Bloque
2. Las revoluciones Industriales y sus consecuencias sociales.
Contenidos
Revolución
o revoluciones industriales: características.
Transformaciones
técnicas y nuevas fuentes de energía.
Cambios
debidos a la Revolución Industrial: transportes, agricultura, población
(migraciones y el nuevo concepto de ciudad).
El
protagonismo de Gran Bretaña y la extensión del proceso de industrialización a
otras zonas de Europa. La industrialización extraeuropea.
La
economía industrial: pensamiento y primeras crisis.
El
nacimiento del proletariado y la organización de la clase obrera: orígenes del
sindicalismo y corrientes de pensamiento, los partidos políticos obreros.
Criterios
de evaluación
1.
Describir las revoluciones industriales del siglo XIX, estableciendo sus rasgos
característicos y sus consecuencias sociales. CAA, CM, CSC.
2.
Obtener información que permita explicar las revoluciones industriales del
siglo XIX, seleccionándola de las fuentes bibliográficas u online en las que se
encuentre disponible. CMCT, CD, SIEP, CEC, CSC.
3.
Identificar los cambios que se produjeron en el mundo de los transportes,
agricultura y población que influyeron o fueron consecuencia de la Revolución
Industrial del siglo XIX. CMCT, CD, CSC, CEC.
4.
Enumerar los países que iniciaron la industrialización, localizándolos
adecuadamente y estableciendo las regiones en donde se produce ese avance.
CMCT, CD, CCL, CAA.
5.
Analizar seleccionando ideas que identifiquen las características de la
economía industrial y las corrientes de pensamiento que pretenden mejorar la
situación de los obreros en el siglo XIX. CSC, CCL, CAA.
6.
Utilizar el vocabulario histórico con precisión, insertándolo en el contexto
adecuado. CCL, CAA, CSC.
Estándares
de aprendizaje evaluables
1.1.
Identifica las causas de la Primera Revolución Industrial.
1.2.
Explica razonadamente la evolución hacia la II Revolución Industrial.
2.1.
Analiza comparativa y esquemáticamente las dos revoluciones industriales.
3.1.
Señala los cambios sociales más relevantes del siglo XIX asociándolos al
proceso de la Revolución Industrial.
3.2.
Describe a partir de un plano la ciudad industrial británica.
3.3.
Identifica en imágenes los elementos propios de la vida en una ciudad
industrial del siglo XIX.
4.1.
Localiza en un mapa los países industrializados y sus regiones industriales.
5.1.
Compara las corrientes de pensamiento social de la época de la Revolución
Industrial: socialismo utópico, socialismo científico y anarquismo.
5.2.
Distingue y explica las características de los tipos de asociacionismo obrero.
6.1.
Explica las causas y consecuencias de las crisis económicas y sus posibles
soluciones a partir de fuentes históricas.
6.2.
Analiza aspectos que expliquen el desarrollo económico del sector industrial de
los primeros países industrializados, a partir de fuentes historiográficas.
6.3
Comenta mapas que expliquen la evolución de la extensión redes de transporte:
ferrocarril, carreteras y canales.
0.
INTRODUCCIÓN
La Revolución Industrial fue el
resultado de un conjunto de cambios económicos y técnicos que tuvieron lugar en
Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII. Hacia 1850, la Revolución Industrial
se había extendido por una parte de Europa y por Estados Unidos.
Las máquinas sustituyeron al trabajo
manual en muchos lugares. Para hacer funcionar a las máquinas y a los
ferrocarriles se utilizó una nueva fuente de energía: el vapor.
La Revolución Industrial dio lugar a un
nuevo sistema económico, el capitalismo, basado en la propiedad privada y la
libre iniciativa. También cambió la estructura de la sociedad, que pasó del sistema estamental basado en el
nacimiento al sistema de clases basado en la riqueza. Dentro de la sociedad
capitalista o sociedad de clases del siglo XIX, todavía formada en su mayoría
por campesinos, destacaran dos grupos: la burguesía urbana y el proletariado
(los obreros industriales).
La Revolución Industrial fue el
complemento de la Revolución Francesa en el paso del Antiguo Régimen al sistema
liberal. Si la primera provocó un cambio en el modelo político, la segunda
transformó la economía.
1.
LAS
CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Industrial comenzó en Gran
Bretaña a mediados del siglo XVIII, y el proceso industrializador continuó
durante el siglo XIX. En esta etapa, los avances técnicos transformaron la
economía, mientras la industria fabril se expandía y la agricultura tradicional
pasaba a ser menos importante que la industria como fuente de riqueza.
La Revolución Industrial surgió en Gran
Bretaña por una combinación de factores: la revolución agrícola, la revolución
demográfica, el crecimiento del comercio, el avance técnico, la mentalidad
capitalista, y el parlamentarismo.
1.1. La
revolución agrícola
Durante el siglo XVIII el Parlamento
británico aprobó varias leyes que permitían el cercamiento de las antiguas
tierras comunales de los campesinos.
En el Antiguo Régimen la mayor parte de
las tierras de cultivo en Europa carecían de un único dueño. Aunque los señores
feudales administraban la mayor parte de las tierras no podían hacer con ellas
lo que quisieran, porque los campesinos que las cultivaban también tenían
derechos sobre ellas. Una parte importante de los campos de cultivo eran
tierras comunales (openfields) que tenían diversos usos:
Podían ser trabajadas por todos los
campesinos de una aldea y repartir entre todos la cosecha.
Podían ser repartidas por sorteo cada
año o par de años para que cada agricultor las usará como le conviniese.
