2.
El arte romano: desarrollo y principales influencias
Debido
a la gran extensión temporal del llamado Periodo Romano —más de mil años—
enfocaremos su estudio a partir de la línea cronológica que recogemos a
continuación y que centra la historia de Roma en tres grandes periodos:
Monarquía, República e Imperio.
El arte
romano, entendido como producto de la mentalidad romana estaba ya plenamente formado
a finales del siglo I a. C. y se mantuvo hasta finales del siglo IV con la
llegada de las invasiones bárbaras. Se asienta sobre dos grandes pilares en un
ejercicio de perfecto sincretismo, de tal manera que el legado romano
constituirá una base cultural uniforme entre los pueblos de Europa hasta el
desarrollo del arte románico.
Los dos
pilares culturales que constituyen el sustrato del mundo romano son:
• El
mundo griego: del cual toman la estatuaria (tanto temas como técnicas) y la
arquitectura. En especial, los tres órdenes clásicos (a los que añadirán el
toscano y el compuesto), la estructura de los templos y el teatro como edificio
principal relacionado con el espectáculo.
•
Etruria: imprime el gusto por el retrato, el culto a los antepasados, la
estatuaria de bronce o la utilización del arco de medio punto en la
arquitectura.
A estas
aportaciones, los artistas romanos añaden una serie de elementos propios que
convierten el arte romano en original y lo alejan de las concepciones
simplistas que lo consideran una mera copia del arte griego. En primer lugar,
el carácter militar de Roma hará prevalecer en sus construcciones la utilidad
frente a la belleza abstracta y formal que había caracterizado al arte griego.
En
segundo lugar, la estrecha relación que va a existir entre la obra de arte y el
grupo de poder, la clase dominante que la encarga, la financia, la utiliza y la
pone a su servicio para, con ella, exaltar su poder y mostrar su magnificencia.
Se explican así los grandes edificios para espectáculos, los arcos de triunfo y
las columnas conmemorativas que recuerdan al mundo el poder de los emperadores.
2.1.
La arquitectura romana
A.
Características generales
En los
materiales se emplea la combinación de aparejos de sillería, mampostería y
ladrillo, siendo muy características las estructuras en hormigón romano para
las construcciones que requieren mayor resistencia (los pilares de puentes y
acueductos, la base de las calzadas, etc.).
Como
soportes se emplean los órdenes clásicos griegos a los cuales añaden el toscano
—muy similar al dórico pero con basa— y el compuesto —mezcla de los capiteles
del jónico y el corintio—. Los órdenes se emplean con mayor libertad,
introduciendo variantes e incluso combinándolos en un mismo edificio con varios
pisos conforme a la siguiente ordenación: toscano, jónico, corintio y compuesto
(fachada del Coliseo de Roma).
En
cuanto a las cubiertas, Roma emplea por igual la arquitectura adintelada propia
del mundo griego, como la abovedada de influencia etrusca y oriental. Ambos
sistemas constructivos podían utilizarse indistintamente en un mismo tipo de
edificio.
Por lo
general, el sistema abovedado se empleaba en las construcciones destinadas a
albergar un gran número de personas en su interior, ya que permitía cubrir con
un mínimo de soportes, un espacio mayor que en el caso de la arquitectura
arquitrabada.
No
obstante, la utilización de la bóveda en espacios grandes planteó problemas,
tales como el contrarresto de las presiones laterales y la eliminación del
mayor peso posible de la estructura de la cubierta. La pericia de los
arquitectos resolvió estos problemas mediante la colocación de gruesos muros
para contrarrestar las presiones (Panteón de Roma) y la utilización de
materiales más ligeros para la estructura de la cubierta, tales como el ladrillo
y la argamasa.
B.
Evolución y tipos de edificios
Aunque
existe una evolución en el desarrollo de la arquitectura romana, dada la
extensión geográfica del Imperio y las peculiaridades autóctonas que presenta,
se considera que la forma idónea para abordar el estudio de las construcciones romanas
sea atender a la diversidad de construcciones y edificios. De esta manera,
podemos distinguir:
• La
ciudad. Es el centro de la vida y de la actividad comercial que reproduce el
plano de los campamentos o castra. Se trata de una estructura reticular formada
por el cruce de dos vías principales: el cardo, o vía horizontal, y el
decumano, o vía vertical. En el cruce de ambas se dispone el foro donde se
sitúan los edificios principales tales como las basílicas, la curia para las
reuniones políticas o el pretorio. El crecimiento urbano se generaba al
multiplicarse en sentido vertical y horizontal, las principales vías.
