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ACTUALIZACIÓN EL 25 DE NOVIEMBRE DE 2021 A LAS 10:25
TEMA 5. LA GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Introducción
Este
tema explica el reinado de Carlos IV (1788–1808),
el fugaz primer reinado de Fernando VII (marzo–mayo de 1808) y la guerra de la Independencia (1808–1814).
Cronológicamente, el tema
se sitúa en el tránsito entre el Antiguo
Régimen y la Edad Contemporánea.
En
este período se vivieron en España el final del Antiguo Régimen y las
consecuencias de la Revolución francesa que, finalmente, causaron la guerra de
la Independencia. Se redactó también la primera constitución española, de
espíritu liberal, que sería rechazada por Fernando VII.
En este período
España todavía poseía un gran imperio ultramarino que se extendía por América,
Asia y África. Estos territorios en estos años se fueron alejando del gobierno
peninsular (sobre todo desde la pérdida de la armada española en Trafalgar), y,
con el comienzo de la guerra de la Independencia, las conexiones con la
metrópoli quedaron interrumpidas produciéndose un vacío de poder. Aunque las
colonias americanas inicialmente siguieron fieles a Fernando VII rápidamente
entraron en un proceso de independencia que acabó con la desaparición del imperio
español durante el reinado de Fernando VII.
Al comienzo de esta
etapa sigue existiendo el Antiguo Régimen en política, sociedad y economía.
Pero la desorganización de la sociedad y el Estado español durante la guerra de
la Independencia, con un gobierno afrancesado en Madrid y un gobierno patriota
en Cádiz, facilitó la introducción de las ideas y de las instituciones
liberales en España.
El tema se desarrollará de
acuerdo con el siguiente esquema:
El reinado de Carlos IV
La guerra de la Independencia
Las Cortes de Cádiz
El reinado de Carlos IV
La relación con la Revolución
Francesa
Tras el comienzo del reinado
estalló una revolución en Francia. Los ministros del reinado anterior se
mostraron incapaces de enfrentarse a la nueva situación y por ello en 1792 el
nombró a Godoy, un hidalgo extremeño, Secretario de Estado. Por su humilde
origen debía todo lo que era y lo que tenía a los reyes, y por eso les fue leal
únicamente a ellos.
Durante su gobierno Godoy
intentó proseguir con las reformas ilustradas e incluso practicó una pequeña
desamortización en 1798, pero el miedo a la revolución hizo que los cambios
fueran mínimos.
En 1793 la ejecución del rey
Luis XVI por el gobierno revolucionario llevo a que las monarquías europeas
declararan la guerra a la república francesa.
En España este conflicto se
llamó guerra del Rosellón (1793-1795), pues Godoy intentó recuperar esa región
catalana cedida a Francia en el siglo XVII. Tras algunos éxitos iniciales de
las tropas españolas, los franceses atravesaron los Pirineos. Las derrotas
llevaron a firmar la paz de Basilea (1795). Por sus gestiones diplomáticas
Godoy fue nombrado Príncipe de la Paz.
La alianza con Francia y las guerras con Inglaterra
En 1796 se firmó el Tratado de San Ildefonso, por el
cual España y Francia renovaban la alianza que habían mantenido casi todo el
siglo para enfrentarse a su enemigo común: Gran Bretaña. La guerra contra Gran
Bretaña también supuso un enfrentamiento con su aliado Portugal. Los
principales acontecimientos del conflicto fueron la derrota ante Gran Bretaña
en la batalla naval del Cabo San Vicente (1797), el desembarco inglés en
Menorca (1798) y la conquista de la ciudad portuguesa de Olivenza por las
tropas españolas en la llamada guerra
de las Naranjas (1801).
En 1802 se firmó la Paz de Amiens, que para España supuso la recuperación definitiva
de Menorca. Sin embargo, fue sólo un respiro temporal, porque las hostilidades
se reanudaron al año siguiente. El acontecimiento más importante fue la batalla
de Trafalgar (1805), donde la
flota británica venció a la franco-española. La derrota en Trafalgar supuso el fin del poderío naval
español y dificultó enormemente el contacto con las colonias.
En 1807 Napoleón decretó la
prohibición de comerciar con Gran Bretaña, el llamado Bloqueo
continental, buscando ahogar económicamente a los británicos. Portugal
se negó a cumplir el bloque, así que el emperador francés y Godoy acordaron
conquistar y repartirse Portugal en el Tratado de
Fontainebleau (1807). El Príncipe de la Paz obtendría el tercio
sur del país y el título de príncipe de los Algarves. Así, en octubre de 1807 las
tropas francesas atravesaron la Península para invadir Portugal.
La guerra de la
Independencia
El final del reinado de Carlos IV
Mientras tanto, en la corte se estaban
enfrentando Godoy, que contaba con el apoyo de los reyes, y Fernando, el príncipe de Asturias.
