VIVIR, MORIR EN PARLA
Gonzalo
Goicoechea, 7 de marzo de 1979, revista Triunfo
Cuando
comenzaba la década de los sesenta, Parla era un pueblecito de las cercanías de
Madrid en el que vivían unas dos mil personas. Ya para entonces los otros
pueblos del Suroeste -Getafe, Alcorcón, Leganés…- tenían industrias y el cáncer
de la capital los carcomía. En pocos años, sin embargo, Parla ha pasado a
tener, según el censo, unos 34.000 habitantes. En realidad, hay que multiplicar
la cifra por dos. Lo que pasa es que la mayoría no están apuntados.
La
primera gente que llegó a Parla procedía de la Mancha, de Extremadura, algunos
andaluces. Los había que emigraban por segunda vez, ya que los precios de Getafe
o de Leganés -primer alto en su camino- era excesivos. Las casas del barrio de San
Ramón venían a costar entonces unas 140.000 pesetas nada más. La mayor parte
trabajaba en la construcción. Los dueños
de las tierras de labranza, de pronto transformadas en tierras especulables,
empezaban a enriquecerse vendiéndolas. Hay quien he hecho fortuna de hasta 400
millones. De paso, ocupaban los puestos digitales del Ayuntamiento y agradecían
con su permisibilidad franquista tan rápida suerte: los constructores, las
inmobiliarias, voraces sociedades anónimas de enjaulamiento, levantaban
edificios sin que nadie les controlara; sin que ningún plan municipal echara el
freno a su egoísmo depredador.
Iba
la gente a Parla, pero no las industrias. Una nueva oleada migratoria se produjo
en los años setenta. Ya no procedían de otras regiones. Llegaban de un Madrid imposible para sus
ingresos, de unos barrios destrozados por las mismas u otras constructoras que
en Parla hacían su imperio. Esta vez tampoco vino la industria, que se detenía
en el vecino Getafe o en Fuenlabrada.
Por eso Parla es la
ciudad-dormitorio
más dormitorio de todas. Sólo había dos industrias y ahora una -Gartaisa,
fábrica de calderería, 200 empleados, buena maquinaria y situada en excelentes
terrenos para hacer pisos- ha cerrado, y la otra -Cegasa, la de las máquinas tragaperras,
250 trabajadores- ha reducido a mitad su plantilla.
Aunque
en los últimos años ha ido a vivir mucho obrero de las grandes empresas
madrileñas del metal, la mayoría trabaja en la construcción. Es el sector donde
hay más paro
Ancianos y jóvenes
Parla
está en le carretera de Madrid a Toledo, carretera que divide la ciudad en dos y
es un peligro cada cruce, cada esquina. El pueblo viejo está a la derecha. Se puede
decir que no hay calles porque los edificios surgen por todos los lados sin
orden ni
concierto,
interrumpiendo lo que podía haber sido una avenida, haciendo imposible un solo
paseo, una plaza decente. Ese desorden no oculta, sin embargo, que las calzadas
están sin pavimentar y que las aceras no existen. Cuando llueve mucho, todo se
hace un charco y, encima, los colectores se desbordan y, a veces, los excrementos,
las aguas residuales y la porquería discurren por las esquinas. Con el calor,
la tierra se hace polvillo sofocante y manchoso.
La
población de Parla es muy joven. Hay muchos más muchachos que ancianos, porque
los que han ido allí a vivir eran matrimonios recientes. Los 600 ancianos que
hay no tienen ni un local donde refugiar su tedio. Hace un año construyeron un
edificio y dijeron que sería la casa de los ancianos. Pero lo dedicaron a
escuela de Enseñanza General Básica. Cuando todavía no se sabía qué iba a pasar
con el edificio, llegó un médico, lo examinó y dijo que aquello no
reunía condiciones. Entre otras cosas, la humedad era excesiva.
En
las calles, siempre barrosas o polvorientas, casi no hay bancos. Así que los
viejos suelen tomar el sol y matar el rato en una plazuela triangular que linda
con la carretera nacional. Por las tardes hay un ruido ensordecedor porque una
vía de doble dirección y pasan muchos camiones, los niños salen de las
escuelas, los obreros dejan las fábricas y todo el mundo vuelve a dormir para
descansar y rendir al día siguiente.
