martes, 19 de mayo de 2015

La Traca, más que un semanario de risa

https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/traca-mas-que-semanario-risa/20230618102843213034.html


El 28 de junio de 1940, el régimen golpista fusiló a Vicent Miguel Carceller y a Carlos Gómez Carrera, Bluff, después de que un consejo de guerra los condenara a la pena de muerte. El primero era editor de la revista La Traca y el segundo uno de sus dibujantes estrella. Además, condenó a 30 años de prisión a José Mª Carnicero, también dibujante.

De este modo, pasaron a la historia por haberles cabido la gloria -incierta y trágica gloria-, de haber ridiculizado a Franco mediante unas caricaturas. Algo insólito, no los crímenes del franquismo, sino el hecho de condenar a muerte a un dibujante y a un editor, los cuales, jamás pudieron ser acusados de un delito de sangre.

Semejante venganza no se dio con los dibujantes, también magistrales, que, durante la II República, arremetieron sañudamente contra Azaña, Prieto, Albornoz, Alcalá Zamora, Largo Caballero como lo hizo Areuger en las páginas del Gracia y Justicia.

Es verdad que Gracia y Justicia sufrió multas y cierres varios y algunos de sus redactores fueron procesados como Kin. Su caricatura del ministro Álvaro de Albornoz, “Álvaro de la Tohalla de Baño”, es impagable. También sufrió el acoso de la justicia Areuger por ridiculizar a Lerroux. El escritor González Ruano escribió en sus memorias que fue amenazado de pena de muerte por las diatribas que escribió contra Azaña y Prieto en Gracia y Justicia. Pero nadie consumó semejante amenaza.

Areuger la tramó contra Azaña a quien colocaba por delante la H: Hazaña. Sus caricaturas alargaban los rasgos físicos del político hasta convertirlo en alguien repugnante. No era inusual que a Azaña lo motejasen como el Monstruo y el Verrugas. Fue el gobierno de Azaña quien, tras el golpe de Sanjurjo en 1932, prohibió la publicación Gracia y Justicia. Hasta ese momento, el semanario no había sufrido ningún contratiempo. Y, ya puestos a decir, a Lorca lo presentaba como Loca, en alusión a su homosexualidad. Así que nadie se libraba de poner a horcajadas de asno a quien consideraba su enemigo político. Todo era cuestión de quién tenía el poder por el mango.

En fin, que ni los artistas de derechas ni los de izquierdas eran mancos manejando la caricatura con fines destructivos de la moral del enemigo. No tenían reparo en echar cucharadas de sal en la herida abierta. Y ya se sabe que la risa suele ir por barrios.

En más de una ocasión, Azaña manifestó su malestar contra las injurias que recibía de estos semanarios y es verdad que, en más de una ocasión, como se ha dicho, se los multó y censuró, pero de ahí a que el político alcalaíno mandara fusilar a sus creadores quedaba un trecho. Un trecho que Franco no dudó en atravesar aunque se manchara de sangre la camisa. Tenía de su parte a Dios y a la obispada.

Recordemos la historia de la Traca, a su editor y al dibujante Bluff, asesinados por la dictadura, cuya tragedia forma parte de esa Memoria Histórica que a cuenta gotas se va recuperando en este país, encontrando siempre en el camino la oposición frontal de una derecha que, incluso, anuncia de forma chulesca que, caso de ocupar las dependencias de la Moncloa en las próximas elecciones, lo primero que hará será derogar la Ley de Memoria Democrática aprobaba por el Parlamento. Si esto no es un anticipo de fascismo…

Vicent Miguel Carceller, editor

Con seguridad que pocos se acordaban de Carceller hasta que el historiador Antonio Laguna, en Historia del periodismo valenciano, publicó en 1990: “El periodista que se hizo millonario explotando su ingenio”. Años más tarde, en 2022, Ricardo Macián titularía su documental “Carceller. El hombre que murió dos veces”, en el Festival de Cine de Valladolid. La referencia a que murió dos veces tiene su retranca trágica.

En efecto, el 18 de agosto de 1917, se publicó una esquela en el semanario La Traca conteniendo esta chanza mortuoria:

“Don Vicente Miguel Carceller.

Director de la Traca ha muerto por comer langostinos. RIP.

No se reparten puros. Se suplica la tartana”.

La segunda vez que murió tuvo menos gracia. Y no hubo langostinos, desde luego.

El valenciano Carceller nació el mismo año en que se aprobó en España el sufragio universal para hombres, en 1890. Con tan solo 19 años tomó el relevo de la dirección editorial de la que sería su gran aventura empresarial, aunque no la única: La Traca. Su potencia satírica y transgresora solamente pudo ser detenida por la represión, habitualmente personificada por los reyes Ubú del momento: Primo de Rivera que lo silenció en 1924, aunque conviene precisar que, mientras el marqués de Estella se limitó a condenar su obra, el dictador gallego se llevó por delante la obra y a su autor, fusilándolo por las bravas.

La Editorial Carceller se constituyó como tal en 1921. De ella, salió, también, el semanario Clarín, con temática de toros. Se convertiría en otro bestseller en España, sur de Francia y América. Bien se puede decir que Carceller fue el rey Midas de la publicación. Todo lo que editaba se convertía en una fuente de oro.

Como signos definitivos de su poderío empresarial y de la vista de lince comercial que tuvo para el negocio lo pondrían de manifiesto varios hechos: primero, su empresa daba trabajo a 50 familias entre impresores, redactores, grabadores, dibujantes, personal administrativo y otros. Numerosas mujeres eran contratadas para trabajar preparando los innumerables paquetes que se distribuían a todos los puntos de venta del país. Segundo, disponía de crédito ilimitado en Papelera Española y otras fábricas de papel y, tercero, contaba con depósitos millonarios en el Banco de España, el Crédit Lyonnais, el Hispano Americano, el Río de la Plata, Banco de Bilbao, etc.

Fue, como queda dicho, un empresario millonario gracias a la risa, pero no solo. Lo que para unos era risa, para otros era injuria.









































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