LA INDUSTRIA Y SU HISTORIA
INTRODUCCIÓN
La industria son el conjunto de
actividades necesarias para transformar las materias primas en productos para
el consumo. Las actividades industriales transforman las materias primas en
productos elaborados que se pueden utilizar o consumir directamente (una silla,
una barra de pan…).
Una parte de los productos se fabrican
con el objetivo de que sean parte de la elaboración de otros productos
industriales, son los llamados productos semielaborados. Ejemplos de los
anteriores son las barras de hierro que proporciona la industria siderúrgica o
el caucho que se obtiene en las industrias químicas, utilizándose ambos en la
industria automovilística.
HISTORIA DE LA INDUSTRIA
La industria artesanal o manufacturera
La primera industria surgió cuando un
ser humano cogió un palo y lo sujetó a a otra cosa. Durante la mayor parte de
la historia de la Humanidad la industria fue de autoconsumo: cada persona
fabricaba lo que necesitaba con lo que tenía a mano.
A partir del Neolítico, con la
agricultura y la acumulación de excedentes de alimentos, ya no fue necesario
que todos los miembros de una comunidad participaran de forma activa en la
obtención de comida. Desde ese momento empieza a surgir la especialización, que
se consolida con la aparición de las primeras ciudades en Mesopotamia (actual
Iraq). Aparece la figura del artesano, la persona que fabrica productos
necesarios o de lujo para la población y los intercambia por alimentos u otros
bienes. Los primeros artesanos se dedicaban a la cerámica, la fabricación de
calzado o de telas, la herrería…
Los artesanos realizaban un trabajo
manual auxiliados por las herramientas propias de su oficio, por eso esta
industria se llama artesanal o manufacturera, porque los productos se
elaboraban con las manos.
La energía que usaban los artesanos era
básicamente la humana. El lugar donde trabajaban se llamaba taller y solía
formar parte de la vivienda del artesano, que por lo general trabajaba con un
grupo de ayudantes, que podían ser libres o esclavos. Cada producto era
diferente de todos los demás, por ejemplo no existían dos pares de zapatos o
dos cuchillos iguales, y solía necesitar una gran inversión de tiempo y
esfuerzo, por ello los artículos solían tener precios altos y se elaboraban
para poder usados durante mucho tiempo.
Durante la Edad Media europea
(476-1492) se organizó el trabajo artesanal en las ciudades europeas. En cada
urbe existían asociaciones llamadas gremios; había uno para cada oficio de
artesano (cuchilleros, panaderos, sastres…). Los gremios establecían los
precios de compra de las materias primas, las características de cada producto
y los precios de venta del bien fabricado. También establecían los horarios de
trabajo y los sueldos de los trabajadores. Asimismo se encargaban de las
familias de los miembros del gremio cuando éstos morían. Cada gremio estaba
formado por varios maestros artesanos especializados en un artículo. El maestro
artesano era propietario del taller donde se elaboraban los productos
manufacturados, que solía estar en la planta baja de su casa, e igualmente era
el dueño de las herramientas que se usaban. Trabajando para él estaban los
oficiales que cobraban un salario bajo y los apéndices que no cobraban ningún
sueldo puesto que estaban aprendiendo el oficio. Tanto los aprendices como los
oficiales solían comer a la mesa con la familia del maestro artesano y los
aprendices dormían en su misma casa. Con el tiempo los aprendices ascendían a
oficiales, y un oficial experto en su oficio podía, tras pasar por un tribunal
del gremio, independizarse y montar su propio taller.
El sistema de gremios tenía elementos
positivos y negativos. La parte buena era que los precios de los productos y su
calidad eran más o menos semejantes en toda la ciudad y no solían hacerse más
caros ni empeorar. Además todos los miembros del gremio tenían comida y techo
asegurados y la protección de la asociación en caso de enfermedad o accidente.
Como características negativas de los gremios tenemos que desanimaban la
innovación y la mejora de los productos, se rechazaban las ideas nuevas y
originales, además al no haber competencia dentro de la localidad los precios
nunca bajaban, aunque en la ciudad contigua fueran la mitad. Por último las
condiciones de vida de la mano de obra de los gremios (aprendices y oficiales)
eran precarias y les era difícil mantener una familia o montar su propio
taller.