Los ancianos están tan desamparados con los
jóvenes. El paro juvenil se calcula sobre un 37 por 100. Tampoco tienen un solo
local. Proconfort, una de las inmobiliarias, dijo que iba a ceder uno al
Ayuntamiento, pero nada de eso ha ocurrido. Si quieren hacer deporte, no tienen
dónde. El único campo de fútbol es propiedad del club y eso que los dos millones
que dio la Diputación como ayuda para un polideportivo se utilizaron para
allanar los terrenos que ahora han resultado privados. En las violentas
manifestaciones que hubo la pasada semana como consecuencia de la muerte de
Ursino Gallego-Nicasio, casi todos eran jóvenes. Dicen los de los partidos que
entre ellos el desencanto ha hecho estragos. Así, por ejemplo, de más de cien
muchachos que militaban en las Juventudes Comunistas antes de su legalización,
sólo quedan ahora unos treinta. Y son los que más tienen.
Es
muy fácil que coincidan en la misma familia los padres y los hijos en situación
de paro. Los que cobran el seguro tienen que ir hasta Getafe. Hace seis meses,
en la oficina del desempleo, había apuntadas 3.000 personas. Parla, con tener
la tercera parte de habitantes que Getafe, aportaba la mitad. En barrios como
San Ramón y San Nicolás se calcula que habrá sobre un 20 por 100 de paro.
Moverse, curarse
No
hay calles, ni fábricas, ni trabajo, ni polideportivo. Tampoco hay escuelas
suficientes. El estado recaudador de impuestos no ha construido en Parla ni una
guardería infantil, ni un colegio de preescolar. Estas necesidades las cubre la
iniciativa privada (como dice la derecha). Hay un colegio nacional de Enseñanza
General Básica y nada más. Para estudiar BUP hay que ir, por lo menos, a
Getafe. También hay que ir si uno quiere hacer Formación Profesional. Querían
hacer un Instituto de Enseñanza Media, pero sucedió que los terrenos estaban
junto a un colector y, que si costaba el desvío dos millones, que si no
costaba, aún están por empezar las obras.
Este
curso, todos los niños han sido escolarizados. Naturalmente en malas
condiciones: locales inadecuados, exceso de alumnos por clase, etcétera. El
próximo curso, el asunto se presenta peor. La Biblioteca Municipal –2.000
volúmenes- está en un piso piloto.
En
la letanía de miserias de Parla destacan dos problemas: el transporte y la
asistencia sanitaria. Son dos problemas comunes a todos los pueblos del
Suroeste madrileño. Excepto la clínica Primero de Octubre, todos los demás
centros asistenciales, tanto de la Seguridad Social como privados, están en la
zona Norte de Madrid. Sin embargo, en los barrios y pueblos del Sur es donde se
concentra la mayoría de la población trabajadora.
En
Parla sólo hay un consultorio de 80 metros cuadrados. José Núñez, candidato por
el PCE a la Alcaldía, y Máximo González, candidato de la ORT, opinan lo mismo: “El problema de la sanidad es tan
grave, que, igual que ha saltado el del agua, puede estallar en cualquier momento
el de la sanidad con igual violencia”.
La
gente se ve obligada a pagar igualas de los médicos privados ante la deficiente
asistencia que les presta la Seguridad Social. Cuando la ambulancia traslada a
un enfermo grave al lejano hospital, el embotellamiento en la carretera -
bordeada de enormes postes eléctricos - puede ser mortal. A nadie de los que
mandan se le ha ocurrido pensar en la posibilidad del helicóptero. En las horas
de mayor tráfico, el recorrido entre Madrid y Parla, hecho normalmente en unos cuarenta
minutos, puede ser eterno. No hay tren de cercanías (en 1977, don Antonio Gómez
Fungairiño, jefe del Gabinete de Economía y Planificación de Renfe, afirmó que
para 1978 el ferrocarril Atocha-Parla-Fuenlabrada, estaría funcionando
adecuadamente; hoy es el día en que nada de eso ha pasado).
Los
autobuses de servicio público te cobran 37 pesetas por llevarte a Madrid. Supone
para muchos trabajadores -el sueldo medio mensual en Parla no supera las 30.000
pesetas - veinte duros diarios.
¿Quién manipula?
En
las elecciones de marzo ganó por amplia mayoría (como dicen los políticos: un
75 de 100 de votantes la eligieron (45 por 100 el PSOE, 25 por 100 PCE y cerca
del 5 por 100 los extraparlamentarios) ¿Benefician los violentos conflictos a
los partidos populares de cara a las elecciones municipales? Evidentemente, no.
El
domingo 4 de marzo era el tercer domingo de manifestación en protesta por la
falta de agua y los traidores cortes en el suministro, que estropean los
motores de las lavadoras. Nadie firmaba la convocatoria. La gente fue porque
era un problema que afectaba a toda la ciudad. Se vio distribuyendo carteles
tanto a militantes de CNT como a falangistas.