Podían dejarse en barbecho y todos los
labriegos de la aldea podían llevar a sus animales de granja a pastar allí, así
como tomar toda la madera que necesitasen como combustible o materia prima.
La desventaja de este sistema es que,
como nadie tenía la plena propiedad de esas tierras, nadie invertía para
mejorar la productividad (con abonos, mejores semillas o maquinaria moderna) y
por eso los rendimientos de las cosechas eran siempre bajos.
Las leyes de cercamiento aprobadas por
el Parlamento británico en el siglo XVIII permitieron dividir las extensas
tierras comunales (openfields) en fincas que fueron vendidas a propietarios
individuales que se apresuraron a cercarlas con vallas (enclosures).
Los propietarios de las enclosures eran
ahora dueños de granjas más grandes e intentaron aumentar la producción
agrícola realizando importantes mejoras:
Se introdujeron las máquinas agrícolas:
segadoras, sembradoras y trilladoras (máquinas que separaban el grano de la
paja).
Aumentaron la rotación de cultivos. Se
sustituyó el año de barbecho (reposo de la tierra de labor) por el cultivo de
plantas forrajeras para el ganado. De este modo, no se dejaba ninguna porción
de tierra sin cultivar. A su vez, los excrementos de los animales podían usarse
como abono.
Se introdujeron nuevos cultivos (el maíz
y la patata).
Estas mejoras agrícolas, junto a la
expansión de la ganadería, permitieron que la población tuviera una dieta más
rica y variada. La revolución agrícola también favoreció la expansión
industrial porque se producía más comida y más materias primas.
La parte negativa de los cercamientos
fue que muchos agricultores humildes, que ya no podían contar con las tierras
comunales para mejorar sus ingresos, se empobrecieron y acabaron perdiendo sus
tierras. A causa el creciente uso de maquinaria agrícola la mayoría emigraron a
las ciudades buscando trabajo en las nuevas fábricas a las que proporcionaron
mano de obra barata.
1.2. La revolución demográfica
A partir de la segunda mitad del siglo
XVIII, la población europea aumentó considerablemente. En el año 1750, Europa
tenía 140 millones de habitantes; en el año 1800, 187 millones; y en 1850
alcanzó los 266 millones.
Este aumento de la población, conocido
como revolución demográfica, fue debido a varias causas:
El aumento de la producción de
alimentos.
La mejora de la higiene y los progresos
de la medicina. Así, las grandes pestes y epidemias fueron desapareciendo.
Lo anterior produjo una disminución de
la mortalidad y un ligero aumento de la natalidad.
Por todo ello, la esperanza de vida pasó
de ser de 38 años a finales del siglo XVIII, a 50 años a finales del XIX.
A consecuencia del aumento de la
población aumentó la demanda de comida y otros productos, lo que estimuló la
producción agrícola e industrial. Además el crecimiento de la población también
proporcionó una mayor cantidad de mano de obra o fuerza de trabajo.
El aumento de la población provocó una
mayor demanda de alimentos. Por esta razón, los precios de los productos
agrícolas subieron.
1.3. El
crecimiento del comercio
La Revolución Industrial dio paso a la
economía de mercado, en la que los productos ya no iban destinados al
autoconsumo sino a la venta en amplios mercados.
El dominio de las rutas de comercio
marítimo llevó a una rápida expansión del comercio trasatlántico. El comercio
interior también creció debido a la mayor demanda de productos, la mejora de
los sistemas de transporte y la eliminación de los aranceles interiores. Este
crecimiento del comercio ayudó a la industrialización debido a que los
beneficios del comercio a menudo se usaban para financiar el desarrollo
industrial.
La mejora de los transportes y la
construcción de una red ferroviaria impulsaron el comercio interior y, a
mediados del siglo XIX, el comercio exterior.
La red de ferrocarriles acabó
sustituyendo a los barcos como principal medio de transporte en Europa de modo
que dentro de las fronteras de cada estado-nación se crearon mercados
nacionales.
1.4. El avance
tecnológico
En la Revolución Industrial fue
fundamental la innovación tecnológica. La invención de nuevas máquinas permitió
a las fábricas producir bienes de manera más rápida y barata. A consecuencia de
lo anterior los precios bajaron, lo que benefició a los consumidores.
En el año 1769, James Watt inventó un
modelo de máquina de vapor fiable, que usaba el carbón para obtener vapor de
agua. La fuerza del vapor era capaza de mover las máquinas.
Pronto se necesitaron grandes edificios,
las fábricas, donde se concentraban las máquinas y los trabajadores que las
manejaban. Se pasaba así de una industria manufacturera donde el trabajador
realizaba manualmente todo su trabajo a una industria fabril donde el
trabajador se convertía en colaborador, y a veces servidor, de la máquina que
realizaba el trabajo.
La máquina de vapor transformaría la
agricultura, la minería, la industria y el transporte.
1.5. La
mentalidad capitalista
En Gran Bretaña las actividades
comerciales y agrícolas proporcionaron el capital necesario para invertir en la
industria, a esto se llama la acumulación de capital inicial. La inversión era
esencial porque las industrias necesitaban grandes cantidades de dinero para
pagar las fábricas, la maquinaria, las materias primas, el combustible y los
sueldos de los obreros.
1.6.
El parlamentarismo
La monarquía parlamentaria que había en
Gran Bretaña permitía a la burguesía participar en el gobierno y en la toma de decisiones
políticas. A consecuencia de ello, la burguesía pudo promover desde el
parlamento medidas que favorecieran sus intereses económicos, como las leyes
que liberalizaban la producción industrial.