La conspiración que el heredero del trono preparaba contra su padre y el Príncipe
de la Paz fue descubierta en el llamado proceso de
El Escorial (octubre de 1807).Otra conspiración
se organizó en marzo de 1808 provocando el motín de Aranjuez, que logró la caída de Godoy. Carlos IV abdicó en su hijo que fue proclamado rey como Fernando VII. Pocos días
después entraba en Madrid Joaquín Murat, el general
a cuyo mando estaban las tropas francesas en España.
Napoleón no
reconoció la abdicación de Carlos IV y convocó a Fernando VII y a sus padres en
Bayona (Francia)[1]. Allí, en las llamadas abdicaciones de Bayona, logró primero
que Fernando VII renunciara a la corona española a favor de su padre, y,
seguidamente, que Carlos IV cediese sus derechos al trono en favor de Napoleón, que nombró rey a su
hermano José Bonaparte, con el nombre de José I.
El estallido del conflicto
En ese mismo momento, sin saber lo que pasaba en
Bayona, el pueblo de Madrid se echó a la calle el dos de mayo y se enfrentó a los
franceses para evitar que se
marchase el último miembro de la familia real que quedaba en Madrid, el
infante Francisco de Paula. Los franceses
lograron controlar la situación mediante una severa represión, pero la
noticia de lo ocurrido en Madrid, y el rechazo a los franceses, hizo que
se extendiese la rebelión. Muchos
ayuntamientos declararon la guerra a los
franceses y se formaron Juntas[2] locales que acabaron
coordinándose en la Junta Suprema Central. Portugal, invadida por los Francia,
se unió igualmente al levantamiento y Gran Bretaña pasó de ser una enemiga a
una aliada[3]. Filipinas y la América
española se mostraron, en principio, fieles a Fernando VII.
Patriotas y afrancesados
Desde el comienzo de la guerra hubo un grupo que
aceptó al nuevo monarca, por lo que fueron denominados afrancesados. Por otro lado, había quienes se oponían al rey
francés, estos recibieron el nombre de
patriotas. Ni los unos ni
otros constituían grupos homogéneos.
Entre los afrancesados
se incluían los funcionarios y militares que siguieron al servicio del Estado,
pero teniendo ahora como rey a José I. Otro grupo apoyó al nuevo rey por
convencimiento ideológico[4]. Los partidarios de Bonaparte aceptaron el llamado Estatuto de Bayona, carta otorgada[5] con la que Napoleón trató de establecer en España
el modelo de Estado liberal. Tras la guerra más de 4.000 afrancesados
abandonaron España exiliándose en Francia.
Entre los patriotas que se enfrentaron al invasor
los había que defendían el absolutismo y luego había antiguos ilustrados,
personas que aceptaban los planteamientos ideológicos de la Revolución francesa.
Las diferencias ideológicas o doctrinales se hicieron más evidentes según
avanzaba la guerra, formándose así dos corrientes políticas: por un lado, los liberales, que redactarán la Constitución de Cádiz; y por otro,
quienes defendían el Antiguo Régimen, conocidos como absolutistas, realistas o, despectivamente, serviles.
Las campañas militares
Tras el levantamiento del dos de mayo, los franceses avanzaron desde
Madrid hacia el sur con el objetivo de tomar Sevilla y Cádiz, pero esta campaña
militar no logró sus objetivos al ser vencido el general Dupont por los
españoles Castaños y Reding en la batalla de Bailén (Jaén). La importancia
de esta batalla se debió a que fue la primera derrota de las tropas
napoleónicas en campo abierto desde hacía muchos años. Su principal
consecuencia fue que José I abandonó Madrid con las tropas francesas en dirección
a Francia, lo que obligó a Napoleón a venir a España en el otoño de 1808. El
emperador francés venció a las tropas españolas en el paso de Somosierra al
norte de Madrid, entró en la capital y devolvió el trono a su hermano José,
tras lo que volvió a Francia para no volver a la Península.
La guerra se centró entonces en
los asedios franceses a diversas ciudades, como Zaragoza (1808-1809)
y Gerona (1809).
Desde 1808 hubo un ejército británico
estacionado en Portugal dirigido por el duque de Wellington que, con la ayuda
del ejército portugués, atacó varias veces a las tropas francesas estacionadas
en España. Sin embargo ni los aliados pudieron derrotar de forma definitiva a
los ejércitos napoleónicos ni estos pudieron aplastar a los ejércitos español,
británico y portugués. Esta situación se mantuvo hasta 1812.
