jueves, 9 de octubre de 2025

El arte romano

 

2. El arte romano: desarrollo y principales influencias

Debido a la gran extensión temporal del llamado Periodo Romano —más de mil años— enfocaremos su estudio a partir de la línea cronológica que recogemos a continuación y que centra la historia de Roma en tres grandes periodos: Monarquía, República e Imperio.

El arte romano, entendido como producto de la mentalidad romana estaba ya plenamente formado a finales del siglo I a. C. y se mantuvo hasta finales del siglo IV con la llegada de las invasiones bárbaras. Se asienta sobre dos grandes pilares en un ejercicio de perfecto sincretismo, de tal manera que el legado romano constituirá una base cultural uniforme entre los pueblos de Europa hasta el desarrollo del arte románico.

 

Los dos pilares culturales que constituyen el sustrato del mundo romano son:

• El mundo griego: del cual toman la estatuaria (tanto temas como técnicas) y la arquitectura. En especial, los tres órdenes clásicos (a los que añadirán el toscano y el compuesto), la estructura de los templos y el teatro como edificio principal relacionado con el espectáculo.

• Etruria: imprime el gusto por el retrato, el culto a los antepasados, la estatuaria de bronce o la utilización del arco de medio punto en la arquitectura.

A estas aportaciones, los artistas romanos añaden una serie de elementos propios que convierten el arte romano en original y lo alejan de las concepciones simplistas que lo consideran una mera copia del arte griego. En primer lugar, el carácter militar de Roma hará prevalecer en sus construcciones la utilidad frente a la belleza abstracta y formal que había caracterizado al arte griego.

En segundo lugar, la estrecha relación que va a existir entre la obra de arte y el grupo de poder, la clase dominante que la encarga, la financia, la utiliza y la pone a su servicio para, con ella, exaltar su poder y mostrar su magnificencia. Se explican así los grandes edificios para espectáculos, los arcos de triunfo y las columnas conmemorativas que recuerdan al mundo el poder de los emperadores.

 

2.1. La arquitectura romana

 

A. Características generales

En los materiales se emplea la combinación de aparejos de sillería, mampostería y ladrillo, siendo muy características las estructuras en hormigón romano para las construcciones que requieren mayor resistencia (los pilares de puentes y acueductos, la base de las calzadas, etc.).

Como soportes se emplean los órdenes clásicos griegos a los cuales añaden el toscano —muy similar al dórico pero con basa— y el compuesto —mezcla de los capiteles del jónico y el corintio—. Los órdenes se emplean con mayor libertad, introduciendo variantes e incluso combinándolos en un mismo edificio con varios pisos conforme a la siguiente ordenación: toscano, jónico, corintio y compuesto (fachada del Coliseo de Roma).

En cuanto a las cubiertas, Roma emplea por igual la arquitectura adintelada propia del mundo griego, como la abovedada de influencia etrusca y oriental. Ambos sistemas constructivos podían utilizarse indistintamente en un mismo tipo de edificio.

Por lo general, el sistema abovedado se empleaba en las construcciones destinadas a albergar un gran número de personas en su interior, ya que permitía cubrir con un mínimo de soportes, un espacio mayor que en el caso de la arquitectura arquitrabada.

No obstante, la utilización de la bóveda en espacios grandes planteó problemas, tales como el contrarresto de las presiones laterales y la eliminación del mayor peso posible de la estructura de la cubierta. La pericia de los arquitectos resolvió estos problemas mediante la colocación de gruesos muros para contrarrestar las presiones (Panteón de Roma) y la utilización de materiales más ligeros para la estructura de la cubierta, tales como el ladrillo y la argamasa.

 

B. Evolución y tipos de edificios

Aunque existe una evolución en el desarrollo de la arquitectura romana, dada la extensión geográfica del Imperio y las peculiaridades autóctonas que presenta, se considera que la forma idónea para abordar el estudio de las construcciones romanas sea atender a la diversidad de construcciones y edificios. De esta manera, podemos distinguir:

• La ciudad. Es el centro de la vida y de la actividad comercial que reproduce el plano de los campamentos o castra. Se trata de una estructura reticular formada por el cruce de dos vías principales: el cardo, o vía horizontal, y el decumano, o vía vertical. En el cruce de ambas se dispone el foro donde se sitúan los edificios principales tales como las basílicas, la curia para las reuniones políticas o el pretorio. El crecimiento urbano se generaba al multiplicarse en sentido vertical y horizontal, las principales vías.