2.
ELEMENTOS
FUNDAMENTALES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Los principales elementos de la primera
revolución industrial fueron: la industria textil algodonera, la siderurgia (la
producción de hierro y acero), la revolución de los transportes.
2.1. La
industria textil algodonera
En Gran Bretaña, la primera industria
que se mecanizó fue la industria textil algodonera, dedicada a la obtención del
hilo (hilado) y del tejido. Una serie de innovaciones tecnológicas permitieron
aumentar la producción y, en consecuencia, reducir los precios:
Nuevas máquinas de hilar, que
proporcionaban mucha más cantidad de hilo en menos tiempo.
La lanzadera volante (1733), que hizo
más rápido el funcionamiento del telar. Y el telar mecánico (1785), que ya
tejía con gran rapidez.
Las nuevas máquinas estaban en las
fábricas, donde cada obrero era responsable de una parte diferente del proceso
de producción. La división del trabajo hizo que la fabricación de tejidos fuera
más eficiente.
2.2. La
siderurgia: hierro y carbón
Otro sector que tuvo mucho peso durante
la Revolución Industrial fue la siderurgia, que
se dedicaba a la obtención del hierro.
Para obtener hierro se utilizaba
tradicionalmente carbón vegetal, procedente de la madera, que tenía poco poder
calorífico. Fue muy importante su sustitución por un carbón mineral, el carbón
de coque, que se obtiene de la hulla y tiene un alto poder calorífico. Este
combustible se necesitaba para calentar los altos hornos. Innovaciones
tecnológicas, como el convertidor Bessemer, permitieron a las fundiciones
producir mayores cantidades de acero, así como un producto de mejor calidad.
Además estas nuevas máquinas usaban el combustible de una manera más eficaz.
La demanda de hierro aumentó porque se
utilizó para las herramientas agrícolas, las nuevas máquinas de hilar y tejer,
el ferrocarril, etc.
2.3. La
revolución de los transportes (el ferrocarril y los barcos de vapor)
Al aumentar la producción agraria y la
producción industrial fue necesario que las mercancías llegaran con rapidez a
la población. Al comienzo de la Revolución Industrial hubo una mejora en las
vías de transporte terrestres (carreteras) y fluviales (canales).
Sin embargo fue el uso de la máquina de
vapor en barcos y ferrocarriles lo que revolucionó el transporte.
El ferrocarril ya se utilizaba en las
minas para transportar el mineral en vagonetas que se movían sobre raíles. La
primera línea férrea pública la creó Stephenson en 1825.La gran innovación fue
la locomotora del británico Stephenson (1829), que movía el ferrocarril
mediante una máquina de vapor.
La primera línea de pasajeros unió
Manchester con Liverpool en 1830. El ferrocarril se extendió rápidamente porque
acortaba la duración de los trayectos, el viaje era más seguro y se podían
transportar muchas más mercancías.
La máquina de vapor también se aplicó al
transporte marítimo. En 1807 se construyó el primer barco de vapor. Se
construyeron barcos de vapor en hierro, que empezaron a funcionar en Estados
Unidos. En 1847, los vapores ya podían atravesar el océano Atlántico en sólo 15
días.
El ferrocarril y la máquina de vapor permitieron
transportar grandes cantidades de productos, y de personas, de un modo más
rápido y fácil.
3.
LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EUROPA
Durante el siglo XIX la Revolución
Industrial se extendió desde Gran Bretaña a otros países, incluyendo Alemania,
Bélgica y Francia. Esta expansión sucedió porque estos países tenían: abundantes
reservas de hierro y carbón, una población en crecimiento que demandaba más
productos, una red de ferrocarriles bien desarrollada que facilitaba el
transporte de mercancías, un gobierno que participó en la industrialización.
5.
LOS INICIOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN ESPAÑA
5.1. Los
problemas de la industrialización española
La industrialización de España fue con
retraso respecto a los otros países de Europa occidental y, además fue incompleta,
pues sólo sucedió en algunas regiones. A finales del siglo XIX España todavía
era un país agrario, con algunas zonas industrializadas (Cataluña, País Vasco,
Madrid). Las causas del atraso industrial español fueron:
La escasa capacidad de compra de la
población española, formada en su mayoría por campesinos pobres.
La poca inversión en la industria, pues
apenas existía burguesía. La necesidad de capitales llevo a que el gobierno
español atrajese inversores británicos y franceses para crear la red de
ferrocarril y explotar las minas, como las de Río Tinto en Huelva. Sin embargo,
estas inversiones beneficiaron sobre todo a las compañías extranjeras,
contribuyendo poco al desarrollo industrial de España.
Los problemas en el transporte (malas
carreteras y retraso del ferrocarril).
Los depósitos de carbón en España
generalmente eran de escasa calidad o estaban mal conectados y había que
importar el mineral desde el Reino Unido.
Ante esta situación, la industria
española no podía competir con la de otros países porque sus productos eran más
caros, y a veces de peor calidad. Por ello, se impuso el proteccionismo
(impuestos a los productos extranjeros) para favorecer la industria nacional.
Solo dos industrias se desarrollaron en
la España del siglo XIX: la industria algodonera en Cataluña, y la industria
metalúrgica en Asturias y Vizcaya, regiones que tenían carbón de buena calidad
5.2. La
industria textil en España
En el siglo XVIII ya se producían, en
Cataluña, tejidos estampados de algodón (indianas).
En 1833 se instaló la primera máquina de
vapor en la industria textil, que tuvo un gran desarrollo en Cataluña. El
carbón se importaba por mar, lo cual hizo que muchas fábricas se asentaran en
la costa.
