinado de ese rey (del 866 al 910) y narra acontecimientos históricos que abarcan del año 672 al año 866.

2.   El texto se refiere a Oppas, hermano del rey visigodo Vitiza que lo nombró obispo de Sevilla. Tras la subida al trono de Rodrigo ayudó a sus sobrinos a luchar contra el rey. Tras la batalla de Guadalete llegó a un acuerdo con los musulmanes de Tariq.

3.   Cova Dominica (Cueva de la Señora –de la Virgen-) es el nombre latino de Covadonga.

4.   Ismaelitas fue uno de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para designar a los musulmanes. El nombre deriva de Ismael. Su padre, Abraham, es visto como origen de las religiones judía, cristiana y musulmana. Sin embargo los judíos y los cristianos se creen descendientes de Isaac, el segundo hijo de Abraham.

5.   Caldeos fue otro de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para referirse a los musulmanes. Deriva de Caldea, una región de Oriente de la que procedía Abraham según la Biblia.

6.   El David del texto es el rey David de la Biblia. En esta referencia se nota que el autor de la crónica es un eclesiástico.

7.   Fundíbulo (del latín fundibulum): Máquina de guerra de madera, que servía antiguamente para disparar piedras de gran peso.

8.   Los musulmanes y los cristianos medievales se llamaban unos a otros infieles porque ambos creían que su religión era la única verdadera.

9.   El historiador musulmán cuando habla de Galicia se refiere a la antigua Gallaecia romana.

10.      Al Hurr fue el tercer gobernador (valí) de al-Andalus de 716 a 719. Trasladó la capital de Sevilla a Córdoba.

11.      Abd al-Rahman III fue califa de Córdoba del 912 al 961.

12.      Anbasa Ibn Suhayn Al-Kalbí fue el sexto valí (gobernador) de al-Andalus (del 721 al 726). Su apellido Al-Kalbí indica que pertenecía a una tribu árabe de origen kalbí, es decir yemení.

13.      Los musulmanes decían que los cristianos eran politeístas, es decir que adoraban a varios dioses. Esto se debía al culto que los cristianos daban a los santos y a la Virgen.

14.      Fáfila fue rey del año 737 al año 739, estableció la corte de su reino en Cangas de Onís. Su hermana se había casado con Pedro, duque de Cantabria, y su hijo Alfonso I fue elegido rey a la muerte de su tío, reinando del 739 al 757.

15.      Banu Alfonso es el nombre árabe de la dinastía que desciende de Alfonso I.



Dos versiones de la batalla de Covadonga (718 o 722)

 

Crónica de Alfonso III[1] (versión rotense), escrita originalmente en latín.

 

“Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él [en el año 722] y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva.

El predicho obispo[2] subió a un montículo situado ante la cueva de la Señora[3] y habló así a Pelayo: "Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?".

El interpelado se asomó a una ventana y respondió: "Aquí estoy".

El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda Hispania unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas[4]. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: cambia de decisión, y gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos[5]".

Pelayo respondió entonces: “¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?”.

El obispo contestó: “Verdaderamente, así está escrito”.

Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea Hispania salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor, porque David[6] ha dicho: “¡Castigaré con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!". Así pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud [de enemigos] y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos”.

El obispo, vuelto entonces al ejército [musulmán], dijo: "Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada".

Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos[7], se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificiencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.

Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividieron en dos sus destacamentos, y allí mismo fue al punto muerto Alcaman y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron ciento veinticinco mil caldeos.

Los sesenta y tres mil restantes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban la cima del monte que está a orillas del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río de los sesenta y tres mil caldeos y los aplastó a todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Batalla de Covadonga según al-Razi, texto recopilado por al-Maqqari en el Nafh al-tib, libro que recogía textos literarios e históricos de al-Ándalus, redactado a caballo de los siglos XVI y XVII.

 

"Cuentan algunos historiadores que el primero que reunió a los fugitivos cristianos de España, después de haberse apoderado de ella los árabes, fue un infiel[8] llamado Pelayo, natural de Asturias, en Galicia[9], al cual tuvieron los árabes como rehén para seguridad de la gente de aquel país, y huyó de Córdoba en tiempo de Al-Hurr[10] ibn/ben Abd al-Rahman al-Thaqafi/al-Taqafi, segundo de los emires árabes de España, en el año sexto después de la conquista, que fue el 98 de la Hégira [716-717]. Sublevó a los cristianos contra el lugarteniente de Al-Hurr, le ahuyentaron "y se hicieron dueños del país, en el que permanecieron reinando, ascendiendo a veintidós el número de los reyes suyos que hubo hasta la muerte de Abd al-Rahman III[11]”.

Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa Ibn/ben Suhaim/Suhayn Al-Qalbi/al-Kalbí[12], se levantó en tierra de Galicia [la antigua provincia romana de Gallaecia] un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas[13] y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.

Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: "Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?". En el año 133 [del calendario musulmán, que comienza con la Hégira] murió Pelayo y reinó su hijo Fávila/Fáfila[14]. El reinado de Pelayo duró diecinueve años, y el de su hijo dos. Después de ambos reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso[15], que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado."





[1] La Crónica de Alfonso III es un texto escrito en latín durante el reinado de ese rey (del 866 al 910) y narra acontecimientos históricos que abarcan del año 672 al año 866.

[2] El texto se refiere a Oppas, hermano del rey visigodo Vitiza que lo nombró obispo de Sevilla. Tras la subida al trono de Rodrigo ayudó a sus sobrinos a luchar contra el rey. Tras la batalla de Guadalete llegó a un acuerdo con los musulmanes de Tariq.

[3] Cova Dominica (Cueva de la Señora –de la Virgen-) es el nombre latino de Covadonga.

[4] Ismaelitas fue uno de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para designar a los musulmanes. El nombre deriva de Ismael. Su padre, Abraham, es visto como origen de las religiones judía, cristiana y musulmana. Sin embargo los judíos y los cristianos se creen descendientes de Isaac, el segundo hijo de Abraham.

[5] Caldeos fue otro de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para referirse a los musulmanes. Deriva de Caldea, una región de Oriente de la que procedía Abraham según la Biblia.

[6] El David del texto es el rey David de la Biblia. En esta referencia se nota que el autor de la crónica es un eclesiástico.

[7] Fundíbulo (del latín fundibulum): Máquina de guerra de madera, que servía antiguamente para disparar piedras de gran peso.

[8] Los musulmanes y los cristianos medievales se llamaban unos a otros infieles porque ambos creían que su religión era la única verdadera.

[9] El historiador musulmán cuando habla de Galicia se refiere a la antigua Gallaecia romana.

[10] Al Hurr fue el tercer gobernador (valí) de al-Andalus de 716 a 719. Trasladó la capital de Sevilla a Córdoba.

[11] Abd al-Rahman III fue califa de Córdoba del 912 al 961.

[12]  Anbasa Ibn Suhayn Al-Kalbí fue el sexto valí (gobernador) de al-Andalus (del 721 al 726). Su apellido Al-Kalbí indica que pertenecía a una tribu árabe de origen kalbí, es decir yemení.

[13] Los musulmanes decían que los cristianos eran politeístas, es decir que adoraban a varios dioses. Esto se debía al culto que los cristianos daban a los santos y a la Virgen.

[14] Fáfila fue rey del año 737 al año 739, estableció la corte de su reino en Cangas de Onís. Su hermana se había casado con Pedro, duque de Cantabria, y su hijo Alfonso I fue elegido rey a la muerte de su tío, reinando del 739 al 757.

[15] Banu Alfonso es el nombre árabe de la dinastía que desciende de Alfonso I.


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