lunes, 27 de junio de 2022

El motín de Barcelona (1835)

El motín de Barcelona (1835)

La asonada de Reus, cuya noticia produjo en Barcelona una impresión precursora de los desórdenes que la siguieron y a los que dio principio, sirvió de señal para que estallase el descontento que entre los concurrentes a la función de toros que se daba en la tarde del 25 de julio produjo la flojedad del ganado lidiado en ella. Como la atmósfera en que se agitaba el sentimiento popular se hallaba sobrecargada de elementos inflamables, rompió la explosión en el mismo anfiteatro tauromáquico. No contentos aquellos de los concurrentes, que sin duda venían dispuestos a turbar el sosiego público, con proferir en gritos amenazadores contra la empresa, entregáronse a destrozar los tendidos y a arrojar a la plaza las astillas de los asientos y de los palcos; ínterin los más ardientes y emprendedores ataban el último toro muerto a un trozo de la contrabarrera y lo sacaron arrastrando por las calles en medio de una espantosa gritería, pábulo del desorden que no tardó en cundir por toda la ciudad.

Un oropel de agitadores acudió al convento de los Agustinos arrojando un diluvio de piedras sobre sus ventanas, agresión de la que fue igualmente objeto el convento de San Francisco. Lo imponente y lo general del tumulto sorprendió a las autoridades desprevenidas o impotentes para atajar el desorden, y aunque pusieron sobre las armas la fuerza pública, consiguiendo que algunos grupos se dispersasen, volvían otros a formarse instantáneamente en diferentes puntos y la efervescencia y el motín crecieron en términos de hacer ineficaces los esfuerzos de la autoridad para dominar el conflicto.

Dueños del campo, los agitadores dieron rienda suelta a la ira en que ardían los amotinados grupos y aplicaron mechas incendiarias a los conventos de Carmelitas descalzos y al de los calzados, ejemplo que otros émulos siguieron prendiendo igualmente fuego a diferentes conventos, cuyos habitantes huyeron aterrados, buscando su salvación en las casas donde pudieron hallar refugio y pereciendo no pocos de ellos a manos de sus perseguidores.

Viose igualmente atacado el vasto edificio del nuevo Seminario, pero en él encontraron inesperada resistencia los incendiarios, pues desde las ventanas recibieron un fuego que los rechazó, con pérdida de no pocos heridos.

En el momento de prender fuego a los conventos de Capuchinos y Trinitarios, detuviéronse los agresores, ante el temor de que el incendio se propagase a las casas adyacentes e igual respiro logró el convento de Servitas por haber cundido la voz de hallarse muy inmediato el depósito de pólvora perteneciente al cuerpo de artillería.

La noche y el cansancio pusieron fin al furor de la plebe…

 

Historia General de España, de Modesto Lafuente

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