El
tercer domingo de manifestación, la Policía llega con numerosos efectivos.
Carga, según unánime opinión de todos los partidos, con brutalidad. Como
consecuencia de una hemorragia interna, producido por un pelotazo policial en
el pecho, a las cinco de la tarde muere el adolescente Ursino Gallego-Nicasio. Llevaba
el muchacho en el bolsillo dos entradas para el cine. El señor Rosón -
gobernador civil y antiguo director general de RTVE en vida y con el
beneplácito del dictador, de quien era fiel servidor -asegura en sus notas de
prensa que estaba tras una barricada. Hay testigos que afirman lo contrario. Lo
cierto es que Ursino -quinto de seis hermanos- murió. Parla fue tomada por las fuerzas antidisturbios. La violencia y
los nuevos pelotazos reinaron en sus sucias calles durante varios días. Las
barricadas se hacían lo mismo con adoquines que con semáforos arrancados; lo
mismo con grúas que con coches volcados, con autobuses de ruedas pinchadas.
El
comisario-jefe reconoce ante la comisión de partidos que fue a negociar: “Si no
vienen los de Madrid, no habría pasado nada”. El señor Abril Martorell echó la
culpa a todo al PCE. Este lo desmintió. Tal vez el señor Abril ignoraba que las
barricadas violentas fue visto el segundo candidato a las municipales por UCD.
Y que también fueron vistos miembros de Fuerza Nueva junto militantes de grupos
de extrema izquierda. Tal vez el señor Abril ignoraba que en una fotografía
publicada por un periódico madrileño se veía una barricada y en ella tres
conocidos elementos de Coalición Democrática.
El
señor Rosón, por su parte, justifica la actuación de la Policía nacional (antes
Armada) y destituye al alcalde. Lo curioso del caso es que hacía más de un año
que Domingo Ostolaza había presentado su dimisión irrenunciable al señor Rosón
y éste no la había aceptado. Ahora hay un delegado gubernativo.
“En
Parla, la corporación municipal va a ser de izquierda, pero muy holgada
además. Todo esto la derecha lo sabe. ¿De qué forma obtiene beneficios?
Pues si demuestra que la tranquilidad está con la derecha y no con la
izquierda”, dice José Núñez, candidato del PCE.
“La
policía fue brutal, por mucho que lo diga el señor Rosón. Yo lo que si
haría es una distinción clara entre las formas de lucha del primero y segundo
día y las siguientes”, dice Máximo González candidato de la ORT.
Los
conflictos, de todas formas, no sorprendieron a nadie. “En Parla, los problemas
son tan agobiantes que en cualquier momento podía haber ocurrido esto. Y puede
volver a ocurrir”.
El
pasado domingo, en el soleado mediodía, decenas de autobuses y coches de la
Policía vigilaban Parla. Nadie se manifestaba por el momento. Ni los autobuses
de Getafe ni los de Madrid llegaban. Mientras iba de parada en parada, la
mujer, morena y algo coja, trabajando en la capital desde hace cinco años,
explicaba: “Es por la huelga esa que va a haber ¿no ve cuántos policías? Todo
esto pasa con la democracia y con todo eso que dicen”. Dos kilómetros antes del
pueblo, bajo el temprano sol primaveral, la Guardia Civil y la Policía Nacional
(antes Armada) desviaban el tráfico y no dejaban entrar al pueblo a quien no
viviera allí. Las colas de vehículos se alargaban cada vez más. Como si fuera
una madrugada laborable. “Habrán matado algunos de los gordos”, aventuraba otra
mujer en el saturado autobús amarillo. Una cuadrilla de chavales gritaba: “¿Qué
pasa? ¿Por qué no arranca esto?”. Dentro del repleto autobús, el calor crecía.
TEXTO ADAPTADO POR
EL PROFESOR JULIO DAPENA LOSADA
VIVIR, MORIR EN PARLA
Gonzalo Goicoechea, 7 de marzo de 1979, revista Triunfo
Cuando
comenzaba la década de los sesenta, Parla era un pueblecito de las cercanías de
Madrid en el que vivían unas dos mil personas. Ya para entonces los otros
pueblos del Suroeste -Getafe, Alcorcón, Leganés…- tenían industrias […]. En
pocos años, sin embargo, Parla ha pasado a tener, según el censo, unos 34.000
habitantes. En realidad, hay que multiplicar la cifra por dos. Lo que pasa es
que la mayoría no están apuntados.