Desde el comienzo de la guerra
surgieron grupos de guerrilleros, tropas irregulares formadas en su mayoría por
civiles, que atacaban por sorpresa a los franceses mediante emboscadas. Los
jefes guerrilleros más importantes fueron El Empecinado en Castilla y Espoz y
Mina en Navarra[6]. La
guerra de guerrillas fue en buena parte una respuesta a las acciones de las
tropas invasoras (saqueo de Córdoba).
En 1812 Napoleón sacó las
mejores tropas estacionadas en la Península para formar un ejército con el
que invadir Rusia, el cual fue aniquilado ese mismo año. Al mismo tiempo
Wellington venció a los ejércitos franceses en la batalla de los Arapiles
(Salamanca). En 1813 los aliados hispano-británico-portugueses volvieron a
vencer en los combates de Vitoria y San Marcial al ejército francés que se
retiraba hacia los Pirineos. Ese mismo año se firma la paz, el Tratado de
Valençay, que permite el regreso de Fernando VII a España.
Las consecuencias de la
guerra fueron muy graves para España. En el ámbito
demográfico el conflicto supuso la pérdida de más de 300.000 vidas[7], a las que habría que añadir los miles de afrancesados que se exiliaron.
El daño que sufrieron la
agricultura y la ganadería fue enorme. Las fábricas, puentes, castillos y fortalezas sufrieron abundantes
destrozos. Ciudades como Zaragoza,
Gerona o San Sebastián quedaron prácticamente reducidas a escombros.
Las Cortes de Cádiz
La Convocatoria de Cortes
En 1810 el Consejo
de Regencia[8] convocó una
reunión de Cortes. Fueron convocados un centenar de diputados, de los
que veintinueve representaban a los territorios americanos y a las Filipinas.
Gran parte de los diputados no pudieron llegar a su destino ante las dificultades
que suponía viajar durante la guerra. Para completar el número, fueron elegidos
como suplentes miembros de la burguesía gaditana, por lo general cercanos al
pensamiento liberal. Esa circunstancia marcó el rumbo de aquellas Cortes que, al
convocarse, no tenían previsto redactar una constitución[9].
Los diputados reunidos en Cádiz no compartían la
misma ideología, sino que se distinguían tres grupos claramente diferenciados. Una facción, formada
principalmente por nobles y clérigos, no quería realizar cambios. Otro grupo, formado
por ilustrados de la etapa de Carlos III, dirigidos al comienzo por Jovellanos,
era partidario de reformas moderadas
y rechazaba los cambios radicales. Un tercer grupo, los liberales, defendía cambios
profundos como los realizados en Francia durante la revolución. Fueron
estos últimos los principales creadores de la Constitución de Cádiz
Las sesiones se iniciaron en el teatro de la Isla de
León, hoy San Fernando, hasta que el avance de los franceses provocó el
traslado de las Cortes a Cádiz, donde continuaron en el oratorio de San Felipe
Neri. En el discurso inaugural de las
Cortes, Muñoz-Torrero[10] defendió las tesis del liberalismo: la soberanía
nacional, la igualdad ante la ley, la separación de los poderes del Estado y el
fin del poder absoluto de los monarcas. Muy pronto se planteó la necesidad de elaborar una constitución.
Al mismo tiempo que elaboraban la Constitución, las
Cortes fueron aprobando decretos que eliminaban instituciones del Antiguo
Régimen para establecer un régimen liberal:
Así se abolió el régimen señorial[11], se suprimió
el tribunal de la Inquisición[12], se disolvieron los gremios y se redacto un proyecto
de desamortización que incluía bienes eclesiásticos.
La constitución de 1812
Fue redactada en Cádiz mientras la ciudad era
asediada por los franceses[13]. En la urbe existía una poderosa burguesía
mercantil que, en su mayor parte, apoyaba las tesis del liberalismo. El
conjunto de la sociedad en la que se movieron los diputados era favorable a las
propuestas liberales.
Los pactos alcanzados por los diferentes grupos
ideológicos dieron como resultado un texto que se publicó el 19 de marzo de 1812, festividad de San
José, por lo que a esta constitución se
la bautizó como «la Pepa»[14]. El texto estaba formado por 384 artículos y
constituyó durante el siglo XIX la base teórica del liberalismo español, sirviendo de modelo para la redacción de
algunas constituciones en otros países europeos.
Los principios fundamentales de la carta magna
fueron los siguientes:
La
Constitución establecía una monarquía
constitucional. La figura del rey era inviolable y éste conservaba
muchos poderes, como vetar las leyes.
Se
fijaba la separación de poderes, de
modo que el rey solo conserve el poder ejecutivo. El poder legislativo
lo compartían las Cortes, en las que residía la soberanía nacional, y
el monarca.
Era
una constitución confesional, puesto
que proclamaba que la religión
católica era la del Estado, por ser la «única verdadera».
La
Constitución gaditana establecía también la igualdad ante la ley. Eso significaba el fin de la sociedad estamental y
su sustitución por la sociedad de clases[15].
