Morir de frío en los frentes olvidados de la Guerra Civil
Morir de
frío en los frentes olvidados de la Guerra Civil
Luis A. Ruiz Casero, 28 de enero de 2024
En la memoria colectiva de este país el episodio de labatalla
invernal de Teruelha
quedado como un hito de las cotas del sufrimiento humano que pueden alcanzarse
en los conflictos bélicos modernos, que no dan tregua ni siquiera en
las condiciones climáticas más extremas. Historiadores como Antony
Beevor han visto Teruel como un anticipo de Stalingrado. Como en la gran batalla de la Segunda
Guerra Mundial, en la capital bajoaragonesa dos ejércitos de
masas mataron y murieron en un combate urbano de pesadilla, con civiles
atrapados entre las ruinas, padeciendo todos en la intemperie el desplome del
mercurio en un invierno
particularmente cruel.
Pero en España hubo una multitud de «pequeños terueles» en 1936-1939, combates
librados bajo la ventisca en frentes olvidados, que no han dejado huella en el
recuerdo histórico, y que sin embargo supusieron sufrimiento sin cuento para
miles de combatientes. Como la defensa del Vértice Sierra, en el Alto Tajuña,
fortificado por reclutas en alpargatas durante el invierno más crudo del siglo
XX. O como el desdichado paso del
Alto Tajo el 25 de enero de 1939, cuando apenas quedaban un par de meses para
el fin oficial de la guerra, cuando casi diez mil hombres dirigidos por el
antiguo albañil anarquista Cipriano Mera emprendieron un ataque desesperado
para tratar de salvar Cataluña. La operación se puso en marcha en
mitad de un temporal. La crecida del Tajo impidió tender tres de las cuatro
pasarelas previstas, y la única desplegada fue destruida por una crecida,
dejando a varios centenares de soldados aislados en territorio enemigo. El
ataque resultó un fracaso y estuvo cerca de convertirse en un auténtico
desastre, con la tropa totalmente desmoralizada, mal equipada para soportar el
clima, lo que costó a Mera decenas de bajas por enfermedad.
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