• El templo. Sigue el modelo etrusco ya que se eleva sobre un podium (en lugar de la Krepis griega) y muestra un único acceso en la parte delantera del edificio, ya que suele estar situado en el foro, mirando al centro de la plaza. Por sus especiales peculiaridades merece citarse el Panteón de Roma, construido por Agripa, yerno y consejero del emperador Augusto en el año 27 a. C., como un templo que debía estar destinado a todos los dioses, de ahí su nombre.

 

Edificios para la vida privada y social

• La casa romana, de la que se conservan numerosos ejemplos en Pompeya, Itálica o Mérida, consta de tres partes: un acceso o vestíbulo, un patio o atrio al que dan las habitaciones y al fondo, una sala o tablinum. La casa cuenta también con una parte privada formada por un patio con columnas o peristilo y al fondo el comedor o triclinium. Las villas o casa de campo siguen un esquema análogo pero multiplicando el número de habitaciones tal y como puede apreciarse en los restos conservados en Clunia (Burgos) o la espléndida Villa de Materno en Carranque (Toledo) construida hacia el año 338.

• Las termas desempeñan una importante función social en el mundo romano. Constan de una sala vestuario (apoditerium) y salas para tomar baños fríos (frigidarium), templados (tepidarium) y de vapor (caldarium), presentando esta última una estructura abovedada como sistema de cubierta. Las termas de mayores dimensiones fueron las de Caracalla en Roma (212-216 d. C.).

 

Edificios para espectáculos

• El teatro se organiza sin aprovechar un declive del terreno, como hacían los griegos,

y se eleva sobre un sistema de arcos y bóvedas. La cavea o graderío para el público,

dividía en sectores según la condición social de las personas que acudían a contemplar el espectáculo. Ante la scena, concebida como un gran frente monumental, se dispone la orchestra, de planta semicircular (abandonando la sección ultrasemicircular de los modelos griegos) y detrás se sitúan los jardines o peristilos para descansar durante los entreactos. En la Península Ibérica los ejemplos mejor conservados son los de Cesaraugusta (finales del siglo I) y Mérida (Badajoz), iniciado en el 16 a. C.

• El anfiteatro es el lugar para los espectáculos de lucha entre los gladiadores y las fieras. Tiene una planta ovalada, con arena en el centro, rodeado del graderío o cavea. Destacan el de Itálica en Sevilla (construido en tiempos de Adriano entre el año 76 y 138) y el Coliseo de Roma.

• El circo se reserva para las carreras de carros y cuadrigas y tiene una planta muy alargada en cuyo centro se coloca la espina con estatuas o monumentos conmemorativos y en uno de sus extremos las jaulas para los carros. El más importante fue el Circo Máximo de Roma (iniciado en el 50 a. C.).

 

Monumentos conmemorativos

Se disponen en el foro o en las principales vías de acceso a las ciudades. Los principales tipos son los arcos conmemorativos de un solo vano (Arco de Bará, Tarragona, 13 a. C.), de tres huecos (Arco de Constantino, Roma, 315 d. C.) o el curioso ejemplo de arco cuatrifonte de Caparra (Cáceres) de principios del siglo II. Completan esta tipología las columnas con relieves historiados, como la Columna Trajana de Roma.

En relación con este capítulo, merecen destacarse algunos ejemplos de monumentos funerarios en íntima relación con la diversidad de creencias del mundo romano (Torre de los Escipiones en Tarragona).

 

Obras de ingeniería. Acueductos, puentes y calzadas

La necesidad de contar con agua abundante en las ciudades determina la realización de grandes obras de ingeniería como los pantanos de los que parten las canalizaciones

salvando los desniveles del terreno con sifones o acueductos. Estos últimos se forman con arquerías sobre las cuales van las canalizaciones al descubierto. Sobresalen los acueductos de Segovia o el de Los Milagros en Mérida (Badajoz).