• El
templo. Sigue el modelo etrusco ya que se eleva sobre un podium (en lugar de la
Krepis griega) y muestra un único acceso en la parte delantera del edificio, ya
que suele estar situado en el foro, mirando al centro de la plaza. Por sus
especiales peculiaridades merece citarse el Panteón de Roma, construido por
Agripa, yerno y consejero del emperador Augusto en el año 27 a. C., como un
templo que debía estar destinado a todos los dioses, de ahí su nombre.
Edificios
para la vida privada y social
• La
casa romana, de la que se conservan numerosos ejemplos en Pompeya, Itálica o
Mérida, consta de tres partes: un acceso o vestíbulo, un patio o atrio al que
dan las habitaciones y al fondo, una sala o tablinum. La casa cuenta también
con una parte privada formada por un patio con columnas o peristilo y al fondo el
comedor o triclinium. Las villas o casa de campo siguen un esquema análogo pero
multiplicando el número de habitaciones tal y como puede apreciarse en los
restos conservados en Clunia (Burgos) o la espléndida Villa de Materno en
Carranque (Toledo) construida hacia el año 338.
• Las
termas desempeñan una importante función social en el mundo romano. Constan de una
sala vestuario (apoditerium) y salas para tomar baños fríos (frigidarium),
templados (tepidarium) y de vapor (caldarium), presentando esta última una
estructura abovedada como sistema de cubierta. Las termas de mayores dimensiones
fueron las de Caracalla en Roma (212-216 d. C.).
Edificios
para espectáculos
• El
teatro se organiza sin aprovechar un declive del terreno, como hacían los
griegos,
y se
eleva sobre un sistema de arcos y bóvedas. La cavea o graderío para el público,
dividía
en sectores según la condición social de las personas que acudían a contemplar
el espectáculo. Ante la scena, concebida como un gran frente monumental, se
dispone la orchestra, de planta semicircular (abandonando la sección
ultrasemicircular de los modelos griegos) y detrás se sitúan los jardines o
peristilos para descansar durante los entreactos. En la Península Ibérica los
ejemplos mejor conservados son los de Cesaraugusta (finales del siglo I) y
Mérida (Badajoz), iniciado en el 16 a. C.
• El
anfiteatro es el lugar para los espectáculos de lucha entre los gladiadores y
las fieras. Tiene una planta ovalada, con arena en el centro, rodeado del
graderío o cavea. Destacan el de Itálica en Sevilla (construido en tiempos de
Adriano entre el año 76 y 138) y el Coliseo de Roma.
• El circo
se reserva para las carreras de carros y cuadrigas y tiene una planta muy
alargada en cuyo centro se coloca la espina con estatuas o monumentos
conmemorativos y en uno de sus extremos las jaulas para los carros. El más
importante fue el Circo Máximo de Roma (iniciado en el 50 a. C.).
Monumentos
conmemorativos
Se
disponen en el foro o en las principales vías de acceso a las ciudades. Los
principales tipos son los arcos conmemorativos de un solo vano (Arco de Bará,
Tarragona, 13 a. C.), de tres huecos (Arco de Constantino, Roma, 315 d. C.) o
el curioso ejemplo de arco cuatrifonte de Caparra (Cáceres) de principios del
siglo II. Completan esta tipología las columnas con relieves historiados, como
la Columna Trajana de Roma.
En
relación con este capítulo, merecen destacarse algunos ejemplos de monumentos
funerarios en íntima relación con la diversidad de creencias del mundo romano
(Torre de los Escipiones en Tarragona).
Obras
de ingeniería. Acueductos, puentes y calzadas
La
necesidad de contar con agua abundante en las ciudades determina la realización
de grandes obras de ingeniería como los pantanos de los que parten las
canalizaciones
salvando
los desniveles del terreno con sifones o acueductos. Estos últimos se forman
con arquerías sobre las cuales van las canalizaciones al descubierto.
Sobresalen los acueductos de Segovia o el de Los Milagros en Mérida (Badajoz).
Completan
este apartado los puentes para facilitar las comunicaciones entre diversas
partes del Imperio —como el de San Martín en Toledo o el de Alcántara en
Cáceres— y
las
calzadas o redes viarias que constituyeron el elemento indispensable para que
la romanización pudiera llevarse a cabo en todos los territorios bajo el poder
de Roma.