La
primera gente que llegó a Parla procedía de la Mancha, de Extremadura, algunos
andaluces. Los había que emigraban por segunda vez, ya que los precios de Getafe
o de Leganés -primer alto en su camino- era excesivos. Las casas del barrio de San
Ramón venían a costar entonces unas 140.000 pesetas nada más. La mayor parte
trabajaba en la construcción. Los dueños
de las tierras de labranza, de pronto transformadas en tierras especulables,
empezaban a enriquecerse vendiéndolas. Hay quien he hecho fortuna de hasta 400
millones. De paso, ocupaban los puestos digitales del
Ayuntamiento y agradecían con su permisibilidad franquista tan rápida suerte:
los constructores, las inmobiliarias,
voraces sociedades anónimas de
enjaulamiento,
levantaban edificios sin que nadie les controlara; sin que ningún plan
municipal echara
el freno a su egoísmo depredador.
Iba
la gente a Parla, pero no las industrias. Una nueva oleada migratoria se produjo
en los años setenta. Ya no procedían de otras regiones. Llegaban de un Madrid imposible para sus
ingresos, de unos barrios destrozados por las mismas u otras constructoras que
en Parla hacían su imperio. Esta vez tampoco vino la industria, que se detenía
en el vecino Getafe o en Fuenlabrada.
Por eso Parla es la ciudad-dormitorio
más dormitorio de todas. Sólo había dos industrias y ahora una -Gartaisa,
fábrica de calderería, 200 empleados, buena maquinaria y situada en excelentes
terrenos para hacer pisos- ha cerrado, y la otra -Cegasa, la de las máquinas tragaperras,
250 trabajadores- ha reducido a mitad su plantilla.
Aunque
en los últimos años ha ido a vivir mucho obrero de las grandes empresas
madrileñas del metal, la mayoría trabaja en la construcción. Es el sector donde
hay más paro
Ancianos y jóvenes
Parla
está en le carretera de Madrid a Toledo, carretera que divide la ciudad en dos y
es un peligro cada cruce, cada esquina. El pueblo viejo está a la derecha. Se puede
decir que no hay calles porque los edificios surgen por todos los lados sin
orden ni
concierto,
interrumpiendo lo que podía haber sido una avenida, haciendo imposible un solo
paseo, una plaza decente. Ese desorden no oculta, sin embargo, que las calzadas
están sin pavimentar y que las aceras no existen. Cuando llueve mucho, todo se
hace un charco y, encima, los colectores se
desbordan y, a veces, los excrementos, las aguas residuales y la
porquería discurren por las esquinas. Con el calor, la tierra se hace polvillo
sofocante y manchoso.
La
población de Parla es muy joven. Hay muchos más muchachos que ancianos, porque
los que han ido allí a vivir eran matrimonios recientes. Los 600 ancianos que
hay no tienen ni un local donde refugiar su tedio. Hace
un año construyeron un edificio y dijeron que sería la casa de los ancianos.
Pero lo dedicaron a escuela de Enseñanza General Básica. Cuando
todavía no se sabía qué iba a pasar con el edificio, llegó un médico,
lo examinó y dijo que aquello no reunía condiciones. Entre otras cosas, la
humedad era excesiva.
En
las calles, siempre barrosas o polvorientas, casi no hay bancos. Así que los
viejos suelen tomar el sol y matar el rato en una plazuela triangular que linda
con la carretera nacional. Por las tardes hay un ruido ensordecedor porque una
vía de doble dirección y pasan muchos camiones, los niños salen de las
escuelas, los obreros dejan las fábricas y todo el mundo vuelve a dormir para
descansar y rendir al día siguiente.
Los ancianos están tan desamparados con los
jóvenes. El paro juvenil se calcula sobre un 37 por 100. Tampoco tienen un solo
local. Proconfort, una de las inmobiliarias, dijo que iba a ceder uno al
Ayuntamiento, pero nada de eso ha ocurrido. Si quieren hacer deporte, no tienen
dónde. El único campo de fútbol es propiedad del club y eso que los dos
millones que dio la Diputación
como ayuda para un polideportivo se utilizaron para allanar los terrenos que
ahora han resultado privados. En las violentas manifestaciones que hubo la
pasada semana como consecuencia de la muerte de Ursino Gallego-Nicasio, casi
todos eran jóvenes. Dicen los de los partidos que entre ellos el desencanto
ha hecho estragos. […]
Es
muy fácil que coincidan en la misma familia los padres y los hijos en situación
de paro. Los que cobran el seguro tienen que ir hasta Getafe. Hace seis meses,
en la oficina del desempleo, había apuntadas 3.000 personas. Parla, con tener
la tercera parte de habitantes que Getafe, aportaba la mitad. En barrios como
San Ramón y San Nicolás se calcula que habrá sobre un 20 por 100 de paro.