Completan este apartado los puentes para facilitar las comunicaciones entre diversas partes del Imperio —como el de San Martín en Toledo o el de Alcántara en Cáceres— y

las calzadas o redes viarias que constituyeron el elemento indispensable para que la romanización pudiera llevarse a cabo en todos los territorios bajo el poder de Roma.

En todas estas obras puede verse como el sentido de utilidad del arte romano predomina sobre su función constructiva. El empleo del hormigón romano revestido con piedra tallada en diferentes formas —denominadas opus—, las sucesiones de arcos enjarjados en los pilares o que se cobijan unos a otros, nos dan idea de la formación técnica de los arquitectos del periodo.

 

2.2. La escultura romana

Como caracteres generales de la escultura romana podemos observar la pervivencia de la doble influencia que habíamos analizado en la arquitectura: la griega, sobre todo del Periodo Helenístico. En este periodo, los griegos hacen ya retratos de hombres públicos. El parecido físico de estos no supone la inclusión de los defectos físicos del personaje ya que se entiende que la mayor perfección física se debe corresponder con la rectitud moral. A esto hay que añadir la fascinación que las clases acomodadas sentían por lo helénico y la gran cantidad de artistas griegos que trabajaban en Roma al final del helenismo. Esta corriente idealista coexistirá con otra más naturalista y procedente de la estatuaria etrusca que se manifiesta en el afán por la representación individualizada y el dominio de las diferentes técnicas, tanto el trabajo del mármol como el del bronce.

Sin embargo, no existe la misma homogeneidad presente en el arte griego, debido en buena medida a la existencia de talleres locales y provinciales que mezclan las constantes del arte romano con sus tradiciones autóctonas.

Dos son los temas y estilos que caracterizan a la escultura romana: el retrato y el relieve histórico.

 

A. El retrato

Deriva del ius imaginum o derecho a tener y exhibir imágenes de los antepasados y se utiliza no solo para representar a dioses o emperadores sino para hacerlo con cualquier persona. El retrato romano se caracteriza por su realismo: facciones enjutas, pómulos sobresalientes, nariz afilada, boca fruncida y retraída; ya que se pensaba que la imagen debía guardar el máximo parecido con el representado. Sin embargo, pronto se abrieron los escultores a la idealización helenística, tal y como se muestra en los retratos imperiales de los siglos I y II en sus tres versiones: togata —con la toga de patricio—, thoracata —con la indumentaria militar— y apoteósica —semidesnudo como si se tratara de un dios—. Con el paso del tiempo, la iconografía imperial se enriquecerá

con la imagen ecuestre del césar a caballo —como la del emperador Marco Aurelio (162-180).

A partir del siglo III se emplea la técnica del trépano en el tratamiento de los cabellos para conseguir efectos de claroscuro, se generaliza la costumbre de grabar las pupilas, las cabezas aumentan de tamaño, tendiendo incluso al colosalismo y mezclándose ya en el ocaso del Imperio romano con las influencias egipcias y bizantinas —cabeza de Constantino (siglo IV) conservada en el Palacio de los Conservadores de Roma.

 

B. El relieve histórico

Tuvo su origen en las culturas orientales de la antigüedad. Su finalidad principal era la narración o la conmemoración de algún acontecimiento histórico relevante, y, en el caso de Roma difundir las gestas de los emperadores. El relieve siguió la misma línea evolutiva del retrato, aunque en este caso no se trataba de reproducir los rasgos del rostro, sino de narrar un hecho concreto y buscar efectos pictóricos a través de la profundidad y de la perspectiva.

Podemos seguir la evolución del relieve a través de tres ejemplos fundamentales:

• El Ara Pacis de Augusto (13-9 a. C.). Realizado para conmemorar la paz dictada por

el emperador. Lo más destacado es la decoración escultórica que recubre el edificio. En el interior el friso está ocupado por guirnaldas y bucráneos.

En el exterior los zócalos se recubren de hojas de acanto en forma de roleos. Los frisos

exteriores tienen distinta decoración según su ubicación: flanqueando las puertas cuatro alegorías, y en los muros laterales dos procesiones. Las alegorías están relacionadas con la mítica fundación de Roma. En esta obra se conjugan varios temas y estilos de relieve diferente: a) la ornamentación floral en el zócalo; b) los orígenes mitológicos de Roma; c) el Emperador Augusto como princeps preside una procesión, un senado agradecido y un pueblo regenerado asistían al acto; y d) la Tierra generosa completa la alegoría acerca de la Paz de Augusto y la prosperidad por ella generada. El Altar de la paz desempeña un papel propagandístico evidente: la Paz Augusta y la Victoria Augusta unidas a las construcciones del templo de Mars Ultor y del Foro del Princeps.

