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Tres centímetros separaban a ricos y pobres al
inicio de la guerra civil
Manuel Ansede, 20 de agosto de 2018
“Pasaban masas ya revueltas: mujerzuelas
feas, jorobadas, con lazos rojos en las greñas, niños anémicos y sucios,
gitanos, cojos, negros de los cabarets, rizosos estudiantes mal alimentados,
obreros de mirada estúpida, poceros, maestritos amargados y biliosos. Toda la
hez de los fracasos, los torpes, los enfermos, los feos; el mundo inferior y
terrible, removido por aquellas banderas siniestras”. El escritor y aristócrata
Agustín de Foxá ponía en boca de un joven falangista esta descripción del
Madrid republicano en su novela Madrid, de Corte a Cheka, finalizada en
1937 y publicada en plena guerra civil española.
Foxá, coautor de la letra del Cara al sol,
vivió en una de las zonas más ricas de Madrid, en la calle Ibiza, 1, enfrente
del Parque del Retiro y muy cerca del distrito de Salamanca, históricamente burgués.
A una hora a pie podía llegar a Vallecas, un canónico barrio obrero de la
capital en el que Foxá podría encontrar una coartada biológica para su
clasismo. Los ricos eran, en promedio, tres centímetros más altos que los
pobres en 1936, según descubre ahora un estudio de las tallas de los jóvenes
llamados a filas. Es un indicador perfecto de la desigualdad brutal que existía
en España al inicio de la guerra civil.
“Una
diferencia de tres centímetros es elevadísima”, explica el antropólogo Carlos
Varea, de la Universidad Autónoma de Madrid. Su equipo ha buceado por primera
vez en los denominados Libros Filiadores de las Cajas de Reclutas de la Ciudad
de Madrid, conservados en el Archivo General Militar de Guadalajara. “Es un
material inédito no estudiado hasta el momento”, subraya Varea. Los libros,
correspondientes al periodo 1936-1974, incluyen el nombre completo, la fecha de
nacimiento, la dirección y la estatura de los hombres jóvenes de Madrid,
fichados cuando cumplían 21 años. El archivo es oro puro para los
investigadores.
La talla adulta de una población es un
indicador excepcional de su bienestar biológico. La desnutrición y las
enfermedades desde la etapa fetal a la adolescencia, además del trabajo
infantil, afectan al crecimiento de manera irreversible. Un pobre, obviamente,
puede ser mucho más alto que un rico, pero si se mira a grandes poblaciones la
diferencia canta. El grupo de Varea ha comparado de momento las estaturas de
25.000 mozos de los distritos de Vallecas y Salamanca. La talla media en 1936
era de 167,63 centímetros en el barrio rico, tres centímetros más que en el
barrio obrero.
Los expertos en salud pública no se cansan de
repetir que el código postal es más importante que el código genético. Y esta
desigualdad socioeconómica tiene efectos biológicos, en factores visibles como
la estatura y el peso, pero también en la esperanza de vida. En la actualidad,
los vecinos de El Goloso, en el norte de Madrid, viven 10 años más que los de
Amposta, un barrio del distrito de San Blas, en el este de la capital. Madrid
sigue siendo en 2018 terriblemente desigual.
“Las
diferencias de estatura siguen existiendo. Solo hay que irse a la salida de un
colegio privado de la zona norte y a otro colegio público del sur de Madrid”,
afirma el antropólogo Luis Ríos, investigador del Museo Nacional de Ciencias
Naturales y coautor del estudio. Hace una década, Ríos y el abogado José
Ignacio Casado acudieron al Archivo General Militar de Guadalajara en busca de
datos que les ayudaran a identificar los restos humanos desenterrados en varias
fosas de la guerra civil en Burgos. En Guadalajara, un archivero les habló de
los libros con los datos de los jóvenes de Madrid ordenados por distritos, una
oportunidad única para estudiar la desigualdad dentro de una gran ciudad.
El análisis de las tallas entre 1936 y 1974,
publicado ahora en la revista especializada Nutrición Hospitalaria, muestra los
efectos de la guerra civil y del primer franquismo sobre los españoles. En las
cuatro décadas estudiadas, la estatura se incrementó casi siete centímetros en
Vallecas y poco más de cinco centímetros en Salamanca, dejando una diferencia
de 1,20 centímetros entre los dos distritos en 1974. Pero la subida no fue
lineal. La altura, de hecho, llegó a reducirse en los jóvenes llamados a filas
en la segunda mitad de la década de 1940. El impacto biológico de los años del
hambre se detecta, sobre todo, en Vallecas. Los mozos tallados en 1948 medían
un promedio de 163,5 centímetros, un centímetro menos que en 1936.
La autarquía franquista, el periodo entre
1939 y 1959, fue “la etapa más negra de la España contemporánea”, según el
historiador José Miguel Martínez Carrión, de la Universidad de Murcia. El
investigador acaba de estudiar la evolución de la estatura en Hellín, un
municipio de Albacete con un peso importante de la agricultura de secano. La
documentación para el reclutamiento militar de casi 9.000 mozos muestra que la
talla de 1936 no se recuperó hasta 1960. Y que dentro de los pobres había
jerarquías: los analfabetos eran más bajos que los que sabían leer y escribir.
El historiador, pionero en el estudio de la
altura en España, lamenta la falta de datos detallados desde el final del
servicio militar obligatorio en 2001. “Ahora mismo, si quisiéramos estudiar el
impacto de la última recesión económica en la altura no podríamos, porque no
tenemos series de datos. Y es una pena, porque sabemos que la altura es un buen
instrumento para medir el bienestar”, sostiene Martínez Carrión. “Habría que
instar a las autoridades a que midan a la población”.
Hace dos años, un macroestudio con datos de
más de 18 millones de personas de 200 países reveló una gigantesca desigualdad
mundial. Los hombres holandeses, con una altura media de 1,82 metros, miden 20
centímetros más que los de Timor Oriental. Y las mujeres guatemaltecas, con sus
1,49 metros de estatura, miden 21 centímetros menos que las letonas.
La culpa no es del ADN, sino de la pobreza.
En España, la estatura media de los hombres era de 1,76 metros en 1996, unos 14
centímetros más que un siglo antes. En el mismo periodo, la altura de las
españolas creció 12 centímetros, hasta los 1,63 metros. Hace cien años, un
viajero podría haber pensado que las mujeres de Corea del Sur eran muy bajitas.
Durante el siglo XX, su talla media creció 20 centímetros.
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