sábado, 4 de mayo de 2024

Tres centímetros separaban a ricos y pobres al inicio de la guerra civil

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Tres centímetros separaban a ricos y pobres al inicio de la guerra civil

Manuel Ansede, 20 de agosto de 2018

 

“Pasaban masas ya revueltas: mujerzuelas feas, jorobadas, con lazos rojos en las greñas, niños anémicos y sucios, gitanos, cojos, negros de los cabarets, rizosos estudiantes mal alimentados, obreros de mirada estúpida, poceros, maestritos amargados y biliosos. Toda la hez de los fracasos, los torpes, los enfermos, los feos; el mundo inferior y terrible, removido por aquellas banderas siniestras”. El escritor y aristócrata Agustín de Foxá ponía en boca de un joven falangista esta descripción del Madrid republicano en su novela Madrid, de Corte a Cheka, finalizada en 1937 y publicada en plena guerra civil española.

Foxá, coautor de la letra del Cara al sol, vivió en una de las zonas más ricas de Madrid, en la calle Ibiza, 1, enfrente del Parque del Retiro y muy cerca del distrito de Salamanca, históricamente burgués. A una hora a pie podía llegar a Vallecas, un canónico barrio obrero de la capital en el que Foxá podría encontrar una coartada biológica para su clasismo. Los ricos eran, en promedio, tres centímetros más altos que los pobres en 1936, según descubre ahora un estudio de las tallas de los jóvenes llamados a filas. Es un indicador perfecto de la desigualdad brutal que existía en España al inicio de la guerra civil.

 “Una diferencia de tres centímetros es elevadísima”, explica el antropólogo Carlos Varea, de la Universidad Autónoma de Madrid. Su equipo ha buceado por primera vez en los denominados Libros Filiadores de las Cajas de Reclutas de la Ciudad de Madrid, conservados en el Archivo General Militar de Guadalajara. “Es un material inédito no estudiado hasta el momento”, subraya Varea. Los libros, correspondientes al periodo 1936-1974, incluyen el nombre completo, la fecha de nacimiento, la dirección y la estatura de los hombres jóvenes de Madrid, fichados cuando cumplían 21 años. El archivo es oro puro para los investigadores.

La talla adulta de una población es un indicador excepcional de su bienestar biológico. La desnutrición y las enfermedades desde la etapa fetal a la adolescencia, además del trabajo infantil, afectan al crecimiento de manera irreversible. Un pobre, obviamente, puede ser mucho más alto que un rico, pero si se mira a grandes poblaciones la diferencia canta. El grupo de Varea ha comparado de momento las estaturas de 25.000 mozos de los distritos de Vallecas y Salamanca. La talla media en 1936 era de 167,63 centímetros en el barrio rico, tres centímetros más que en el barrio obrero.

Los expertos en salud pública no se cansan de repetir que el código postal es más importante que el código genético. Y esta desigualdad socioeconómica tiene efectos biológicos, en factores visibles como la estatura y el peso, pero también en la esperanza de vida. En la actualidad, los vecinos de El Goloso, en el norte de Madrid, viven 10 años más que los de Amposta, un barrio del distrito de San Blas, en el este de la capital. Madrid sigue siendo en 2018 terriblemente desigual.

 “Las diferencias de estatura siguen existiendo. Solo hay que irse a la salida de un colegio privado de la zona norte y a otro colegio público del sur de Madrid”, afirma el antropólogo Luis Ríos, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales y coautor del estudio. Hace una década, Ríos y el abogado José Ignacio Casado acudieron al Archivo General Militar de Guadalajara en busca de datos que les ayudaran a identificar los restos humanos desenterrados en varias fosas de la guerra civil en Burgos. En Guadalajara, un archivero les habló de los libros con los datos de los jóvenes de Madrid ordenados por distritos, una oportunidad única para estudiar la desigualdad dentro de una gran ciudad.

El análisis de las tallas entre 1936 y 1974, publicado ahora en la revista especializada Nutrición Hospitalaria, muestra los efectos de la guerra civil y del primer franquismo sobre los españoles. En las cuatro décadas estudiadas, la estatura se incrementó casi siete centímetros en Vallecas y poco más de cinco centímetros en Salamanca, dejando una diferencia de 1,20 centímetros entre los dos distritos en 1974. Pero la subida no fue lineal. La altura, de hecho, llegó a reducirse en los jóvenes llamados a filas en la segunda mitad de la década de 1940. El impacto biológico de los años del hambre se detecta, sobre todo, en Vallecas. Los mozos tallados en 1948 medían un promedio de 163,5 centímetros, un centímetro menos que en 1936.

La autarquía franquista, el periodo entre 1939 y 1959, fue “la etapa más negra de la España contemporánea”, según el historiador José Miguel Martínez Carrión, de la Universidad de Murcia. El investigador acaba de estudiar la evolución de la estatura en Hellín, un municipio de Albacete con un peso importante de la agricultura de secano. La documentación para el reclutamiento militar de casi 9.000 mozos muestra que la talla de 1936 no se recuperó hasta 1960. Y que dentro de los pobres había jerarquías: los analfabetos eran más bajos que los que sabían leer y escribir.

El historiador, pionero en el estudio de la altura en España, lamenta la falta de datos detallados desde el final del servicio militar obligatorio en 2001. “Ahora mismo, si quisiéramos estudiar el impacto de la última recesión económica en la altura no podríamos, porque no tenemos series de datos. Y es una pena, porque sabemos que la altura es un buen instrumento para medir el bienestar”, sostiene Martínez Carrión. “Habría que instar a las autoridades a que midan a la población”.

Hace dos años, un macroestudio con datos de más de 18 millones de personas de 200 países reveló una gigantesca desigualdad mundial. Los hombres holandeses, con una altura media de 1,82 metros, miden 20 centímetros más que los de Timor Oriental. Y las mujeres guatemaltecas, con sus 1,49 metros de estatura, miden 21 centímetros menos que las letonas.

La culpa no es del ADN, sino de la pobreza. En España, la estatura media de los hombres era de 1,76 metros en 1996, unos 14 centímetros más que un siglo antes. En el mismo periodo, la altura de las españolas creció 12 centímetros, hasta los 1,63 metros. Hace cien años, un viajero podría haber pensado que las mujeres de Corea del Sur eran muy bajitas. Durante el siglo XX, su talla media creció 20 centímetros.


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