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Las operaciones en Verdún
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El mando supremo de la empresa se le confió al príncipe heredero alemán Kronprinz, quien, reuniendo gran cantidad de hombres y medios materiales realizó durante más de dos meses una serie de ininterrumpidos asaltos contra la fortaleza de Verdun. La ofensiva alemana contra Verdun significaba, por decirlo de alguna manera, un reto al orgullo nacional francés, unido a la vieja y gloriosa fortaleza del lugar. Al general Joffre, que afirmaba que la fortaleza de Verdun no tenía ninguna importancia desde el punto de vista estratégico, y que hubiera sido mejor cederla libremente, el presidente del consejo Briand le respondió: "Puede ser que para usted la pérdida de Verdun no diga nada, sin embargo, toda Francia lo consideraría una derrota. Si cedéis Verdun seréis de los viles y yo ¡os echaré a todos!". La batalla duró diez meses, aunque los alemanes no consiguieron avanzar sino, lentamente, unos pocos kilómetros. Cayeron casi medio millón de alemanes y casi otros tantos franceses, aunque la resistencia de estos últimos hizo fracasar en una ocasión el plan de Alemania. Decir que en sentido militar la guerra de 1914-1918 revolucionó todos los conceptos de tiempo, por lo que se refiere a la duración de las batallas, significa enunciar una verdad evidente. Durante miles de años, una batalla, por grande que fuera, era siempre cuestión de horas. Así fue hasta principios de siglo, a pesar de que a partir de las guerras napoleónicas algunas batallas (Lipsia y Gettysburg, por ejemplo) llegaron a durar algunos días. El verdadero cambio se produjo con la campaña ruso-japonesa, cuando las batallas comenzaron a durar incluso semanas. Con la guerra mundial, el estándar se convirtió en meses, ya que las batallas se transformaron normalmente en asedios. De las denominadas "batallas" de la guerra, las de Verdun ostentan el récord de duración: del 21 de febrero al 18 de diciembre de 1916. La batalla de Verdun fue el supremo sacrificio de Francia y, al mismo tiempo, su supremo triunfo, ante cuya grandeza todo el mundo le rinde homenaje. Las fases cruciales de la batalla se concentraron en los meses comprendidos entre marzo y junio: el ataque alemán en las dos orillas del Mosa, a la altura del Mort-Homme y sobre todo en los fuertes de Douaumont y Vaux. El objetivo alemán era provocar una continua agresión mediante una cadena de ataques rápidos orientados a desfondar al enemigo; la ofensiva alemana tendría que haberse basado en la potencia de fuego más que en las masas de infantería, siendo su elemento clave un intenso bombardeo de artillería. Para aumentar las posibilidades de conseguir la sorpresa, los alemanes no construyeron las típicas trincheras de "lanzamiento" próximas a las líneas enemigas, convencidos de que el violentísimo bombardeo de artillería permitiría a su infantería atravesar la tierra de nadie, de casi un kilómetro de longitud, sin encontrar resistencia. Sin embargo, no consiguieron ocultar sus preparativos en la retaguardia. Aunque el Servicio de Información francés, en base a estos preparativos, consiguió intuir las intenciones de los alemanes, el Departamento de Operaciones ignoró sus advertencias. De esta forma, el 1 de febrero fueron enviados a la zona pequeños contingentes de dos divisiones territoriales, aunque sólo en el último momento llegaron los refuerzos necesarios (dos cuerpos de la armada), los cuales fueron enviados enseguida a Verdun. Inmediatamente después de la llegada del primero de estos dos cuerpos de la armada, tres divisiones se encontraban emplazadas en la orilla derecha del Mosa, dos en la orilla izquierda y tres al sur de la fortaleza, formadas hacia el este; ninguna unidad de reserva estaba en las cercanías. No es difícil imaginar qué hubiera sucedido si el ataque alemán hubiera tenido lugar el 13 de marzo, como estaba previsto, antes de la llegada del primer cuerpo de la armada. Las desfavorables condiciones atmosféricas fueron las que salvaron a los defensores en un doble sentido, ya que también obstaculizaron el transporte a primera línea de los cañones pesados alemanes. Hay otro aspecto de esta fase preliminar que, aunque menos conocido, reviste una gran importancia. Las apresuradas conclusiones que se sacaron de la facilidad con la que los alemanes sofocaron a las tropas belgas y rusas contribuyeron en gran medida a la crítica situación que se estableció en Verdun. En un primer momento las fuerzas francesas no se encontraban bajo el control del ejército campal, sino que aprovechando los ejemplos de Liege y de Namur, Joffre consiguió convencer al gobierno francés para que "declarase" Verdun una fortaleza, obteniendo el control en agosto de 1915, a partir de cuyo momento comenzó a expoliarla progresivamente tanto en hombres como en armamento. La retirada de los cañones continuó incluso hasta el 30 de enero de 1916, siendo habilitadas las casas de alrededor para el reparo de las tropas. Más que un sistema defensivo compacto, los franceses presidían una única línea atrincherada más allá de los fuertes, mientras que en la retaguardia sólo había una línea atrincherada subsidiaria utilizable. Para este frente continuo, el comandante general Herr no disponía de hombres y de medios suficientes, ni para detenerlo ni para