5.3. La
siderurgia en España
Los primeros altos hornos (1826) se
instalaron en Andalucía (Málaga), donde había hierro. Luego se situaron en
Asturias (1868) por su mayor riqueza en carbón mineral.
En el País Vasco, desde 1876 se
desarrolló el mayor centro siderúrgico: se exportaba hierro de Vizcaya a Inglaterra
y, en los mismos barcos, se importaba carbón británico.
5.4. La
construcción del ferrocarril
Las primeras líneas de ferrocarril
(Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez) se inauguraron entre los años 1848 y 1851;
y gracias a la Ley General de Ferrocarriles (1855), entre 1856 y 1885 se
construyeron unos 7.500 kilómetros de vías férreas en España.
Las primeras líneas de ferrocarril
(Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez) se inauguraron entre los años 1848 y 1851;
y entre 1856 y 1885 se construyeron unos 7.500 kilómetros de vías férreas en
España gracias a la Ley General de Ferrocarriles de 1855.
El ferrocarril se diseñó con una
estructura radial, con centro en Madrid, y un ancho entre carriles mayor que el
del resto de Europa. Esa diferencia de vía dificultó el comercio, pues obligaba
al transbordo de mercancías en la frontera.
A
pesar de todo, el ferrocarril resultó muy positivo, ya que favoreció el
traslado de las personas y de las mercancías en el territorio español.
5.
LA VIDA EN LA CIUDAD INDUSTRIAL
Durante el siglo XIX, la población
urbana europea aumentó en número más rápidamente que la rural. Esto se debió al
éxodo rural, a la migración desde el campo hacia las ciudades para trabajar en
las fábricas.
Entre 1800 y 1850, el número de ciudades
con más de 100.000 habitantes se multiplicó por dos. Este crecimiento urbano
provocó la aparición de nuevas ciudades, como Manchester y Birmingham.
Las ciudades del siglo XIX crecieron y
cambiaron debido a varios factores:
Desarrollo urbano: La infraestructura
urbana fue modernizada, por ejemplo se construyeron nuevas líneas de
ferrocarril y estaciones de tren. También se levantaron muchos edificios
nuevos, incluyendo grandes fábricas, que aumentaron el ruido y la contaminación
de las ciudades.
La expansión urbana: las ciudades
crecieron en tamaño más allá de su centro histórico. En algunas ciudades como
París se demolieron las antiguas murallas para permitir esta expansión. Estos
cambios permitieron al tráfico circular más libremente alrededor de las
ciudades.
Nuevas áreas residenciales: se
construyeron nuevos barrios para la creciente clase media y para los numerosos
obreros industriales que llegaban a la ciudad desde el campo (éxodo rural). Las
diferencias de categoría social se reflejaban en los tipos de barrios y casas
en los que vivía cada grupo social:
Barrios de clase media: los barrios de
clase media, llamados ensanches, eran extensiones del centro histórico,
construidas lejos del ruido y la contaminación de las fábricas. Los ensanches
estaban bien planificados con avenidas amplias y rectas, farolas de gas,
tiendas, teatros y líneas de tranvía. Normalmente las casas eran grandes, bien
construidas y cómodas, a veces con varios pisos.
Barrios obreros: los barrios obreros se
construyeron en zonas marginales a las afueras de las ciudades, a menudo cerca
de las fábricas. Sus calles eran estrechas y no estaban bien planificadas, y
normalmente no había alumbrado público u otros servicios públicos. Las casas en
estos barrios normalmente eran pequeñas, mal construidas e incómodas.
6.
EL CAPITALISMO INDUSTRIAL
6.1. El
liberalismo económico y el capitalismo
La Revolución Industrial se basó en el
capitalismo como sistema económico y en el liberalismo como doctrina política
que lo justificaba. El economista Adam Smith estableció los principios del
liberalismo económico:
La economía funciona por el interés
personal de conseguir el máximo beneficio.
Los precios se establecen por el
equilibrio entre la oferta y la demanda. La oferta es la cantidad de producto
para vender. La demanda es la cantidad de productos que los consumidores desean
comprar.
La economía debe funcionar sin la
intervención del Estado.
El capitalismo industrial se basa en los
siguientes principios:
Los medios de producción (fábricas,
maquinaria y bienes producidos) son propiedad privada.
Los propietarios de los medios de
producción son una minoría, que forma parte de la burguesía.
Los obreros industriales trabajan en las
fábricas a cambio de un salario.
En el sistema capitalista se producen de
forma cíclica graves crisis económicas que se inician cuando los stocks
(mercancías en depósito) se acumulan en las fábricas por falta de compradores.
Entonces, los propietarios despiden a los obreros y surge el paro.
7.
LA SOCIEDAD DE CLASES DURANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Francesa y la Revolución
Industrial produjeron un cambio en la organización de las sociedades europeas
durante el siglo XIX. El sistema estamental propio del Antiguo Régimen fue
sustituido por el sistema de clases. En la sociedad de clases que surgió
durante el siglo XIX el estatus social de las personas, su posición en la
sociedad, pasó a depender de su riqueza y del tipo de trabajo que desempeñaban,
al contrario que en la sociedad basada en estamentos donde el lugar de una
persona venía dado por la familia en la que había nacido (nobleza, Tercer
Estado).
