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jueves, 30 de junio de 2022

Fundación de la Orden del Temple

 

Fundación de la Orden del Temple

 

En este mismo año [1118], ciertos nobles con rango de caballero, hombres religiosos, entregados a Dios y temerosos [de Dios], se unieron al servicio de Cristo [poniéndose] en manos del Patriarca [de Jerusalén].

Prometieron vivir a perpetuidad como canónigos y regulares, sin posesiones, bajo votos de castidad y obediencia. Sus jefes más destacados eran el venerable Hugo de Payens y Godofredo de San Omer.

Puesto que ellos no tenían [una] iglesia o un domicilio fijo cualquiera, el rey les dio por un tiempo un lugar para morar en el ala sur del palacio, cerca del Templo del Señor. Los canónigos del Templo del Señor les dieron, bajo ciertas condiciones, una plaza cerca del palacio que los canónigos poseían. Esta [plaza] la usaban los caballeros como una plaza de instrucción/plaza de armas. El rey y sus nobles y también el Patriarca y los prelados de la iglesia les dieron beneficios [eclesiásticos] de sus propiedades, algunos por un tiempo limitado y algunos a perpetuidad. Estos [beneficios] servían para proporcionar comida y ropa. Su deber principal, que les fue encargado por el Patriarca [de Jerusalén] y los otros obispos para el perdón de [sus] pecados, era el de proteger los caminos y rutas contra los ataques de salteadores y bandoleros. Esto lo hicieron sobre todo para proteger [a los] peregrinos.

La batalla de Dorilea

La batalla de Dorilea (julio de 1097)

 

Al tercer día, los turcos lanzaron un violento ataque sobre Bohemundo[1] y sus compañeros [de armas]. Los turcos comenzaron a gritar sin cesar, a dar voces, y gritar en voz alta, haciendo un ruido diabólico, no sé cómo, en su propio idioma. Cuando el sabio Bohemundo vio desde lejos a los innumerables turcos gritando y crying un ruido diabólico, be straightway ordenó a todos los caballeros desmontar y montar las tiendas inmediatamente. Antes de que las tiendas hubieran sido levantadas, habló a todos los soldados: “¡Mis señores [feudales] y los más fuertes de los soldados de Cristo! Una difícil batalla está preparándose ahora alrededor/ en torno a-de nosotros. Cada uno debe avanzar contra ellos valerosamente y la infantería debe levantar las tiendas con cuidado y de prisa”.

Por el tiempo en que todo esto había sido hecho, los turcos ya nos habían rodeado por todos lados. Nos atacaron, cortando, arrojando y disparando flechas por todas partes, de una manera extraña de ver. Aunque apenas podíamos detenerlos o aun resistir bajo el peso de una hueste semejante, sin embargo todos nos las arreglamos para mantener nuestras filas. Nuestras mujeres fueron una gran bendición para nosotros aquel día, pues llevaban agua potable zip a nuestros guerreros y consolaban a los combatientes y defensores.

El sabio Bohemundo ordenó en seguida a los otros, a saber al conde de Saint-Gilles[2], el duque Godofredo[3], Hugo de Francia, el obispo de Le Puy[4], y todo el resto de los soldados de Cristo to make speed apresurarse y marchar rápidamente al lugar de la lucha. Él dijo: “Si [los turcos] quieren luchar hoy, dejadlos venir con toda su fuerza”. El fuerte y valeroso duque Godofredo y Hugo de Francia came on ahead salieron en cabeza de sus fuerzas. El obispo de Le Puy [los] siguió con sus tropas, y el conde Saint-Gilles con una gran fuerza came after him siguiéndole.

Nuestra gente sentía mucha curiosidad acerca de donde había venido tal multitud de turcos, árabes, sarracenos[5], y otros que no puedo nombrar. De hecho esta raza excomulgada llenaba todas las montañas, colinas, valles y llanuras por todos lados, dentro y fuera del campo de batalla. Tuvimos un parlamento secreto entre nosotros y, después de rezar a Dios y consultar, dijimos: “Debemos todos unirnos en la fe de Cristo y la victoria de la Santa Cruz, pues, di Dios quiere, hoy todos nos haremos ricos”.

Nuestras fuerzas fueron dispuestas en una línea de batalla continua. A la izquierda estaban Bohemundo, Roberto el normando[6], el prudente Tancredo[7], Roberto de Ansa, y Richard of the Principote ¿Ricardo deL Principado?. El obispo de Le Puy se acercó a través de otra montaña y así los turcos unbelieving-infieles fueron rodeados por todos lados. Raimundo de Saint-Gilles también luchó en el ala izquierda. A la derecha estaban el duque Godofredo, el conde de Flandes[8] (un caballero muy valiente), y Hugo de Francia, junto con muchos otros cuyos nombres no sé.

Tan pronto como nuestros caballeros llegaron, los turcos, árabes, sarracenos, angulans-angulazos[9], y todas las tribus bárbaras rápidamente se dieron a la fuga a través de caminos desconocidos de las montañas y llanuras. Los turcos, persas, paulicianos[10], sarracenos, angulans-angualazos, y otros paganos ascendían 360.000, junto a los árabes, cuyo número sólo es conocido por Dios. Con extraordinaria rapidez huyeron a sus tiendas pero fueron incapaces de permanecer allí mucho tiempo. De nuevo se dieron a la fuga y los seguimos, matándolos mientras iban, durante todo un día. Nosotros tomamos mucho botín: oro, plata, caballos, burros, camellos, ovejas, ganado [vacuno], y muchas otras cosas que no sabemos. Si el Señor no hubiese estado con nosotros en la batalla y no nos hubiera enviado por sorpresa la otra fuerza, ninguno de nuestros hombres habría escapado, pues la batalla duró desde la hora tercera a la novena. Pero Dios Todopoderoso es compasivo y bondadoso. Él no permitió que sus tropas perecieran, ni las entregó en las manos del enemigo; más bien Él nos envió ayuda rápidamente. Dos de nuestros honrados caballeros fueron muertos, a saber Godofredo de Monte-Scaglioso y Guillermo el hijo del marqués y el hermano de Tancredo. Algunos otros caballeros y peones[11] cuyos nombres no conozco también murieron.

¿Quién será alguna vez lo bastante sabio y culto para atreverse a describir la prudencia, proezas, y valor de los turcos? Creían que podían aterrorizar a la raza franca amenazándoles con sus flechas, como habían aterrorizado a los árabes, sarracenos, armenios, sirios, y griegos [bizantinos]. Pero, quiera Dios, nunca serán tan poderosos como nuestros hombres. De hecho, los turcos dicen que están emparentados con los francos y que ningún hombre debería por carácter ser un caballero excepto los francos y ellos mismos. Digo la verdad, que nadie puede negar, que si siempre hubieran sido constantes en la fe de Cristo y en el cristianismo, si ellos hubieran querido confesar un Señor triune-trino, y si hubiesen creído honestamente de buena fe que el Hijo de Dios había nacido de la Virgen, que sufrió y se levantó de entre los muertos y ascendió al cielo y que reina en el cielo y en la tierra; si ellos hubiesen creído todo esto, habría sido imposible encontrar un pueblo más poderoso, más valiente, o más experimentado en el arte de la guerra. Por la gracia de Dios, sin embargo, los derrotamos. La batalla tuvo lugar el primero de julio.



[1] Bohemundo I (1050-1111), príncipe de Antioquía.

[2] Raimundo de Saint-Gilles o Raimundo IV (1042-1105), conde de Tolosa.

[3] Godofredo IV de Boulogne (c. 1061-1100), llamado Godofredo de Bouillón, duque de Baja Lorena, protector del Santo Sepulcro.

[4] Ademar de Monteil (muerto en 1098 en el asedio de Antioquía), obispo de Puy, fue el representante del papa Urbano II en la Primera cruzada.

[5] Nombre utilizado por los cristianos occidentales o latinos para designar en general a los árabes o musulmanes, especialmente a los piratas que actuaron en el Mediterráneo occidental durante la Alta Edad Media.

[6] Roberto II Courteheuse (c. 1054-1134), duque de Normandía, hermano del rey de Inglaterra.

[7] Tancredo de Hauteville (muerto en 1112), príncipe de Galilea y príncipe de Antioquía, sobrino de Bohemundo.

[8] Roberto II el Hierosolimitano (muerto en 1111), conde de Flandes. El apodo de hierosolimitano significa que estuvo en Jerusalén.

[9] Aghulans, aghulamis: caballería pesada azerí

[10] Paulicianos: secta herética de los siglos VII al X. Los paulicianos distinguían el Dios bueno, creador del cielo, del Dios malo, creador de la materia maldita; no concedían ningún valor a la Iglesia oficial y, sobre todo, a la vida monástica.

[11] En la Edad Media los peones eran los soldados de infantería.

miércoles, 1 de junio de 2022

Fuentes históricas sobre la batalla de Covadonga

Crónica de Alfonso III (versión rotense), escrita originalmente en latín

 

Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él [en el año 722] y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva.

El predicho obispo subió a un montículo situado ante la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: "Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?".

 

El interpelado se asomó a una ventana y respondió: "Aquí estoy".

 

El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda Hispania unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: cambia de decisión, y gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos".

 

Pelayo respondió entonces: “¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?”.

El obispo contestó: “Verdaderamente, así está escrito”.

Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea Hispania salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor, porque David ha dicho: “¡Castigaré con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!". Así pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud [de enemigos] y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos”.

 

El obispo, vuelto entonces al ejército [musulmán], dijo: "Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada".

 

Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificiencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.

 

Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividieron en dos sus destacamentos, y allí mismo fue al punto muerto Alcaman y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron ciento veinticinco mil caldeos.

 

Los sesenta y tres mil restantes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban la cima del monte que está a orillas del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río de los sesenta y tres mil caldeos y los aplastó a todos.

 

 

 

Batalla de Covadonga según al-Razi. Comentario de Texto Nath al-tib, (Historia de Al-Ándalus) por  al-Maqqari.

 

Nafh al-tib de Al-Maqqari

 

"Cuentan algunos historiadores que el primero que reunió a los fugitivos cristianos de España, después de haberse apoderado de ella los árabes, fue un infiel llamado Pelayo, natural de Asturias, en Galicia, al cual tuvieron los árabes como rehén para seguridad de la gente de aquel país, y huyó de Córdoba en tiempo de Al-Hurr ibn/ben Abd al-Rahman al-Thaqafi/al-Taqafi, segundo de los emires árabes de España, en el año sexto después de la conquista, que fue el 98 de la Hégira [716-717]. Sublevó a los cristianos contra el lugarteniente de Al-Hurr, le ahuyentaron "y se hicieron dueños del país, en el que permanecieron reinando, ascendiendo a veintidós el número de los reyes suyos que hubo hasta la muerte de Abd al-Rahman III”.

 

Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa Ibn/ben Suhaim/Suhayn Al-Qalbi/al-Kalbí, se levantó en tierra de Galicia [la antigua provincia romana de Gallaecia] un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.

 

Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: "Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?". En el año 133 [del calendario musulmán, que comienza con la Hégira] murió Pelayo y reinó su hijo Fávila/Fáfila. El reinado de Pelayo duró diecinueve años, y el de su hijo dos. Después de ambos reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso, que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado."


1.   La Crónica de Alfonso III es un texto escrito en latín durante el reinado de ese rey (del 866 al 910) y narra acontecimientos históricos que abarcan del año 672 al año 866.

2.   El texto se refiere a Oppas, hermano del rey visigodo Vitiza que lo nombró obispo de Sevilla. Tras la subida al trono de Rodrigo ayudó a sus sobrinos a luchar contra el rey. Tras la batalla de Guadalete llegó a un acuerdo con los musulmanes de Tariq.

3.   Cova Dominica (Cueva de la Señora –de la Virgen-) es el nombre latino de Covadonga.

4.   Ismaelitas fue uno de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para designar a los musulmanes. El nombre deriva de Ismael. Su padre, Abraham, es visto como origen de las religiones judía, cristiana y musulmana. Sin embargo los judíos y los cristianos se creen descendientes de Isaac, el segundo hijo de Abraham.

5.   Caldeos fue otro de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para referirse a los musulmanes. Deriva de Caldea, una región de Oriente de la que procedía Abraham según la Biblia.

6.   El David del texto es el rey David de la Biblia. En esta referencia se nota que el autor de la crónica es un eclesiástico.

7.   Fundíbulo (del latín fundibulum): Máquina de guerra de madera, que servía antiguamente para disparar piedras de gran peso.

8.   Los musulmanes y los cristianos medievales se llamaban unos a otros infieles porque ambos creían que su religión era la única verdadera.

9.   El historiador musulmán cuando habla de Galicia se refiere a la antigua Gallaecia romana.

10.      Al Hurr fue el tercer gobernador (valí) de al-Andalus de 716 a 719. Trasladó la capital de Sevilla a Córdoba.

11.      Abd al-Rahman III fue califa de Córdoba del 912 al 961.

12.      Anbasa Ibn Suhayn Al-Kalbí fue el sexto valí (gobernador) de al-Andalus (del 721 al 726). Su apellido Al-Kalbí indica que pertenecía a una tribu árabe de origen kalbí, es decir yemení.

13.      Los musulmanes decían que los cristianos eran politeístas, es decir que adoraban a varios dioses. Esto se debía al culto que los cristianos daban a los santos y a la Virgen.

14.      Fáfila fue rey del año 737 al año 739, estableció la corte de su reino en Cangas de Onís. Su hermana se había casado con Pedro, duque de Cantabria, y su hijo Alfonso I fue elegido rey a la muerte de su tío, reinando del 739 al 757.

15.      Banu Alfonso es el nombre árabe de la dinastía que desciende de Alfonso I.



Dos versiones de la batalla de Covadonga (718 o 722)

 

Crónica de Alfonso III[1] (versión rotense), escrita originalmente en latín.

 

“Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él [en el año 722] y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva.

El predicho obispo[2] subió a un montículo situado ante la cueva de la Señora[3] y habló así a Pelayo: "Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?".

El interpelado se asomó a una ventana y respondió: "Aquí estoy".

El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda Hispania unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas[4]. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: cambia de decisión, y gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos[5]".

Pelayo respondió entonces: “¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?”.

El obispo contestó: “Verdaderamente, así está escrito”.

Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea Hispania salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor, porque David[6] ha dicho: “¡Castigaré con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!". Así pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud [de enemigos] y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos”.

El obispo, vuelto entonces al ejército [musulmán], dijo: "Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada".

Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos[7], se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificiencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.

Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividieron en dos sus destacamentos, y allí mismo fue al punto muerto Alcaman y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron ciento veinticinco mil caldeos.

Los sesenta y tres mil restantes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban la cima del monte que está a orillas del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río de los sesenta y tres mil caldeos y los aplastó a todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Batalla de Covadonga según al-Razi, texto recopilado por al-Maqqari en el Nafh al-tib, libro que recogía textos literarios e históricos de al-Ándalus, redactado a caballo de los siglos XVI y XVII.

 

"Cuentan algunos historiadores que el primero que reunió a los fugitivos cristianos de España, después de haberse apoderado de ella los árabes, fue un infiel[8] llamado Pelayo, natural de Asturias, en Galicia[9], al cual tuvieron los árabes como rehén para seguridad de la gente de aquel país, y huyó de Córdoba en tiempo de Al-Hurr[10] ibn/ben Abd al-Rahman al-Thaqafi/al-Taqafi, segundo de los emires árabes de España, en el año sexto después de la conquista, que fue el 98 de la Hégira [716-717]. Sublevó a los cristianos contra el lugarteniente de Al-Hurr, le ahuyentaron "y se hicieron dueños del país, en el que permanecieron reinando, ascendiendo a veintidós el número de los reyes suyos que hubo hasta la muerte de Abd al-Rahman III[11]”.

Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa Ibn/ben Suhaim/Suhayn Al-Qalbi/al-Kalbí[12], se levantó en tierra de Galicia [la antigua provincia romana de Gallaecia] un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas[13] y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.

Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: "Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?". En el año 133 [del calendario musulmán, que comienza con la Hégira] murió Pelayo y reinó su hijo Fávila/Fáfila[14]. El reinado de Pelayo duró diecinueve años, y el de su hijo dos. Después de ambos reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso[15], que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado."





[1] La Crónica de Alfonso III es un texto escrito en latín durante el reinado de ese rey (del 866 al 910) y narra acontecimientos históricos que abarcan del año 672 al año 866.

[2] El texto se refiere a Oppas, hermano del rey visigodo Vitiza que lo nombró obispo de Sevilla. Tras la subida al trono de Rodrigo ayudó a sus sobrinos a luchar contra el rey. Tras la batalla de Guadalete llegó a un acuerdo con los musulmanes de Tariq.

[3] Cova Dominica (Cueva de la Señora –de la Virgen-) es el nombre latino de Covadonga.

[4] Ismaelitas fue uno de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para designar a los musulmanes. El nombre deriva de Ismael. Su padre, Abraham, es visto como origen de las religiones judía, cristiana y musulmana. Sin embargo los judíos y los cristianos se creen descendientes de Isaac, el segundo hijo de Abraham.

[5] Caldeos fue otro de los nombres que los autores cristianos medievales usaban para referirse a los musulmanes. Deriva de Caldea, una región de Oriente de la que procedía Abraham según la Biblia.

[6] El David del texto es el rey David de la Biblia. En esta referencia se nota que el autor de la crónica es un eclesiástico.

[7] Fundíbulo (del latín fundibulum): Máquina de guerra de madera, que servía antiguamente para disparar piedras de gran peso.

[8] Los musulmanes y los cristianos medievales se llamaban unos a otros infieles porque ambos creían que su religión era la única verdadera.

[9] El historiador musulmán cuando habla de Galicia se refiere a la antigua Gallaecia romana.

[10] Al Hurr fue el tercer gobernador (valí) de al-Andalus de 716 a 719. Trasladó la capital de Sevilla a Córdoba.

[11] Abd al-Rahman III fue califa de Córdoba del 912 al 961.

[12]  Anbasa Ibn Suhayn Al-Kalbí fue el sexto valí (gobernador) de al-Andalus (del 721 al 726). Su apellido Al-Kalbí indica que pertenecía a una tribu árabe de origen kalbí, es decir yemení.

[13] Los musulmanes decían que los cristianos eran politeístas, es decir que adoraban a varios dioses. Esto se debía al culto que los cristianos daban a los santos y a la Virgen.

[14] Fáfila fue rey del año 737 al año 739, estableció la corte de su reino en Cangas de Onís. Su hermana se había casado con Pedro, duque de Cantabria, y su hijo Alfonso I fue elegido rey a la muerte de su tío, reinando del 739 al 757.

[15] Banu Alfonso es el nombre árabe de la dinastía que desciende de Alfonso I.