mantenerlo en condiciones de eficiencia defensiva. La línea de cable espinado estaba incompleta y las defensas a prueba de granada eran prácticamente inexistentes. No era ninguna maravilla, por tanto, que la línea atrincherada hubiera cedido al primer golpe. Los fuertes, sin embargo, se demostraron indestructibles. Los fuertes de Douaumont y de Vaux cayeron en manos alemanas y cuando fueron reconquistados en octubre, los franceses pudieron constatar que habían salido casi indemnes después de meses y meses de terribles bombardeos. Las galerías subterráneas no habían sufrido daños, cosa que no ocurrió con una de las torretas de las piezas de campo, que fue totalmente destruida; casi todas las casas de los alrededores estaban en perfecto estado. A las 7:15 horas del 21 de febrero, los alemanes abrieron fuego sobre las dos orillas del Mosa a lo largo de un frente de 25 kilómetros. Las trincheras y las vallas de espino fueron quitadas del medio. Aunque después se hiciera familiar, en aquel febrero de 1916 un bombardeo tan violento era una cosa totalmente nueva y, por tanto, horrorosa. Continuó durante horas hasta que a las 4 de la tarde la violencia de la tormenta de granadas llegó a su fin. Pasados otros tres cuartos de hora, una pequeña formación de la infantería alemana comenzó a avanzar sin apenas ser vistos, seguida de una patrulla armada de bombas de mano y lanzallamas, dirigida a comprobar las posiciones francesas antes de que el resto de la infantería pasase al ataque. Este expediente permite no sólo ahorrar vidas humanas, sino también descubrir que el bombardeo alemán tuvo efectos desiguales ya que en algunos sectores se volvió a abrir fuego contra la artillería francesa. Por otra parte, los alemanes se lanzaron al ataque con apenas seis divisiones en un frente de tan solo siete kilómetros incluidos el Bois de Haumont y Herbebois, en la orilla oriental. En un frente tan reducido, los pocos grupos dispersos de franceses supervivientes consiguieron retrasar la acción enemiga mejor de lo que habrían podido hacer si el frente de ataque hubiera sido más amplio; por otra parte, al caer la noche, los atacantes habían ocupado sólo las trincheras más avanzadas. Sin embargo, al día siguiente, la acción se desarrolló en un frente más amplio, prolongándose hasta el día 24; los defensores continuaron su retirada. Los comandantes de las unidades francesas implicadas en los combates pidieron ser autorizados para evacuar la llanura de la orilla derecha del Mosa. Sin embargo, en la retaguardia, casi ninguno se daba cuenta de la gravedad de la situación. El departamento de operaciones afirmaba todavía que Verdun era un falso ataque destinado a cubrir una verdadera ofensiva en las Campañas. Incluso cuando llegó la noticia de que el frente estaba cayendo, Joffre comenzó a mostrarse imperturbable. Finalmente, la tarde del día 24, el general de Castelnau, jefe del Estado mayor francés, llegado directamente a donde estaba Joffre, obtuvo de él el permiso para confiar la defensa de Verdun a la armada de Pétain; también obtuvo de éste último el permiso de acercarse a Verdun con plenos poderes. Abandonada la ciudad de Chantilly aquella misma noche, desde Castelnau se precipitó hasta el cuartel general del comandante del grupo de armadas, de Langle de Cary. Mientras tanto, Joffre telegrafió que el frente del norte de Verdun tenía que estar defendido a toda costa: "Cualquier comandante que (...) dé una orden de retirada será enviado inmediatamente ante un tribunal militar". El primer día de Castelnau en Verdun no fue un buen auspicio. En efecto, el día 25 se produjo la expugnación del Fuerte Douaumont y, con él, la primera crisis de la larga batalla. Como casi todos los otros fuertes, también éste no tenía guarnición, a excepción de 23 artilleros que presidían una torre. El mismo 25 de febrero, Pétain asumió el mando de Verdun, mientras en la retaguardia se estaba reagrupando el núcleo de una armada de reserva. El primer problema que Pétain tuvo que afrontar no fue tanto el de la defensa cuanto el de los refuerzos. Los cañones alemanes de gran calibre habían cerrado todas las vías de acceso a excepción de una ferrovía secundaria y la carretera de Bar-le-Duc-Verdun, destinada a pasar a la historia como la Via Sacra. No hubiera servido para nada empujar las tropas a la primera línea si no hubiera sido posible suministrarle víveres y municiones. El final de la carretera estaba cayendo bajo el peso del incesante ir y venir de medios de transporte, de tal forma que para mantener la carretera en condiciones para funcionar se hizo necesario reforzarla con vías alternativas para que pudieran llegar a la zona los destacamentos de tropas territoriales. Desde entonces, el volumen de tráfico en aquella dirección llegó a los 6.000 carros cada 24 horas. Pétain estaba organizando el frente en varios sectores, cada uno dotado de su propia artillería pesada; se producían repetidos contraataques que, si no tenían el efecto esperado de ganar terreno, desconcertaban y frenaban las fuerzas alemanas avanzadas. Además, cuanto más avanzaban los alemanes a lo largo de la orilla oriental, tanto más se exponían al fuego lateral de la artillería francesa emplazada más allá del río. La avanzadilla perdió de esta forma su fuerza de lanzamiento y comenzó a detenerse. Entre las filas alemanas descendió un "lúgubre pesimismo".