Como resultado de la Revolución
Francesa, los privilegios que disfrutaban la nobleza y el clero fueron
abolidos. Este cambio provocó la desaparición de la sociedad estamental. La
Revolución Industrial aumentó la importancia de los burgueses ricos, que se
convirtieron en los propietarios de fábricas y negocios. Al mismo tiempo,
apareció un nuevo grupo social: la clase obrera. Este grupo estaba formado en
su mayoría por obreros industriales que vivían de su trabajo asalariado. Al
conjunto de los obreros industriales o proletarios se les llamaba proletariado.
A medida que la Revolución Industrial se
extendía por Europa y el capitalismo industrial se establecía como el sistema
económico, las diferencias entre las situaciones económica y social de la
burguesía y el proletariado (obreros industriales) se hicieron cada vez
mayores.
Los mayores beneficios de la
industrialización los disfrutaron los capitalistas burgueses. Gracias a ella,
consiguieron un mejor nivel de vida, con ventajas como hogares cómodos, buena
educación para sus hijos, cuidados sanitarios y nuevas actividades de ocio.
En contraste con lo anterior estaban el
proletariado industrial, es decir los obreros de las fábricas, que formaban un
grupo cada vez más numeroso en las ciudades. La clase obrera trabajaba y vivía
en condiciones horribles. Fue en respuesta a estas condiciones de trabajo que
aparecieron durante el siglo XIX los primeros movimientos políticos de la clase
obrera.
8.
LOS GRUPOS SOCIALES EN LA SOCIEDAD DE CLASES
La clase alta
Este grupo se caracterizaba por su gran
riqueza, abundantes propiedades e ingresos. Estaba formado por los propietarios
de las tierras, las industrias y los negocios. Su forma de vida se convirtió en
el modelo a imitar. La clase alta incluía los siguientes subgrupos:
La antigua aristocracia terrateniente
(también llamada burguesía agraria), que continuaba siendo rica gracias a las
rentas que recibía de sus numerosas propiedades agrícolas.
La burguesía capitalista (banqueros,
hombres de negocios, industriales -propietarios de fábricas- y destacados
comerciantes) que obtenía grandes beneficios de sus negocios.
La clase media (o pequeña burguesía).
Este grupo poseía menos riqueza,
propiedades e ingresos que la clase alta. La clase media incluía los siguientes
subgrupos:
Los funcionarios y profesionales
liberales (abogados, médicos...) que proporcionaban servicios a otros miembros
de la sociedad.
Los pequeños comerciantes y artesanos
que eran dueños de sus tiendas o talleres.
Los pequeños agricultores que trabajaban
sus propias tierras
La clase obrera
Este grupo vivía en condiciones de
extrema pobreza. Incluía los siguientes subgrupos:
La clase obrera industrial, o
proletariado, que no tenía propiedades, y cuyos sueldos solían ser bajos.
Los agricultores arrendatarios y los
jornaleros.
La sociedad de clases en España
REESCRIBIR ESTO
En España, la relativa falta de
industrialización resultó en una escasa burguesía y un escaso proletariado. La clase
alta estaba formada por una oligarquía de terratenientes, hombres de negocios y
banqueros que tenían considerable influencia política. La clase media estaba
compuesta por funcionarios, abogados, médicos y otros profesionales liberales
que normalmente vivían en zonas urbanas. La clase obrera incluía campesinos,
jornaleros y obreros.
8.1. Las
condiciones de trabajo en la industria fabril
Durante la Revolución Industrial, las
condiciones de trabajo en las fábricas eran por lo general peligrosas e
insalubres (malas para la salud):
La maquinaria en la mayoría de las
fábricas no tenía medidas de seguridad, y los accidentes y lesiones eran algo
común. A esto se añadía que no existían leyes que protegieran a los obreros: si
estaban enfermos o en paro no cobraban.
Un día de trabajo típico duraba unas
agotadoras catorce o dieciséis horas, pero los salarios eran bajos. Como
consecuencia, los niños pequeños trabajaban a menudo al lado de sus padres para
aumentar los ingresos familiares. Las mujeres y los niños trabajaban con el
mismo horario que los hombres, pero por un salario más bajo.
Los patrones podían despedir o multar a
sus obreros si querían, sin ningún control legal.
Los obreros no tenían derecho a
protestar o ponerse en huelga.
No existía seguridad social ni ayudas
públicas para ayudar a los obreros en caso de enfermedad, accidente o
desempleo.
Las condiciones de trabajo en las
fábricas mejoraron a lo largo del siglo XIX en Gran Bretaña gracias a las
constantes protestas obreras, que llevaron a la aprobación de sucesivas leyes
que regulaban las condiciones de trabajo. En el resto del continente, donde la
industrialización fue más tardía, la mejora de las condiciones de trabajo se
retrasó hasta el segundo tercio del siglo XX.
Un ejemplo de estas leyes que regulaban/organizaban
aspectos concretos del trabajo industrial fue la Factory Act de 1833, centrada
en el trabajo infantil:
Ningún niño de menos de nueve años podía
trabajar en una fábrica [, pero sí si tenía nueve o más].
Los niños entre los nueve y los trece años
sólo podían trabajar al día un máximo de nueve horas [, pero con más de trece
no había límites al horario laboral].
Los niños tenían que recibir por lo menos
dos horas de clase diarias.
Los niños no podían trabajar de noche.
8.2. Las
primeras asociaciones obreras
Las duras condiciones de trabajo
llevaron a protestas contra los dueños de las fábricas. Estos se oponían a las
demandas de los obreros porque pensaban que unas mejoras condiciones de trabajo
serían malas para el negocio y reducirían sus beneficios.
Los gobiernos europeos del siglo XIX,
que por lo general estaban dominados por la burguesía, no defendían los
derechos de los obreros. Por ejemplo, muchos gobiernos europeos mantuvieron
durante el siglo XIX la prohibición de crear sindicatos de obreros.