En
todas estas obras puede verse como el sentido de utilidad del arte romano
predomina sobre su función constructiva. El empleo del hormigón romano
revestido con piedra tallada en diferentes formas —denominadas opus—, las
sucesiones de arcos enjarjados en los pilares o que se cobijan unos a otros,
nos dan idea de la formación técnica de los arquitectos del periodo.
2.2.
La escultura romana
Como
caracteres generales de la escultura romana podemos observar la pervivencia de
la doble influencia que habíamos analizado en la arquitectura: la griega, sobre
todo del Periodo Helenístico. En este periodo, los griegos hacen ya retratos de
hombres públicos. El parecido físico de estos no supone la inclusión de los
defectos físicos del personaje ya que se entiende que la mayor perfección
física se debe corresponder con la rectitud moral. A esto hay que añadir la
fascinación que las clases acomodadas sentían por lo helénico y la gran
cantidad de artistas griegos que trabajaban en Roma al final del helenismo. Esta
corriente idealista coexistirá con otra más naturalista y procedente de la
estatuaria etrusca que se manifiesta en el afán por la representación
individualizada y el dominio de las diferentes técnicas, tanto el trabajo del
mármol como el del bronce.
Sin
embargo, no existe la misma homogeneidad presente en el arte griego, debido en
buena medida a la existencia de talleres locales y provinciales que mezclan las
constantes del arte romano con sus tradiciones autóctonas.
Dos son
los temas y estilos que caracterizan a la escultura romana: el retrato y el
relieve histórico.
A.
El retrato
Deriva
del ius imaginum o derecho a tener y exhibir imágenes de los antepasados y se
utiliza no solo para representar a dioses o emperadores sino para hacerlo con
cualquier persona. El retrato romano se caracteriza por su realismo: facciones
enjutas, pómulos sobresalientes, nariz afilada, boca fruncida y retraída; ya
que se pensaba que la imagen debía guardar el máximo parecido con el
representado. Sin embargo, pronto se abrieron los escultores a la idealización helenística,
tal y como se muestra en los retratos imperiales de los siglos I y II en sus
tres versiones: togata —con la toga de patricio—, thoracata —con la
indumentaria militar— y apoteósica —semidesnudo como si se tratara de un dios—.
Con el paso del tiempo, la iconografía imperial se enriquecerá
con la
imagen ecuestre del césar a caballo —como la del emperador Marco Aurelio
(162-180).
A
partir del siglo III se emplea la técnica del trépano en el tratamiento de los
cabellos para conseguir efectos de claroscuro, se generaliza la costumbre de
grabar las pupilas, las cabezas aumentan de tamaño, tendiendo incluso al
colosalismo y mezclándose ya en el ocaso del Imperio romano con las influencias
egipcias y bizantinas —cabeza de Constantino (siglo IV) conservada en el
Palacio de los Conservadores de Roma.
B.
El relieve histórico
Tuvo su
origen en las culturas orientales de la antigüedad. Su finalidad principal era
la narración o la conmemoración de algún acontecimiento histórico relevante, y,
en el caso de Roma difundir las gestas de los emperadores. El relieve siguió la
misma línea evolutiva del retrato, aunque en este caso no se trataba de reproducir
los rasgos del rostro, sino de narrar un hecho concreto y buscar efectos
pictóricos a través de la profundidad y de la perspectiva.
Podemos
seguir la evolución del relieve a través de tres ejemplos fundamentales:
• El
Ara Pacis de Augusto (13-9 a. C.). Realizado para conmemorar la paz dictada por
el
emperador. Lo más destacado es la decoración escultórica que recubre el edificio.
En el interior el friso está ocupado por guirnaldas y bucráneos.
En el
exterior los zócalos se recubren de hojas de acanto en forma de roleos. Los
frisos
exteriores
tienen distinta decoración según su ubicación: flanqueando las puertas cuatro alegorías,
y en los muros laterales dos procesiones. Las alegorías están relacionadas con la
mítica fundación de Roma. En esta obra se conjugan varios temas y estilos de
relieve diferente: a) la ornamentación floral en el zócalo; b) los orígenes
mitológicos de Roma; c) el Emperador Augusto como princeps preside una
procesión, un senado agradecido y un pueblo regenerado asistían al acto; y d)
la Tierra generosa completa la alegoría acerca de la Paz de Augusto y la
prosperidad por ella generada. El Altar de la paz desempeña un papel
propagandístico evidente: la Paz Augusta y la Victoria Augusta unidas a las
construcciones del templo de Mars Ultor y del Foro del Princeps.