También se recogían los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos, como la libertad de expresión.
Además
aseguraba la inviolabilidad del
domicilio y la supresión del
tormento[16] en el sistema judicial.
Se
afirmaba el derecho al sufragio activo para
todos los varones mayores de veinticinco años. Sin embargo, la posibilidad de
presentarse a las elecciones estaba mucho más restringida. Para ser diputado había que llevar
siete años de residencia en la circunscripción electoral por la que se
presentara, además de disponer de una renta mínima[17].
Los
diputados eran inviolables en el ejercicio de sus funciones, por ser
representantes de la nación.
[1] La convocatoria de los reyes de España a territorio francés se relaciona
con el temor de Napoleón de que la familia real española, como había hecho la
portuguesa, huyera a sus colonias americanas, desde donde podría desafiar su
autoridad.
[2] En el momento de la invasión napoleónica de España, al estar los reyes de
España retenidos en Bayona, la estructura del Estado no funcionaba. Existía un
vacío de poder, es decir no estaba claro quién tenía la autoridad para dar
órdenes al ejército y a la burocracia españoles para enfrentarse a la invasión.
De forma espontánea algunas autoridades locales tomaron para sí ese poder,
sobre todo unas asambleas llamadas Juntas que se crearon en las principales
ciudades de la Península. Estaban formadas por nobles, clérigos y burgueses de
reconocido prestigio, y que en ocasiones ya habían tenido responsabilidades
políticas o administrativas. Aunque estas Juntas defendían los derechos de
Fernando VII como rey de España el origen de su poder era revolucionario pues
partía del reconocimiento de que existía una nación española, y estaban
actuando sin el reconocimiento oficial del rey prisionero.
[3] Desde 1808 los británicos tuvieron un ejército en la Península luchando
contra las tropas de Napoleón.
[4] Los afrancesados pensaban que el gobierno napoleónico permitiría
introducir en España todas las reformas herederas de la Ilustración que se
habían introducido en Francia durante la revolución y que habían quedado
inacabadas en nuestro país tras la muerte de Carlos III.
[5] Una carta otorgada era un documento público semejante a una constitución.
La diferencia fundamental es que en una carta otorgada no se reconocía la
soberanía popular, y los derechos y libertades que aparecían en ella provenían
directamente de la autoridad del rey que decidía concederlos.
[6] Tras la guerra de Independencia muchos jefes guerrilleros
se incorporaron al ejército regular, pero al no pertenecer a la nobleza con un
rango inferior al que tuvieron durante la guerra. Esto hizo que muchos de ellos
participaran en conspiraciones y pronunciamientos liberales, pues era
favorables al principio liberal de igualdad de oportunidades. Esta es una de
las causas de la participación del ejército español en política durante todo el
siglo XIX.
[7] Para una población de más de diez millones de habitantes eso supone un
fallecido por cada treinta y cinco habitantes aproximadamente.
[8] En 1810 una parte de los patriotas, los absolutistas, se resistían a la
convocatoria de Cortes. Por ello la Junta Suprema Central fue sustituida por el
Consejo de Regencia. Este cambio se debe a que, frente al carácter claramente
revolucionario de la Junta Suprema Central, el nombre de Consejo de Regencia
parecía más tradicional y aceptable. Y, convocadas por él, las Cortes
parecerían la institución originada en la Edad Media.
[9] Cortes hay de dos tipos: Cortes Constituyentes, que son elegidas para
redactar una constitución, y una vez que ésta es aprobada se disuelven y se
convocan nuevas elecciones. Tras la aprobación de la constitución las Cortes
que se forman son las Cortes Legislativas, cuya función es redactar las leyes.
Así, sólo hay unas Cortes Constituyentes por constitución.
[10] Un sacerdote que fue el principal impulsor de la eliminación de la
Inquisición.
[11] Que era contrario al principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante
la ley.
[12] Propio de una sociedad donde no existía la libertad de pensamiento, ni de
religión (o de culto).
[13] Estos no pudieron conquistarla por ser Cádiz una isla y estar defendida
por la flota británica.
[14] Se eligió esta fecha para promulgar la Constitución porque era el
aniversario de la primera subida al trono de Fernando VII.
[15] En la sociedad de clases propia del liberalismo el lugar que cada uno
ocupaba en la sociedad (clase baja, clase media, clase alta) dependía de su
riqueza, y por ello no era una posición definitiva sino que podía cambiar a lo
largo de la vida.
[16] El tormento es la tortura judicial, la tortura que se usaba en los
tribunales para conseguir confesiones.
[17] Por tanto, aunque el sufragio activo (la capacidad de votar) era un
sufragio universal masculino, el sufragio pasivo (la capacidad de ser elegido)
era un sufragio restringido o censitario.