A pesar de esta situación, el
proletariado de Gran Bretaña, el primer país en industrializarse y por tanto
donde había más obreros, empezó a organizarse a finales del siglo XVIII, cuando
nacieron las primeras Sociedades de Socorros Mutuos, que eran asociaciones de
trabajadores para ayudarse en caso de enfermedad o de paro.
En 1825, también en Gran Bretaña, nació
el primer sindicato. La finalidad de los sindicatos era luchar para conseguir
la reducción de la jornada laboral, mejoras salariales, la regulación del
trabajo infantil y el derecho de asociación.
9.
MARXISMO, ANARQUISMO E INTERNACIONALISMO
A mediados del siglo XIX la lucha de la
clase obrera dejó de ser solo por mejorar sus condiciones laborales y empezó a
tener también un carácter político al surgir las ideologías de izquierda. Estas
defendían los intereses de la clase trabajadora u obrera, y también ofrecían
alternativas al capitalismo industrial y a la sociedad de clases.
De esas ideologías las más importantes
fueron el Marxismo y el Anarquismo.
9.1. El marxismo
También se le llama Socialismo
científico o Socialismo. Esta ideología fue creada a mediados del siglo XIX por
dos teóricos alemanes, Karl Marx y Friedrich Engels, que denunciaron la
explotación del proletariado y defendieron la necesidad de una revolución
obrera. Los principales conceptos del Marxismo son:
La lucha de clases. Según Marx las
clases sociales están siempre compitiendo por dominar los medios de producción
(capital, tierra de cultivo, fábricas…). El proletariado oprimido debía
organizarse para luchar contra su opresor capitalista, es decir contra los
burgueses ricos.
La dictadura del proletariado. La lucha
de clases debería acabar con la victoria del proletariado que se apoderaría del
poder político. La dictadura del proletariado controlaría la economía y
redistribuiría la riqueza de modo equitativo entre todos los miembros de la
sociedad, haciendo desaparecer la propiedad privada de los medios de producción
y el sistema capitalista.
El comunismo. Según Marx y Engels la
dictadura del proletariado desaparecería y daría paso a una nueva sociedad, el
comunismo, que sustituiría a la vieja sociedad de clases. La sociedad comunista
se caracterizaría por la igualdad entre los individuos al no existir clases sociales.
A partir de 1870, los marxistas
propusieron la creación de partidos obreros socialistas. Si sus representantes
eran elegidos en las elecciones, podrían conseguir importantes avances, como el
sufragio universal o la jornada laboral de ocho horas.
9.2. El
anarquismo
Los pensadores anarquistas también
sostenían la eliminación de la propiedad privada, la defensa de la propiedad
colectiva y una sociedad sin clases. El principal pensador de esta ideología
fue Mijaíl Bakunin. Pero Bakunin, al contrario que Marx, rechazaba la idea de
la dictadura del proletariado y propuso una sociedad ideal basada en:
La defensa de la libertad individual: La
gente tenía que luchar contra cualquier autoridad e institución (principalmente
el Estado o la Iglesia) que limitase su libertad.
La oposición a los partidos políticos y
a la participación en las elecciones.
La formación de comunas: La sociedad
sería reorganizada en grupos pequeños e independientes llamados comunas. En
estas comunas se tomarían todas las decisiones en asambleas populares.
La acción directa: La gente tenía que
defender sus intereses por medio de sus propias acciones, no con partidos
políticos o elecciones. Para algunos anarquistas, la acción directa incluía la
destrucción del estado capitalista (dominado por los burgueses). Ejemplos de
sus atentados son la bomba en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en 1893 y
el asesinato del rey Carlos I de Portugal en 1908. Por esa causa el Anarquismo se
convirtió en el enemigo principal de los estados europeos a finales del siglo
XIX y principios del XX. En oposición a lo anterior también hubo grupos
anarquistas que fundaron sindicatos (anarcosindicalismo) para transformar la
sociedad, no sólo defender los intereses laborales, e igualmente crearon
centros educativos para los obreros y se preocuparon de una mejor educación
higiénica y sexual, así como de los derechos de las mujeres.
9.3. El
internacionalismo
Marxistas y anarquistas de diferentes
países vieron la necesidad de unirse en una asociación internacional. Unidos tendrían
más fuerza para luchar en favor de la clase obrera.
Así, en 1864 se formó la Asociación
Internacional de Trabajadores (A.I.T. o Primera Internacional). Esta
organización puso en contacto y coordinó organizaciones de obreros de varios
países.
El objetivo de la Primera Internacional
era promover la acción colectiva de los obreros en todo el mundo. Al final la
A.I.T. desapareció en 1876 a causa de los enfrentamientos entre marxistas y
anarquistas.
En 1889 se fundó la Segunda
Internacional, que creó algunos símbolos del movimiento obrero, como el himno
“la Internacional” y la fiesta del Primero de Mayo.
La extensión del proceso de
industrialización por Europa
Las características de la
industrialización europea
A mediados del siglo XIX, algunas zonas
europeas habían transformado su sector textil, pero no tanto como Gran Bretaña.
Su retraso industrial se debió a los siguientes factores:
La inestabilidad política. Desde 1789 la
Revolución Francesa y las guerras
napoleónicas retrasaron la introducción de las novedades económicas en Europa.
La falta de espíritu capitalista o
empresarial o emprendedor. La escasez de inversiones privadas hizo que en
muchos países europeos el estado se encargase de invertir en la
industrialización. Eso pasó en Bélgica, Francia, Alemania, Italia, España,
Portugal o Rusia.
