sábado, 15 de octubre de 2022

Discurso de Bismarck

 

Discurso de Bismarck sobre los principios de su política diplomática en el Reichstag, 11 de enero de 1887

Señores:

A ninguno de ustedes se le escapará la gravedad de los momentos que vivimos. Todos los grandes Estados europeos inician, velozmente, preparativos ante la previsión de un futuro incierto. El mundo entero se pregunta si la guerra va a estallar. Creo, señores, que ningún gobernante deseará asumir la inmensa responsabilidad de provocar el incendio que se incuba en todos los países. Los gobiernos poderosos son una garantía de paz. Sin embargo, las pasiones populares, la ambición de los líderes de los partidos, una opinión pública mal guiada por ciertos escritos o discursos son factores, entre otros, que pueden doblegar la voluntad de los gobernantes. ¿No hemos visto, acaso, cómo las crisis bursátiles[1] pueden desencadenar una guerra? Sí, en esta tensión política, existe un Estado capaz de trabajar por el mantenimiento de la paz, es Alemania. Alemania, que no está directamente interesada en los asuntos que alteran a las otras potencias; Alemania que ha demostrado –desde la constitución del Imperio- que no desea atacar a ninguno de sus vecinos, a menos que se vea obligada a ello. Pero para llevar a cabo esta difícil y quizá ingrata misión, es necesario que Alemania sea poderosa y se arme como para la guerra. De esta manera, si somos empujados hacia la guerra contra nuestra voluntad, tendremos, al menos, los medios para defendernos. Ahora bien, si ustedes rechazan esta solicitud de crédito, significa, en mi opinión, la guerra a corto plazo. No tenemos instinto guerrero. No necesitamos una guerra: somos de ese género de Estados que el príncipe de Metternich calificaba de “Estados saciados”. No deseamos nada que haya que obtener por las armas. Y si fuera así, observen qué actitud pacífica, tanto en el exterior como en el interior del país, ha sido la política imperial durante los últimos dieciséis años. Tras la paz de Francfort, nuestro primer deseo fue mantener una paz tan larga como fuera posible y utilizarla para consolidar el Imperio Alemán[2]. No era una labor fácil. Habíamos obtenido entera satisfacción con Austria (…). Desconozco si logramos una vez más realizar una era de paz tan larga, es decir durante más de treinta años. Nuestros esfuerzos en este sentido son sinceros, pero ante todo, necesitamos un ejército fuerte, un ejército lo bastante poderoso como para que pueda asegurar nuestra independencia al margen de cualquier alianza.

Nuestra amistad con Rusia[3] no ha sufrido ninguna interrupción durante toda la época de nuestras guerras, y hoy, aún, no puede ponerse en duda. No tememos ningún ataque, ninguna política hostil por parte de Rusia. Mantenemos con ella relaciones muy amistosas y no seremos nosotros quienes, bajo ningún pretexto, las perturbaremos. ¿Qué interés tendríamos en buscar problemas a Rusia? ¿Nuestro espíritu batallador nos empujará a plantear una querella[4] a un país que no nos provoca? Tales instintos bárbaros son ajenos al gobierno y a las concepciones políticas de Alemania, y por nuestra parte jamás romperemos la paz con Rusia. No creo que Rusia quiera atacarnos. Tampoco creo que busque alianzas con otra potencia para atacarnos o para utilizar las dificultades que pudiéramos tener en otro flanco[5] y atacarnos con facilidad. El zar Alejandro III[6] siempre ha sido franco en sus opiniones, y si tuviera algún sentimiento de enemistad hacia Alemania, él sería el primero en manifestarlo o dejarlo entender.

Saber cuáles serán nuestras relaciones con Francia[7] en el futuro es una pregunta más difícil de contestar. La construcción de la paz entre nosotros y Francia resulta difícil debido a que aún subsiste entre ambos países el largo problema histórico del trazado de la frontera. ¿Han finalizado definitivamente los tiempos de lucha con Francia debido a la frontera? Nadie de nosotros lo puede saber. Yo puedo expresar únicamente mi opinión: la lucha no está terminada; sería preciso que el carácter francés, que todos nuestros asuntos fronterizos fueran completamente modificados. Tengo la más absoluta confianza sobre las intenciones pacíficas del gobierno actual de Francia. Y si pudiera estar convencido de un gobierno similar para un largo período, yo les diría “ahorren su dinero”. Pero eviten ahorrarlo para el caso en que debamos pagar contribuciones de guerra. Si la guerra estallara, sería una terrible calamidad. Piensen lo que sería la guerra en sí misma, independientemente de su resultado. Nuestro comercio terrestre y marítimo, nuestras empresas industriales, todo quedaría paralizado. No es necesario describirles detalladamente una situación que ustedes conocen por experiencia. Esta guerra se desencadenará si aparece como una guerra sin importancia, por el contrario, quedará descartada si se presenta como terrible. Cuanto más potentes seamos, más improbable será la guerra. La verosimilitud de un ataque de Francia, por el cual no debemos inquietarnos actualmente, se realizará tan pronto como Francia, bajo otro gobierno, tenga motivos para creerse superior a nosotros. Entonces, la guerra será segura, un hecho cierto. La superioridad de Francia podrá sostenerse en las alianzas que forme. No pienso que tales alianzas puedan constituirse. Es labor de la diplomacia evitarlas o preparar contraalianzas cuando sea preciso. Sólo quiero tener en cuenta el enfrentamiento entre Francia y Alemania. Podrá desencadenarse tan pronto como Francia sea más fuerte que nosotros.



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[2] rrrrrrrrrrrr

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[5] lllllllllllll

[6] pppppppppppp

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