Moverse, curarse
No
hay calles, ni fábricas, ni trabajo, ni polideportivo. Tampoco hay escuelas
suficientes. El estado recaudador de impuestos no ha construido en Parla ni una
guardería infantil, ni un colegio de preescolar. Estas necesidades las cubre la
iniciativa privada […]. Hay un colegio nacional de Enseñanza General Básica y
nada más. Para estudiar BUP
hay que ir, por lo menos, a Getafe. También hay que ir si uno quiere hacer
Formación Profesional.
Querían hacer un Instituto de Enseñanza Media, pero sucedió que los terrenos
estaban junto a un colector y, que si costaba el desvío dos millones, que si no
costaba, aún están por empezar las obras.
Este
curso, todos los niños han sido escolarizados. Naturalmente en malas
condiciones: locales inadecuados, exceso de alumnos por clase, etcétera. El
próximo curso, el asunto se presenta peor. La Biblioteca Municipal –2.000
volúmenes-
está en un piso piloto.
En
la letanía
de miserias de Parla destacan dos problemas: el transporte y la asistencia
sanitaria. Son dos problemas comunes a todos los pueblos del Suroeste
madrileño. Excepto la clínica Primero de Octubre, todos los demás centros
asistenciales, tanto de la Seguridad Social como privados, están en la zona Norte
de Madrid. Sin embargo, en los barrios y pueblos del Sur es donde se concentra
la mayoría de la población trabajadora.
En
Parla sólo hay un consultorio de 80 metros cuadrados. […]
La
gente se ve obligada a pagar igualas
de los médicos privados ante la deficiente asistencia que les presta la
Seguridad Social. Cuando la ambulancia traslada a un enfermo grave al lejano hospital,
el embotellamiento en la carretera - bordeada de enormes postes eléctricos -
puede ser mortal. A nadie de los que mandan se le ha ocurrido pensar en la
posibilidad del helicóptero. En las horas de mayor tráfico, el recorrido entre
Madrid y Parla, hecho normalmente en unos cuarenta minutos, puede ser eterno. No
hay tren de cercanías (en 1977, don Antonio Gómez Fungairiño, jefe del Gabinete
de Economía y Planificación de Renfe, afirmó que para 1978 el ferrocarril
Atocha-Parla-Fuenlabrada, estaría funcionando adecuadamente; hoy es el día en
que nada de eso ha pasado).
Los
autobuses de servicio público te cobran 37 pesetas por llevarte a Madrid. Supone
para muchos trabajadores -el sueldo medio mensual en Parla no supera las 30.000
pesetas - veinte duros diarios.
¿Quién manipula?
[…]
El
domingo 4 de marzo era el tercer domingo de manifestación en protesta por la
falta de agua y los traidores cortes en el suministro, que estropean los
motores de las lavadoras. Nadie firmaba la convocatoria. La gente fue porque
era un problema que afectaba a toda la ciudad. […]
El
tercer domingo de manifestación, la Policía llega con numerosos efectivos.
Carga, según unánime opinión de todos los partidos, con brutalidad. Como
consecuencia de una hemorragia interna, producido por un pelotazo policial en
el pecho, a las cinco de la tarde muere el adolescente Ursino Gallego-Nicasio. Llevaba
el muchacho en el bolsillo dos entradas para el cine. El señor Rosón […] asegura
ante la prensa que estaba tras una barricada. Hay testigos que afirman lo contrario.
Lo cierto es que Ursino -quinto de seis hermanos- murió. Parla fue tomada por las fuerzas antidisturbios. La violencia y
los nuevos pelotazos reinaron en sus sucias calles durante varios días. Las
barricadas se hacían lo mismo con adoquines que con semáforos arrancados; lo
mismo con grúas que con coches volcados, con autobuses de ruedas pinchadas.
[…]
Los
conflictos, de todas formas, no sorprendieron a nadie. “En Parla, los problemas
son tan agobiantes que en cualquier momento podía haber ocurrido esto. Y puede
volver a ocurrir”.
Una iguala es
un contrato entre un médico y un cliente por el cual el primero presta al segundo
sus servicios a cambio de una cantidad de dinero fija anual en metálico.