La
industria fabril
A mediados
del siglo XVIII se produjo la Revolución Industrial. Supuso el paso de la producción
industrial artesanal a la producción industrial fabril. Progresivamente las máquinas,
impulsadas por la energía del vapor, fueron sustituyendo a la energía humana y
a las herramientas sencillas.
Fue en Inglaterra
donde comenzó esta transformación, y de ahí saltó a principios del siglo XIX a
Europa continental y, poco después, a Estados Unidos, llegando a Japón en la segunda
mitad del siglo XIX. La primera industria que cambió su tecnología fue la
industria textil, y fueron los telares las primeras máquinas que vivieron un rápido
proceso de innovación.
Las
nuevas máquinas no eran movidas por energía humana o del viento, como el molino
de viento para moler grano o las velas para impulsar un barco, sino por la
energía hidráulica y, más tarde, por la del carbón. La máquina de vapor, un
motor movido por los gases producidos por la combustión del carbón, fue la
protagonista de la Primera Revolución Industrial, junto al ferrocarril, que
impulsó la siderurgia con una demanda creciente de hierro para máquinas de
vapor y raíles.
Las
nuevas máquinas supusieron un gran ahorro de energía humana, y añadieron rapidez
y eficacia (una máquina se equivoca menos que una persona) al proceso de
producción, con lo que aumentó la productividad[1].
Aunque
las nuevas máquinas redujeron la necesidad de mano de obra para una tarea
concreta, el aumento de la producción hizo que los precios de los bienes
bajaran sin cesar durante el siglo XIX, y por ello la demanda de artículos
creció de forma constante, de manera que la demanda de mano de obra no sólo no
se redujo sino que aumentó durante toda la centuria.
La industria
fabril de la Revolución Industrial supuso que los europeos y estadounidenses tuvieron
a su disposición muchísimos más productos y más baratos que los que habían
disfrutado los seres humanos hasta ese momento. Sin embargo este proceso
también tuvo efectos negativos. Por un lado los artesanos de los gremios se
arruinaron al no poder competir contra los precios de la nueva industria, y pasaron
a ser trabajadores fabriles, lo mismo pasó con gran cantidad de habitantes del
campo que, debido a la sobrepoblación causada por la mejora de las condiciones
de vida, emigraron a la ciudad para trabajar en las fábricas.
Con la
Revolución Industrial surge la fábrica o factoría. Ese es el lugar donde se
concentran la maquinaria, las herramientas y las instalaciones necesarias para
la fabricación de productos.
La producción
ya no se realiza en las viviendas particulares, como los campesinos que aún
tallaban muebles, o en el taller artesanal situado bajo la casa del maestro
artesano, sino que se traslada a un edificio separado de las viviendas de los
trabajadores. Estas fábricas primero se concentraron cerca de las fuentes de
energía, ríos y minas de carbón, pero según mejoraban las comunicaciones,
gracias al creciente tendido de kilómetros de vías férreas, las fábricas se
instalaron en las ciudades.
El trabajo
en las fábricas supuso un gran cambio en las condiciones de vida de artesanos y
campesinos:
- En el campo y en el
taller el ritmo del trabajo lo ponía cada trabajador o el grupo del que formaba
parte, y no era constante sino que había paradas y tiempo para las risas y las
canciones hasta que se terminaba la tarea del día, además el horario de trabajo
se adaptaba a las estaciones, se trabajaba en función de las horas de luz
disponibles y según las necesidades que había que cubrir.
- En la fábrica se
realizaba una tarea mecánica y repetitiva. La cantidad de energía que gastaban
los obreros industriales se esperaba que fuera la misma durante toda la jornada
laboral, marcada por tiempo de trabajo y no por labor realizada. Los obreros
asalariados pasaban a ser parte de un gran mecanismo, y por ello mismo eran
intercambiables. Rotos los lazos familiares o de compañerismo del campo y los
talleres, los trabajadores asalariados de las empresas carecían de un sentido
de comunidad. Además a principios del siglo XIX se prohibieron los gremios en
Europa y todo tipo de asociación que estorbara la libertad económica, de modo
que el sueldo de cada trabajador individual se establecía personalmente con el
patrono y, ante la competencia por un puesto de trabajo, los salarios iban
siempre a la baja.