De los
cuatro lados originales solo dos se han conservado casi completos: el mejor
conservado representa a la Tierra, como una mujer con dos niños, flanqueada por
los genios fertilizantes del Aire sobre un cisne y del Agua sobre un monstruo
marino; todo ello acompañado de frutos y animales que hacen alusión a la
prosperidad proporcionada por la Paz de Augusto.
• El
Arco de Tito (siglo I d. C.). En el interior del pasadizo del arco se conservan
dos altorrelieves de gran formato. Uno está dominado por la cuadriga y el carro
en el que el emperador Tito, a quien corona la Victoria, desfila triunfante.
No le
acompañan en este caso miembros de la familia imperial sino sólo los lictores
con sus fasces y las figuras alegóricas de Roma: el Genius Populi Romani y el
Genius Senatus. El otro relieve es una visión puramente histórica del mismo
desfile: la apretada turba que lleva el botín capturado tras la victoria del
emperador sobre el pueblo judío. Esta multitud camina en varios planos y sus
componentes no solo tienen mayor o menor bulto o resalte sino también
diferentes alturas. Esta concepción y este tratamiento del fondo dan al relieve
una gran profundidad espacial y su claroscuro una plasticidad puramente pictórica.
• La
Columna Trajana. Donde se relatan las campañas victoriosas de este emperador
sobre los dacios (107-134). La primera mitad narra la Primera Guerra Dácica
(101-102) que terminó con la creación de un Estado vasallo de Roma y la mitad superior,
la Segunda Guerra, en la cual el emperador decidió convertir la Dacia en
provincia romana.
La
representación comienza por abajo con el dios Danubio contemplando asombrado el
paso de las legiones romanas. Más de 200 figuras, algunas de ellas repetidas,
intervienen en la representación de la guerra y la preparación de los combates.
Los autores son capaces de conseguir que a veces los últimos planos parezcan
grabados, como ocurre a menudo en los fondos de paisaje. Los escorzos y las
torsiones contribuyen a crear ilusión de profundidad y hasta de número.
De esta
manera, los relieves se convirtieron en una propaganda útil para los fines
expansionistas del Imperio. En todos estos ejemplos se advierte una evolución
hacia la abstracción ya que se pasa del carácter pictórico de las
representaciones con varios planos de profundidad al llamado estilo cristalino
en el cual las figuras y los objetos se yuxtaponen de manera artificial en un
espacio sin referencias naturalistas. Este estilo pasará al arte paleocristiano,
más inclinado hacia el simbolismo.
Esta
evolución puede seguirse también a partir de los relieves de los sarcófagos. Al
principio sus decoraciones eran simples medallones grabados que se irán
transformando paulatinamente en composiciones continuas labradas a lo largo de toda
la superficie frontal del sarcófago. Las escenas pueden presentarse en forma de
friso corrido, al estilo del relieve narrativo que se ubica en los arcos del
triunfo, pero podemos también encontrar ejemplos en los cuales el friso se
divide en varios compartimentos o nichos separados por arcos y columnas.
Los
temas que podemos encontrar son muy variados y van desde los motivos
abstractos, como los estrígiles, a escenas simbólicas, cuya representación
manifiesta, sin embargo, notables paralelismos con la estética romana. Como
ejemplos podemos citar: las uvas, vides y pámpanos, clara alusión eucarística,
y la imagen de Jesucristo en la más pura tradición helenística, ataviado como
un magistrado o un emperador, joven y sin barba.
Veremos
en la próxima unidad cómo el primer arte cristiano hace suyas estas
representaciones romanas y las dota de un significado simbólico en consonancia
con los presupuestos de la nueva religión. De esta manera, el Moscóforo griego
se transformará en la imagen del Buen Pastor y las escenas de magistrados en la
Traditio Legis o entrega de las llaves del cielo a San Pedro. No obstante, las
alusiones naturalistas y los fondos de paisaje irán desapareciendo en aras de
una representación más abstracta y menos preocupada por la narración que por
los contenidos propagandísticos de la nueva fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario