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miércoles, 2 de octubre de 2019

Bloque 1 El Antiguo Régimen 2 de octubre de 2019


El sistema político, social y económico que existía en Europa durante el siglo XVIII es llamado Antiguo Régimen. Sus características eran la monarquía absoluta, la sociedad estamental y una economía de subsistencia.

Durante el siglo XVIII se produjeron cambios en Europa que alteraron el funcionamiento del Antiguo Régimen:

·      Creció la importancia del comercio en la economía y el grupo social que lo realizaba, la burguesía, aumentó asimismo su riqueza, lo que hizo crecer su importancia en la sociedad.

·      De la burguesía, y parte de la nobleza y el clero, surgió un movimiento cultural llamado Ilustración, que criticaba el funcionamiento del Antiguo Régimen.

En el siglo XVIII se instaló en España la dinastía de los Borbones, emparentada con los reyes de Francia. Los Borbones instalaron en España el mismo modelo de monarquía absoluta que funcionaba en Francia.

Durante el reinado de Carlos III [1759-1788] España vivió un intento de reformas económicas y sociales inspiradas en las ideas de la Ilustración.


II.      LA DEMOGRAFÍA EN EL SIGLO XVIII

Siendo la Historia las acciones de las personas es importante saber cuánta gente vivía en cada momento; eso es lo que estudia la demografía. La cantidad de personas se explica por la economía y sociedad en que viven.

Para el siglo XVIII no disponemos de datos exactos de la población europea, pues la estadística como ciencia aún no existía y quedan pocos registros de población debido a la pobreza de los estados. Sin embargo con los datos que tenemos se calcula que durante el siglo XVIII la población europea creció de 95 a 146 millones de habitantes[1]. Este aumento de la población, mayor que en siglos anteriores, se explica sobre todo por la escasa presencia de epidemias en esa centuria. Otros factores que hicieron descender la mortalidad fue el cambio del modelo de guerra (ejércitos más profesionalizados[2], conflictos más localizados…) que se hizo menos destructiva y a la introducción de las plantas americanas (maíz y patata) que mejoraron la dieta de los europeos.

De todas formas los europeos solo representaban el 15% de la población mundial, frente al Imperio chino y la India del Gran Mogol, que juntos representaban la mitad de la población mundial. Por el contrario África fue un continente que perdió numerosa población durante el siglo XVIII debido a la trata de esclavos hacia las colonias europeas de América.



III.   LA ECONOMÍA DEL SIGLO XVIII


A.      UNA AGRICULTURA SEÑORIAL

La actividad económica más importante del siglo XVIII en Europa fue la agricultura. A ella se dedicaba más del 80% de la población y era la principal fuente de riqueza.

La agricultura europea del siglo XVIII era una agricultura de subsistencia, centrada en la producción de cereales para el consumo de los propios campesinos en forma de pan. La alta tasa de actividad agraria se debía a la baja productividad, es decir, las familias campesinas apenas producían lo justo para mantenerse, y es la escasez de excedentes lo que explica el escaso número de personas dedicadas a la industria y el comercio.

La producción agraria seguía dos modelos:

·      Los openfields: eran campos abiertos que se dedicaban al cultivo de cereales; solían ser de gran extensión y el trabajo en muchas ocasiones era colectivo (comunidad rural).

·      Los bocages: eran propios de la Europa noroccidental (Inglaterra, Países Bajos...); eran extensiones de tierra más reducidas, dedicadas al cultivo de frutas y verduras, y solían ser
de propiedad individual.


Aunque en Europa predominaba la rotación trienal todavía se practicaba el barbecho bianual en algunos lugares y solo en Inglaterra empezaba a experimentarse con un nuevo modelo más productivo.

La falta de maquinaria y los sistemas de cultivo tradicionales explican la baja productividad pero no son su única explicación. La forma de posesión de la tierra dificultaba enormemente la introducción de posibles mejoras.

La mayor parte del territorio europeo estaba dividido en señoríos, cada uno con su señor feudal laico (condes, duques, marqueses...) o religioso (obispos, abades...). Los señores cedían la tierra
a las familias campesinas para que la trabajaran mediante contratos de arrendamiento. De modo que existían diferentes personas con distintos derechos sobre la tierra. Los campesinos carecían de capital para invertir y los señores se adaptaban a las rentas recibidas debido a su ideal de vida
(consumo ostentoso y desprecio del trabajo). Los burgueses, el único grupo social con riqueza para
invertir, se encontraban con el problema de la vinculación. Una parte muy importante de las tierras
estaban vinculadas a familias nobles o instituciones religiosas; las tierras vinculadas no podían hipotecarse ni ser objeto de compraventa. Las tierras vinculadas de la nobleza se llamabanmayorazgos y las de la Iglesia tierras de manos muertas.

Los escasos rendimientos de la agricultura, teniendo en cuenta que casi toda la tierra y la gente se dedicaban a ella, explican que en los años de malas cosechas se produjeran crisis de subsistencia. Las crisis de subsistencia consistían en cosechas tan escasas que no permitían a los campesinos pagar sus impuestos ni mantenerse a sí mismos. Las crisis de subsistencia agrícolas suponían hambre para los agricultores pero también para los trabajadores urbanos que dependían de la producción agraria, y un descenso generalizado de la actividad económica, pues el consumo y el comercio se reducían.

La mayor parte de las tierras de cultivo europeas en el siglo XVIII estaban en manos de la nobleza y del clero. Los campesinos que habitaban y trabajaban esas tierras debían pagar a los señores feudales (nobles o clérigos) a cambio de poder cultivarlas.

Los labradores europeos del siglo XVIII eran la base del sistema fiscal[3]. La nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos[4], así que en la mayoría de los Estados los ingresos directos dependían de los agricultores que debían pagar tres tipos de impuestos:

·      Los impuestos reales (o del rey).

·      El diezmo. Este impuesto lo recaudaba la Iglesia y suponía una décima parte de las cosechas de los campesinos de cada parroquia. Con el diezmo se mantenían a los sacerdotes, los edificios religiosos y a la parte más pobre de la sociedad (huérfanos, viudas, ancianos y pobres).

·      Los impuestos señoriales, que eran cobrados por los señores feudales (nobles y clérigos) a los campesinos que vivían en sus tierras.


Durante el siglo XVIII los impuestos que debían pagar los campesinos europeos crecieron de forma constante aumentando la presión fiscal. Así que cuando se producía una crisis de subsistencialos labriegos desesperados solían rebelarse contra el gobierno. Esas revueltas populares habitualmente eran aplastadas de forma violenta por el ejército del rey.





B.       LA EXPANSIÓN ECONÓMICA EN EL SIGLO XVIII

El aumento de la población europea durante el siglo XVIII provocó un crecimiento económico pues supuso un aumento de la mano de obra disponible y un aumento del consumo. Un consumo no solo de alimentos sino también de productos manufacturados.

El crecimiento del consumo impulsó tanto el comercio interior dentro de los países europeos como el comercio internacional, sobre todo el comercio transatlántico entre Europa y América.

El comercio interior se abastecía de la producción de los gremios de las ciudades y también de las manufacturas, grandes empresas que no estaban sometidas a las reglas de los gremios. En las manufacturas un empresario agrupaba a numerosos trabajadores en un edificio para realizar un mismo trabajo, con las técnicas de trabajo tradicionales.

MANUFACTURAS Y DOMESCTIS SYUSTMEN

C.      LOS INGRESOS DEL ESTADO

Los estados europeos en el siglo XVIII recaudaban impuestos de su población con dos fines principales:

·      Pagar los costes del ejército.

·      Mantener al monarca y a la corte que lo rodeaba (familiares, funcionarios, criados…), que podía estar formada por miles de personas.


Los gobiernos de los reyes no se preocupaban del bienestar de sus súbditos y eran las iglesias (católica, ortodoxa, anglicana…) las que se ocupaban de los pobres, las viudas, los huérfanos, los ancianos…

Los impuestos reales o estatales eran de dos tipos (directos e indirectos):


1.    Impuestos directos

Se recaudaban principalmente entre los campesinos según el valor de sus tierras.

La nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos.


2.    Impuestos indirectos:

Los más importantes eran los que pagaban los mercaderes al transportar sus mercancías por un puerto o ciudad (aranceles). Los comerciantes que tenían negocios en ultramar (África, América, Asia), al ser los que obtenían mayores beneficios también eran los que pagaban aranceles más altos.

Los gobiernos del siglo XVIII habían establecido estancos sobre varios productos como el tabaco o la sal. Un estanco era un producto que solo era vendido por el estado; el estado tenía el monopolio de la venta y establecía el precio que quería. Los castigos contra los contrabandistas (los que rompían los monopolios del rey) eran terribles (ahorcamiento, destripamiento…).


Casi todos los monarcas del siglo XVIII pasaron dificultades económicas porque los ingresos solían ser inferiores a los gastos, que se disparaban cada vez que estallaba una guerra. Para hacer frente a esta situación casi todos los reyes europeos recurrían a préstamos de los burgueses banqueros.


D.  LAS TEORÍAS ECONÓMICAS DURANTE EL SIGLO XVIII

Durante el siglo XVIII hubo tres teorías económicas en Europa: el mercantilismo, la fisiocracia y el liberalismo.


El mercantilismo: Según esta teoría la riqueza de un país dependía de la cantidad de oro y plata que tuviera. Para conseguir acumular más oro y plata los monarcas intentaban que sus reinos vendieran productos a los otros reinos. Para conseguirlo se daban privilegios a compañías de comercio (Compañía Inglesa de las Indias Orientales) y se crearon Manufacturas Reales que fabricaban productos de lujo.


La fisiocracia: Según esta teoría, defendida por ilustrados franceses (Quesnay), la riqueza de un país dependía de la producción agrícola, que era algo más seguro que el comercio. Para mejorar la agricultura y la ganadería los fisiócratas proponían usar nuevas técnicas agrícolas y, sobre todo, la libertad de comprar y vender la tierra.


El liberalismo económico: Según esta teoría, defendida sobre todo por los ilustrados británicos (Adam Smith), la riqueza de un país crecería si existiera plena libertad de mercado o libertad de comercio, es decir eliminando los monopolios de los estancos reales y de las compañías privilegiadas, los precios fijados por los gremios y cualquier intervención del gobierno en la economía.


IV.   LA SOCIEDAD ESTAMENTAL

La sociedad del Antiguo Régimen era estamental porque estaba dividida en tres grupos sociales llamados estamentos. Estos grupos sociales estaban cerrados al paso de uno a otro; quien nacía en un estamento era difícil que se incorporara a otro estamento. El nacimiento en tal o cual familia definía el estamento al que se pertenecería de por vida.


A.      LOS PRIVILEGIADOS (menos del 5% de la población)

La nobleza y el clero eran los estamentos privilegiados:

-            La nobleza era el grupo social más importante. Los nobles tenían reservados los mejores puestos en el ejército (oficiales) y en la administración de cada reino. Dentro de cada reino la nobleza poseía la mayor parte de las tierras. Además no pagaban impuestos y las leyes que se les aplicaban eran especiales para ellos (privilegios)[5].


La nobleza de los distintos países europeos no formaba grupos compactos. Se podía distinguir:

·      La alta nobleza o aristocracia, formada por los nobles más ricos, poseían la mayor parte de las tierras, vivían en la corte junto al rey y tenían buenos puestos en la administración del reino (ministros).

·      La baja nobleza vivía en general en el campo. Eran dueños de pocas tierras y, a veces, para vivir, trabajaban para el ejército como oficiales o para la administración real como funcionarios (escribanos).


-            El clero estaba formado por todos los miembros religiosos de la Iglesia.

Dentro de la doctrina de la monarquía absoluta el poder del rey provenía de Dios por ello todos los monarcas absolutos europeos apoyaban plenamente a la iglesia mayoritaria de cada reino. De manera que no existía separación entre Iglesia y Estado, y no había tolerancia religiosa; las minorías religiosas eran obligadas a convertirse a la fe mayoritaria, a emigrar o debían pagar impuestos especiales y estar sometidos a toda clase de restricciones.

La Iglesia y sus miembros estaban exentos de pagar impuestos igual que la nobleza. Asimismo disfrutaban de leyes especiales (privilegios) que solo se les aplicaban a ellos.

Dentro del clero se distinguía el clero regular, que vivía en monasterios y conventos aislado del resto del mundo (abades, abadesas, monjes, monjas, frailes…), y el clero secular que vivía en contacto con el resto de la población (sacerdotes, obispos…)

Los ingresos de la Iglesia procedían generalmente de sus propiedades agrícolas, en las cuales los clérigos actuaban como señores feudales.

Otra fuente de importante de ingresos de la Iglesia era el diezmo: un impuesto obligatorio para todos los campesinos equivalente a un décimo de cada cosecha.


Aunque el clero formaba un único estamento había dos grupos de clérigos:

·      El alto clero, procedente en general de la nobleza que ocupaba puestos de obispos, abades, cardenales…

·      El bajo clero eran hijos de campesinos o burgueses y estaba formado por los sacerdotes parroquiales, frailes, monjas, etc.



B.       LOS NO PRIVILEGIADOS (más del 95% de la población)

Los no privilegiados formaban el Estado Llano o Tercer Estado. Eran la mayoría de la población (entre un 90 y un 95% del total). El Tercer Estado estaba formado por tres grupos:

·      Los campesinos. Eran el grupo más numeroso de la población en todos los países europeos (más del 75% de la población). Los campesinos europeos tenían en común que la mayoría de ellos cultivaban tierras de la nobleza o del clero y debían pagar por ello impuestos al señor feudal por el derecho a trabajar la tierra. Sin embargo los agricultores podían clasificarse en cuatro grupos distintos:

-  Los siervos: eran campesinos que no tenían derecho a abandonar las tierras que trabajaban para un señor feudal. La mayoría estaban en Europa Oriental (Rusia, Polonia…). Cuando la tierra se cambiaba de manos los campesinos debían trabajar para el nuevo propietario.

-  Los campesinos propietarios: dueños de los campos que cultivaban, eran una minoría en todas partes.

-  Los arrendatarios: labriegos que trabajaban las tierras de otros pagando por ello una renta en metálico o en especie.

-  Los jornaleros: eran los campesinos sin tierra que solo encontraban trabajo para las faenas de temporada (siembra, cosecha…). Muchas veces emigraban estacionalmente para encontrar trabajo y eran la parte más pobre de la población rural. Eran especialmente numerosos en la Europa meridional.


·      Los trabajadores urbanos: artesanos de los gremios, tenderos, criados (que eran muy numerosos), empleados de las manufacturas…


·      La burguesía urbana estaba formada por banqueros, grandes comerciantes, dueños de talleres o manufacturas… Estos miembros del Tercer Estado deseaban que su poder económico fuera reconocido por la sociedad estamental. Aunque eran ricos en dinero tenían menos derechos que cualquier noble empobrecido y no podían acceder a los puestos más importantes de la sociedad.



Las relaciones internacionales en el siglo XVIII. El equilibrio de poder



El siglo XVIII comenzó con la Guerra de Sucesión Española, conflicto que finalizó con los tratados de Utrecht y de Rastatt (1713-1714), que tuvieron varias consecuencias en el plano internacional.

Francia perdió su supremacía en Europa y la Monarquía Hispánica tuvo que ceder los Países Bajos españoles, también llamados Flandes, además de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, a la dinastía de los Austrias y a la Casa de Saboya. Los tratados de paz establecieron el sistema de equilibrio continental, cuyo objetivo principal fue evitar que ningún país alcanzara en Europa la hegemonía sobre los demás. El temor a que los estados más fuertes atacaran a los más débiles llevo a la formación de coaliciones defensivas.

A pesar de este equilibrio de poder en el continente, el siglo XVIII fue un siglo de preponderancia británica, basada en la supremacía marítima, que le fue disputada por otras tres potencias europeas: Francia, que luchaba por recuperar su hegemonía; Austria, con intereses en el este y en el oeste de Europa, y España, que trataba de recuperar lo perdido en Utrecht. A estas potencias se sumaron otras que adquirieron protagonismo en este siglo: Rusia, que defendía su influencia en el este, y Prusia, potencia militar emergente. Otros estados perdieron peso en Europa: Provincias Unidas, Imperio de los turcos otomanos, Portugal y Polonia-Lituania.



La diplomacia y los ejércitos

La diplomacia adquirió un papel destacado en el siglo XVIII, con embajadores de origen noble, diplomáticos bien formados, correspondencia secreta y legaciones permanentes en otros estados. Fue común la doble diplomacia, la oficial y la secreta (espías que informaban a los reyes y a sus secretarios). En las monarquías absolutas, todos los asuntos relativos a la guerra y a la paz o a la alta política del estado, estaban reservados al monarca y a su círculo más cercano. Solo en Reino Unido el parlamento participaba en las decisiones relacionadas con estos temas.

El siglo XVIII fue una época de guerras y conflictos internacionales casi continuos. La guerra era vista como el oficio de los reyes, y todos los gobernantes creían en el concepto de “guerra justa”. Los efectivos de los ejércitos aumentaron hasta los cientos de miles de soldados desde las decenas de miles que tenían en el siglo XVII. También se realizaron algunas mejoras: formación de los altos mandos en academias militares, introducción en todos los ejércitos europeos de los uniformes lo que sirvió para remarcar la autoridad del rey sobre su ejército[1]. Los soldados dejaron de ser una amenaza para los súbditos del rey tanto como lo eran para sus enemigos. Así, el alojamiento de soldados en viviendas de civiles era causa de robos, violaciones y asesinatos, fue sustituido por la construcción de cuarteles específicos en los que se albergaban las tropas. Asimismo, la disciplina se intensificó (carrera de baquetas) para poder conseguir la mayor potencia de fuego de los soldados (patios de instrucción en los cuarteles).

y evolución de la táctica militar (mayor movilidad de las tropas con armas ligeras, aumento del calibre de la artillería y flotas navales más efectivas).

La guerra y la paz en el siglo XVIII
La península italiana fue motivo de enfrentamiento durante todo el siglo XVIII entre España, Francia, Austria y Reino Unido. Francia, Reino Unido y España se disputaron también las islas del mar Caribe en América y la América del norte. A las disputas territoriales y comerciales se sumaban las de carácter dinástico. Los Habsburgo, reyes de Austria, y los Borbones, reyes de Francia y España, se enfrentaron por recuperar la hegemonía en Europa; los tronos de España, Polonia y Austria fueron adjudicados tras largas guerras de sucesión.
Felipe V de España, descontento con los resultados del tratado de Utrecht, intentó recuperar las posesiones italianas perdidas (revisionismo) mediante su matrimonio con Isabel de Farnesio y con la ayuda del ministro Alberoni, que logró ocupar Sicilia y Cerdeña. Pero el resultado final fue negativo, pues tanto Austria como Francia, aliada con Reino Unido, obligaron a irse a Alberoni buscando preservar el equilibrio europeo, y España tuvo que renunciar a ambos territorios en 1720.
El revisionismo español se puede considerar el antecedente de una serie de guerras que amenazaron el equilibrio europeo. Entre ellas destacan la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1738) y la Guerra de Sucesión de Austria (1740-1748). Tras la Guerra de Sucesión de Polonia Felipe V recuperó Nápoles y Sicilia colocando como rey a uno de sus hijos, el futuro Carlos III de España.
Sin embargo, el conflicto más importante del siglo XVIII fue la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Enfrentó a Francia -aliada con España por los Pactos de familia-, Austria y Rusia contra Prusia, aliada con Reino Unido. Fue la guerra más violenta del siglo, con un millón de muertos para una población europea de 125 millones, e involucró a Europa y a sus colonias en América, India y África. El final de la guerra no modificó el statu quo ante en Europa y la única potencia beneficiada en Europa fue la Rusia de Catalina la Grande, que pasó a ser reconocida como potencia[2] por los otros grandes estados europeos. En la paz de París que terminó la guerra los británicos se apoderaron de las colonias de los franceses, con la ocupación de Quebec y Montreal, sus territorios en India, y arrebataron Florida a España.
Uno de los efectos de la Guerra de los Siete Años fue la alteración del equilibrio europeo en el este. La paz estableció buenas relaciones entre Prusia, Austria y Rusia que decidieron repartirse Polonia en 1772 (primer reparto) y de forma definitiva entre 1793 y 1795 (segundo y tercer reparto).
Otro resultado de ese conflicto a medio plazo fue que la pugna entre Francia y Reino Unido por el dominio de América del norte, que aparentemente terminó con la victoria británica, inició una crisis en las colonias que acabó llevando al proceso de independencia de Estados Unidos (1776-1783). La guerra de las Trece Colonias contra Jorge III propició la intervención franco-española a favor de los insurgentes y contra la Corona británica. La independencia de Estados Unidos no supuso un gran daño para el comercio británico pues la mayor riqueza provenía de las colonias en India y el Caribe.
El balance de este siglo de guerras, paces y alianzas fue que se mantuvo el sistema de equilibrio y ninguna potencia se impuso a las demás.




[1] En el siglo XVII los ejércitos europeos eran contratados por contratistas privados nombrados por el rey. Cada soldado vestía como le daba la gana y su alistamiento tenía una duración irregular. Al carecer los soldados de alojamientos específicos y de un aprovisionamiento seguro de alimentos y otras necesidades no era raro que los ejércitos acabasen saqueando los territorios que supuestamente debían proteger. Igualmente, la tradición de alojar a los soldados en invierno en las casas de los civiles solía provocar enfrentamientos debido al comportamiento indisciplinado de los soldados.
[2] Una potencia era un estado soberano al que se le reconocía la capacidad para ejercer su influencia en todo un continente y no solo en una región de este. Las potencias poseen fuerza económica y militar, así como influencia diplomática.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Tema 1 Bachillerato Historia del Mundo Contemporáneo

Bloque 1. El Antiguo Régimen

Contenidos

Rasgos del Antiguo Régimen.
Transformaciones en el Antiguo Régimen: economía, población y sociedad.
Revoluciones y parlamentarismo en Inglaterra.
El pensamiento de la Ilustración.
 Relaciones Internacionales: el equilibrio europeo.
Manifestaciones artísticas del momento.

http://profesorjuliodapenalosada.blogspot.com.es/search?q=parlamentarismo

Enlace al tema de las revoluciones inglesas

http://profesorjuliodapenalosada.blogspot.com.es/2014/09/las-revoluciones-inglesas-septiembre.html

Enlace a la revolución americana

http://profesorjuliodapenalosada.blogspot.com.es/2012/09/la-revolucion-americana.html

LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA (1701-1714)

 La Guerra de Sucesión Española es típica de las guerras de la Edad Moderna y nos va a servir para aprender como sucedían esos conflictos.
Este conflicto fue una guerra dinástica que enfrentaba a dos dinastías [familias reinantes] para ver quien ocupaba el trono tras la muerte del rey, como fueron la Guerra de Sucesión Polaca (1733-1738) y la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748). La guerra era decisión del rey, dueño del reino y de su ejército.
La duración de los conflictos se debía en parte al lento desplazamiento de los ejércitos. La mayoría de los soldados iban a pie lo que significaba que los ejércitos solían viajar menos de cincuenta kilómetros al día, y cuanto más tiempo viajaban más lentos iban. Además las pésimas comunicaciones (falta de carreteras y puentes) también se hacía sentir y en invierno los ejércitos solían cesar los combates.

En 1700 murió sin descendencia Carlos II, último rey de la dinastía de los Habsburgo[1] en España. Los dos candidatos con más derechos al trono eran el archiduque Carlos de Austria[2], de la rama austríaca de los Habsburgo, y Felipe de Anjou, de la casa de Borbón. Carlos II había nombrado como heredero a este último, ya que era nieto de Luis XIV de Francia, el monarca más poderoso de Europa en ese momento y, por tanto, el mejor aliado posible para garantizar que el nuevo rey recibiese su herencia sin problemas.
En un principio, Felipe V fue aceptado sin oposición tanto en España como en el resto de Europa, salvo por parte del emperador de Austria[3], que no había reconocido el testamento de Carlos II y había iniciado las hostilidades en Italia.

Los combates en las guerras europeas de la Edad Moderna solían producirse en zonas muy específicas: los valles del Rin, del Danubio, del Po y los pasos de montaña de los Pirineos y los Alpes.

Pero pronto las potencias europeas se alarmaron ante la posibilidad de que se formara un poderoso bloque franco-español. El temor estaba justificado porque Luis XIV obraba como si fuera el rey efectivo de España y, además, había reconocido los derechos sucesores de Felipe V al trono francés. Esto podría conducir en un futuro a la unión de Francia y España bajo una misma Corona[4], cuya hegemonía sería indiscutible.
En consecuencia, Inglaterra y Holanda[5] decidieron apoyar al emperador austriaco en su lucha por instalar a su hijo en el trono español, lo que desencadenó la Guerra de Sucesión española, el primer conflicto armado del siglo XVIII en Europa. Posteriormente se unieron a la alianza Prusia, Portugal y el ducado de Saboya.
La Guerra de Sucesión fue al mismo tiempo una contienda europea y una guerra civil española:
Como guerra europea se enfrentaron el bando franco-español y la Gran Alianza antiborbónica (Austria, Inglaterra, Holanda, Prusia, Portugal y Saboya).
Como guerra civil española, en general la Corona de Aragón se inclinó por el archiduque Carlos de Austria, mientras que la Corona de Castilla apoyó a Felipe V, aunque hubo partidarios de uno y otro pretendiente en ambas Coronas.
Pero en 1711 la contienda entró en una nueva fase a raíz de la elección del archiduque Carlos de Austria como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tras la muerte de su padre y de sus hermanos mayores. Este cambio de situación planteaba una nueva amenaza para Europa en el caso de que a Carlos se le proclamara también rey de España, ya que se formaría un gran bloque hispano-alemán como en el siglo XVI con Carlos I. Ante esta posibilidad, Inglaterra presionó para finalizar la guerra y se iniciaron unas largas negociaciones que condujeron finalmente a la Paz de Utrecht de 1713.
No obstante, los Austrias quedaron fuera de esta paz, ya que no renunciaban al trono español, y la guerra continuó en Cataluña hasta el 11 de septiembre de 1714[6], día en que las tropas borbónicas tomaron Barcelona tras un largo asedio. Finalizada ya la contienda, todavía se mantuvo como último reducto austracista, durante casi un año más, el reino de Mallorca, que capituló en 1715.

El asedio de Barcelona, que duró catorce meses, sirve para mostrarnos otra causa de la larga duración de los conflictos durante el siglo XVIII; todas las ciudades europeas estaban rodeadas de murallas, y si eran defendidas se necesitaban semanas o meses para tomarlas al asalto. Si eran demasiado fuertes las defensas había que asediar la ciudad, a veces durante años, hasta que se rendía por hambre.

LA PAZ DE UTRECHT (1713)
Se denomina genéricamente Paz de Utrecht a una serie de tratados bilaterales entre los contendientes de la Guerra de Sucesión. El primero y fundamental fue el tratado de paz y amistad franco-británico firmado en dicha ciudad holandesa en el año 1713.
Inglaterra fue la gran vencedora del conflicto e inició un ascenso como potencia mundial, pues no sólo mejoró su posición en Europa sino también en los otros continentes. A través de diferentes tratados, obtuvo estas ventajas:
Mercantiles, como el asiento de negros –monopolio para introducir esclavos negros en la América española durante treinta años- y el navío de permiso –autorización para enviar a América un navío al año con 500 toneladas de mercancías para su venta-. Ambas concesiones fueron utilizadas por Inglaterra para camuflar un amplísimo contrabando con el Nuevo Mundo.
Territoriales, como la obtención de Gibraltar y Menorca[7], que facilitaba la penetración inglesa en el Mediterráneo, y de Terranova, cedida por Francia, de gran importancia pesquera y que reforzaba su poder en Norteamérica.
España, por el contrario, fue la gran perdedora, ya que, a cambio del reconocimiento de Felipe V como rey, tuvo que ceder todos sus territorios europeos: a Saboya se le adjudicó Sicilia; y al emperador Carlos de Austria, los Países Bajos[8], el ducado de Milán, Nápoles y Cerdeña[9]. Posteriormente Austria y Saboya se intercambiaron Sicilia y Cerdeña[10].
Finalmente Prusia, que era un ducado antes de la guerra, se convirtió en reino a cambio de aliarse con el emperador austriaco.

EL EQUILIBRIO EUROPEO
La Paz de Utrecht no se limitó a poner fin a la Guerra de Sucesión Española, también acabó con la hegemonía ejercida por Francia en la segunda mitad del siglo XVII e inauguró un nuevo orden internacional, basado en el equilibrio entre tres grandes potencias rivales, en torno a las cuales se agrupaban, según las circunstancias de cada momento, las demás naciones europeas:
El reino de Francia, que estaba agotada por el esfuerzo bélico impuesto por Luis XIV, pero que continuó siendo el país más poblado y rico de Europa.
El impero de los Austrias, que incluía territorios desde el Mar del Norte hasta el Mar Mediterráneo y el río Danubio, aunque su debilidad era la falta de unidad de su imperio.
Gran Bretaña[11], que se convirtió en la gran potencia del siglo, sobre la base de su fuerza marítima y comercial.
El nuevo sistema se basaba en la rivalidad latente entre los Estados, que se aliaban formando bloques opuestos, pero de igual poder, lo que garantizaba la paz mediante un inestable equilibrio entre ellos.
En el llamado Siglo de las Luces (siglo XVIII) la razón alcanzó incluso a las guerras, que fueron menos frecuentes y más profesionales: solo se iniciaban si existían posibilidades reales de victoria, y acababan cuando se reconocía la superioridad militar del enemigo[12]. Las paces también fueron más equitativas y pretendían recomponer el equilibrio roto. En este nuevo orden europeo España, que había sido la gran potencia hegemónica desde el siglo XVI hasta el final de la Guerra de los Treinta Años en 1648, quedó relegada a potencia de segundo rango, como aliada de Francia, y rival de Inglaterra y Austria.




[1] La dinastía de los Habsburgo era una familia de origen alemán cuyas dos ramas gobernaban Austria y España.
[2] El séptimo hijo del emperador austriaco.
[3] La dinastía de los Habsburgo o Austrias gobernaba numerosos territorios en Europa central habitados por alemanes, húngaros, checos… Su principal cargo era ser emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, un estado débil que existía desde la Edad Media, pero que otorgaba a su gobernante mucho prestigio entre los otros soberanos de Europa.
[4] Que Felipe V acabara heredando Francia de Luis XIV no sería raro si pensamos que todos los hijos de Luis XIV, y casi todos sus nietos, murieron antes que él, lo que nos habla no tanto de su longevidad como de la escasa esperanza de vida en el siglo XVIII, incluso para los miembros de la realeza.
[5] El nombre oficial de Holanda era República de los Países Bajos, pero se usa el nombre de Holanda para distinguir este país de los Países Bajos españoles, territorios que correspondían con los actuales Bélgica y Luxemburgo.
[6] Esta fecha se sigue celebrando hoy como el Día de Cataluña o la Diada.
[7] Menorca no volvió definitivamente a formar parte de España hasta 1802.
[8] Los territorios de los Países Bajos españoles corresponden aproximadamente a los actuales Bélgica y Luxemburgo. Tras la guerra se convirtieron en los Países Bajos austriacos.
[9] En 1734, tras la Guerra de Sucesión Polaca, los territorios Nápoles y Sicilia pasaron a estar gobernados por miembros de la familia de los Borbones españoles.
[10] El duque de Saboya consiguió junto a la isla de Cerdeña, pobre y poco poblada, el título de rey, pasando a convertirse en rey de Cerdeña, lo que aumentaba su prestigio entre los otros soberanos.
[11] En 1707 el reino de Inglaterra y el reino de Escocia se unieron formalmente en el Reino Unido.
[12] Las victorias militares en el siglo XVIII no consistían en lograr derrotar a los ejércitos enemigos o en conquistar ciudades sino en poseer suficientes recursos para seguir pagando y mantenido a los ejércitos, de forma que la derrota militar de un monarca solía estar unida a la falta de fondos.
 
Las relaciones internacionales en el siglo XVIII

El siglo XVIII se inició con la Guerra de Sucesión Española (1701-1714). Al trono de la Monarquí Hispánica, vacante por la muerte sin descendientes de Carlos II en 1700, aspiraban dos candidatos: Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, y Carlos de Habsburgo, hijo del emperador austríaco Leopoldo I. Contra el bando borbónico se formó la Gran Alianza de La Haya, integrada por Austria, Gran Bretaña, las Provincias Unidas, la mayoría de los Estados alemanes y, más adelante, Portugal y Saboya. Felipe de Borbón consiguió imponerse en España pero las tropas francesas sufrieron importantes derrotas en Europa central e Italia.
El ascenso de Carlos VI al trono imperial austríaco y el cansancio de los combatientes precipitó la firma del Tratado de Utrecht en 1713.
La Guerra de Sucesión Española coincidió con la Gran Guerra del Norte, Suecia, potencia hegemónica en el mar Báltico, se enfrentó con éxito a Dinamarca y Polonia. Sin embargo, su propósito de invadir Rusia en 1709 cambió el signo de la guerra, que finalizó en 1721 con la firma del Tratado de Nystad. Como consecuencia de ello



4º ANAYA

EL MOVIMIENTO OBRERO

De la protesta al sindicalismo

La miseria del proletariado, su marginación política y la falta de legislación laboral originaron el movimiento obrero. Este comprende las organizaciones del proletariado que lucharon por mejorar su situación económica y política; y sus actuaciones colectivas.
En sus inicios, el movimiento obrero consistió en actos de protesta contra la mecanización, consistentes en la destrucción de las nuevas máquinas (ludismo), al considerarlas responsables de su situación.
La clase obrera creó también sociedades de socorro mutuo, cuyos integrantes pagaban una cuota y recibían una ayuda en caso de accidente o despido; y realizaron numerosas “peticiones al Parlamento” para que pusiera fin a los abusos de la patronal.
En fechas posteriores, se crearon sindicatos o asociaciones obreras reivindicativas. Sus objetivos eran mejorar las condiciones laborales: reducción de la jornada de trabajo, aumento de los salarios, logro de ciertos derechos políticos (asociación, sufragio universal), y organización de las medidas de lucha, como la negociación, las manifestaciones y la huelga. Las primeras asociaciones obreras o Trade Unions sugieron en Gran Bretaña, donde fueron legalizadas por el Parlamento en 1825.
La lucha política. Cartismo, socialismo y anarquismo
De forma simultánea al desarrollo de los sindicatos


  
 https://www.google.es/?gws_rd=ssl#q=pdf+tema+islam

https://www.researchgate.net/publication/282158340_The_Evolution_and_Legacy_of_Cavalry_in_Ancient_Greece

https://www.researchgate.net/publication/282120875_Cannae_Zama_Why_Cavalry_Counts

https://books.google.es/books?id=ynp-AwAAQBAJ&pg=PT33&lpg=PT33&dq=hellenistic+greek+cavalry&source=bl&ots=2MQvtvum00&sig=yR3cWZtsXWgVXySiAvWBgwnLGys&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwi9_PzsoPnTAhXFuBoKHZTpASo4ChDoAQhVMAc#v=onepage&q&f=false