- Las condiciones de
vida de los obreros industriales europeos durante el siglo XIX eran pésimas.
Las largas jornadas laborales y los salarios bajos obligaban a trabajar a toda
la familia, incluidos los niños de corta edad. Los sueldos eran bajos, y los
contratos indefinidos, a medio o a corto plazo no existían. El asalariado cobraba
por día trabajado, si no trabajaba no cobraba, aunque faltara por enfermedad.
No existía jubilación, ni pensiones, ni indemnizaciones por accidente. Las
jornadas laborales eran muy largas, por ejemplo los niños que trabajaban en las
minas de carbón tenían turnos que empezaban a las cuatro de la madrugada y
terminaban a las cinco de la tarde. Los niños que trabajaban en las fábricas
textiles trabajaban catorce horas al día, seis días a la semana.
- Las mujeres y los niños
cobraban sueldos más bajos, incluso cinco veces menos, que los hombres adultos
aunque trabajaran las mismas horas que aquellos. Esto se debía a la mentalidad
machista que consideraba el sueldo de mujeres y niños un complemento del salario
del padre de familia. Además, la falta de leyes que ordenaran las condiciones
de trabajo hacía posible que las mujeres embarazadas trabajaran en los telares
mecánicos casi hasta el momento del parto, sin recibir sueldo durante la convalecencia
del mismo ni seguridad de recuperar su empleo. Por su parte los niños eran
empleados en todo tipo de trabajos, incluso en los más peligrosos. Eran
normales los niños que trabajaban como deshollinadores, limpiando el hollín que
obturaba las chimeneas de las casas. Para este oficio solían seleccionarse
chicos huérfanos y famélicos, porque así les era más fácil deslizarse por los
tubos de las chimeneas y, en caso de quedarse atrapados y morir por asfixia, no
había parientes que reclamasen. De hecho, hasta 1840 la única ley sobre el tema
establecía en ocho años la edad para comenzar a trabajar como deshollinador. En
1900 todavía trabajaban un millón setecientos mil niño de menos de quince años
en la industria norteamericana.
Está
claro que por lo dicho anteriormente que la enseñanza no era un derecho en el
siglo XIX, y la mayoría de los niños y jóvenes se incorporaban en cuanto podían
al mercado de trabajo como mano de obra barata y sin cualificar, lo que explica
la gran proporción de la población que era analfabeta.
- Además de todo lo
anterior la siniestralidad laboral era muy alta, y los accidentes de todo tipo
estaban a la orden del día.
- La revolución industrial
transformó el paisaje de Europa. Las ciudades aumentaron de tamaño rápidamente
por la emigración de trabajadores desde el campo, y las autoridades debieron
derribar las antiguas murallas medievales, que se habían convertido en un
estorbo. Las ciudades industriales con sus fábricas produjeron los “paisajes
negros”. El hollín y la carbonilla procedentes de la combustión de carbón eran
omnipresentes en tejados, calles, e incluso dentro de las propias casas. Los
ríos ribereños de las ciudades fueron contaminados con los desechos
industriales y las basuras de una población en crecimiento. Las enfermedades
respiratorias, de la vista, etc. eran muy comunes y la esperanza de vida entre
la población de los obreros industriales se redujo respecto a un siglo antes.