La escasez de capital. En los países
donde faltó la iniciativa privada y fue escasa la inversión pública se necesitó
buscar inversores extranjeros. Esto pasó en España donde el inicio de la
industrialización dependió del capital británico (bancos) y de inversiones
francesas o belgas. Lo mismo ocurrió en Rusia.
Los factores anteriores causaron que el
nivel de industrialización europea no solo fuera distinto entre países, sino
que dentro de los propios estados hubiera importantes diferencias regionales
entre áreas industrializadas (Cataluña, Milán) y otras no industrializadas
(Andalucía, Nápoles).
Las características comunes de los
territorios europeos menos industrializados fueron: la gran importancia de la
agricultura, la escasez de materias primas o las deficientes redes de
transporte (carreteras, ferrocarriles).
Los países europeos industrializados
En la segunda mitad del siglo XIX varios
países europeos alcanzaron, e incluso superaron, el desarrollo industrial de
Gran Bretaña. Estos fueron Bélgica, Francia y Alemania.
Bélgica
La industrialización del país comenzó
tras su independencia en 1831. Fue impulsada por el gobierno desde el principio
y se basó en la explotación de sus recursos minerales (hulla y zinc). El
gobierno belga creó pronto un banco nacional, para financiar a las nuevas
empresas industriales, e impulsó la creación de una red ferroviaria, que
permitió a Bélgica formar un espacio económico con Francia y Bélgica. Sin
embargo Bélgica no pudo competir con sus vecinos debido a su reducido
territorio y población, que solo permitieron un desarrollo económico limitado.
Francia
La industrialización en este país
comenzó tras el fin de las guerras napoleónicas. Su desarrollo fue lento debido
a la importancia del sector primario. Durante la Revolución Francesa las
tierras de la Iglesia habían sido vendidas a campesinos y burgueses, de modo
que la mayoría de las inversiones siguieron haciéndose en el sector primario.
Además durante el gobierno de Napoleón (1799-1815) se habían construido una
excelente red de comunicaciones (carreteras, canales) que hizo innecesario el
ferrocarril durante un tiempo.
Durante el gobierno de Napoleón III
(1849-1870) la industrialización francesa se aceleró con la aparición de un
banco que apoyaba a los nuevos negocios. El sector financiero se concentró en
París, en el norte de Francia prosperó la siderurgia y el estado francés llevo
a cabo un programa de obras públicas que supuso la extensión del ferrocarril a
todo el territorio nacional.
En el último cuarto del siglo XIX
(1875-1900) la expansión colonial y los préstamos internacionales a otros
países (como Rusia) animaron las inversiones en el exterior.
Alemania
Antes de su unificación en 1871, el
crecimiento industrial en los territorios alemanes se concentró en algunos
lugares ricos en materias primas.
Sin embargo no existía un espacio
económico común dentro de la Confederación Germánica, pues esta estaba formada
por treinta y nueve estados (como Prusia o Baviera), cada uno con sus aduanas
hacia los productos extranjeros.
En 1834 se creó la Zollverein, o Unión
Aduanera, que supuso la desaparición de aduanas entre varios estados alemanes.
El Zollverein fue incorporando más estados alemanes hasta 1871 y facilitó el
crecimiento económico e industrial.
Desde 1871 el gobierno del Segundo
Imperio Alemán (II Reich) tuvo claro la importancia de la industrialización.
Por ello el estado se encargó de completar la red de ferrocarriles y concedió
créditos a las empresas. Para proteger a la industria alemana de la competencia
extranjera se aplicaron medidas proteccionistas. Se reformó el sistema de enseñanza
orientándolo hacia la nueva economía industrial. Las universidades alemanas se
convirtieron en centros de investigación y de creación de nuevas tecnologías.
La unificación alemana permitió
compartir los recursos naturales (hierro, carbón) de las distintas regiones del
país (el Ruhr, Silesia). Esto aceleró el crecimiento de la siderurgia, que
creció también gracias a la demanda estatal para la red ferroviaria.
Antes de finalizar el siglo XIX Alemania
era la principal potencia industrial de Europa.
La industrialización en el resto de
Europa
En otros estados europeos la
industrialización se concentró en zonas muy concretas. Como en Cataluña,
Asturias y el País Vasco en España; el norte de Italia; el territorio checo,
Viena y Budapest en el Imperio austrohúngaro; Moscú y San Petersburgo en el
Imperio Ruso.
La creciente importancia de la
industrialización se vio reflejada en las exposiciones universales. La primera
se celebró en Londres en 1851 y pretendía dar a conocer los inventos y las
nuevas tecnologías, así como las novedades de la industria, el comercio y las
artes de los distintos países. Su éxito hizo que hubiera nuevas exposiciones
universales en diferentes países y continentes (Chicago en 1893). En la
Exposición Universal de París de 1889, el ingeniero francés Gustavo Eiffel
presentó una torre de hierro de trescientos metros de altura como ejemplo de la
nueva arquitectura.
La industrialización extraeuropea
Estados Unidos
Hasta 1685 la industrialización se
concentró en la región nordeste del país; con construcción de canales y vías
férreas, así como instalación de fábricas textiles (Nueva York) y siderúrgicas
(Pittsburg).
A partir de 1865 (fin de la Guerra de
Secesión) el proceso industrializador afectó a todo el país, creándose un
mercado nacional. Para ello fue una pieza clave la construcción del ferrocarril
intercontinental, entre la costa atlántica y la pacífica, diseñado y financiado
por el gobierno de los EE.UU.
