Ante la inminencia de la pronta llegada de
los invasores musulmanes, los monjes hispanovisigodos del monasterio de Santa
María de Sorbaces -que se erigía en lo que hoy se conoce como yacimiento de Guarrazar
(Guadamur, Toledo)- se apresuraron a ocultar las joyas que custodiaban.
Concibieron una idea brillante: abrirían dos falsas tumbas en el cementerio del
monasterio y, en su interior, ocultarían los tesoros, en su mayoría coronas
votivas y cruces que los reyes visigodos habían ido ofreciendo, a lo largo del
tiempo, al citado monasterio. El éxito de esta idea fue tal que los tesoros
permanecerían ocultos durante más de un milenio, hasta que una pareja de
campesinos lo hallara, de forma fortuita, en el año 1858. Las tumbas se
hallaban en el camposanto, al pie de un camino que conducía a Toledo y que
podemos ver en la esquina inferior derecha de nuestra reconstrucción -paradójicamente,
a la vista de todos los viandantes-. Al fondo de la imagen se aprecia la
capilla del Crispino, monumento funerario de planta cruciforme erigido en el
mismo cementerio. A la izquierda, fuera ya de nuestra imagen, se erguía un
pequeño edificio que acogía la fuente de un manantial, y que en época
precristiana posiblemente hubiera hecho las veces de pequeño templo dedicado a
las aguas (en la actualidad se extiende una balsa de agua en el mismo lugar). En
nuestra escena vemos a tres figuras: aquella que se yergue desde el interior de
una de las dos falsas tumbas representa a un esclavo, personaje muy común en
los monasterios y otras instituciones eclesiásticas de época visigoda, tal y
como reflejan las fuentes. Frente a este, un clérigo del monasterio que
sostiene la corona de Recesvinto, instantes antes de que esta comience su largo
sueño de más de mil años. Junto a ambos, un soldado visigodo que vigila,
inquieto –con la mano sobre el pomo de la espada- y garantiza la seguridad de
la operación. De la proverbial riqueza de las iglesias y monasterios visigodos
nos hablan las fuentes, como de las “joyas para llenar varios carros” que,
según las Vidas de los padres emeritenses
custodiaban las iglesias de Mérida. También sabemos que, a su entrada en la
catedral de Toledo, las huestes musulmanas hallaron numerosas coronas de oro
colgadas de los techos, que de inmediato fundieron para aprovechar su valor en
oro.
sábado, 28 de mayo de 2016
Ejércitos medievales hispánicos (II). Conquista y resistencia (711-929) n.º 27
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