Para
enfrentarse a esta situación de explotación y mejorar sus condiciones de vida
los obreros se organizaron en sindicatos, organizaciones que defendían sus
derechos. Los sindicatos estuvieron prohibidos durante la mayor parte del siglo
XIX, ya que eran vistos como enemigos de la libertad económica. El primer
sindicato se fundó en España en 1870. Gracias a los sindicatos, que usaban la
huelga como arma de presión contra los patrones, se lograron fijar horarios
laborales menos extenuantes, se garantizó el pago de un salario mínimo, se
establecieron contratos de trabajo indefinidos, se controló el trabajo de los
niños, se mejoraron las condiciones higiénicas, sanitarias y de seguridad en
los lugares de trabajo…
El
crecimiento industrial basado en producir más para ganar más entró en crisis a
finales del siglo XIX, a causa de la competencia entre las industrias por
ampliar el mercado y colocar una producción cada vez mayor. La falta de mercado
para los productos industriales produjo una crisis de sobreproducción. La
respuesta de los gobiernos europeos a esta situación fue apoderarse de
territorios en África y Asia para obtener materias primas baratas y colocar los
excedentes de la producción industrial. Esta expansión de los estados europeos
por el resto del mundo se llamó Imperialismo.
La
mejora de los salarios y del nivel de vida hizo posible convertir a los obreros
industriales en consumidores de productos industriales, por lo que las fábricas
pudieron ampliarse, mecanizarse más y aumentar su producción. Los empresarios,
al vender más productos, pudieron también obtener más beneficios.
La
actual industria fabril
La
industria fabril de hoy en día se caracteriza por:
-
La automatización y sofisticación de sus
procesos, a los que se han incorporado la informática y la robótica, lo que ha
generado un aumento de la productividad.
-
La reducción de mano de obra.
-
La fabricación de productos cada vez más
diversos, que pueden exportarse a cualquier parte gracias al desarrollo de los
transportes.
-
Siguen existiendo las figuras del
empresario, dueño de la industria, y de los obreros, trabajadores asalariados
de la empresa, pero debido a la creciente complejidad de éstas cada vez son más
importantes los equipos directivos o ejecutivos que las gestionan.
INSTRUCCIONES Y EJERCICIOS
1.
¿Qué es la industria?
2.
¿Qué son los productos semielaborados?
3.
¿Cuándo comenzó la especialización?
4.
¿Dónde surgen las primeras ciudades?
5.
¿Por qué la industria manufacturera se
llama así?
6.
¿Por qué en la Antigüedad, como hoy día,
los productos artesanales solían tener precios altos?
7.
¿De qué se encargaban los gremios?
8.
¿Qué tres tipos de personas trabajaban en
un taller de un gremio medieval?
9.
¿Cómo se ascendía dentro de un gremio?
10. ¿Cuál
es para ti la característica más positiva de los gremios medievales?
11. ¿Cuál
es para ti la característica más negativa de los gremios medievales?
12. ¿Cuándo
y dónde comenzó la Revolución Industrial?
13. ¿Por
qué fue importante la Revolución industrial?
14. ¿Qué
tipo de industria fue la primera en transformarse?
15. ¿Qué
dos elementos mecánicos protagonizaron la primera revolución industrial?
16. ¿Qué
es la productividad?
17. ¿Por
qué la demanda de productos fabriles creció durante todo el siglo XIX?
18. ¿Qué
les pasó a los artesanos de los gremios durante la Revolución industrial?
19. ¿Qué
es la fábrica o factoría?
20. ¿Dónde
se instalaron las primeras fábricas?
21. ¿Qué
significa la frase “la jornada de trabajo estaba marcada por el tiempo de
trabajo y no por la labor realizada”?
22. ¿Cuándo
se prohibieron los gremios en Europa?
23. ¿Cuánto
duraban los turnos de los niños que trabajaban en las minas de carbón?
24. ¿Cuál
era la edad mínima para trabajar de deshollinador hasta 1840?
25. ¿Cuántos
niños menores de quince años trabajaban en la industria estadounidense en el
año 1900, con una población total de 76 millones?
26. ¿En
qué consistían los paisajes negros?
27. ¿Cuándo
se fundó en España el primer sindicato?
28. ¿A
qué se debió la crisis de sobreproducción de finales del siglo XIX?
29. ¿Qué
buscaban los gobiernos europeos con el Imperialismo?
30. ¿Por
qué los obreros pudieron llegar a ser consumidores?
[1] Productividad:
Aumento de la producción que se consigue gracias al empleo de un factor de
producción determinado (mano de obra, maquinaria…), es decir producir más
artículos en relación con el capital y el trabajo invertidos.
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