Los factores que favorecieron el
crecimiento industrial de los Estados Unidos fueron:
Una mano de obra abundante, en constante
crecimiento gracias a la inmigración, que se dirigía en parte a los territorios
poco poblados del oeste.
El espíritu empresarial o emprendedor o
capitalista de los estadounidenses que favoreció la aparición de innovaciones
técnicas. Así en el siglo XIX se registraron en EE.UU. medio millón de patentes
La extensión de la red ferroviaria a
todo el país que además supuso una gran demanda para la siderurgia facilitando
el crecimiento de este sector.
La abundancia de recursos naturales
(agua, madera, hierro, carbón…).
El aumento de la producción agrícola
gracias a la introducción de nuevas máquinas (trilladoras, segadoras y
sembradoras), muchas veces transportadas por ferrocarril.
La existencia de un inmenso mercado
nacional en crecimiento que reclamaba no solo alimentos sino todo tipo de
productos industriales.
Japón
Hasta 1853 Japón había vivido aislado
del resto del mundo, con una economía medieval basada en la agricultura.
En 1853, tras entrar en contacto con los
Estados Unidos, comenzaron una serie de cambios en Japón que llevaron a un
nuevo gobierno en 1868. El nuevo gobierno se propuso modernizar el país en
todos los ámbitos:
Se eliminó el feudalismo y se permitió
la compraventa de tierras.
Se estableció un sistema de impuestos
estatal.
Se fomentó la salida de japoneses al
exterior y se contrató a expertos extranjeros para que enseñaran nuevas
técnicas.
Se construyeron ferrocarriles, se creó
una moneda nacional (el yen), se reconoció la libre empresa y se fundó un banco
nacional.
La industrialización de Japón se produjo
mediante trusts (llamados zibatsu) impulsados por el gobierno. Los trusts eran
grupos económicos poderosos que controlaban sectores industriales estratégicos,
como el del carbón o del acero. Estas grandes empresas (Yasuda, Mitsubishi…)
tenían una fuerte vinculación con el gobierno, con quien firmaban importantes
contratos, destinados a fabricar material militar.
La industria japonesa, aunque también
elaboró artículos textiles (algodón y seda), se especializó sobre todo en
industrias pesadas (armamentística y naval).
La falta de materias primas en Japón fue
la causa de que durante su proceso industrializador se iniciase una expansión
exterior para conseguir esos productos.
Las crisis económicas en la economía
industrial
Hasta 1848 las principales crisis
económicas que sufrió Europa todavía eran crisis de subsistencia, como las del
Antiguo Régimen, causadas por la pérdida de las cosechas. A partir de la
segunda mitad del siglo XIX las crisis económicas en Europa, y en el resto de
los países industrializados, serán crisis de sobreproducción-superproducción
(industrial). Estas son crisis cíclicas, es decir que tienen lugar cada cierto
tiempo, pero no a intervalos regulares, así que son difíciles de prever.
Una crisis de sobreproducción industrial
suele seguir estos pasos:
La oferta supera a la demanda.
A causa de lo anterior se acumulan las
mercancías de las empresas (stocks), que no pueden venderse, y la producción se
detiene.
La actividad económica general se
estanca (se detiene).
Como consecuencia de lo dicho las
empresas despiden trabajadores y aumenta el paro, reduciéndose igualmente el
consumo. Si las empresas no pueden pagar a sus acreedores (proveedores,
empleados, bancos…) por falta de ingresos, acaban quebrando, y el cierre de las
industrias aumenta el paro, lo que hace que la actividad económica entre en
recesión, es decir sea menor que antes de la crisis, lo que produce a su vez
desempleo generalizado, reducción de los salarios y destrucción de la riqueza.
El proceso industrializador fue la causa
de que las economías de los distintos países europeos se vieran cada vez más
conectados durante el siglo XIX. La mejora de los transportes (ferrocarriles,
barcos de vapor) y el aumento del comercio explican que los problemas
económicos de un país (malas cosechas, hundimiento bursátil) acabaran afectando
al resto de los estados.
La crisis económica más importante de la
segunda mitad del siglo XIX fue la Gran Recesión[1].
Su origen está en la Guerra Franco-prusiana; a su fin el gobierno francés debió
pagar grandes cantidades de dinero, las reparaciones de guerra, al gobierno
alemán, que las invirtió en el desarrollo de la industria siderúrgica con
encargos de armamento y material ferroviario. Como resultado aumentaron los
beneficios de las empresas beneficiadas y, en consecuencia, el valor en bolsa
de sus acciones. Por ello hubo inversores de todo el mundo comprándolas. Cuando
el gobierno alemán agotó el dinero recibido de Francia redujo sus pedidos a la
industria y eso redujo enormemente sus beneficios, lo que a su vez hizo caer el
valor de las empresas en bolsa, como resultado el precio de las acciones se
hundió y los inversores, alemanes y extranjeros, se arruinaron. La crisis
económica se extendió por Europa y los Estados Unidos afectando a todos los
sectores económicos y extendiéndose hasta finales del siglo XIX.
En Gran Bretaña se arruinaron muchos
agricultores que acabaron emigrando a las ciudades en busca de trabajo, o a
América. Ese éxodo rural fue tan intenso que Reino Unido fue el único país
europeo donde la población urbana fue más numerosa que la población rural antes
del siglo XX.
[1] Esa crisis
económica fue llamada en su tiempo la Gran Depresión, pero tras la crisis
económica de los años treinta acabó llamándose Gran Recesión.
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