Rubén Darío fue un poeta nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas.
Nacido en Nicaragua, empezó a leer y escribir muy joven; así a los trece años ya escribía sonetos y publicaba periódicos. En 1882, a los quince años, comenzó una serie de viajes por los distintos países de la América española, mientras trabajaba como periodista y literato, aprendiendo de todas sus experiencias.
En 1898, el año del desastre de Cuba, viajó a España donde residiría durante varios años. En ese tiempo entró en contacto con numerosos escritores españoles del momento, sobre los que tuvo una gran influencia.
Entre las obras de Rubén Darío se encuentran los Cantos de vida y esperanza (1904), que incluyen un poema titulado "A Roosevelt". En él expresa su confianza en la capacidad de resistencia de la cultura hispanoamericana frente al imperialismo anglosajón cuya cabeza visible era el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt. A continuación dos enlaces al poema:
En el mismo libro aparece un poema titulado “Los cisnes”, que alude a la idea ya vista de que la fuerza política y cultural de las potencias anglosajonas (Estados Unidos y Gran Bretaña) supone un peligro para el idioma español. Rubén Darío dedicó este poema a Juan Ramón Jiménez, poeta de Huelva al que concedieron el Premio Nobel de Literatura en el año 1956.
A continuación reproduzco primero el poema “Los cisnes” y luego una carta personal enviada por Juan Ramón Jiménez, de 19 años entonces, a Rubén Darío. Se nota como el joven autor cree necesario, y por ello busca, el apoyo del autor ya consagrado de 33 años.
A continuación reproduzco primero el poema “Los cisnes” y luego una carta personal enviada por Juan Ramón Jiménez, de 19 años entonces, a Rubén Darío. Se nota como el joven autor cree necesario, y por ello busca, el apoyo del autor ya consagrado de 33 años.
"Los cisnes"
¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?
Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.
A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez....
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez....
Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas obscuras.
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas obscuras.
Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agostan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.
Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni han Alfonsos ni Nuños.
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni han Alfonsos ni Nuños.
Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.
La América Española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?
He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros,
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león...
...Y un Cisne negro dijo: "La noche anuncia el día".
Y uno blanco: "¡La aurora es inmortal, la aurora
es inmortal!" ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aun guarda la Esperanza la caja de Pandora!
Carta de Juan Ramón Jiménez a Rubén Darío
Moguer, Junio 2 - 1900
Sr. D. Rubén Darío
Maestro y amigo muy querido:
Supongo en su poder una carta mía, en la que le daba cuenta de mi regreso de Madrid; aún estoy delicadísimo del pecho y la cabeza.
Por este mismo correo y en paquete certificado, remito a V. mi libro Ninfeas; las últimas poesías van aún en primeras pruebas; no he querido esperar más, pues se va prolongando mucho la salida de mis libros. Encontrará V. algunas poesías nuevas, desconocidas para V.
Ahora, me atrevería a rogarle que me hiciese el prólogo, lo más brevemente posible; si no tiene tiempo, hágalo corto o en verso o como crea más fácil y pronto, evitándose molestias; pero no deje de hacerlo, que colmará V. de ese modo mi ilusión de muchos días. En la imprenta está suspendida la tirada del libro, esperando el prólogo, para tirar las primeras páginas y el índice, arreglándose a la cantidad de cuartillas que V. me remita.
Tengo grandes deseos de que salga pronto mi libro, pues tengo ya otros dos en preparación; en el que lo tiro todo es en Besos de Oro libro que honraré con la dedicatoria a V. tiene dos partes; una llamada «Bruma» en donde irán las poesías de ensueño y de dolor y de nostalgias; y otra, titulada «Luz» que estará formada por las poesías cerebrales, fábulas mitológicas, etc.; una parte de plata y otra de oro.
También trabajo en El poema de las Canciones, de cuyo libro forman parte «La Canción de la Carne» y la de los «Besos» que van en Ninfeas.
Ya remitiré a V. originales, para que vaya V. conociendo los nuevos libros; brevemente enviaré a V. El jardín de los cipreses y El Palacio negro, poemas de Besos de oro. De hoy en adelante, mis libros no llevarán prólogos; quiero que el de V. en Ninfeas sea solamente mi presentación.
Vuelvo a rogarle que, sin violentarse me haga pronto el atrio, bien en prosa, bien en verso y como V. quiera y crea más conveniente y rápido.
Un abrazo estrechísimo de su apasionado admirador y amigo.
Juan Ramón Jiménez
4c. Cánovas. - 10 Moguer
(Huelva)
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