De los cuatro lados originales solo dos se han conservado casi completos: el mejor conservado representa a la Tierra, como una mujer con dos niños, flanqueada por los genios fertilizantes del Aire sobre un cisne y del Agua sobre un monstruo marino; todo ello acompañado de frutos y animales que hacen alusión a la prosperidad proporcionada por la Paz de Augusto.

• El Arco de Tito (siglo I d. C.). En el interior del pasadizo del arco se conservan dos altorrelieves de gran formato. Uno está dominado por la cuadriga y el carro en el que el emperador Tito, a quien corona la Victoria, desfila triunfante.

No le acompañan en este caso miembros de la familia imperial sino sólo los lictores con sus fasces y las figuras alegóricas de Roma: el Genius Populi Romani y el Genius Senatus. El otro relieve es una visión puramente histórica del mismo desfile: la apretada turba que lleva el botín capturado tras la victoria del emperador sobre el pueblo judío. Esta multitud camina en varios planos y sus componentes no solo tienen mayor o menor bulto o resalte sino también diferentes alturas. Esta concepción y este tratamiento del fondo dan al relieve una gran profundidad espacial y su claroscuro una plasticidad puramente pictórica.

• La Columna Trajana. Donde se relatan las campañas victoriosas de este emperador sobre los dacios (107-134). La primera mitad narra la Primera Guerra Dácica (101-102) que terminó con la creación de un Estado vasallo de Roma y la mitad superior, la Segunda Guerra, en la cual el emperador decidió convertir la Dacia en provincia romana.

La representación comienza por abajo con el dios Danubio contemplando asombrado el paso de las legiones romanas. Más de 200 figuras, algunas de ellas repetidas, intervienen en la representación de la guerra y la preparación de los combates. Los autores son capaces de conseguir que a veces los últimos planos parezcan grabados, como ocurre a menudo en los fondos de paisaje. Los escorzos y las torsiones contribuyen a crear ilusión de profundidad y hasta de número.

De esta manera, los relieves se convirtieron en una propaganda útil para los fines expansionistas del Imperio. En todos estos ejemplos se advierte una evolución hacia la abstracción ya que se pasa del carácter pictórico de las representaciones con varios planos de profundidad al llamado estilo cristalino en el cual las figuras y los objetos se yuxtaponen de manera artificial en un espacio sin referencias naturalistas. Este estilo pasará al arte paleocristiano, más inclinado hacia el simbolismo.

Esta evolución puede seguirse también a partir de los relieves de los sarcófagos. Al principio sus decoraciones eran simples medallones grabados que se irán transformando paulatinamente en composiciones continuas labradas a lo largo de toda la superficie frontal del sarcófago. Las escenas pueden presentarse en forma de friso corrido, al estilo del relieve narrativo que se ubica en los arcos del triunfo, pero podemos también encontrar ejemplos en los cuales el friso se divide en varios compartimentos o nichos separados por arcos y columnas.

Los temas que podemos encontrar son muy variados y van desde los motivos abstractos, como los estrígiles, a escenas simbólicas, cuya representación manifiesta, sin embargo, notables paralelismos con la estética romana. Como ejemplos podemos citar: las uvas, vides y pámpanos, clara alusión eucarística, y la imagen de Jesucristo en la más pura tradición helenística, ataviado como un magistrado o un emperador, joven y sin barba.

Veremos en la próxima unidad cómo el primer arte cristiano hace suyas estas representaciones romanas y las dota de un significado simbólico en consonancia con los presupuestos de la nueva religión. De esta manera, el Moscóforo griego se transformará en la imagen del Buen Pastor y las escenas de magistrados en la Traditio Legis o entrega de las llaves del cielo a San Pedro. No obstante, las alusiones naturalistas y los fondos de paisaje irán desapareciendo en aras de una representación más abstracta y menos preocupada por la narración que por los contenidos propagandísticos de la nueva fe.

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